jueves, 3 de octubre de 2024

¿Qué hacer cuando todo parece perdido?

 <ENGLISH>




 03 Octubre


¿Qué hacer cuando todo parece perdido?

 

¡Sostente con la Palabra de Honor!

Por Riqui Ricón *

Cuando oyó Sanbalat que nosotros edificábamos el muro, se enojó y se enfureció en gran manera, e hizo escarnio de los judíos. Y habló delante de sus hermanos y del ejército de Samaria, y dijo: ¿Qué hacen estos débiles judíos? ¿Se les permitirá volver a ofrecer sus sacrificios? ¿Acabarán en un día? ¿Resucitarán de los montones del polvo las piedras que fueron quemadas? Y estaba junto a él Tobías amonita, el cual dijo: Lo que ellos edifican del muro de piedra, si subiere una zorra lo derribara (Neh 4. 1-3).

En este día, sin importar lo que digan tus enemigos, ¡No temas, CREE solamente! Esta fue la respuesta que Jesús le dio a Jairo cuando le dieron la noticia que su hija había muerto para que ya no molestara más al maestro.

Recuerda que Jairo tenía fe, creía que Jesús salvaría a su hija moribunda por eso fue y le pidió ese favor a Jesús. Jesús le dijo que sí iría con él para sanar a su hija y se encaminaron hacia su casa. En ese momento, Jairo no sólo tenía una esperanza sino que además TENÍA la Palabra de Jesús. Pero, a la mitad del camino, como suele suceder con frecuencia, llegaron con  la mala noticia de la muerte de su hija; se hablaron palabras de muerte, destrucción y desesperanza.

Pasando otra vez Jesús en una barca a la otra orilla, se reunió alrededor de él una gran multitud; y él estaba junto al mar. Y vino uno de los principales de la sinagoga, llamado Jairo; y luego que le vio, se postró a sus pies, y le rogaba mucho, diciendo: Mi hija está agonizando; ven y pon las manos sobre ella para que sea salva, y vivirá. Fue, pues, con él; y le seguía una gran multitud, y le apretaban... Mientras él aún hablaba, vinieron de casa del principal de la sinagoga, diciendo: Tu hija ha muerto; ¿para qué molestas más al Maestro? Pero Jesús, luego que oyó lo que se decía, dijo al principal de la sinagoga: No temas, cree solamente. Y no permitió que le siguiese nadie sino Pedro, Jacobo, y Juan hermano de Jacobo. Y vino a casa del principal de la sinagoga, y vio el alboroto y a los que lloraban y lamentaban mucho. Y entrando, les dijo: ¿Por qué alborotáis y lloráis? La niña no está muerta, sino duerme. Y se burlaban de él. Mas él, echando fuera a todos, tomó al padre y a la madre de la niña, y a los que estaban con él, y entró donde estaba la niña. Y tomando la mano de la niña, le dijo: Talita cumi; que traducido es: Niña, a ti te digo, levántate. Y luego la niña se levantó y andaba, pues tenía doce años. Y se espantaron grandemente. Pero él les mandó mucho que nadie lo supiese, y dijo que se le diese de comer (Mar 5. 21-24, 35-43).

 

Ahora bien, en la escritura que encabeza esta reflexión, encontramos que Nehemías es un prototipo de Jesucristo y, por lo tanto, un prototipo tuyo. Él tenía un sueño o visión, reconstruir las murallas de Jerusalén; tenía fe, pues sabía que Dios estaba con él; tenía propósito, pues había sido autorizado por el rey. Pero, de pronto, sus enemigos, que al parecer eran más fuertes que él, se levantan para hacer declaraciones de fracaso, temor, debilidad, impotencia, duda, etc., sobre de él y sobre su propósito. ¿No te parece familiar esta oposición?

¿Qué hacer cuando has tenido fe para pedir y creer que Dios te va a ayudar en esa difícil situación y de repente parece que nada va a suceder o que, al contrario de lo que has pedido, todo se va a poner peor? Pues, actúa como Nehemías, ¡sigue creyendo! Fortalécete en el Señor y en el poder de su fuerza. Porque Él nunca ha abandonado a nadie y tú jamás serás avergonzado(a) de haber confiado en Su Palabra.

Por lo demás, hermanos míos, fortaleceos en el Señor, y en el poder de su fuerza (Efe 6.10).

¿Cuál es el poder de la fuerza de Dios? No son los ángeles, ni su fuerte brazo, ni los relámpagos y truenos. ¿Cómo creó Dios todo el Universo, lo visible y lo invisible? ¡Con Su Palabra! ¡El Poder de la fuerza de Dios ES Su Palabra!

