viernes, 4 de octubre de 2019

¿Qué pasa con tus pecados?



6 de Octubre
¡Dios es bueno!
Por Riqui Ricón *

tú, con todo, por tus muchas misericordias no los abandonaste en el desierto. La columna de nube no se apartó de ellos de día, para guiarlos por el camino, ni de noche la columna de fuego, para alumbrarles el camino por el cual habían de ir. Y enviaste tu buen Espíritu para enseñarles, y no retiraste tu maná de su boca, y agua les diste para su sed. Los sustentaste cuarenta años en el desierto; de ninguna cosa tuvieron necesidad; sus vestidos no se envejecieron, ni se hincharon sus pies (Neh 9.19-21).
Sin importar lo que hayas hecho en el pasado, o el día de hoy, Dios jamás te va a abandonar en el desierto; tampoco va a apartar de ti Su Palabra, que es lámpara a tus pies y luz en tu camino. ¡No! Él no retirará Su provisión y sustento y, mucho menos, te privará de su buen Espíritu para enseñarte. No lo hizo con Su pueblo Israel bajo el antiguo pacto y no lo hará con un(a) Hijo(a) NACIDO(A) DE NUEVO, en el Nuevo Pacto que es, por cierto, un mejor Pacto, establecido sobre mejores promesas y que, además, está establecido sobre la Sangre de Su propio Hijo Jesucristo.
¡Dios es bueno!
Quizás respondas: Dios es bueno pero yo no. Discúlpame, pues primero yo te preguntaría si has recibido a Jesús como Señor y salvador de tu vida pues la Biblia, que es la Palabra de Dios, y no miente, dice: De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas (2 Co 5.17).

Esto significa que el problema del pecado y la condenación han sido resueltos en la cruz del calvario, Porque la ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús me ha librado de la ley del pecado y de la muerte (Ro 8.2).

Si tú no has hecho a Jesús el Señor y Salvador de tu vida, puedes arreglarlo en tres segundos, confiesa en voz audible que Jesús es tu Señor y Salvador, aceptando Su sacrificio de Amor por ti al morir en esa cruz y pagar TODOS tus pecados. Puedes decirle algo como esto: Señor Jesús, creo y reconozco que eres el Hijo de Dios que viniste a este mundo a pagar todos mis pecados. Yo he sido un(a) pecador y acepto Tu sacrificio de Amor por mí. Te abro mi corazón y te invito a entrar, pues deseo que desde hoy, y para siempre, Tú Jesucristo seas mi Dios, Rey y Señor. Amén.
¡Listo! ¿Así de fácil? ¡Sip! ¡Dios es bueno!
Nuestra reflexión de hoy ha comenzado en el capítulo 9 de Nehemías, donde el sacerdote Esdras está confesando los pecados del pueblo para recibir el favor de Dios y poder así restaurar el viejo pacto que había sido invalidado.
La buena noticia es que el Nuevo Pacto no puede ser invalidado pues no fue establecido en bienes, sacrificios o servicios que algún ser humano pueda ofrecer, sino en la Sangre preciosa del Hijo de Dios, Jesucristo.
Y el Dios de paz que resucitó de los muertos a nuestro Señor Jesucristo,  el gran pastor de las ovejas,  por la sangre del pacto eterno,  os haga aptos en toda obra buena para que hagáis su voluntad,  haciendo él en vosotros lo que es agradable delante de él por Jesucristo;  al cual sea la gloria por los siglos de los siglos.  Amén (He 13.20-21).
Hoy en día, tus pecados no son asunto donde Satanás tenga injerencia alguna, es un asunto exclusivo entre Dios, tu Padre, y tú. Así que cuando peques, no huyas de Dios, no te alejes pensando que no sirves y que no vales nada; ¡al contrario! Corre hacia Él, pues Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad (1 Jn 1.9).

¡Jesús NO vino a tu Vida para condenarte sino para salvarte!

Porque no envió Dios a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por él (Jn 3.17)
Dios no pretende abandonar a ninguno de Sus Hijos e Hijas en el desierto y mucho menos en el infierno. Él ha entrado a tú vida no para traerte condenación sino para darte una Vida Plena y abundante. Muchísimo más abundante de la que ellos vivieron en el desierto.
El ladrón no viene sino para hurtar y matar y destruir; yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia (Jn 10.10).

Satanás es ese adversario y enemigo que pretende hurtar y matar y destruir lo que legítimamente ahora es tuyo, tu salvación. Esta salvación no es sólo un lugar en el cielo junto a Dios, sino, como Jesús mismo lo expresó, representa una Vida abundante llena de gozo y paz.

