¿Cuánto vas a vivir?
¡Eres Eterno(a)! ¡Vivirás para siempre!
Por Riqui Ricón*
Yo
habitaré en tu tabernáculo para siempre; Estaré seguro bajo la cubierta de tus alas. Porque tú, oh Dios, has
oído mis votos; Me has dado la heredad de los que temen tu nombre (Sal 61.4-5).
Cuando, con una sencilla
oración, hiciste a Jesucristo el Señor y Salvador de tu vida, Naciste de Nuevo
y adquiriste derechos y privilegios que solamente los Hijos de Dios pueden
tener. Uno de estos es vivir para siempre, ¡la Vida Eterna!
Porque
de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo
aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna. Porque no envió Dios a su Hijo al mundo
para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por él (Jn 3.16-17).
Satanás, tu adversario, tratará con todos sus
recursos hacer que tú olvides quién ahora eres. Utilizará personas,
circunstancias, enfermedades y aflicciones para que dejes en segundo o tercer
plano el hecho irrefutable que Dios te ama tanto que prefirió entregar a Su
propio Hijo antes que perderte a ti.
¡Fíjense
qué gran amor nos ha dado el Padre, que
se nos llame hijos de Dios! ¡Y lo somos!
El mundo no nos conoce, precisamente porque no lo conoció a él (1 Jn
3.1 NVI)
Sin importar tus circunstancias o condición actual,
la Verdad es que Dios te ama. La Verdad es que tú eres tan importante para Él
que, gracias al sacrificio de Su Hijo, Jesús, ahora Él te llama Hijo(a) Suyo(a)
y tienes toda la libertad, y garantía, para habitar con Él, en Su Presencia: ¡Para
siempre!
Ahora tú estás seguro(a) bajo la cubierta de Sus alas,
porque Él ha escuchado tu oración. Y Dios, tu Padre, te ha dado la heredad de
los que temen, de los que aman Su Nombre.
Pues
no habéis recibido el espíritu de esclavitud para estar otra vez en temor, sino
que habéis recibido el espíritu de adopción, por el cual clamamos: ¡Abba,
Padre! El Espíritu mismo da testimonio a nuestro espíritu, de que
somos hijos de Dios. Y si hijos, también herederos; herederos
de Dios y coherederos con Cristo, si es que padecemos juntamente con él, para
que juntamente con él seamos glorificados (Ro 8.15-17).
¡Eres heredero(a) de Dios y coheredero(a) con
Cristo! ¿Qué te puede hacer el mundo? ¡Habitas a la sombra del Altísimo y moras
bajo la sombra del Todopoderoso! ¿Quién te puede vencer?
¿Qué
podemos decir acerca de cosas tan maravillosas como éstas? Si Dios está a favor
de nosotros, ¿quién podrá ponerse en nuestra contra? (Ro 8.31 NTV).
Padecer juntamente con Cristo significa creer;
significa tener la certeza que ahora eres Hijo(a) del Dios y anteponer esta
certeza a cualquier enfermedad, problema o aflicción, pues sólo así se
cumplieron los padecimientos del Rey, quien por el gozo puesto delante de él sufrió la cruz, menospreciando el
oprobio, y se sentó a la diestra del trono de Dios (He 12.2).
Jesús sabía perfectamente quién era Él y cuál era
Su propósito en este mundo.
Yo te he
glorificado en la tierra; he acabado la obra que me diste que hiciese (Jn
17.4).
Si tú crees que la Biblia es la Palabra de Dios (y
lo crees), entonces tú sabes perfectamente que, ahora, al igual que Jesús, eres
un(a) Hijo(a) de Dios Nacido(a) de Nuevo, que eres Eterno(a) y que tu Padre te
ha dejado en este mundo para que, reinando con toda autoridad, establezcas Su
reino, aquí y ahora.