Así que, fortalécete con la Palabra de Dios y ésta te dará la fe que necesitas para salir más que vencedor(a) de cualquier situación que estés enfrentando el día de hoy.

Así que la fe viene como resultado de oír el mensaje,  y el mensaje que se oye es la palabra de Cristo (Rom 10.17 NVI).

Jesús le dijo a Jairo: ¡No temas, CREE solamente! ¿Qué fue lo que fortaleció a Jairo para seguir creyendo a pesar de la noticia de la muerte de su hija? ¡La Palabra de Jesús! ¡Dios es digno de confianza! ¡Dios tiene Palabra de Honor!

Dios no es como los mortales: no miente ni cambia de opinión. Cuando él dice una cosa, la realiza. Cuando hace una promesa, la cumple. Yo tengo órdenes de bendecir; si Dios bendice,  yo no puedo contradecirlo (Num 23.19-20 DHH).

¡Todo lo que Dios ha dicho en Su Palabra, la Biblia, acerca de ti, Él lo va hacer; todo lo que Dios ha hablado a tu favor, Él lo va ejecutar!

Por lo tanto, resiste ese espíritu de temor y duda que las circunstancias o las palabras de otros quieren implantar en tu espíritu para que dejes de creer y caigas en desánimo y desesperación. ¡Sé como Nehemías! Echa mano de la oración, toma la Palabra de Dios como una espada, tu fe como un escudo y pelea la buena batalla pues estamos en guerra.

Pelea la buena batalla de la fe, echa mano de la vida eterna, a la cual asimismo fuiste llamado, habiendo hecho la buena profesión (confesión) delante de muchos testigos (1 Ti 6.12).

¡Echa mano de la Vida Eterna! Echa mano de tu Verdadera Identidad, pues ahora, por Cristo Jesús, tú eres un(a) Hijo(a) de Dios Nacido(a) de Nuevo y eres amado(a) por Dios.

El espíritu es el que da vida; la carne para nada aprovecha; las palabras que yo os he hablado son espíritu y son vida (Jn 6.63).

Sólo la Palabra de Dios puede producir Vida en ti, a pesar de cualquier circunstancia por difícil que parezca.

¡Nunca te rindas! Jamás le des lugar en tu vida a la actitud diabólica de la resignación. Recuerda siempre que, ¡Dios, el Todopoderoso, es tu Padre que te ama! La Biblia, que es la Palabra de Dios, y no miente, lo dice claramente: 

Fíjense qué gran amor nos ha dado el Padre,  que se nos llame hijos de Dios!  ¡Y lo somos!  El mundo no nos conoce,  precisamente porque no lo conoció a él (1 Jn 3.1 NVI).

Hijitos, vosotros sois de Dios, y los habéis vencido; porque mayor es el que está en vosotros, que el que está en el mundo (1 Jn 4.4).

¿Qué, pues, diremos a esto? Si Dios es por nosotros, ¿quién contra nosotros? El que no escatimó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos dará también con él todas las cosas? (Ro 8.31-32).

Así que, recuerda: pase lo que pase, suceda lo que suceda, ten por cierto que tú ya has vencido. Dilo en voz alta: ¡Yo le creo a Dios!

Al que venciere, le daré que se siente conmigo en mi trono, así como yo he vencido, y me he sentado con mi Padre en su trono (Apo 3.21).

Sin importar cómo te sientas el día de hoy, ¡Tú ya has vencido! La Biblia lo dice así. Si puedes creer, al que cree todo le es posible.

Oremos en voz audible:

Amado Padre celestial, en este día vengo a Ti con la total certeza y la plena confianza a Tu Palabra. Estoy profundamente agradecido(a) por Tu Gran Amor. Hoy sé que me amas tanto que preferiste entregar a Tu propio Hijo antes que perderme a mí, y que, aunque yo estaba muerto(a) en mis delitos y pecados, por este Tu Gran Amor con que me has amado, me diste Vida juntamente con Cristo Jesús; por Tu Gracia soy salvo(a) por medio de la fe, y aún ésta última no es mía sino que es un regalo Tuyo. ¡Cuán Grande y Hermoso Eres mi Señor! ¡Cuán maravilloso es Tu Amor por mí! En esta hora me pongo de acuerdo con Tu Eterna e Infalible Palabra para creer y declarar que, por el Nuevo Pacto en la Sangre de Jesús, creo y recibo mi sanidad. Me declaro libre de toda dolencia y enfermedad. Hablo salud y bienestar a cada célula, tejido, órgano y sistema de mi ser. Rechazo todo miedo, pues yo no he recibido el espíritu de esclavitud para estar otra vez en temor, sino que he recibido el espíritu de adopción y hoy puedo decir, Abba, Padre. Pongo mis ojos, emociones y sentimientos en Ti, Señor Jesús, quien eres el autor y consumador de mi fe. ¡Soy sano(a)! ¡Soy libre! ¡Soy próspero(a)! ¡Soy más que vencedor(a)! ¡Todo lo puedo en Cristo! Y, por la Sangre de Jesús, soy dichoso(a) para vivir una vida plena y abundante. Muchas gracias, Señor Jesús. Gracias por esta Nueva Vida en Plenitud que ahora tengo. Gracias por mi sanidad. Gracias por mi salud. Gracias por mi prosperidad. Gracias por el Amor, la paz y el gozo que ahora disfruto. Gracias porque por Tu Palabra, la Biblia, sin lugar a dudas, soy y recibo todo esto que he declarado delante de Tu Presencia. ¡Yo soy tuyo(a) y ya he vencido! En el nombre de Jesús. Amén

