17
de Octubre
¡El
Cordero de Dios!
Por
Riqui Ricón*
Venid
luego, dice Jehová, y estemos a cuenta: si vuestros pecados fueren como la
grana, como la nieve serán emblanquecidos; si fueren rojos como el carmesí,
vendrán a ser como blanca lana. Si
quisiereis y oyereis, comeréis el bien de la tierra (Isa 1. 18-19).
En
la meditación de este día puedo escuchar al Señor que te dice: Ven, pongamos
las cosas en claro, resolvamos de una vez por todas, este asunto. ¿Son tus
pecados como escarlata? ¡Quedarán blancos como la nieve! ¿Son tan rojos como el
carmesí? ¡Quedarán limpios como la lana! ¿Estás tú dispuesto(a) a obedecer?
¡Comerás lo mejor de la tierra!
Esto es asombroso y muy confortante, pero ¿cómo se consigue?
Pon mucha atención, pues cuando Juan el bautista vio, por primera vez, a
Jesús hizo una de las declaraciones más asombrosas que se hayan escuchado jamás:
El
siguiente día vio Juan a Jesús que venía a él, y dijo: He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo (Jn 1. 29).
Esto
significa que SÍ existe una forma, que efectivamente hay una manera de quitar
el pecado; no solamente limpiarlo o perdonarlo sino quitarlo, esto es, erradicarlo.
Y la Biblia, que es la Palabra de Honor de Dios, es muy clara al enseñarte que
esto sólo es posible por medio de Jesucristo, ¡el Cordero de Dios!
porque, como sabéis, la paga del
pecado es muerte, pero el regalo de Dios es la vida eterna que nos ofrece en
Cristo Jesús Señor nuestro (Ro 6.23 CST).
Aunque tú
fuiste un(a) pecador y estabas destinado(a) a la muerte, Dios te ama tanto que
prefirió entregar a Su propio Hijo, Jesucristo, para pagar TODOS tus pecados,
antes que perderte a ti.
Porque
de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo
aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna. Porque
no envió Dios a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo
sea salvo por él (Jn 3.17-17).
De acuerdo
a la Palabra de Dios, al creer que Jesús es el Hijo de Dios que murió por Amor
a ti pagando el justo castigo de tus pecados y al recibirle como Señor y
Salvador de tu vida, tú Naciste de Nuevo, pero no más como un ser humano común
y corriente sino que ahora eres, legal y legítimamente, un(a) Hijo(a) de Dios Nacido(a)
de Nuevo. Lo cual te da derecho al regalo y herencia de tu Padre celestial: ¡La
Vida Eterna!
Ahora pues, a quienes pertenecemos a
Cristo Jesús no nos espera ya ninguna condenación, porque la ley del poderoso
Espíritu de vida que recibimos por medio de la fe en Cristo Jesús, nos libera
de la ley del pecado y de la muerte (Ro 8.1-2 CST).
Así
que, Jesucristo, el cordero de Dios, resolvió de una vez y para siempre el
problema del pecado. Tú tienes Vida Eterna y esto significa que eres libre de
la ley del pecado y de la muerte. ¡El pecado ya no puede enseñorearse más de
ti! ¡Está vencido y debajo de tus pies!
Sabiendo
esto, puedes comprender por qué la Biblia afirma que la paga del pecado es
muerte pero el regalo de Dios es vida eterna en Cristo Jesús. No solamente
vida, sino VIDA ETERNA.
Pelearán
contra el Cordero, y el Cordero los vencerá, porque él es Señor de señores y
Rey de reyes; y los que están con él son llamados y elegidos y fieles (Apo 17.14).
Así es, mi
amigo(a), Jesús es el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo y, al final
de los tiempos, Satanás y sus demonio pelearán contra Él y Él saldrá vencedor
porque es Rey de reyes y Señor de señores. Y tú, que estás con Él y en Él, eres
llamado(a) y elegido(a) y fiel.
Jesús
le dijo: Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino
por mí (Jn 14.6).
Como puedes
ver, tú has aceptado y reconocido a Jesús como el Señor y Salvador de tu vida,
por lo tanto, efectivamente, eres llamado(a) y elegido(a) y fiel.
