lunes, 17 de octubre de 2011

Y al final, ¿qué onda con el pecado y la muerte?

Lunes 17 de Octubre de 2011.
¡El Cordero de Dios!
Por Riqui Ricón*
Venid luego, dice Jehová, y estemos a cuenta: si vuestros pecados fueren como la grana, como la nieve serán emblanquecidos; si fueren rojos como el carmesí, vendrán a ser como blanca lana.  Si quisiereis y oyereis, comeréis el bien de la tierra (Isa 1. 18-19).
Pelearán contra el Cordero, y el Cordero los vencerá, porque él es Señor de señores y Rey de reyes; y los que están con él son llamados y elegidos y fieles (Apo 17.14).
Cuando Juan el bautista vio por primera vez a Jesús hizo una de las declaraciones más asombrosas que se hayan escuchado jamás: El siguiente día vio Juan a Jesús que venía a él, y dijo: He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo (Jn 1. 29).
Esto significa que existe una forma, que efectivamente hay una manera de quitar el pecado y es por medio de Jesucristo, el Cordero de Dios. Sabiendo esto, es más fácil comprender por qué la Biblia, que es la Palabra de Dios y no miente, afirma que la paga del pecado es muerte pero el regalo de Dios es vida eterna en Cristo Jesús. No solamente vida, sino VIDA ETERNA.
Así es, mi amiga, mi amigo, Jesús es el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo y al final de los tiempos pelearán contra Él y, Él, saldrá vencedor porque es Rey de reyes y Señor de señores, y tú y yo, que estamos con Él, somos llamados y elegidos y fieles.
Jesús es el Camino y la Verdad y la Vida; nadie puede llegar al Padre si no es por medio de Él. Nosotros, tú y yo, le hemos aceptado y reconocido como el Señor y Salvador de nuestras vidas, por lo tanto, efectivamente, somos llamados y elegidos y fieles.
Ahora nos toca creer y recibir ese gran amor con que nos ha amado pues nosotros, estando muertos en pecados y en la incircuncisión de nuestra carne, nos dio vida juntamente con él,  perdonándonos todos los pecados, anulando el acta de los decretos que había contra nosotros, que nos era contraria, quitándola de en medio y clavándola en la cruz,  y despojando a los principados y a las potestades, los exhibió públicamente, triunfando sobre ellos en la cruz.
Ahora, pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús, los que no andan conforme a la carne, sino conforme al Espíritu. Porque la ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús me ha librado de la ley del pecado y de la muerte (Ro 8.1-2).
¡El asunto del pecado fue totalmente resuelto por Jesús con una contundente victoria sobre la muerte! ¡Él murió y resucitó! Esta es la Vida Nueva, Vida Eterna, que ahora se te ha dado al recibirle como Señor y Salvador de tu vida. Este es el Evangelio: ¡Buenas Noticias! ¡Has Nacido de Nuevo!
Oremos:
Gracias Señor Jesús, Tú eres el Cordero de Dios y has quitado, borrado, todos mis pecados, cargando con ellos en la cruz para triunfar ahí. Me has librado de la ley del pecado y de la muerte y ahora yo vivo bajo la ley del espíritu de Vida en Ti, mi Señor. Porque Tú vives, yo vivo. Porque Tú has vencido, yo soy más que vencedor. Ahora puedo creer y recibir este gran Amor con que me has amado haciéndome digno de recibir la Vida Eterna y abundante que, dices en Tu Palabra, yo merezco. Lo creo y lo recibo en Tu nombre Jesús.
Amado Padre celestial, ¿Qué, pues, puedo decir a todo esto? Si Tú estás conmigo, ¿quién contra mí? Si no escatimaste ni a Tu propio Hijo, sino que lo entregaste por Amor a mí, ¿cómo no me darás también con Él todas las cosas? ¿Quién me acusará? Soy escogida(o) de Dios y eres Tú, Padre, quien ya me has justificado. ¿Quién es el que me condenará? Cristo es el que murió y pagó por mí; más aun, el que también resucitó, el que además está a la diestra de Dios, el que también intercede por mí a cada instante. ¿Quién me separará del amor de Cristo? ¿Tribulación, o angustia, o persecución, o hambre, o desnudez, o peligro, o espada? Como está escrito: Por causa de ti somos muertos todo el tiempo; Somos contados como ovejas de matadero. Antes, en todas estas cosas yo, Riqui Ricón (pon tu nombre aquí) soy más que vencedor(a) por medio de aquel que me ama. Por lo cual estoy segura(o) de que ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni potestades, ni lo presente, ni lo por venir, ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada me puede separar de Tu Amor, oh Dios, que es en Cristo Jesús mi Señor.  Amén.
*Ricardo C. Peredo Jaime   © 2010


Lectura y Meditación de la Palabra de Dios
Haz estas lecturas diarias y al final de un año habrás leído toda la Biblia.

Octubre 17                             Apo 17 /  Isa 1-2 / Sal 108

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