 Nota Importante:

¿Cómo me hago Hijo de Dios? ¿Cómo establezco una relación con el Todopoderoso?

Sólo haz la siguiente oración en voz audible poniendo toda tu atención y corazón a lo que le estás diciendo a Dios:

Señor Jesús, yo creo que eres el Hijo de Dios. Que viniste a este mundo de la virgen María para pagar todos mis pecados, y yo he sido un(a) pecador(a). Por eso, te digo el día de hoy que sí acepto. ¡Sí acepto tu sacrificio en la cruz! ¡Sí acepto Tu Sangre preciosa derramada hasta la última gota por Amor a mí! Te abro mi corazón y te invito a entrar porque quiero, Señor Jesús, que desde hoy y para siempre Tú seas mi único y suficiente Salvador, mi Dios, mi Rey y mi Señor. Gracias, Dios Poderoso, pues con esta simple oración y profesión de fe he pasado de muerte a Vida, he sido trasladado(a) de las tinieblas a Tu Luz admirable. ¡Hoy he Nacido de Nuevo! ¡Dios, ahora yo Soy Tu Hijo(a)! ¡Ahora Tú eres mi Padre! ¡Nunca más estaré solo(a)! Nunca más viviré derrotado(a). En el nombre de Jesús. Amén.

*Ricardo C. Peredo Jaime   © 2011

 

 

Tres Recomendaciones:

Lo que acabas de suceder al reconocer a Jesucristo como el Señor y Salvador de tu vida, de acuerdo con La Palabra de Dios, es que has Nacido de Nuevo, ya no más como un ser humano común y corriente, sujeto a la ley del pecado y de la muerte, sino que ahora eres un(a) legítimo(a) y auténtico(a) Hijo(a) de Dios Nacido(a) de Nuevo, exactamente igual a Jesucristo, quien ahora es tu Hermano Mayor. Por lo tanto, te hago estas tres importantísimas recomendaciones:

1.     Orar. Orar es platicar con Dios. Así que, búscate un lugar tranquilo donde puedas comenzar a platicar todas tus cosas con Él. Hazlo de forma audible y notarás como Dios siempre responderá a tu corazón.

2.     Leer y meditar la Palabra de Dios. La Biblia es La Palabra de Dios, así que, consigue una Biblia y comienza a leerla y meditarla. ¿Cómo empezar? Es muy sencillo. Dependiendo del día que sea hoy, busca en el programa de lectura “La Biblia en un año” y realiza las lecturas correspondientes. Este programa lo puedes obtener en: A Través de La Biblia En Un Ano (palabradehonor.org) Notarás que el programa está arreglado para imprimirlo como un cuadernillo.

3.     En oración con Dios, tu Padre, busca y únete a una iglesia o congregación cristiana donde enseñen la Palabra de Dios en base a las Buenas Noticias que son el Evangelio de Jesucristo.

*Ricardo C. Peredo Jaime   © 2020

 

 


Lectura y Meditación de la Palabra de Dios

Haz estas lecturas diarias y al final de un año habrás leído toda la Biblia.

Octubre 3                     Apo 3 /  Neh 4 / Sal 98

 

Cápsula del día.





Puedes escuchar o descargar la lectura de la  Biblia en audio del día de hoy, la tenemos para ti en dos versiones: 


RV60 




NVI 



Lectura y Meditación de la Palabra de Dios

Haz estas lecturas diarias y al final de un año habrás leído toda la Biblia.

