01 de JUNIO
¿Cuánto vas a vivir?
¡Eres Eterno(a)! ¡Vivirás para siempre!
Por Riqui Ricón*
Yo
habitaré en tu tabernáculo para siempre; Estaré seguro bajo la cubierta de tus alas. Porque tú, oh Dios, has
oído mis votos; Me has dado la heredad de los que temen tu nombre (Sal 61.4-5).
Cuando, con una sencilla
oración, hiciste a Jesucristo el Señor y Salvador de tu vida, Naciste de Nuevo
y adquiriste derechos y privilegios que solamente los Hijos de Dios pueden
tener. Uno de estos es vivir para siempre, ¡la Vida Eterna!
Porque
de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo
aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna. Porque no envió Dios a su Hijo al mundo
para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por él (Jn 3.16-17).
Satanás, tu adversario, tratará con todos sus
recursos hacer que tú olvides quién ahora eres. Utilizará personas,
circunstancias, enfermedades y aflicciones para que dejes en segundo o tercer
plano el hecho irrefutable que Dios te ama tanto que prefirió entregar a Su
propio Hijo antes que perderte a ti.
¡Fíjense
qué gran amor nos ha dado el Padre, que
se nos llame hijos de Dios! ¡Y lo somos!
El mundo no nos conoce, precisamente porque no lo conoció a él (1 Jn
3.1 NVI)
Sin importar tus circunstancias o condición actual,
la Verdad es que Dios te ama. La Verdad es que tú eres tan importante para Él
que, gracias al sacrificio de Su Hijo, Jesús, ahora Él te llama Hijo(a) Suyo(a)
y tienes toda la libertad, y garantía, para habitar con Él, en Su Presencia: ¡Para
siempre!
Ahora tú estás seguro(a) bajo la cubierta de Sus
alas, porque Él ha escuchado tu oración. Y Dios, tu Padre, te ha dado la
heredad de los que temen, de los que aman Su Nombre.
Pues
no habéis recibido el espíritu de esclavitud para estar otra vez en temor, sino
que habéis recibido el espíritu de adopción, por el cual clamamos: ¡Abba,
Padre! El Espíritu mismo da testimonio a nuestro espíritu, de que
somos hijos de Dios. Y si hijos, también herederos; herederos
de Dios y coherederos con Cristo, si es que padecemos juntamente con él, para
que juntamente con él seamos glorificados (Ro 8.15-17).
¡Eres heredero(a) de Dios y coheredero(a) con
Cristo! ¿Qué te puede hacer el mundo? ¡Habitas a la sombra del Altísimo y moras
bajo la sombra del Todopoderoso! ¿Quién te puede vencer?
¿Qué
podemos decir acerca de cosas tan maravillosas como éstas? Si Dios está a favor
de nosotros, ¿quién podrá ponerse en nuestra contra? (Ro 8.31 NTV).
Padecer juntamente con Cristo significa creer;
significa tener la certeza que ahora eres Hijo(a) del Dios y anteponer esta
certeza a cualquier enfermedad, problema o aflicción, pues sólo así se
cumplieron los padecimientos del Rey, quien por el gozo puesto delante de él sufrió la cruz, menospreciando el
oprobio, y se sentó a la diestra del trono de Dios (He 12.2).
Jesús sabía perfectamente quién era Él y cuál era
Su propósito en este mundo.
Yo te he
glorificado en la tierra; he acabado la obra que me diste que hiciese (Jn
17.4).
Si tú crees que la Biblia es la Palabra de Dios (y
lo crees), entonces tú sabes perfectamente que, ahora, al igual que Jesús, eres
un(a) Hijo(a) de Dios Nacido(a) de Nuevo, que eres Eterno(a) y que tu Padre te
ha dejado en este mundo para que, reinando con toda autoridad, establezcas Su
reino, aquí y ahora.
Y
Jehová respondió a Samuel: No mires a su parecer, ni a lo grande de su
estatura, porque yo lo desecho; porque Jehová no mira lo que mira el hombre;
pues el hombre mira lo que está delante de sus ojos, pero Jehová mira el
corazón (1 S 16.7).
No te mires a ti mismo(a) como se mira el hombre,
pues el hombre mira lo que está delante de sus ojos. No te fijes en tus
circunstancias, ni en tus capacidades. Mírate como Dios te mira. ¡Mírate a ti
mismo(a) a través de la Biblia! ¡La Biblia es la Palabra de Dios!
Os
daré corazón nuevo, y pondré espíritu nuevo dentro de vosotros; y quitaré de
vuestra carne el corazón de piedra, y os daré un corazón de carne. Y
pondré dentro de vosotros mi Espíritu, y haré que andéis en mis estatutos, y
guardéis mis preceptos, y los pongáis por obra (Ez
36.26-27).
Mírate a ti mismo(a) a través de Su Palabra. Mírate
con un corazón nuevo. Mírate como espíritu nuevo. Mírate teniendo en ti, y
contigo, al glorioso y poderoso Espíritu de Dios
Y
Samuel tomó el cuerno del aceite, y lo ungió en medio de sus hermanos; y desde
aquel día en adelante el Espíritu de Jehová vino sobre David. Se levantó luego
Samuel, y se volvió a Ramá (1 S 16.13).