Estas cosas os he hablado para que en mí tengáis paz. En el mundo tendréis aflicción; pero confiad, yo he vencido al mundo (Jn 16.33).

Sea cual sea la tribulación que el día de hoy estés enfrentando, tu Nuevo Nacimiento como Hijo(a) de Dios te habilita para tener la Paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, aún en medio de las más terribles dificultades, pues sabes que sabes, por la Palabra de Dios, que de todo problema, angustia o enfermedad, saldrás más que vencedor(a) por medio de Aquel que te ha amado, Cristo Jesús.

Así que, no le permitas al diablo llenarte de condenación y desánimo. Si has pecado no huyas de Dios, corre hacia Él; arrepiéntete y pide y RECIBE Su perdón y Su Amor. ¡Levántate y sigue adelante!

Pase lo que pase, no perdáis nunca la confianza que habéis puesto en el Señor, porque junto con ella os espera un gran galardón. Pero es preciso que perseveréis en el cumplimiento de la voluntad de Dios, si de veras deseáis recibir lo que él os tiene prometido. Recordad lo que dicen las Escrituras: "Todavía un poco de tiempo y vendrá el que ha de venir: no se retrasará. Pero el que es justo por la fe vivirá, aunque si se volviera atrás, no me agradaría". Mas nosotros no somos de los que se vuelven atrás, lo cual redundaría en nuestra perdición; sino, al contrario, somos de los que por su fe en Dios tienen garantizada la salvación del alma (He 10.35-39 CST).

Así que, sin poner tus ojos en tu situación y/o emociones sino creyéndole a Dios, creyendo Su  Palabra.

Oremos este día en voz audible:
Amado padre celestial, en este día bendigo Tu Santo y precioso Nombre, pues me has amado con Tu Gran Amor. Tengo Tu Palabra de Honor que no me has dejado ni me dejarás en medio de desierto alguno. Gracias Señor, Jesús, porque no hay problema, circunstancia o enfermedad de la que no saldré más que vencedor(a) y en Tu Nombre rechazo toda condenación y recibo la Vida buena y abundante que ganaste para mí al morir en la cruz. De todos mis pecados te pido perdón, los confieso, me arrepiento y me lavo con Tu Sangre preciosa y recibo Tu perdón y Tu limpieza. Dios, Tu eres Quien me sostiene y de ninguna cosa tendré necesidad pues Tú suples todo lo que me falta conforma a Tus riquezas en gloria. Por esto, y mucho más, declaro con todo mi corazón que no voy a temer mal alguno sino a creer, creerte a Ti, Padre, creer a tu Palabra. No recibo al espíritu de temor y de duda pues yo soy Tu Hijo(a) y no tengo nada, absolutamente nada, que temer. Recibo la bendición de Tu Palabra y todas Tus promesas para mí. Por lo tanto, no admitiré en mi vida pensamientos, ni palabras, de fracaso, ni de derrota. En Tu Palabra, la Biblia, he conocido y creído el Amor que me tienes. ¡Gracias, Señor! Por Ti, todo lo puedo y en TODAS las cosas soy más que vencedor(a). Tú eres mi guardador y nada, ni nadie, me pueden separar de Tu Amor. Así que, confieso mis pecados delante de Ti y recibo Tu perdón de la misma forma que recibo mi sanidad y prosperidad. Tú Palabra es la Verdad y soy libre para vivir esa vida plena y abundante que compraste para mí al morir en la cruz pagando TODOS mis pecados y resucitar de la muerte para darme Vida Eterna. No le daré lugar al temor, ni a la duda, pues estoy destinado a ser dichosa(o), mil veces feliz. ¡Soy sano(a)! ¡Soy libre! ¡Soy próspero(a)! ¡Soy dichoso! Pues yo en Ti confío. En el nombre de Jesús. Amén.