Octubre 3                     Apo 3 /  Neh 4 / Sal 98

 

Apocalipsis 3

El mensaje a Sardis

3

1Escribe al ángel de la iglesia en Sardis: El que tiene los siete espíritus de Dios, y las siete estrellas, dice esto:

Yo conozco tus obras, que tienes nombre de que vives, y estás muerto. 2Sé vigilante, y afirma las otras cosas que están para morir; porque no he hallado tus obras perfectas delante de Dios. 3Acuérdate, pues, de lo que has recibido y oído; y guárdalo, y arrepiéntete. Pues si no velas, vendré sobre ti como ladrón, y no sabrás a qué hora vendré sobre ti.a 4Pero tienes unas pocas personas en Sardis que no han manchado sus vestiduras; y andarán conmigo en vestiduras blancas, porque son dignas. 5El que venciere será vestido de vestiduras blancas; y no borraré su nombre del libro de la vida,b y confesaré su nombre delante de mi Padre, y delante de sus ángeles.c 6El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias.

El mensaje a Filadelfia

7Escribe al ángel de la iglesia en Filadelfia: Esto dice el Santo, el Verdadero, el que tiene la llave de David, el que abre y ninguno cierra, y cierra y ninguno abre:d

8Yo conozco tus obras; he aquí, he puesto delante de ti una puerta abierta, la cual nadie puede cerrar; porque aunque tienes poca fuerza, has guardado mi palabra, y no has negado mi nombre. 9He aquí, yo entrego de la sinagoga de Satanás a los que se dicen ser judíos y no lo son, sino que mienten; he aquí, yo haré que vengan y se postren a tus pies,e y reconozcan que yo te he amado. 10Por cuanto has guardado la palabra de mi paciencia, yo también te guardaré de la hora de la prueba que ha de venir sobre el mundo entero, para probar a los que moran sobre la tierra. 11He aquí, yo vengo pronto; retén lo que tienes, para que ninguno tome tu corona. 12Al que venciere, yo lo haré columna en el templo de mi Dios, y nunca más saldrá de allí; y escribiré sobre él el nombre de mi Dios, y el nombre de la ciudad de mi Dios, la nueva Jerusalén, la cual desciende del cielo,f de mi Dios, y mi nombre nuevo. 13El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias.

El mensaje a Laodicea

14Y escribe al ángel de la iglesia en Laodicea: He aquí el Amén, el testigo fiel y verdadero, el principio de la creación de Dios,g dice esto:

15Yo conozco tus obras, que ni eres frío ni caliente. ¡Ojalá fueses frío o caliente! 16Pero por cuanto eres tibio, y no frío ni caliente, te vomitaré de mi boca. 17Porque tú dices: Yo soy rico, y me he enriquecido, y de ninguna cosa tengo necesidad; y no sabes que tú eres un desventurado, miserable, pobre, ciego y desnudo. 18Por tanto, yo te aconsejo que de mí compres oro refinado en fuego, para que seas rico, y vestiduras blancas para vestirte, y que no se descubra la vergüenza de tu desnudez; y unge tus ojos con colirio, para que veas. 19Yo reprendo y castigo a todos los que amo;h sé, pues, celoso, y arrepiéntete. 20He aquí, yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a él, y cenaré con él, y él conmigo. 21Al que venciere, le daré que se siente conmigo en mi trono, así como yo he vencido, y me he sentado con mi Padre en su trono. 22El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias.[1]

 

Nehemías

Precauciones contra los enemigos

4

1Cuando oyó Sanbalat que nosotros edificábamos el muro, se enojó y se enfureció en gran manera, e hizo escarnio de los judíos. 2Y habló delante de sus hermanos y del ejército de Samaria, y dijo: ¿Qué hacen estos débiles judíos? ¿Se les permitirá volver a ofrecer sus sacrificios? ¿Acabarán en un día? ¿Resucitarán de los montones del polvo las piedras que fueron quemadas? 3Y estaba junto a él Tobías amonita, el cual dijo: Lo que ellos edifican del muro de piedra, si subiere una zorra lo derribará. 4Oye, oh Dios nuestro, que somos objeto de su menosprecio, y vuelve el baldón de ellos sobre su cabeza, y entrégalos por despojo en la tierra de su cautiverio. 5No cubras su iniquidad, ni su pecado sea borrado delante de ti, porque se airaron contra los que edificaban. 6Edificamos, pues, el muro, y toda la muralla fue terminada hasta la mitad de su altura, porque el pueblo tuvo ánimo para trabajar.