Bendito sea Dios, Padre de nuestro
Señor Jesucristo que nos ha dado toda clase de bendiciones espirituales en los
cielos a través de Cristo. También en Cristo, él nos escogió por amor antes de
la creación del mundo para que fuéramos su pueblo santo, es decir, libres de
pecado ante él. Antes de la creación del mundo, Dios decidió adoptarnos como
hijos suyos a través de Jesucristo. Eso era lo que él tenía planeado y le dio
gusto hacerlo. Dios nos eligió para que así se le honre por su grandioso amor,
que nos dio gratuitamente por medio de su Hijo amado. La sangre que Cristo
derramó en su muerte pagó el rescate para librarnos del pecado. Es decir, que
Dios es tan generoso que perdona nuestras faltas
(Efe 1.3-7 PDT).
¡Eres un(a)
Hijo(a) amado(a) por Dios según el puro afecto de Su voluntad para contigo!
Ahora te
toca CREER y recibir ese gran amor con que te ha amado pues tú, estando muerto(a) en pecados y en la
incircuncisión de tu carne, te dio vida juntamente con Cristo Jesús,
perdonándote todos tus pecados, anulando el acta de los decretos
que había en contra tuya, que te era contraria, quitándola de en medio y
clavándola en la cruz, y despojando a los principados y a las potestades,
los exhibió públicamente, triunfando sobre ellos en la cruz.
Ahora,
pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús, los que no
andan conforme a la carne, sino conforme al Espíritu. Porque la ley
del Espíritu de vida en Cristo Jesús me ha librado de la ley del pecado y de la
muerte (Ro 8.1-2).
¡El asunto
del pecado fue totalmente resuelto por Jesús con una contundente victoria sobre
la muerte! ¡Él murió y resucitó! Esta es la Vida Nueva, Esta es la Vida Eterna
que ahora se te ha dado al recibirle como Señor y Salvador de tu vida. Este es
el Evangelio: ¡Buenas Noticias! ¡Has Nacido de Nuevo!
Oremos en
voz audible:
Gracias
Señor Jesús, Tú eres el Cordero de Dios y has quitado, borrado, todos mis
pecados, cargando con ellos en la cruz para triunfar ahí. Me has librado de la
ley del pecado y de la muerte y ahora yo vivo bajo la ley del espíritu de Vida
en Ti, mi Señor. Porque Tú vives, yo vivo. Porque Tú has vencido, yo soy más
que vencedor. Ahora puedo creer y recibir este gran Amor con que me has amado haciéndome
digno de recibir la Vida Eterna y abundante que, dices en Tu Palabra, yo
merezco. Lo creo y lo recibo en Tu nombre Jesús.
Amado Padre
celestial, ¿Qué, pues, puedo decir a todo esto? Si Tú estás conmigo, ¿quién
contra mí? Si no escatimaste ni a Tu propio Hijo, sino que lo entregaste por
Amor a mí, ¿cómo no me darás también con Él todas las cosas? ¿Quién me acusará?
Soy escogido(a) de Dios y eres Tú, Padre, quien ya me has justificado. ¿Quién
es el que me condenará? Cristo es el que murió y pagó por mí; más aun, el que también resucitó, el que además
está a la diestra de Dios, el que también intercede por mí a cada instante.
¿Quién me separará del amor de Cristo? ¿Tribulación, o angustia, o
persecución, o hambre, o desnudez, o peligro, o espada? Como está
escrito: Por causa de ti somos muertos todo el tiempo; Somos contados como
ovejas de matadero. Antes, en todas estas cosas yo, __________ (tu nombre
aquí) soy más que vencedor(a) por medio de aquel que me ama. Por
lo cual estoy seguro(a) de que ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni
principados, ni potestades, ni lo presente, ni lo por venir, ni lo
alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada me puede separar de Tu Amor,
oh Dios, que es en Cristo Jesús mi Señor. Por lo tanto,
acepto y recibo mi victoria sobre el pecado y sus consecuencias como la
enfermedad, pobreza, depresión, temor y angustia. ¡Soy libre de todos ellos!
¡Soy sano(a)! ¡Soy libre! ¡Soy próspero(a)! ¡Soy dichoso(a)! ¡Soy Hijo(a) de
Dios Nacido(a) de Nuevo! En el nombre de Jesús. Amén.
Nota Importante:
¿Cómo me hago Hijo de Dios? ¿Cómo establezco una relación con el Todopoderoso?
