6
de Octubre
¡Dios
es bueno!
Por
Riqui Ricón *
…tú, con todo, por tus muchas misericordias no
los abandonaste en el desierto. La columna de nube no se apartó de ellos de
día, para guiarlos por el camino, ni de noche la columna de fuego, para
alumbrarles el camino por el cual habían de ir. Y enviaste tu buen
Espíritu para enseñarles, y no retiraste tu maná de su boca, y agua les diste
para su sed. Los sustentaste cuarenta años en el desierto; de
ninguna cosa tuvieron necesidad; sus vestidos no se envejecieron, ni se
hincharon sus pies (Neh 9.19-21).
Sin
importar lo que hayas hecho en el pasado, o el día de hoy, Dios jamás te va a
abandonar en el desierto; tampoco va a apartar de ti Su Palabra, que es lámpara
a tus pies y luz en tu camino. ¡No! Él no retirará Su provisión y sustento y,
mucho menos, te privará de su buen Espíritu para enseñarte. No lo hizo con Su
pueblo Israel bajo el antiguo pacto y no lo hará con un(a) Hijo(a) NACIDO(A) DE
NUEVO, en el Nuevo Pacto que es, por cierto, un mejor Pacto, establecido sobre
mejores promesas y que, además, está establecido sobre la Sangre de Su propio
Hijo Jesucristo.
¡Dios
es bueno!
Quizás
respondas: Dios es bueno pero yo no. Discúlpame, pues primero yo te preguntaría
si has recibido a Jesús como Señor y salvador de tu vida pues la Biblia, que es
la Palabra de Dios, y no miente, dice: De modo que si alguno está en
Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas
nuevas
(2 Co 5.17).
Esto
significa que el problema del pecado y la condenación han sido resueltos en la
cruz del calvario, Porque la ley del Espíritu de vida en Cristo
Jesús me ha librado de la ley del pecado y de la muerte (Ro 8.2).
Si tú no
has hecho a Jesús el Señor y Salvador de tu vida, puedes arreglarlo en tres
segundos, confiesa en voz audible que Jesús es tu Señor y Salvador, aceptando
Su sacrificio de Amor por ti al morir en esa cruz y pagar TODOS tus pecados.
Puedes decirle algo como esto: Señor
Jesús, creo y reconozco que eres el Hijo de Dios que viniste a este mundo a
pagar todos mis pecados. Yo he sido un(a) pecador y acepto Tu sacrificio de
Amor por mí. Te abro mi corazón y te invito a entrar, pues deseo que desde hoy,
y para siempre, Tú Jesucristo seas mi Dios, Rey y Señor. Amén.
¡Listo!
¿Así de fácil? ¡Sip! ¡Dios es bueno!
Nuestra
reflexión de hoy ha comenzado en el capítulo 9 de Nehemías, donde el sacerdote
Esdras está confesando los pecados del pueblo para recibir el favor de Dios y poder
así restaurar el viejo pacto que había sido invalidado.
La
buena noticia es que el Nuevo Pacto no puede ser invalidado pues no fue
establecido en bienes, sacrificios o servicios que algún ser humano pueda
ofrecer, sino en la Sangre preciosa del Hijo de Dios, Jesucristo.
Y el Dios de paz que resucitó de los muertos a
nuestro Señor Jesucristo, el gran pastor
de las ovejas, por la sangre del pacto eterno,
os haga aptos en toda obra buena para que hagáis su voluntad, haciendo él en vosotros lo que es agradable
delante de él por Jesucristo; al cual
sea la gloria por los siglos de los siglos.
Amén (He 13.20-21).
Hoy
en día, tus pecados no son asunto donde Satanás tenga injerencia alguna, es un
asunto exclusivo entre Dios, tu Padre, y tú. Así que cuando peques, no huyas de
Dios, no te alejes pensando que no sirves y que no vales nada; ¡al contrario! Corre
hacia Él, pues Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y
justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad (1 Jn 1.9).