Y
Jehová respondió a Samuel: No mires a su parecer, ni a lo grande de su
estatura, porque yo lo desecho; porque Jehová no mira lo que mira el hombre;
pues el hombre mira lo que está delante de sus ojos, pero Jehová mira el
corazón (1 S 16.7).
No te mires a ti mismo(a) como se mira el hombre,
pues el hombre mira lo que está delante de sus ojos. No te fijes en tus
circunstancias, ni en tus capacidades. Mírate como Dios te mira. ¡Mírate a ti
mismo(a) a través de la Biblia! ¡La Biblia es la Palabra de Dios!
Os
daré corazón nuevo, y pondré espíritu nuevo dentro de vosotros; y quitaré de
vuestra carne el corazón de piedra, y os daré un corazón de carne. Y
pondré dentro de vosotros mi Espíritu, y haré que andéis en mis estatutos, y
guardéis mis preceptos, y los pongáis por obra (Ez 36.26-27).
Mírate a ti mismo(a) a través de Su Palabra. Mírate
con un corazón nuevo. Mírate como espíritu nuevo. Mírate teniendo en ti, y
contigo, al glorioso y poderoso Espíritu de Dios
Y
Samuel tomó el cuerno del aceite, y lo ungió en medio de sus hermanos; y desde
aquel día en adelante el Espíritu de Jehová vino sobre David. Se levantó luego
Samuel, y se volvió a Ramá (1 S 16.13).
David fue ungido con aceite y, desde ese día en
adelante, el Espíritu Santo vino sobre él. ¡Tú has sido ungido(a) con la Sangre
Preciosa del Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo! ¡Con la Sangre del
Nuevo Pacto! ¡Ahora, el Precioso Espíritu de Dios vive en ti y contigo! ¡Eres
Nueva creatura! Las cosas viejas pasaron y lo mejor de tu vida se extiende
delante de tus pies.
Pues
si por la transgresión de uno solo reinó la muerte, mucho más reinarán en vida
por uno solo, Jesucristo, los que reciben la abundancia de la gracia y del don
de la justicia (Ro 5.17).
David fue ungido con aceite
para reinar sobre Israel. Tú has sido ungido(a) por el Espíritu Santo para
reinar en vida sobre todo problema, enfermedad o circunstancia. La ley del
pecado y de la muerte ya no tiene ninguna influencia en tu Nueva Vida.
Ahora, pues,
ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús, los que no andan conforme a la carne, sino conforme al Espíritu. Porque la ley del
Espíritu de vida en Cristo Jesús me ha librado de la ley del pecado y de la
muerte (Ro
8.1-2).
Pienso yo, que en un momento de debilidad, el
apóstol Pablo dejó de mirar la Perfecta Ley, la de la libertad, y al mirar su
propio comportamiento exclamó, ¡Miserable
de mí! ¿quién me librará de este cuerpo de muerte? Sin embargo, por el Espíritu Santo, enseguida se
contestó a sí mismo, Gracias doy a Dios, por
Jesucristo Señor nuestro (Ro 7.24-25).
Es Jesucristo quién te ha dado la victoria sobre el
pecado y sobre la muerte. Es el Espíritu Santo quién te ha hecho Nacer de
Nuevo, y no de una simiente corruptible, sino de la semilla incorruptible que
es la Palabra de Dios.
Aunque te cueste trabajo entenderlo, debes saber y
creer que tú eres la persona que Dios dice en la Biblia que eres, y tú, mi
amado(a), ¡Eres Eterno(a)! Esto es, ¡Vivirás para siempre!
¡Esta es la heredad de los que temen (aman) Su
Nombre!
Oremos en voz audible:
Amado Padre celestial, que
hermoso y confortante es saber que soy Tu Hijo(a). Que me amas tanto que
preferiste entregar a Tu propio Hijo, para pagar todos mis pecados, antes que
perderme a mí. ¡Gracias, Señor! ¡Te amo con todo mi corazón! Ahora sé, y creo,
que el pagar todos mis pecados apenas fue el inicio de algo muchísimo mejor:
¡ser adoptado(a) Hijo(a) Tuyo(a) según el puro afecto de Tu Voluntad! Señor
Jesús, recibo la Vida Eterna que, a tan alto precio, compraste para mí.