Sólo haz la siguiente oración en voz audible poniendo toda tu atención y corazón a lo que le estás diciendo a Dios:
Señor Jesús, yo creo que eres el Hijo de Dios. Que viniste a este mundo de la virgen María para pagar todos mis pecados, y yo he sido un(a) pecador(a). Por eso, te digo el día de hoy que sí acepto. ¡Sí acepto tu sacrificio en la cruz! ¡Sí acepto Tu Sangre preciosa derramada hasta la última gota por Amor a mí! Te abro mi corazón y te invito a entrar porque quiero, Señor Jesús, que desde hoy y para siempre Tú seas mi único y suficiente Salvador, mi Dios, mi Rey y mi Señor. Gracias, Dios Poderoso, pues con esta simple oración y profesión de fe he pasado de muerte a Vida, he sido trasladado(a) de las tinieblas a Tu Luz admirable. ¡Hoy he Nacido de Nuevo! ¡Dios, ahora yo Soy Tu Hijo(a)! ¡Ahora Tú eres mi Padre! ¡Nunca más estaré solo(a)! Nunca más viviré derrotado(a). En el nombre de Jesús. Amén.
*Ricardo
C. Peredo Jaime © 2011
Lectura y Meditación de la Palabra de Dios
Haz estas lecturas diarias y al final de un
año habrás leído toda la Biblia.
Octubre 17 Apo
17 / Isa 1-2 / Sal 108
Apocalipsis
Condenación de la gran ramera
17
1Vino entonces
uno de los siete ángeles que tenían las siete copas, y habló conmigo
diciéndome: Ven acá, y te mostraré la sentencia contra la gran ramera, la que
está sentada sobre muchas aguas; 2con la cual han
fornicado los reyes de la tierra, y los moradores de la tierra se han
embriagado con el vino de su fornicación. 3Y
me llevó en el Espíritu al desierto; y vi a una mujer sentada sobre una bestia
escarlata llena de nombres de blasfemia, que tenía siete cabezas y diez
cuernos. 4Y la mujer estaba vestida de púrpura y escarlata, y adornada de oro, de
piedras preciosas y de perlas, y tenía en la mano un cáliz de oro lleno de abominaciones y de la inmundicia de su fornicación; 5y en
su frente un nombre escrito, un misterio: BABILONIA LA GRANDE, LA MADRE DE LAS
RAMERAS Y DE LAS ABOMINACIONES DE LA TIERRA. 6Vi a la mujer ebria
de la sangre de los santos, y de la sangre de los mártires de Jesús; y cuando
la vi, quedé asombrado con gran asombro.
7Y el ángel me
dijo: ¿Por qué te asombras? Yo te diré el misterio de la mujer, y de la bestia
que la trae, la cual tiene las siete cabezas y los diez cuernos. 8La
bestia que has visto, era, y no es; y está para subir del abismo
e ir a perdición; y los moradores de la tierra, aquellos cuyos nombres no están
escritos desde la fundación del mundo en el libro de la vida,
se asombrarán viendo la bestia que era y no es, y será. 9Esto,
para la mente que tenga sabiduría: Las siete cabezas son siete montes, sobre
los cuales se sienta la mujer, 10y son siete reyes. Cinco de ellos
han caído; uno es, y el otro aún no ha venido; y cuando venga, es necesario que
dure breve tiempo. 11La bestia que era, y no es, es también el
octavo; y es de entre los siete, y va a la perdición. 12Y los diez
cuernos que has visto, son diez reyes, que aún no han
recibido reino; pero por una hora recibirán autoridad como reyes juntamente con
la bestia. 13Estos tienen un mismo propósito, y entregarán su
poder y su autoridad a la bestia. 14Pelearán contra el Cordero, y
el Cordero los vencerá, porque él es Señor de señores y Rey de reyes; y los que
están con él son llamados y elegidos y fieles.
15Me dijo
también: Las aguas que has visto donde la ramera se sienta, son pueblos,
muchedumbres, naciones y lenguas. 16Y los diez cuernos que viste
en la bestia, éstos aborrecerán a la ramera, y la dejarán desolada y desnuda; y
devorarán sus carnes, y la quemarán con fuego; 17porque Dios ha
puesto en sus corazones el ejecutar lo que él quiso: ponerse de acuerdo, y dar
su reino a la bestia, hasta que se cumplan las palabras de Dios. 18Y
la mujer que has visto es la gran ciudad que reina sobre los reyes de la
tierra.
Isaías
Una nación pecadora
1
1Visión de Isaías
hijo de Amoz, la cual vio acerca de Judá y Jerusalén en días de Uzías,
Jotam,
Acaz
y Ezequías, reyes de Judá.
2Oíd, cielos, y
escucha tú, tierra; porque habla Jehová: Crié hijos, y los engrandecí, y ellos
se rebelaron contra mí. 3El buey conoce a su dueño, y el asno el
pesebre de su señor; Israel no entiende, mi pueblo no tiene conocimiento.