 Nota Importante:

¿Cómo me hago Hijo de Dios? ¿Cómo establezco una relación con el Todopoderoso? 
Sólo haz la siguiente oración en voz audible poniendo toda tu atención y corazón a lo que le estás diciendo a Dios: 
Señor Jesús, yo creo que eres el Hijo de Dios. Que viniste a este mundo de la virgen María para pagar todos mis pecados, y yo he sido un(a) pecador(a). Por eso, te digo el día de hoy que sí acepto. ¡Sí acepto tu sacrificio en la cruz! ¡Sí acepto Tu Sangre preciosa derramada hasta la última gota por Amor a mí! Te abro mi corazón y te invito a entrar porque quiero, Señor Jesús, que desde hoy y para siempre Tú seas mi único y suficiente Salvador, mi Dios, mi Rey y mi Señor. Gracias, Dios Poderoso, pues con esta simple oración y profesión de fe he pasado de muerte a Vida, he sido trasladado(a) de las tinieblas a Tu Luz admirable. ¡Hoy he Nacido de Nuevo! ¡Dios, ahora yo Soy Tu Hijo(a)! ¡Ahora Tú eres mi Padre! ¡Nunca más estaré solo(a)! Nunca más viviré derrotado(a). En el nombre de Jesús. Amén.
*Ricardo C. Peredo Jaime   © 2011



Lectura y Meditación de la Palabra de Dios
Haz estas lecturas diarias y al final de un año habrás leído toda la Biblia.

Octubre 6                            Apo 6 /  Neh 8.13-9.37 / Sal 101


Apocalipsis
Los sellos
6
1Vi cuando el Cordero abrió uno de los sellos, y oí a uno de los cuatro seres vivientes decir como con voz de trueno: Ven y mira. 2Y miré, y he aquí un caballo blanco; y el que lo montaba tenía un arco; y le fue dada una corona, y salió venciendo, y para vencer.
3Cuando abrió el segundo sello, oí al segundo ser viviente, que decía: Ven y mira. 4Y salió otro caballo, bermejo; y al que lo montaba le fue dado poder de quitar de la tierra la paz, y que se matasen unos a otros; y se le dio una gran espada.
5Cuando abrió el tercer sello, oí al tercer ser viviente, que decía: Ven y mira. Y miré, y he aquí un caballo negro; y el que lo montaba tenía una balanza en la mano. 6Y oí una voz de en medio de los cuatro seres vivientes, que decía: Dos libras de trigo por un denario, y seis libras de cebada por un denario; pero no dañes el aceite ni el vino.
7Cuando abrió el cuarto sello, oí la voz del cuarto ser viviente, que decía: Ven y mira. 8Miré, y he aquí un caballo amarillo, y el que lo montaba tenía por nombre Muerte, y el Hades le seguía; y le fue dada potestad sobre la cuarta parte de la tierra, para matar con espada, con hambre, con mortandad, y con las fieras de la tierra.
9Cuando abrió el quinto sello, vi bajo el altar las almas de los que habían sido muertos por causa de la palabra de Dios y por el testimonio que tenían. 10Y clamaban a gran voz, diciendo: ¿Hasta cuándo, Señor, santo y verdadero, no juzgas y vengas nuestra sangre en los que moran en la tierra? 11Y se les dieron vestiduras blancas, y se les dijo que descansasen todavía un poco de tiempo, hasta que se completara el número de sus consiervos y sus hermanos, que también habían de ser muertos como ellos.
12Miré cuando abrió el sexto sello, y he aquí hubo un gran terremoto; y el sol se puso negro como tela de cilicio, y la luna se volvió toda como sangre; 13y las estrellas del cielo cayeron sobre la tierra, como la higuera deja caer sus higos cuando es sacudida por un fuerte viento. 14Y el cielo se desvaneció como un pergamino que se enrolla; y todo monte y toda isla se removió de su lugar. 15Y los reyes de la tierra, y los grandes, los ricos, los capitanes, los poderosos, y todo siervo y todo libre, se escondieron en las cuevas y entre las peñas de los montes; 16y decían a los montes y a las peñas: Caed sobre nosotros, y escondednos del rostro de aquel que está sentado sobre el trono, y de la ira del Cordero; 17porque el gran día de su ira ha llegado; ¿y quién podrá sostenerse en pie?

Nehemías
13Al día siguiente se reunieron los cabezas de las familias de todo el pueblo, sacerdotes y levitas, a Esdras el escriba, para entender las palabras de la ley. 14Y hallaron escrito en la ley que Jehová había mandado por mano de Moisés, que habitasen los hijos de Israel en tabernáculos en la fiesta solemne del mes séptimo; 15y que hiciesen saber, y pasar pregón por todas sus ciudades y por Jerusalén, diciendo: Salid al monte, y traed ramas de olivo, de olivo silvestre, de arrayán, de palmeras y de todo árbol frondoso, para hacer tabernáculos, como está escrito.16Salió, pues, el pueblo, y trajeron ramas e hicieron tabernáculos, cada uno sobre su terrado, en sus patios, en los patios de la casa de Dios, en la plaza de la puerta de las Aguas, y en la plaza de la puerta de Efraín. 17Y toda la congregación que volvió de la cautividad hizo tabernáculos, y en tabernáculos habitó; porque desde los días de Josué hijo de Nun hasta aquel día, no habían hecho así los hijos de Israel. Y hubo alegría muy grande. 18Y leyó Esdras en el libro de la ley de Dios cada día, desde el primer día hasta el último; e hicieron la fiesta solemne por siete días, y el octavo día fue de solemne asamblea, según el rito.