David fue ungido con aceite y, desde ese día en
adelante, el Espíritu Santo vino sobre él. ¡Tú has sido ungido(a) con la Sangre
Preciosa del Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo! ¡Con la Sangre del
Nuevo Pacto! ¡Ahora, el Precioso Espíritu de Dios vive en ti y contigo! ¡Eres
Nueva creatura! Las cosas viejas pasaron y lo mejor de tu vida se extiende
delante de tus pies.
Pues
si por la transgresión de uno solo reinó la muerte, mucho más reinarán en vida
por uno solo, Jesucristo, los que reciben la abundancia de la gracia y del don
de la justicia (Ro 5.17).
David fue ungido con aceite
para reinar sobre Israel. Tú has sido ungido(a) por el Espíritu Santo para
reinar en vida sobre todo problema, enfermedad o circunstancia. La ley del
pecado y de la muerte ya no tiene ninguna influencia en tu Nueva Vida.
Ahora, pues,
ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús, los que no andan conforme a la carne, sino conforme al Espíritu. Porque la ley del
Espíritu de vida en Cristo Jesús me ha librado de la ley del pecado y de la
muerte (Ro
8.1-2).
Pienso yo, que en un momento de debilidad, el
apóstol Pablo dejó de mirar la Perfecta Ley, la de la libertad, y al mirar su
propio comportamiento exclamó, ¡Miserable
de mí! ¿quién me librará de este cuerpo de muerte? Sin embargo, por el Espíritu Santo, enseguida se
contestó a sí mismo, Gracias doy a Dios, por
Jesucristo Señor nuestro (Ro 7.24-25).
Es Jesucristo quién te ha dado la victoria sobre el
pecado y sobre la muerte. Es el Espíritu Santo quién te ha hecho Nacer de
Nuevo, y no de una simiente corruptible, sino de la semilla incorruptible que
es la Palabra de Dios.
Aunque te cueste trabajo entenderlo, debes saber y
creer que tú eres la persona que Dios dice en la Biblia que eres, y tú, mi
amado(a), ¡Eres Eterno(a)! Esto es, ¡Vivirás para siempre!
¡Esta es la heredad de los que temen (aman) Su
Nombre!
Oremos en voz audible:
Amado Padre celestial, que
hermoso y confortante es saber que soy Tu Hijo(a). Que me amas tanto que
preferiste entregar a Tu propio Hijo, para pagar todos mis pecados, antes que
perderme a mí. ¡Gracias, Señor! ¡Te amo con todo mi corazón! Ahora sé, y creo,
que el pagar todos mis pecados apenas fue el inicio de algo muchísimo mejor:
¡ser adoptado(a) Hijo(a) Tuyo(a) según el puro afecto de Tu Voluntad! Señor
Jesús, recibo la Vida Eterna que, a tan alto precio, compraste para mí.
¡Gracias, Señor! Precioso Espíritu Santo, Tú eres las arras de mi herencia, mi
garantía, para hacer de mi vida esa vida plena y abundante que Tú, mi Señor,
deseas para mí. ¡No hay forma que pueda perder! Tú estás conmigo, y si Dios es
conmigo, ¿quién contra mí? ¡No voy a temer! Yo, _____________ (tu nombre aquí),
no he recibido espíritu de esclavitud para estar otra vez en temor, sino que he
recibido el espíritu de adopción y te digo a Ti, mi Dios, Abba, Padre, Papá,
Papito. ¡Gracias Espíritu Santo! Hoy oro a Ti para declarar en plena certeza de
fe, que en todas las cosas soy más que vencedor(a) por medio de Aquel que me ha
amado, Cristo Jesús. Así que, TODO lo puedo en Cristo que me fortalece. Yo soy
Tu Hijo(a) y ya he vencido, porque mayor eres Tú, que estás en mí, que el que
está en el mundo. ¡Soy sano(a)! ¡Soy libre! ¡Soy próspero(a)! ¡Soy dichoso(a)!
¡Soy un(a) Hijo(a) de Dios Nacido(a) de Nuevo! En el nombre de Jesús. Amén.
Nota Importante:
¿Cómo me hago Hijo de Dios? ¿Cómo
establezco una relación con el Todopoderoso?
Sólo haz la siguiente oración en voz
audible poniendo toda tu atención y corazón a lo que le estás diciendo a Dios:
Señor Jesús, yo creo que eres el
Hijo de Dios. Que viniste a este mundo de la virgen María para pagar todos mis
pecados, y yo he sido un(a) pecador(a). Por eso, te digo el día de hoy que sí
acepto. ¡Sí acepto tu sacrificio en la cruz! ¡Sí acepto Tu Sangre preciosa
derramada hasta la última gota por Amor a mí! Te abro mi corazón y te invito a
entrar porque quiero, Señor Jesús, que desde hoy y para siempre Tú seas mi
único y suficiente Salvador, mi Dios, mi Rey y mi Señor. Gracias, Dios
Poderoso, pues con esta simple oración y profesión de fe he pasado de muerte a
Vida, he sido trasladado(a) de las tinieblas a Tu Luz admirable. ¡Hoy he Nacido
de Nuevo! ¡Dios, ahora yo Soy Tu Hijo(a)! ¡Ahora Tú eres mi Padre! ¡Nunca más
estaré solo(a)! Nunca más viviré derrotado(a). En el nombre de Jesús. Amén.
*Ricardo C. Peredo Jaime © 2011
Lectura
y Meditación de la Palabra de Dios
Haz
estas lecturas diarias y al final de un año habrás leído toda la Biblia.
Junio
1 Ro 7 / 1 Sam
16 / Sal 61
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