7Pero aconteció que oyendo Sanbalat y Tobías, y los árabes, los amonitas y los de Asdod, que los muros de Jerusalén eran reparados, porque ya los portillos comenzaban a ser cerrados, se encolerizaron mucho; 8y conspiraron todos a una para venir a atacar a Jerusalén y hacerle daño. 9Entonces oramos a nuestro Dios, y por causa de ellos pusimos guarda contra ellos de día y de noche. 10Y dijo Judá: Las fuerzas de los acarreadores se han debilitado, y el escombro es mucho, y no podemos edificar el muro. 11Y nuestros enemigos dijeron: No sepan, ni vean, hasta que entremos en medio de ellos y los matemos, y hagamos cesar la obra. 12Pero sucedió que cuando venían los judíos que habitaban entre ellos, nos decían hasta diez veces: De todos los lugares de donde volviereis, ellos caerán sobre vosotros.

13Entonces por las partes bajas del lugar, detrás del muro, y en los sitios abiertos, puse al pueblo por familias, con sus espadas, con sus lanzas y con sus arcos. 14Después miré, y me levanté y dije a los nobles y a los oficiales, y al resto del pueblo: No temáis delante de ellos; acordaos del Señor, grande y temible, y pelead por vuestros hermanos, por vuestros hijos y por vuestras hijas, por vuestras mujeres y por vuestras casas. 15Y cuando oyeron nuestros enemigos que lo habíamos entendido, y que Dios había desbaratado el consejo de ellos, nos volvimos todos al muro, cada uno a su tarea. 16Desde aquel día la mitad de mis siervos trabajaba en la obra, y la otra mitad tenía lanzas, escudos, arcos y corazas; y detrás de ellos estaban los jefes de toda la casa de Judá. 17Los que edificaban en el muro, los que acarreaban, y los que cargaban, con una mano trabajaban en la obra, y en la otra tenían la espada. 18Porque los que edificaban, cada uno tenía su espada ceñida a sus lomos, y así edificaban; y el que tocaba la trompeta estaba junto a mí.

19Y dije a los nobles, y a los oficiales y al resto del pueblo: La obra es grande y extensa, y nosotros estamos apartados en el muro, lejos unos de otros. 20En el lugar donde oyereis el sonido de la trompeta, reuníos allí con nosotros; nuestro Dios peleará por nosotros. 21Nosotros, pues, trabajábamos en la obra; y la mitad de ellos tenían lanzas desde la subida del alba hasta que salían las estrellas. 22También dije entonces al pueblo: Cada uno con su criado permanezca dentro de Jerusalén, y de noche sirvan de centinela y de día en la obra. 23Y ni yo ni mis hermanos, ni mis jóvenes, ni la gente de guardia que me seguía, nos quitamos nuestro vestido; cada uno se desnudaba solamente para bañarse.[2]

 

SALMO 98

Alabanza por la justicia de Dios

Salmo.

     1     Cantad a Jehová cántico nuevo,

Porque ha hecho maravillas;

Su diestra lo ha salvado, y su santo brazo.

     2     Jehová ha hecho notoria su salvación;

A vista de las naciones ha descubierto su justicia.

     3     Se ha acordado de su misericordia y de su verdad para con la casa de Israel;

Todos los términos de la tierra han visto la salvación de nuestro Dios.

     4     Cantad alegres a Jehová, toda la tierra;

Levantad la voz, y aplaudid, y cantad salmos.

     5     Cantad salmos a Jehová con arpa;

Con arpa y voz de cántico.

     6     Aclamad con trompetas y sonidos de bocina,

Delante del rey Jehová.

     7     Brame el mar y su plenitud,

El mundo y los que en él habitan;

     8     Los ríos batan las manos,

Los montes todos hagan regocijo

     9     Delante de Jehová, porque vino a juzgar la tierra.

Juzgará al mundo con justicia,

Y a los pueblos con rectitud.[3]

 



a 3.3: Mt. 24.43–44; Lc. 12.39–40; Ap. 16.15.

b 3.5: Ex. 32.32–33; Sal. 69.28; Ap. 20.12.

c 3.5: Mt. 10.32; Lc. 12.8.

d 3.7: Is. 22.22.

e 3.9: Is. 60.14.

f 3.12: Ap. 21.2.

g 3.14: Pr. 8.22.

h 3.19: Pr. 3.12.

[1] Reina Valera Revisada (1960). Miami : Sociedades Bı́blicas Unidas, 1998, S. Ap 2.29-3.22

[2] Reina Valera Revisada (1960). Miami : Sociedades Bı́blicas Unidas, 1998, S. Neh 3.32-4.23

[3] Reina Valera Revisada (1960). Miami : Sociedades Bı́blicas Unidas, 1998, S. Sal 97.12-98.9


No hay comentarios:

Publicar un comentario

¿Qué piensas al respecto?