Esdras confiesa los pecados de Israel
9
1El día veinticuatro del mismo mes se reunieron los hijos de Israel en ayuno, y con cilicio y tierra sobre sí. 2Y ya se había apartado la descendencia de Israel de todos los extranjeros; y estando en pie, confesaron sus pecados, y las iniquidades de sus padres. 3Y puestos de pie en su lugar, leyeron el libro de la ley de Jehová su Dios la cuarta parte del día, y la cuarta parte confesaron sus pecados y adoraron a Jehová su Dios.
4Luego se levantaron sobre la grada de los levitas, Jesúa, Bani, Cadmiel, Sebanías, Buni, Serebías, Bani y Quenani, y clamaron en voz alta a Jehová su Dios. 5Y dijeron los levitas Jesúa, Cadmiel, Bani, Hasabnías, Serebías, Hodías, Sebanías y Petaías: Levantaos, bendecid a Jehová vuestro Dios desde la eternidad hasta la eternidad; y bendígase el nombre tuyo, glorioso y alto sobre toda bendición y alabanza. 6Tú solo eres Jehová; tú hiciste los cielos, y los cielos de los cielos, con todo su ejército, la tierra y todo lo que está en ella, los mares y todo lo que hay en ellos; y tú vivificas todas estas cosas, y los ejércitos de los cielos te adoran. 7Tú eres, oh Jehová, el Dios que escogiste a Abram, y lo sacaste de Ur de los caldeos, y le pusiste el nombre Abraham; 8y hallaste fiel su corazón delante de ti, e hiciste pacto con él para darle la tierra del cananeo, del heteo, del amorreo, del ferezeo, del jebuseo y del gergeseo, para darla a su descendencia; y cumpliste tu palabra, porque eres justo. 9Y miraste la aflicción de nuestros padres en Egipto, y oíste el clamor de ellos en el Mar Rojo; 10e hiciste señales y maravillas contra Faraón, contra todos sus siervos, y contra todo el pueblo de su tierra, porque sabías que habían procedido con soberbia contra ellos; y te hiciste nombre grande, como en este día.
11Dividiste el mar delante de ellos, y pasaron por medio de él en seco; y a sus perseguidores echaste en las profundidades, como una piedra en profundas aguas. 12Con columna de nube los guiaste de día, y con columna de fuego de noche, para alumbrarles el camino por donde habían de ir. 13Y sobre el monte de Sinaí descendiste, y hablaste con ellos desde el cielo, y les diste juicios rectos, leyes verdaderas, y estatutos y mandamientos buenos, 14y les ordenaste el día de reposo* santo para ti, y por mano de Moisés tu siervo les prescribiste mandamientos, estatutos y la ley. 15Les diste pan del cielo en su hambre, y en su sed les sacaste aguas de la peña; y les dijiste que entrasen a poseer la tierra, por la cual alzaste tu mano y juraste que se la darías. 16Mas ellos y nuestros padres fueron soberbios, y endurecieron su cerviz, y no escucharon tus mandamientos. 17No quisieron oír, ni se acordaron de tus maravillas que habías hecho con ellos; antes endurecieron su cerviz, y en su rebelión pensaron poner caudillo para volverse a su servidumbre. Pero tú eres Dios que perdonas, clemente y piadoso, tardo para la ira, y grande en misericordia, porque no los abandonaste. 18Además, cuando hicieron para sí becerro de fundición y dijeron: Este es tu Dios que te hizo subir de Egipto; y cometieron grandes abominaciones, 19tú, con todo, por tus muchas misericordias no los abandonaste en el desierto. La columna de nube no se apartó de ellos de día, para guiarlos por el camino, ni de noche la columna de fuego, para alumbrarles el camino por el cual habían de ir. 20Y enviaste tu buen Espíritu para enseñarles, y no retiraste tu maná de su boca, y agua les diste para su sed. 21Los sustentaste cuarenta años en el desierto; de ninguna cosa tuvieron necesidad; sus vestidos no se envejecieron, ni se hincharon sus pies. 22Y les diste reinos y pueblos, y los repartiste por distritos; y poseyeron la tierra de Sehón, la tierra del rey de Hesbón, y la tierra de Og rey de Basán. 23Multiplicaste sus hijos como las estrellas del cielo, y los llevaste a la tierra de la cual habías dicho a sus padres que habían de entrar a poseerla. 