¡Gracias, Señor! Precioso Espíritu Santo, Tú eres las arras de mi herencia, mi
garantía, para hacer de mi vida esa vida plena y abundante que Tú, mi Señor,
deseas para mí. ¡No hay forma que pueda perder! Tú estás conmigo, y si Dios es
conmigo, ¿quién contra mí? ¡No voy a temer! Yo, _____________ (tu nombre aquí),
no he recibido espíritu de esclavitud para estar otra vez en temor, sino que he
recibido el espíritu de adopción y te digo a Ti, mi Dios, Abba, Padre, Papá,
Papito. ¡Gracias Espíritu Santo! Hoy oro a Ti para declarar en plena certeza de
fe, que en todas las cosas soy más que vencedor(a) por medio de Aquel que me ha
amado, Cristo Jesús. Así que, TODO lo puedo en Cristo que me fortalece. Yo soy
Tu Hijo(a) y ya he vencido, porque mayor eres Tú, que estás en mí, que el que
está en el mundo. ¡Soy sano(a)! ¡Soy libre! ¡Soy próspero(a)! ¡Soy dichoso(a)!
¡Soy un(a) Hijo(a) de Dios Nacido(a) de Nuevo! En el nombre de Jesús. Amén.
Nota Importante:
¿Cómo me hago Hijo de Dios? ¿Cómo
establezco una relación con el Todopoderoso?
Sólo haz la siguiente oración en
voz audible poniendo toda tu atención y corazón a lo que le estás diciendo a
Dios:
Señor Jesús, yo creo que eres el
Hijo de Dios. Que viniste a este mundo de la virgen María para pagar todos mis
pecados, y yo he sido un(a) pecador(a). Por eso, te digo el día de hoy que sí
acepto. ¡Sí acepto tu sacrificio en la cruz! ¡Sí acepto Tu Sangre preciosa
derramada hasta la última gota por Amor a mí! Te abro mi corazón y te invito a
entrar porque quiero, Señor Jesús, que desde hoy y para siempre Tú seas mi
único y suficiente Salvador, mi Dios, mi Rey y mi Señor. Gracias, Dios
Poderoso, pues con esta simple oración y profesión de fe he pasado de muerte a
Vida, he sido trasladado(a) de las tinieblas a Tu Luz admirable. ¡Hoy he Nacido
de Nuevo! ¡Dios, ahora yo Soy Tu Hijo(a)! ¡Ahora Tú eres mi Padre! ¡Nunca más
estaré solo(a)! Nunca más viviré derrotado(a). En el nombre de Jesús. Amén.
*Ricardo C. Peredo Jaime © 2011
Tres Recomendaciones:
Lo que acabas de suceder al reconocer a Jesucristo como el Señor y
Salvador de tu vida, de acuerdo con La Palabra de Dios, es que has Nacido de
Nuevo, ya no más como un ser humano común y corriente, sujeto a la ley del
pecado y de la muerte, sino que ahora eres un(a) legítimo(a) y auténtico(a)
Hijo(a) de Dios Nacido(a) de Nuevo, exactamente igual a Jesucristo, quien ahora
es tu Hermano Mayor. Por lo tanto, te hago estas tres importantísimas
recomendaciones:
1.
Orar. Orar es platicar con Dios. Así que, búscate
un lugar tranquilo donde puedas comenzar a platicar todas tus cosas con Él.
Hazlo de forma audible y notarás como Dios siempre responderá a tu corazón.
2.
Leer y meditar la Palabra de Dios. La Biblia es La
Palabra de Dios, así que, consigue una Biblia y comienza a leerla y meditarla.