4¡Oh gente
pecadora, pueblo cargado de maldad, generación de malignos, hijos depravados!
Dejaron a Jehová, provocaron a ira al Santo de Israel, se volvieron atrás.
5¿Por qué
querréis ser castigados aún? ¿Todavía os rebelaréis? Toda cabeza está enferma,
y todo corazón doliente. 6Desde la planta del pie hasta la cabeza
no hay en él cosa sana, sino herida, hinchazón y podrida llaga; no están
curadas, ni vendadas, ni suavizadas con aceite.
7Vuestra tierra
está destruida, vuestras ciudades puestas a fuego, vuestra tierra delante de
vosotros comida por extranjeros, y asolada como asolamiento de extraños.
8Y queda la hija de Sion como enramada en viña, y como cabaña en
melonar, como ciudad asolada.
9Si Jehová de los
ejércitos no nos hubiese dejado un resto pequeño, como Sodoma fuéramos, y
semejantes a Gomorra.
Llamamiento al arrepentimiento verdadero
10Príncipes de
Sodoma, oíd la palabra de Jehová; escuchad la ley de nuestro Dios, pueblo de
Gomorra. 11¿Para qué me sirve, dice Jehová, la multitud de
vuestros sacrificios? Hastiado estoy de holocaustos de carneros y de sebo de
animales gordos; no quiero sangre de bueyes, ni de ovejas, ni de machos
cabríos.
12¿Quién demanda
esto de vuestras manos, cuando venís a presentaros delante de mí para hollar
mis atrios? 13No me traigáis más vana ofrenda; el incienso me es
abominación; luna nueva y día de reposo, el convocar asambleas, no lo
puedo sufrir; son iniquidad vuestras fiestas solemnes. 14Vuestras
lunas nuevas y vuestras fiestas solemnes las tiene aborrecidas mi alma; me son
gravosas; cansado estoy de soportarlas. 15Cuando
extendáis vuestras manos, yo esconderé de vosotros mis ojos; asimismo cuando
multipliquéis la oración, yo no oiré; llenas están de sangre vuestras manos.
16Lavaos y limpiaos; quitad la iniquidad de vuestras obras de delante de
mis ojos; dejad de hacer lo malo; 17aprended a hacer el bien;
buscad el juicio, restituid al agraviado, haced justicia al huérfano, amparad a
la viuda.
18Venid luego,
dice Jehová, y estemos a cuenta: si vuestros pecados fueren como la grana, como
la nieve serán emblanquecidos; si fueren rojos como el carmesí, vendrán a ser
como blanca lana. 19Si quisiereis y oyereis, comeréis el bien de
la tierra; 20si no quisiereis y fuereis rebeldes, seréis
consumidos a espada; porque la boca de Jehová lo ha dicho.
Juicio y redención de Jerusalén
21¿Cómo te has
convertido en ramera, oh ciudad fiel? Llena estuvo de justicia, en ella habitó
la equidad; pero ahora, los homicidas. 22Tu plata se ha convertido
en escorias, tu vino está mezclado con agua. 23Tus príncipes,
prevaricadores y compañeros de ladrones; todos aman el soborno, y van tras las
recompensas; no hacen justicia al huérfano, ni llega a ellos la causa de la
viuda.
24Por tanto, dice
el Señor, Jehová de los ejércitos, el Fuerte de Israel: Ea, tomaré satisfacción
de mis enemigos, me vengaré de mis adversarios; 25y volveré mi
mano contra ti, y limpiaré hasta lo más puro tus escorias, y quitaré toda tu
impureza. 26Restauraré tus jueces como al principio, y tus
consejeros como eran antes; entonces te llamarán Ciudad de justicia, Ciudad
fiel.
27Sion será
rescatada con juicio, y los convertidos de ella con justicia. 28Pero
los rebeldes y pecadores a una serán quebrantados, y los que dejan a Jehová
serán consumidos. 29Entonces os avergonzarán las encinas que
amasteis, y os afrentarán los huertos que escogisteis. 30Porque
seréis como encina a la que se le cae la hoja, y como huerto al que le faltan
las aguas. 31Y el fuerte será como estopa, y lo que hizo como
centella; y ambos serán encendidos juntamente, y no habrá quien apague.
Reinado universal de Jehová
(Mi. 4.1–3)
2
1Lo que vio
Isaías hijo de Amoz acerca de Judá y de Jerusalén.