24Y los hijos vinieron y poseyeron la tierra, y humillaste delante de ellos a los moradores del país, a los cananeos, los cuales entregaste en su mano, y a sus reyes, y a los pueblos de la tierra, para que hiciesen de ellos como quisieran. 25Y tomaron ciudades fortificadas y tierra fértil, y heredaron casas llenas de todo bien, cisternas hechas, viñas y olivares, y muchos árboles frutales; comieron, se saciaron, y se deleitaron en tu gran bondad. 26Pero te provocaron a ira, y se rebelaron contra ti, y echaron tu ley tras sus espaldas, y mataron a tus profetas que protestaban contra ellos para convertirlos a ti, e hicieron grandes abominaciones.
27Entonces los entregaste en mano de sus enemigos, los cuales los afligieron. Pero en el tiempo de su tribulación clamaron a ti, y tú desde los cielos los oíste; y según tu gran misericordia les enviaste libertadores para que los salvasen de mano de sus enemigos. 28Pero una vez que tenían paz, volvían a hacer lo malo delante de ti, por lo cual los abandonaste en mano de sus enemigos que los dominaron; pero volvían y clamaban otra vez a ti, y tú desde los cielos los oías y según tus misericordias muchas veces los libraste. 29Les amonestaste a que se volviesen a tu ley; mas ellos se llenaron de soberbia, y no oyeron tus mandamientos, sino que pecaron contra tus juicios, los cuales si el hombre hiciere, en ellos vivirá; se rebelaron, endurecieron su cerviz, y no escucharon. 30Les soportaste por muchos años, y les testificaste con tu Espíritu por medio de tus profetas, pero no escucharon; por lo cual los entregaste en mano de los pueblos de la tierra. 31Mas por tus muchas misericordias no los consumiste, ni los desamparaste; porque eres Dios clemente y misericordioso. 32Ahora pues, Dios nuestro, Dios grande, fuerte, temible, que guardas el pacto y la misericordia, no sea tenido en poco delante de ti todo el sufrimiento que ha alcanzado a nuestros reyes, a nuestros príncipes, a nuestros sacerdotes, a nuestros profetas, a nuestros padres y a todo tu pueblo, desde los días de los reyes de Asiria hasta este día. 33Pero tú eres justo en todo lo que ha venido sobre nosotros; porque rectamente has hecho, mas nosotros hemos hecho lo malo. 34Nuestros reyes, nuestros príncipes, nuestros sacerdotes y nuestros padres no pusieron por obra tu ley, ni atendieron a tus mandamientos y a tus testimonios con que les amonestabas. 35Y ellos en su reino y en tu mucho bien que les diste, y en la tierra espaciosa y fértil que entregaste delante de ellos, no te sirvieron, ni se convirtieron de sus malas obras. 36He aquí que hoy somos siervos; henos aquí, siervos en la tierra que diste a nuestros padres para que comiesen su fruto y su bien. 37Y se multiplica su fruto para los reyes que has puesto sobre nosotros por nuestros pecados, quienes se enseñorean sobre nuestros cuerpos, y sobre nuestros ganados, conforme a su voluntad, y estamos en grande angustia.


SALMO 101
Promesa de vivir rectamente
Salmo de David.
     1     Misericordia y juicio cantaré;
A ti cantaré yo, oh Jehová.
     2     Entenderé el camino de la perfección
Cuando vengas a mí.
En la integridad de mi corazón andaré en medio de mi casa.
     3     No pondré delante de mis ojos cosa injusta.
Aborrezco la obra de los que se desvían;
Ninguno de ellos se acercará a mí.
     4     Corazón perverso se apartará de mí;
No conoceré al malvado.
     5     Al que solapadamente infama a su prójimo, yo lo destruiré;
No sufriré al de ojos altaneros y de corazón vanidoso.
     6     Mis ojos pondré en los fieles de la tierra, para que estén conmigo;
El que ande en el camino de la perfección, éste me servirá.
     7     No habitará dentro de mi casa el que hace fraude;
El que habla mentiras no se afirmará delante de mis ojos.
     8     De mañana destruiré a todos los impíos de la tierra,
Para exterminar de la ciudad de Jehová a todos los que hagan iniquidad.

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