¿Cómo empezar? Es muy sencillo. Dependiendo del día que sea hoy, busca en el
programa de lectura “La Biblia en un año” y realiza las lecturas
correspondientes. Este programa lo puedes obtener en: A
Través de La Biblia En Un Ano (palabradehonor.org) Notarás que el
programa está arreglado para imprimirlo como un cuadernillo.
3.
En oración con Dios, tu Padre, busca y únete a una
iglesia o congregación cristiana donde enseñen la Palabra de Dios en base a las
Buenas Noticias que son el Evangelio de Jesucristo.
*Ricardo C. Peredo
Jaime © 2020
Lectura
y Meditación de la Palabra de Dios
Haz
estas lecturas diarias y al final de un año habrás leído toda la Biblia.
Junio
1 Ro 7 / 1 Sam
16 / Sal 61
RV60
Lectura
y Meditación de la Palabra de Dios
Haz
estas lecturas diarias y al final de un año habrás leído toda la Biblia.
Junio
1 Ro 7 / 1 Sam
16 / Sal 61
Romanos
7
Analogía tomada del matrimonio
7
1¿Acaso ignoráis, hermanos (pues hablo con los que conocen
la ley), que la ley se enseñorea del hombre entre tanto que éste vive? 2Porque
la mujer casada está sujeta por la ley al marido mientras éste vive; pero si el
marido muere, ella queda libre de la ley del marido. 3Así que, si
en vida del marido se uniere a otro varón, será llamada adúltera; pero si su
marido muriere, es libre de esa ley, de tal manera que si se uniere a otro
marido, no será adúltera.
4Así también vosotros, hermanos míos, habéis muerto a la
ley mediante el cuerpo de Cristo, para que seáis de otro, del que resucitó de
los muertos, a fin de que llevemos fruto para Dios. 5Porque
mientras estábamos en la carne, las pasiones pecaminosas que eran por la ley
obraban en nuestros miembros llevando fruto para muerte. 6Pero
ahora estamos libres de la ley, por haber muerto para aquella en que estábamos
sujetos, de modo que sirvamos bajo el régimen nuevo del Espíritu y no bajo el
régimen viejo de la letra.
El pecado que mora en mí
7¿Qué diremos, pues? ¿La ley es pecado? En ninguna manera.
Pero yo no conocí el pecado sino por la ley; porque tampoco conociera la
codicia, si la ley no dijera: No codiciarás.a 8Mas
el pecado, tomando ocasión por el mandamiento, produjo en mí toda codicia;
porque sin la ley el pecado está muerto. 9Y yo sin la ley vivía en
un tiempo; pero venido el mandamiento, el pecado revivió y yo morí. 10Y
hallé que el mismo mandamiento que era para vida, a mí me resultó para muerte;
11porque el pecado, tomando ocasión por el mandamiento, me engañó, y por
él me mató. 12De manera que la ley a la verdad es santa, y el
mandamiento santo, justo y bueno.
13¿Luego lo que es bueno, vino a ser muerte para mí? En
ninguna manera; sino que el pecado, para mostrarse pecado, produjo en mí la
muerte por medio de lo que es bueno, a fin de que por el mandamiento el pecado
llegase a ser sobremanera pecaminoso. 14Porque sabemos que la ley
es espiritual; mas yo soy carnal, vendido al pecado. 15Porque lo
que hago, no lo entiendo; pues no hago lo que quiero, sino lo que aborrezco,
eso hago.b
16Y si lo que no quiero, esto hago, apruebo que la ley es buena.
17De manera que ya no soy yo quien hace aquello, sino el pecado que mora
en mí. 18Y yo sé que en mí, esto es, en mi carne, no mora el bien;
porque el querer el bien está en mí, pero no el hacerlo. 19Porque
no hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero, eso hago. 20Y
si hago lo que no quiero, ya no lo hago yo, sino el pecado que mora en mí.