¡Jesús NO vino a tu Vida para condenarte sino para salvarte!
Porque no envió Dios a su Hijo al
mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por él (Jn
3.17)
Dios
no pretende abandonar a ninguno de Sus Hijos e Hijas en el desierto y mucho
menos en el infierno. Él ha entrado a tú vida no para traerte condenación sino para
darte una Vida Plena y abundante. Muchísimo más abundante de la que ellos
vivieron en el desierto.
El ladrón no viene sino para
hurtar y matar y destruir; yo he venido para que tengan vida, y para que la
tengan en abundancia (Jn 10.10).
Satanás es ese adversario y enemigo que pretende hurtar y matar y
destruir lo que legítimamente ahora es tuyo, tu salvación. Esta salvación no es
sólo un lugar en el cielo junto a Dios, sino, como Jesús mismo lo expresó,
representa una Vida abundante llena de gozo y paz.
Estas cosas os he hablado para
que en mí tengáis paz. En el mundo tendréis aflicción; pero confiad, yo he
vencido al mundo
(Jn 16.33).
Sea cual
sea la tribulación que el día de hoy estés enfrentando, tu Nuevo Nacimiento
como Hijo(a) de Dios te habilita para tener la Paz de Dios, que sobrepasa todo
entendimiento, aún en medio de las más terribles dificultades, pues sabes que
sabes, por la Palabra de Dios, que de todo problema, angustia o enfermedad,
saldrás más que vencedor(a) por medio de Aquel que te ha amado, Cristo Jesús.
Así que, no
le permitas al diablo llenarte de condenación y desánimo. Si has pecado no
huyas de Dios, corre hacia Él; arrepiéntete y pide y RECIBE Su perdón y Su Amor.
¡Levántate y sigue adelante!
Pase lo que pase, no perdáis nunca la
confianza que habéis puesto en el Señor, porque junto con ella os espera un
gran galardón. Pero es preciso que perseveréis en el cumplimiento de la
voluntad de Dios, si de veras deseáis recibir lo que él os tiene prometido.
Recordad lo que dicen las Escrituras: "Todavía un poco de tiempo y vendrá
el que ha de venir: no se retrasará. Pero el que es justo por la fe vivirá,
aunque si se volviera atrás, no me agradaría". Mas nosotros no somos de
los que se vuelven atrás, lo cual redundaría en nuestra perdición; sino, al
contrario, somos de los que por su fe en Dios tienen garantizada la salvación
del alma (He 10.35-39 CST).
Así que, sin
poner tus ojos en tu situación y/o emociones sino creyéndole a Dios, creyendo Su Palabra.
Oremos este día en voz audible:
Amado
padre celestial, en este día bendigo Tu Santo y precioso Nombre, pues me has
amado con Tu Gran Amor. Tengo Tu Palabra de Honor que no me has dejado ni me
dejarás en medio de desierto alguno. Gracias Señor, Jesús, porque no hay
problema, circunstancia o enfermedad de la que no saldré más que vencedor(a) y
en Tu Nombre rechazo toda condenación y recibo la Vida buena y abundante que
ganaste para mí al morir en la cruz. De todos mis pecados te pido perdón, los
confieso, me arrepiento y me lavo con Tu Sangre preciosa y recibo Tu perdón y
Tu limpieza. Dios, Tu eres Quien me sostiene y de ninguna cosa tendré necesidad
pues Tú suples todo lo que me falta conforma a Tus riquezas en gloria. Por
esto, y mucho más, declaro con todo mi corazón que no voy a temer mal alguno
sino a creer, creerte a Ti, Padre, creer a tu Palabra. No recibo al espíritu de
temor y de duda pues yo soy Tu Hijo(a) y no tengo nada, absolutamente nada, que
temer. Recibo la bendición de Tu Palabra y todas Tus promesas para mí. Por lo
tanto, no admitiré en mi vida pensamientos, ni palabras, de fracaso, ni de
derrota. En Tu Palabra, la Biblia, he conocido y creído el Amor que me tienes.
