martes, 6 de octubre de 2020

¿Qué pasa con tus pecados?

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06 de Octubre


¿Qué pasa con tus pecados?


¡Dios es bueno!

Por Riqui Ricón *

tú, con todo, por tus muchas misericordias no los abandonaste en el desierto. La columna de nube no se apartó de ellos de día, para guiarlos por el camino, ni de noche la columna de fuego, para alumbrarles el camino por el cual habían de ir. Y enviaste tu buen Espíritu para enseñarles, y no retiraste tu maná de su boca, y agua les diste para su sed. Los sustentaste cuarenta años en el desierto; de ninguna cosa tuvieron necesidad; sus vestidos no se envejecieron, ni se hincharon sus pies (Neh 9.19-21).

Sin importar lo que hayas hecho en el pasado, o el día de hoy, Dios jamás te va a abandonar en el desierto; tampoco va a apartar de ti Su Palabra, que es lámpara a tus pies y luz en tu camino. ¡No! Él no retirará Su provisión y sustento y, mucho menos, te privará de su buen Espíritu para enseñarte. No lo hizo con Su pueblo Israel bajo el antiguo pacto y no lo hará con un(a) Hijo(a) NACIDO(A) DE NUEVO, en el Nuevo Pacto que es, por cierto, un mejor Pacto, establecido sobre mejores promesas y que, además, está establecido sobre la Sangre de Su propio Hijo Jesucristo.

¡Dios es bueno!

Quizás respondas: Dios es bueno pero yo no. Discúlpame, pues primero yo te preguntaría si has recibido a Jesús como Señor y salvador de tu vida pues la Biblia, que es la Palabra de Dios, y no miente, dice: De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas (2 Co 5.17).

Esto significa que el problema del pecado y la condenación han sido resueltos en la cruz del calvario, Porque la ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús me ha librado de la ley del pecado y de la muerte (Ro 8.2).

Si tú no has hecho a Jesús el Señor y Salvador de tu vida, puedes arreglarlo en tres segundos, confiesa en voz audible que Jesús es tu Señor y Salvador, aceptando Su sacrificio de Amor por ti al morir en esa cruz y pagar TODOS tus pecados. Puedes decirle algo como esto: Señor Jesús, creo y reconozco que eres el Hijo de Dios que viniste a este mundo a pagar todos mis pecados. Yo he sido un(a) pecador y acepto Tu sacrificio de Amor por mí. Te abro mi corazón y te invito a entrar, pues deseo que desde hoy, y para siempre, Tú Jesucristo seas mi Dios, Rey y Señor. Amén.

¡Listo! ¿Así de fácil? ¡Sip! ¡Dios es bueno!

Nuestra reflexión de hoy ha comenzado en el capítulo 9 de Nehemías, donde el sacerdote Esdras está confesando los pecados del pueblo para recibir el favor de Dios y poder así restaurar el viejo pacto que había sido invalidado.

La buena noticia es que el Nuevo Pacto no puede ser invalidado pues no fue establecido en bienes, sacrificios o servicios que algún ser humano pueda ofrecer, sino en la Sangre preciosa del Hijo de Dios, Jesucristo.

Y el Dios de paz que resucitó de los muertos a nuestro Señor Jesucristo,  el gran pastor de las ovejas,  por la sangre del pacto eterno,  os haga aptos en toda obra buena para que hagáis su voluntad,  haciendo él en vosotros lo que es agradable delante de él por Jesucristo;  al cual sea la gloria por los siglos de los siglos.  Amén (He 13.20-21).

Hoy en día, tus pecados no son asunto donde Satanás tenga injerencia alguna, es un asunto exclusivo entre Dios, tu Padre, y tú. Así que cuando peques, no huyas de Dios, no te alejes pensando que no sirves y que no vales nada; ¡al contrario! Corre hacia Él, pues Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad (1 Jn 1.9).

¡Jesús NO vino a tu Vida para condenarte sino para salvarte!

Porque no envió Dios a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por él (Jn 3.17)

Dios no pretende abandonar a ninguno de Sus Hijos e Hijas en el desierto y mucho menos en el infierno. Él ha entrado a tú vida no para traerte condenación sino para darte una Vida Plena y abundante. Muchísimo más abundante de la que ellos vivieron en el desierto.

El ladrón no viene sino para hurtar y matar y destruir; yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia (Jn 10.10).

Satanás es ese adversario y enemigo que pretende hurtar y matar y destruir lo que legítimamente ahora es tuyo, tu salvación. Esta salvación no es sólo un lugar en el cielo junto a Dios, sino, como Jesús mismo lo expresó, representa una Vida abundante llena de gozo y paz.

Estas cosas os he hablado para que en mí tengáis paz. En el mundo tendréis aflicción; pero confiad, yo he vencido al mundo (Jn 16.33).