21Así que, queriendo yo hacer el bien, hallo esta ley: que
el mal está en mí. 22Porque según el hombre interior, me deleito
en la ley de Dios; 23pero veo otra ley en mis miembros, que se
rebela contra la ley de mi mente, y que me lleva cautivo a la ley del pecado
que está en mis miembros. 24¡Miserable de mí! ¿quién me librará de
este cuerpo de muerte? 25Gracias doy a Dios, por Jesucristo Señor
nuestro. Así que, yo mismo con la mente sirvo a la ley de Dios, mas con la
carne a la ley del pecado. [1]
1
Samuel 16
Samuel unge a David
16
1Dijo Jehová a Samuel: ¿Hasta cuándo llorarás a Saúl,
habiéndolo yo desechado para que no reine sobre Israel? Llena tu cuerno de
aceite, y ven, te enviaré a Isaí de Belén, porque de sus hijos me he provisto
de rey. 2Y dijo Samuel: ¿Cómo iré? Si Saúl lo supiera, me mataría.
Jehová respondió: Toma contigo una becerra de la vacada, y di: A ofrecer
sacrificio a Jehová he venido. 3Y llama a Isaí al sacrificio, y yo
te enseñaré lo que has de hacer; y me ungirás al que yo te dijere. 4Hizo,
pues, Samuel como le dijo Jehová; y luego que él llegó a Belén, los ancianos de
la ciudad salieron a recibirle con miedo, y dijeron: ¿Es pacífica tu venida?
5El respondió: Sí, vengo a ofrecer sacrificio a Jehová; santificaos, y
venid conmigo al sacrificio. Y santificando él a Isaí y a sus hijos, los llamó
al sacrificio.
6Y aconteció que cuando ellos vinieron, él vio a Eliab, y
dijo: De cierto delante de Jehová está su ungido. 7Y Jehová
respondió a Samuel: No mires a su parecer, ni a lo grande de su estatura,
porque yo lo desecho; porque Jehová no mira lo que mira el hombre; pues el
hombre mira lo que está delante de sus ojos, pero Jehová mira el corazón.
8Entonces llamó Isaí a Abinadab, y lo hizo pasar delante de Samuel, el
cual dijo: Tampoco a éste ha escogido Jehová. 9Hizo luego pasar
Isaí a Sama. Y él dijo: Tampoco a éste ha elegido Jehová. 10E hizo
pasar Isaí siete hijos suyos delante de Samuel; pero Samuel dijo a Isaí: Jehová
no ha elegido a éstos. 11Entonces dijo Samuel a Isaí: ¿Son éstos
todos tus hijos? Y él respondió: Queda aún el menor, que apacienta las ovejas.
Y dijo Samuel a Isaí: Envía por él, porque no nos sentaremos a la mesa hasta
que él venga aquí. 12Envió, pues, por él, y le hizo entrar; y era
rubio, hermoso de ojos, y de buen parecer. Entonces Jehová dijo: Levántate y
úngelo, porque éste es. 13Y Samuel tomó el cuerno del aceite, y lo
ungió en medio de sus hermanos; y desde aquel día en adelante el Espíritu de
Jehová vino sobre David. Se levantó luego Samuel, y se volvió a Ramá.
David toca para Saúl
14El Espíritu de Jehová se apartó de Saúl, y le atormentaba
un espíritu malo de parte de Jehová. 15Y los criados de Saúl le
dijeron: He aquí ahora, un espíritu malo de parte de Dios te atormenta.