¡Gracias, Señor! Por Ti, todo lo puedo y en TODAS las cosas soy más que
vencedor(a). Tú eres mi guardador y nada, ni nadie, me pueden separar de Tu
Amor. Así que, confieso mis pecados delante de Ti y recibo Tu perdón de la
misma forma que recibo mi sanidad y prosperidad. Tú Palabra es la Verdad y soy
libre para vivir esa vida plena y abundante que compraste para mí al morir en
la cruz pagando TODOS mis pecados y resucitar de la muerte para darme Vida
Eterna. No le daré lugar al temor, ni a la duda, pues estoy destinado a ser
dichosa(o), mil veces feliz. ¡Soy sano(a)! ¡Soy libre! ¡Soy próspero(a)! ¡Soy
dichoso! Pues yo en Ti confío. En el nombre de Jesús. Amén.
Nota Importante:
¿Cómo me hago Hijo de Dios? ¿Cómo establezco una relación con el Todopoderoso?
Sólo haz la siguiente oración en voz audible poniendo toda tu atención y corazón a lo que le estás diciendo a Dios:
Señor Jesús, yo creo que eres el Hijo de Dios. Que viniste a este mundo de la virgen María para pagar todos mis pecados, y yo he sido un(a) pecador(a). Por eso, te digo el día de hoy que sí acepto. ¡Sí acepto tu sacrificio en la cruz! ¡Sí acepto Tu Sangre preciosa derramada hasta la última gota por Amor a mí! Te abro mi corazón y te invito a entrar porque quiero, Señor Jesús, que desde hoy y para siempre Tú seas mi único y suficiente Salvador, mi Dios, mi Rey y mi Señor. Gracias, Dios Poderoso, pues con esta simple oración y profesión de fe he pasado de muerte a Vida, he sido trasladado(a) de las tinieblas a Tu Luz admirable. ¡Hoy he Nacido de Nuevo! ¡Dios, ahora yo Soy Tu Hijo(a)! ¡Ahora Tú eres mi Padre! ¡Nunca más estaré solo(a)! Nunca más viviré derrotado(a). En el nombre de Jesús. Amén.
*Ricardo
C. Peredo Jaime © 2011
Lectura y Meditación de la Palabra de Dios
Haz estas lecturas diarias y al final de un
año habrás leído toda la Biblia.
Octubre 6 Apo
6 / Neh 8.13-9.37 / Sal 101
Apocalipsis
Los sellos
6
1Vi cuando el
Cordero abrió uno de los sellos, y oí a uno de los cuatro seres vivientes decir
como con voz de trueno: Ven y mira. 2Y miré, y he aquí un caballo
blanco;
y el que lo montaba tenía un arco; y le fue dada una corona, y salió venciendo,
y para vencer.
3Cuando abrió el
segundo sello, oí al segundo ser viviente, que decía: Ven y mira. 4Y
salió otro caballo, bermejo; y al que lo montaba le fue
dado poder de quitar de la tierra la paz, y que se matasen unos a otros; y se
le dio una gran espada.
5Cuando abrió el
tercer sello, oí al tercer ser viviente, que decía: Ven y mira. Y miré, y he
aquí un caballo negro; y el que lo montaba tenía una
balanza en la mano. 6Y oí una voz de en medio de los cuatro seres
vivientes, que decía: Dos libras de trigo por un denario, y seis libras de
cebada por un denario; pero no dañes el aceite ni el vino.
7Cuando abrió el
cuarto sello, oí la voz del cuarto ser viviente, que decía: Ven y mira. 8Miré,
y he aquí un caballo amarillo, y el que lo montaba tenía por nombre Muerte, y
el Hades le seguía; y le fue dada potestad sobre la cuarta parte de la tierra,
para matar con espada, con hambre, con mortandad, y con las fieras de la
tierra.