2Acontecerá en lo
postrero de los tiempos, que será confirmado el monte de la casa de Jehová como
cabeza de los montes, y será exaltado sobre los collados, y correrán a él todas
las naciones. 3Y vendrán muchos pueblos, y dirán: Venid, y subamos
al monte de Jehová, a la casa del Dios de Jacob; y nos enseñará sus caminos, y
caminaremos por sus sendas. Porque de Sion saldrá la ley, y de Jerusalén la
palabra de Jehová. 4Y juzgará entre las naciones, y reprenderá a
muchos pueblos; y volverán sus espadas en rejas de arado, y sus lanzas en
hoces;
no alzará espada nación contra nación, ni se adiestrarán más para la guerra.
Juicio de Jehová contra los soberbios
5Venid, oh casa
de Jacob, y caminaremos a la luz de Jehová. 6Ciertamente tú has
dejado tu pueblo, la casa de Jacob, porque están llenos de costumbres traídas
del oriente, y de agoreros, como los filisteos; y pactan con hijos de
extranjeros. 7Su tierra está llena de plata y oro, sus tesoros no
tienen fin. También está su tierra llena de caballos, y sus carros son
innumerables. 8Además su tierra está llena de ídolos, y se han
arrodillado ante la obra de sus manos y ante lo que fabricaron sus dedos.
9Y se ha inclinado el hombre, y el varón se ha humillado; por tanto, no
los perdones. 10Métete en la peña, escóndete en
el polvo, de la presencia temible de Jehová, y del resplandor de su majestad.
11La altivez de los ojos del hombre será abatida, y la soberbia de los
hombres será humillada; y Jehová solo será exaltado en aquel día.
12Porque día de
Jehová de los ejércitos vendrá sobre todo soberbio y altivo, sobre todo
enaltecido, y será abatido; 13sobre todos los cedros del Líbano
altos y erguidos, y sobre todas las encinas de Basán; 14sobre
todos los montes altos, y sobre todos los collados elevados; 15sobre
toda torre alta, y sobre todo muro fuerte; 16sobre todas las naves
de Tarsis, y sobre todas las pinturas preciadas. 17La altivez del
hombre será abatida, y la soberbia de los hombres será humillada; y solo Jehová
será exaltado en aquel día. 18Y quitará totalmente los ídolos.
19Y se meterán en las cavernas de las peñas y en las aberturas de la
tierra, por la presencia temible de Jehová, y por el resplandor de su majestad,
cuando él se levante para castigar la tierra.
20Aquel día
arrojará el hombre a los topos y murciélagos sus ídolos de plata y sus ídolos
de oro, que le hicieron para que adorase, 21y se meterá en las
hendiduras de las rocas y en las cavernas de las peñas, por la presencia
formidable de Jehová, y por el resplandor de su majestad, cuando se levante
para castigar la tierra. 22Dejaos del hombre, cuyo aliento está en
su nariz; porque ¿de qué es él estimado?
SALMO 108
Petición de ayuda contra el
enemigo
(Sal. 57.7–11; 60.5–12)
Cántico. Salmo de David.
1 Mi corazón
está dispuesto, oh Dios;
Cantaré y
entonaré salmos; esta es mi gloria.
2 Despiértate,
salterio y arpa;
Despertaré
al alba.
3 Te alabaré,
oh Jehová, entre los pueblos;
A ti cantaré
salmos entre las naciones.
4 Porque más
grande que los cielos es tu misericordia,
Y hasta los cielos tu verdad.
5 Exaltado
seas sobre los cielos, oh Dios,
Y sobre toda
la tierra sea enaltecida tu gloria.
6 Para que
sean librados tus amados,
Salva con tu diestra y
respóndeme.
7 Dios ha
dicho en su santuario: Yo me alegraré;
Repartiré a
Siquem, y mediré el valle de Sucot.
8 Mío es
Galaad, mío es Manasés,
Y Efraín es
la fortaleza de mi cabeza;
Judá es mi
legislador.
9 Moab, la
vasija para lavarme;
Sobre Edom
echaré mi calzado;
Me regocijaré sobre Filistea.
10 ¿Quién me
guiará a la ciudad fortificada?
¿Quién me
guiará hasta Edom?
11 ¿No serás
tú, oh Dios, que nos habías desechado,
Y no salías,
oh Dios, con nuestros ejércitos?
12 Danos
socorro contra el adversario,
Porque vana
es la ayuda del hombre.
13 En Dios
haremos proezas,
Y él hollará
a nuestros enemigos.
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