16Diga, pues, nuestro señor a tus siervos que están delante de ti, que
busquen a alguno que sepa tocar el arpa, para que cuando esté sobre ti el
espíritu malo de parte de Dios, él toque con su mano, y tengas alivio. 17Y
Saúl respondió a sus criados: Buscadme, pues, ahora alguno que toque bien, y
traédmelo. 18Entonces uno de los criados respondió diciendo: He
aquí yo he visto a un hijo de Isaí de Belén, que sabe tocar, y es valiente y
vigoroso y hombre de guerra, prudente en sus palabras, y hermoso, y Jehová está
con él. 19Y Saúl envió mensajeros a Isaí, diciendo: Envíame a
David tu hijo, el que está con las ovejas. 20Y tomó Isaí un asno
cargado de pan, una vasija de vino y un cabrito, y lo envió a Saúl por medio de
David su hijo. 21Y viniendo David a Saúl, estuvo delante de él; y
él le amó mucho, y le hizo su paje de armas. 22Y Saúl envió a
decir a Isaí: Yo te ruego que esté David conmigo, pues ha hallado gracia en mis
ojos. 23Y cuando el espíritu malo de parte de Dios venía sobre
Saúl, David tomaba el arpa y tocaba con su mano; y Saúl tenía alivio y estaba
mejor, y el espíritu malo se apartaba de él. [2]
Salmos 61
Confianza en la protección de Dios
Al músico principal; sobre Neginot. Salmo de David.
1 Oye, oh Dios,
mi clamor;
A mi oración atiende.
2 Desde el
cabo de la tierra clamaré a ti, cuando mi corazón desmayare.
Llévame a la roca que es más
alta que yo,
3 Porque tú
has sido mi refugio,
Y torre fuerte delante del
enemigo.
4 Yo habitaré
en tu tabernáculo para siempre;
Estaré seguro bajo la cubierta
de tus alas.
Selah
5 Porque tú,
oh Dios, has oído mis votos;
Me has dado la heredad de los
que temen tu nombre.
6 Días sobre
días añadirás al rey;
Sus años serán como generación
y generación.
7 Estará para
siempre delante de Dios;
Prepara misericordia y verdad
para que lo conserven.
8 Así cantaré
tu nombre para siempre,
Pagando mis votos cada día. [3]
a a 7.7: Ex. 20.17; Dt. 5.21.
b b 7.15: Gá. 5.17.
[1]Reina
Valera Revisada (1960). 1998 (Ro 6.23-7.25). Miami: Sociedades Bı́blicas
Unidas.
[2]Reina
Valera Revisada (1960). 1998 (1 Sm 15.35-16.23). Miami: Sociedades
Bı́blicas Unidas.
[3]Reina
Valera Revisada (1960). 1998 (Sal 60.12-61.8). Miami: Sociedades Bı́blicas
Unidas.
Lectura
y Meditación de la Palabra de Dios
Haz
estas lecturas diarias y al final de un año habrás leído toda la Biblia.
Junio
1 Ro 7 / 1 Sam
16 / Sal 61
Romanos
7
Analogía tomada del matrimonio
7
1¿Acaso ignoráis, hermanos (pues hablo con los que conocen
la ley), que la ley se enseñorea del hombre entre tanto que éste vive? 2Porque
la mujer casada está sujeta por la ley al marido mientras éste vive; pero si el
marido muere, ella queda libre de la ley del marido. 3Así que, si
en vida del marido se uniere a otro varón, será llamada adúltera; pero si su
marido muriere, es libre de esa ley, de tal manera que si se uniere a otro
marido, no será adúltera.
4Así también vosotros, hermanos míos, habéis muerto a la
ley mediante el cuerpo de Cristo, para que seáis de otro, del que resucitó de
los muertos, a fin de que llevemos fruto para Dios. 5Porque
mientras estábamos en la carne, las pasiones pecaminosas que eran por la ley
obraban en nuestros miembros llevando fruto para muerte. 6Pero
ahora estamos libres de la ley, por haber muerto para aquella en que estábamos
sujetos, de modo que sirvamos bajo el régimen nuevo del Espíritu y no bajo el
régimen viejo de la letra.
El pecado que mora en mí
7¿Qué diremos, pues? ¿La ley es pecado? En ninguna manera.