9Cuando abrió el
quinto sello, vi bajo el altar las almas de los que habían sido muertos por
causa de la palabra de Dios y por el testimonio que tenían. 10Y
clamaban a gran voz, diciendo: ¿Hasta cuándo, Señor, santo y verdadero, no
juzgas y vengas nuestra sangre en los que moran en la tierra? 11Y
se les dieron vestiduras blancas, y se les dijo que descansasen todavía un poco
de tiempo, hasta que se completara el número de sus consiervos y sus hermanos,
que también habían de ser muertos como ellos.
12Miré cuando
abrió el sexto sello, y he aquí hubo un gran terremoto; y el sol
se puso negro como tela de cilicio, y la luna se volvió toda como sangre;
13y las estrellas del cielo cayeron sobre la tierra,
como la higuera deja caer sus higos cuando es sacudida por un fuerte viento.
14Y el cielo se desvaneció como un pergamino que se enrolla;
y todo monte y toda isla se removió de su lugar. 15Y
los reyes de la tierra, y los grandes, los ricos, los capitanes, los poderosos,
y todo siervo y todo libre, se escondieron en las cuevas y entre las peñas de
los montes; 16y decían a los montes y a las
peñas: Caed sobre nosotros, y escondednos del rostro de
aquel que está sentado sobre el trono, y de la ira del Cordero; 17porque
el gran día de su ira ha llegado; ¿y quién podrá sostenerse en pie?
Nehemías
13Al día
siguiente se reunieron los cabezas de las familias de todo el pueblo,
sacerdotes y levitas, a Esdras el escriba, para entender las palabras de la
ley. 14Y hallaron escrito en la ley que Jehová había mandado por
mano de Moisés, que habitasen los hijos de Israel en tabernáculos en la fiesta
solemne del mes séptimo; 15y que hiciesen saber, y pasar pregón
por todas sus ciudades y por Jerusalén, diciendo: Salid al monte, y traed ramas
de olivo, de olivo silvestre, de arrayán, de palmeras y de todo árbol frondoso,
para hacer tabernáculos, como está escrito.16Salió, pues, el
pueblo, y trajeron ramas e hicieron tabernáculos, cada uno sobre su terrado, en
sus patios, en los patios de la casa de Dios, en la plaza de la puerta de las
Aguas, y en la plaza de la puerta de Efraín. 17Y toda la
congregación que volvió de la cautividad hizo tabernáculos, y en tabernáculos
habitó; porque desde los días de Josué hijo de Nun hasta aquel día, no habían
hecho así los hijos de Israel. Y hubo alegría muy grande. 18Y leyó
Esdras en el libro de la ley de Dios cada día, desde el primer día hasta el
último; e hicieron la fiesta solemne por siete días, y el octavo día fue de
solemne asamblea, según el rito.
Esdras confiesa los pecados de Israel
9
1El día
veinticuatro del mismo mes se reunieron los hijos de Israel en ayuno, y con
cilicio y tierra sobre sí. 2Y ya se había apartado la descendencia
de Israel de todos los extranjeros; y estando en pie, confesaron sus pecados, y
las iniquidades de sus padres. 3Y puestos de pie en su lugar,
leyeron el libro de la ley de Jehová su Dios la cuarta parte del día, y la
cuarta parte confesaron sus pecados y adoraron a Jehová su Dios.