Sea cual sea la tribulación que el día de hoy estés enfrentando, tu Nuevo Nacimiento como Hijo(a) de Dios te habilita para tener la Paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, aún en medio de las más terribles dificultades, pues sabes que sabes, por la Palabra de Dios, que de todo problema, angustia o enfermedad, saldrás más que vencedor(a) por medio de Aquel que te ha amado, Cristo Jesús.

Así que, no le permitas al diablo llenarte de condenación y desánimo. Si has pecado no huyas de Dios, corre hacia Él; arrepiéntete y pide y RECIBE Su perdón y Su Amor. ¡Levántate y sigue adelante!

Pase lo que pase, no perdáis nunca la confianza que habéis puesto en el Señor, porque junto con ella os espera un gran galardón. Pero es preciso que perseveréis en el cumplimiento de la voluntad de Dios, si de veras deseáis recibir lo que él os tiene prometido. Recordad lo que dicen las Escrituras: "Todavía un poco de tiempo y vendrá el que ha de venir: no se retrasará. Pero el que es justo por la fe vivirá, aunque si se volviera atrás, no me agradaría". Mas nosotros no somos de los que se vuelven atrás, lo cual redundaría en nuestra perdición; sino, al contrario, somos de los que por su fe en Dios tienen garantizada la salvación del alma (He 10.35-39 CST).

Así que, sin poner tus ojos en tu situación y/o emociones sino creyéndole a Dios, creyendo Su Palabra, oremos este día en voz audible:

Amado padre celestial, en este día bendigo Tu Santo y precioso Nombre, pues me has amado con Tu Gran Amor. Tengo Tu Palabra de Honor que no me has dejado ni me dejarás en medio de desierto alguno. Gracias Señor, Jesús, porque no hay problema, circunstancia o enfermedad de la que no saldré más que vencedor(a) y en Tu Nombre rechazo toda condenación y recibo la Vida buena y abundante que ganaste para mí al morir en la cruz. De todos mis pecados te pido perdón, los confieso, me arrepiento y me lavo con Tu Sangre preciosa y recibo Tu perdón y Tu limpieza. Dios, Tu eres Quien me sostiene y de ninguna cosa tendré necesidad pues Tú suples todo lo que me falta conforma a Tus riquezas en gloria. Por esto, y mucho más, declaro con todo mi corazón que no voy a temer mal alguno sino a creer, creerte a Ti, Padre, creer a tu Palabra. No recibo al espíritu de temor y de duda pues yo soy Tu Hijo(a) y no tengo nada, absolutamente nada, que temer. Recibo la bendición de Tu Palabra y todas Tus promesas para mí. Por lo tanto, no admitiré en mi vida pensamientos, ni palabras, de fracaso, ni de derrota. En Tu Palabra, la Biblia, he conocido y creído el Amor que me tienes. ¡Gracias, Señor! Por Ti, todo lo puedo y en TODAS las cosas soy más que vencedor(a). Tú eres mi guardador y nada, ni nadie, me pueden separar de Tu Amor. Así que, confieso mis pecados delante de Ti y recibo Tu perdón de la misma forma que recibo mi sanidad y prosperidad. Tú Palabra es la Verdad y soy libre para vivir esa vida plena y abundante que compraste para mí al morir en la cruz pagando TODOS mis pecados y resucitar de la muerte para darme Vida Eterna. No le daré lugar al temor, ni a la duda, pues estoy destinado a ser dichosa(o), mil veces feliz. ¡Soy sano(a)! ¡Soy libre! ¡Soy próspero(a)! ¡Soy dichoso! Pues yo en Ti confío. En el nombre de Jesús. Amén.

 Nota Importante:

¿Cómo me hago Hijo de Dios? ¿Cómo establezco una relación con el Todopoderoso?

Sólo haz la siguiente oración en voz audible poniendo toda tu atención y corazón a lo que le estás diciendo a Dios:

Señor Jesús, yo creo que eres el Hijo de Dios. Que viniste a este mundo de la virgen María para pagar todos mis pecados, y yo he sido un(a) pecador(a). Por eso, te digo el día de hoy que sí acepto. ¡Sí acepto tu sacrificio en la cruz! ¡Sí acepto Tu Sangre preciosa derramada hasta la última gota por Amor a mí! Te abro mi corazón y te invito a entrar porque quiero, Señor Jesús, que desde hoy y para siempre Tú seas mi único y suficiente Salvador, mi Dios, mi Rey y mi Señor. Gracias, Dios Poderoso, pues con esta simple oración y profesión de fe he pasado de muerte a Vida, he sido trasladado(a) de las tinieblas a Tu Luz admirable. ¡Hoy he Nacido de Nuevo! ¡Dios, ahora yo Soy Tu Hijo(a)! ¡Ahora Tú eres mi Padre! ¡Nunca más estaré solo(a)! Nunca más viviré derrotado(a). En el nombre de Jesús. Amén.

*Ricardo C. Peredo Jaime   © 2011

 


Lectura y Meditación de la Palabra de Dios

Haz estas lecturas diarias y al final de un año habrás leído toda la Biblia.

Octubre 6                    Apo 6 /  Neh 8.13-9.37 / Sal 101

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