Pero yo no conocí el pecado sino por la ley; porque tampoco conociera la
codicia, si la ley no dijera: No codiciarás.a 8Mas
el pecado, tomando ocasión por el mandamiento, produjo en mí toda codicia;
porque sin la ley el pecado está muerto. 9Y yo sin la ley vivía en
un tiempo; pero venido el mandamiento, el pecado revivió y yo morí. 10Y
hallé que el mismo mandamiento que era para vida, a mí me resultó para muerte;
11porque el pecado, tomando ocasión por el mandamiento, me engañó, y por
él me mató. 12De manera que la ley a la verdad es santa, y el
mandamiento santo, justo y bueno.
13¿Luego lo que es bueno, vino a ser muerte para mí? En
ninguna manera; sino que el pecado, para mostrarse pecado, produjo en mí la
muerte por medio de lo que es bueno, a fin de que por el mandamiento el pecado
llegase a ser sobremanera pecaminoso. 14Porque sabemos que la ley
es espiritual; mas yo soy carnal, vendido al pecado. 15Porque lo
que hago, no lo entiendo; pues no hago lo que quiero, sino lo que aborrezco,
eso hago.b
16Y si lo que no quiero, esto hago, apruebo que la ley es buena.
17De manera que ya no soy yo quien hace aquello, sino el pecado que mora
en mí. 18Y yo sé que en mí, esto es, en mi carne, no mora el bien;
porque el querer el bien está en mí, pero no el hacerlo. 19Porque
no hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero, eso hago. 20Y
si hago lo que no quiero, ya no lo hago yo, sino el pecado que mora en mí.
21Así que, queriendo yo hacer el bien, hallo esta ley: que
el mal está en mí. 22Porque según el hombre interior, me deleito
en la ley de Dios; 23pero veo otra ley en mis miembros, que se
rebela contra la ley de mi mente, y que me lleva cautivo a la ley del pecado
que está en mis miembros. 24¡Miserable de mí! ¿quién me librará de
este cuerpo de muerte? 25Gracias doy a Dios, por Jesucristo Señor
nuestro. Así que, yo mismo con la mente sirvo a la ley de Dios, mas con la
carne a la ley del pecado. [1]
1
Samuel 16
Samuel unge a David
16
1Dijo Jehová a Samuel: ¿Hasta cuándo llorarás a Saúl,
habiéndolo yo desechado para que no reine sobre Israel? Llena tu cuerno de
aceite, y ven, te enviaré a Isaí de Belén, porque de sus hijos me he provisto
de rey. 2Y dijo Samuel: ¿Cómo iré? Si Saúl lo supiera, me mataría.
Jehová respondió: Toma contigo una becerra de la vacada, y di: A ofrecer
sacrificio a Jehová he venido. 3Y llama a Isaí al sacrificio, y yo
te enseñaré lo que has de hacer; y me ungirás al que yo te dijere. 4Hizo,
pues, Samuel como le dijo Jehová; y luego que él llegó a Belén, los ancianos de
la ciudad salieron a recibirle con miedo, y dijeron: ¿Es pacífica tu venida?
5El respondió: Sí, vengo a ofrecer sacrificio a Jehová; santificaos, y
venid conmigo al sacrificio. Y santificando él a Isaí y a sus hijos, los llamó
al sacrificio.
6Y aconteció que cuando ellos vinieron, él vio a Eliab, y
dijo: De cierto delante de Jehová está su ungido. 7Y Jehová
respondió a Samuel: No mires a su parecer, ni a lo grande de su estatura,
porque yo lo desecho; porque Jehová no mira lo que mira el hombre; pues el
hombre mira lo que está delante de sus ojos, pero Jehová mira el corazón.
8Entonces llamó Isaí a Abinadab, y lo hizo pasar delante de Samuel, el
cual dijo: Tampoco a éste ha escogido Jehová. 9Hizo luego pasar
Isaí a Sama. Y él dijo: Tampoco a éste ha elegido Jehová. 10E hizo
pasar Isaí siete hijos suyos delante de Samuel; pero Samuel dijo a Isaí: Jehová
no ha elegido a éstos. 11Entonces dijo Samuel a Isaí: ¿Son éstos
todos tus hijos? Y él respondió: Queda aún el menor, que apacienta las ovejas.