4Luego se
levantaron sobre la grada de los levitas, Jesúa, Bani, Cadmiel, Sebanías, Buni,
Serebías, Bani y Quenani, y clamaron en voz alta a Jehová su Dios. 5Y
dijeron los levitas Jesúa, Cadmiel, Bani, Hasabnías, Serebías, Hodías, Sebanías
y Petaías: Levantaos, bendecid a Jehová vuestro Dios desde la eternidad hasta
la eternidad; y bendígase el nombre tuyo, glorioso y alto sobre toda bendición
y alabanza. 6Tú solo eres Jehová; tú hiciste los cielos, y los
cielos de los cielos, con todo su ejército, la tierra y todo lo que está en
ella, los mares y todo lo que hay en ellos; y tú vivificas todas estas cosas, y
los ejércitos de los cielos te adoran. 7Tú eres, oh Jehová, el
Dios que escogiste a Abram, y lo sacaste de Ur de los caldeos,
y le pusiste el nombre Abraham; 8y hallaste
fiel su corazón delante de ti, e hiciste pacto con él para darle la tierra del
cananeo, del heteo, del amorreo, del ferezeo, del jebuseo y del gergeseo,
para darla a su descendencia; y cumpliste tu palabra, porque eres justo.
9Y miraste la aflicción de nuestros padres en Egipto, y oíste el clamor de ellos en el Mar Rojo; 10e
hiciste señales y maravillas contra Faraón, contra todos sus siervos, y contra
todo el pueblo de su tierra, porque sabías que habían
procedido con soberbia contra ellos; y te hiciste nombre grande, como en este
día.
11Dividiste el
mar delante de ellos, y pasaron por medio de él en seco; y a
sus perseguidores echaste en las profundidades, como una piedra en profundas
aguas.
12Con columna de nube los guiaste de día, y con columna de fuego de
noche, para alumbrarles el camino por donde habían de ir.
13Y sobre el monte de Sinaí descendiste, y hablaste con ellos desde el
cielo, y les diste juicios rectos, leyes verdaderas, y estatutos y mandamientos
buenos, 14y les ordenaste el día de reposo* santo para ti, y por mano de
Moisés tu siervo les prescribiste mandamientos, estatutos y la ley.
15Les diste pan del cielo en su hambre, y en su sed
les sacaste aguas de la peña; y les dijiste que entrasen a
poseer la tierra, por la cual alzaste tu mano y juraste que se la darías.
16Mas ellos y nuestros padres fueron soberbios, y endurecieron su
cerviz, y no escucharon tus mandamientos. 17No quisieron oír, ni
se acordaron de tus maravillas que habías hecho con ellos; antes endurecieron
su cerviz, y en su rebelión pensaron poner caudillo para volverse a su
servidumbre. Pero tú eres Dios que perdonas, clemente y
piadoso, tardo para la ira, y grande en misericordia, porque
no los abandonaste. 18Además, cuando hicieron para sí becerro de
fundición y dijeron: Este es tu Dios que te hizo subir de Egipto;
y cometieron grandes abominaciones, 19tú, con todo, por tus muchas
misericordias no los abandonaste en el desierto. La columna de nube no se
apartó de ellos de día, para guiarlos por el camino, ni de noche la columna de
fuego, para alumbrarles el camino por el cual habían de ir. 20Y
enviaste tu buen Espíritu para enseñarles, y no retiraste tu maná de su boca, y
agua les diste para su sed. 21Los sustentaste cuarenta años en el
desierto; de ninguna cosa tuvieron necesidad; sus vestidos no se envejecieron,
ni se hincharon sus pies. 22Y les diste
reinos y pueblos, y los repartiste por distritos; y poseyeron la tierra de
Sehón, la tierra del rey de Hesbón, y la tierra de Og rey de Basán.
23Multiplicaste sus hijos como las estrellas del cielo,
y los llevaste a la tierra de la cual habías dicho a sus padres que habían de
entrar a poseerla. 24Y los hijos
vinieron y poseyeron la tierra, y humillaste delante de ellos a los moradores
del país, a los cananeos, los cuales entregaste en su mano, y a sus reyes, y a
los pueblos de la tierra, para que hiciesen de ellos como quisieran.
25Y tomaron ciudades fortificadas y tierra fértil, y heredaron casas
llenas de todo bien, cisternas hechas, viñas y olivares, y muchos árboles
frutales; comieron, se saciaron, y se deleitaron en tu gran bondad. 26Pero te provocaron a ira, y se rebelaron contra ti, y echaron tu ley
tras sus espaldas, y mataron a tus profetas que protestaban contra ellos para
convertirlos a ti, e hicieron grandes abominaciones.
27Entonces los
entregaste en mano de sus enemigos, los cuales los afligieron. Pero en el
tiempo de su tribulación clamaron a ti, y tú desde los cielos los oíste; y
según tu gran misericordia les enviaste libertadores para que los salvasen de
mano de sus enemigos. 28Pero una vez que tenían paz, volvían a
hacer lo malo delante de ti, por lo cual los abandonaste en mano de sus
enemigos que los dominaron; pero volvían y clamaban otra vez a ti, y tú desde
los cielos los oías y según tus misericordias muchas veces los libraste.
29Les amonestaste a que se volviesen a tu ley; mas ellos se llenaron de
soberbia, y no oyeron tus mandamientos, sino que pecaron contra tus juicios,
los cuales si el hombre hiciere, en ellos vivirá; se
rebelaron, endurecieron su cerviz, y no escucharon. 30Les
soportaste por muchos años, y les testificaste con tu Espíritu por medio de tus
profetas, pero no escucharon; por lo cual los entregaste
en mano de los pueblos de la tierra. 31Mas por tus muchas
misericordias no los consumiste, ni los desamparaste; porque eres Dios clemente
y misericordioso. 32Ahora pues, Dios nuestro, Dios grande, fuerte,
temible, que guardas el pacto y la misericordia, no sea tenido en poco delante
de ti todo el sufrimiento que ha alcanzado a nuestros reyes, a nuestros
príncipes, a nuestros sacerdotes, a nuestros profetas, a nuestros padres y a
todo tu pueblo, desde los días de los reyes de Asiria hasta
este día. 33Pero tú eres justo en todo lo que ha venido sobre
nosotros; porque rectamente has hecho, mas nosotros hemos hecho lo malo.
34Nuestros reyes, nuestros príncipes, nuestros sacerdotes y nuestros
padres no pusieron por obra tu ley, ni atendieron a tus mandamientos y a tus
testimonios con que les amonestabas. 35Y ellos en su reino y en tu
mucho bien que les diste, y en la tierra espaciosa y fértil que entregaste
delante de ellos, no te sirvieron, ni se convirtieron de sus malas obras.
36He aquí que hoy somos siervos; henos aquí, siervos en la tierra que
diste a nuestros padres para que comiesen su fruto y su bien. 37Y
se multiplica su fruto para los reyes que has puesto sobre nosotros por
nuestros pecados, quienes se enseñorean sobre nuestros cuerpos, y sobre
nuestros ganados, conforme a su voluntad, y estamos en grande angustia.
SALMO 101
Promesa de vivir rectamente
Salmo de David.
1 Misericordia
y juicio cantaré;
A ti cantaré
yo, oh Jehová.
2 Entenderé
el camino de la perfección
Cuando vengas a mí.
En la
integridad de mi corazón andaré en medio de mi casa.
3 No pondré
delante de mis ojos cosa injusta.
Aborrezco la
obra de los que se desvían;
Ninguno de
ellos se acercará a mí.
4 Corazón
perverso se apartará de mí;
No conoceré al malvado.
5 Al que
solapadamente infama a su prójimo, yo lo destruiré;
No sufriré al de ojos
altaneros y de corazón vanidoso.
6 Mis ojos
pondré en los fieles de la tierra, para que estén conmigo;
El que ande en el camino de la
perfección, éste me servirá.
7 No habitará
dentro de mi casa el que hace fraude;
El que habla mentiras no se
afirmará delante de mis ojos.
8 De mañana
destruiré a todos los impíos de la tierra,
Para
exterminar de la ciudad de Jehová a todos los que hagan iniquidad.
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