Y dijo Samuel a Isaí: Envía por él, porque no nos sentaremos a la mesa hasta
que él venga aquí. 12Envió, pues, por él, y le hizo entrar; y era
rubio, hermoso de ojos, y de buen parecer. Entonces Jehová dijo: Levántate y
úngelo, porque éste es. 13Y Samuel tomó el cuerno del aceite, y lo
ungió en medio de sus hermanos; y desde aquel día en adelante el Espíritu de
Jehová vino sobre David. Se levantó luego Samuel, y se volvió a Ramá.
David toca para Saúl
14El Espíritu de Jehová se apartó de Saúl, y le atormentaba
un espíritu malo de parte de Jehová. 15Y los criados de Saúl le
dijeron: He aquí ahora, un espíritu malo de parte de Dios te atormenta.
16Diga, pues, nuestro señor a tus siervos que están delante de ti, que
busquen a alguno que sepa tocar el arpa, para que cuando esté sobre ti el
espíritu malo de parte de Dios, él toque con su mano, y tengas alivio. 17Y
Saúl respondió a sus criados: Buscadme, pues, ahora alguno que toque bien, y
traédmelo. 18Entonces uno de los criados respondió diciendo: He
aquí yo he visto a un hijo de Isaí de Belén, que sabe tocar, y es valiente y
vigoroso y hombre de guerra, prudente en sus palabras, y hermoso, y Jehová está
con él. 19Y Saúl envió mensajeros a Isaí, diciendo: Envíame a
David tu hijo, el que está con las ovejas. 20Y tomó Isaí un asno
cargado de pan, una vasija de vino y un cabrito, y lo envió a Saúl por medio de
David su hijo. 21Y viniendo David a Saúl, estuvo delante de él; y
él le amó mucho, y le hizo su paje de armas. 22Y Saúl envió a
decir a Isaí: Yo te ruego que esté David conmigo, pues ha hallado gracia en mis
ojos. 23Y cuando el espíritu malo de parte de Dios venía sobre
Saúl, David tomaba el arpa y tocaba con su mano; y Saúl tenía alivio y estaba
mejor, y el espíritu malo se apartaba de él. [2]
Salmos 61
Confianza en la protección de Dios
Al músico principal; sobre Neginot. Salmo de David.
1 Oye, oh Dios,
mi clamor;
A mi oración atiende.
2 Desde el
cabo de la tierra clamaré a ti, cuando mi corazón desmayare.
Llévame a la roca que es más
alta que yo,
3 Porque tú
has sido mi refugio,
Y torre fuerte delante del
enemigo.
4 Yo habitaré
en tu tabernáculo para siempre;
Estaré seguro bajo la cubierta
de tus alas.
Selah
5 Porque tú,
oh Dios, has oído mis votos;
Me has dado la heredad de los
que temen tu nombre.
6 Días sobre
días añadirás al rey;
Sus años serán como generación
y generación.
7 Estará para
siempre delante de Dios;
Prepara misericordia y verdad
para que lo conserven.
8 Así cantaré
tu nombre para siempre,
Pagando mis votos cada día. [3]
a a 7.7: Ex. 20.17; Dt. 5.21.
b b 7.15: Gá. 5.17.
[1]Reina
Valera Revisada (1960). 1998 (Ro 6.23-7.25). Miami: Sociedades Bı́blicas
Unidas.
[2]Reina
Valera Revisada (1960). 1998 (1 Sm 15.35-16.23). Miami: Sociedades
Bı́blicas Unidas.
[3]Reina
Valera Revisada (1960). 1998 (Sal 60.12-61.8). Miami: Sociedades Bı́blicas
Unidas.
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