domingo, 21 de noviembre de 2021

¡Cómo vivir en la Voluntad de Dios!

                                                                                                                                                                                                                                                                                                                  <ENGLISH>




 21 Noviembre    

¡Cómo vivir en la Voluntad de Dios!


¡Tu carne está vencida! ¡Sí puedes vivir conforme a la voluntad de Dios!

Por Riqui Ricón*

Puesto que Cristo ha padecido por nosotros en la carne, vosotros también armaos del mismo pensamiento; pues quien ha padecido en la carne, terminó con el pecado, para no vivir el tiempo que resta en la carne, conforme a las concupiscencias de los hombres, sino conforme a la voluntad de Dios (1 P 4.1-2).

Cada vez que leo en la Escritura acerca de la lucha contra el pecado, acerca de la vieja naturaleza y el no vivir conforme a mi carne, le agradezco a Dios con todo mi corazón por Su gran Amor con que me ha amado expresado en el sacrificio que Jesús hizo por mí al morir en esa cruz.

Si te preguntas, ¿qué tiene que ver una cosa con la otra? Quiero decirte que están íntima y totalmente relacionados, pues es gracias a la muerte y resurrección de Jesucristo que se pagó el precio de TODOS tus pecados: pasados, presentes y futuros; para que así, estando tú totalmente libre del pecado, fueses hecho(o) conforme a la imagen de Su Hijo.

Porque a los que antes conoció, también los predestinó para que fuesen hechos conformes a la imagen de su Hijo, para que él sea el primogénito entre muchos hermanos (Ro 8.29).

Me parece sumamente curioso que algunos creyentes se molesten cuando afirmo que Jesucristo ya no es más el Hijo unigénito del Padre. En lugar de considerar esto una especie de blasfemia o degradación hacia Jesús, deberíamos dar gracias que Él no tuvo Su condición de ser igual a Dios como algo a que aferrarse, sino que se despojó a Si mismo para que ahora, tú y yo, seamos también Hijos de Dios.

Haya, pues, en vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús, el cual, siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse, sino que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres; y estando en la condición de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz (Fil 2.5-8).

¡Jesús es el primogénito del Padre y tú eres su hermano(a) menor!

La Biblia, que es la Palabra de Dios, y no puede mentir, dice que la ley del espíritu de vida en Cristo Jesús te ha hecho LIBRE de la ley del pecado y de la muerte. No dice que serás libre a través de tus acciones y esfuerzos para ser santo(a) y agradar a Dios sometiendo tu carne; sino que, claramente dice, ya fuiste, tú, hecho(a) libre por Cristo Jesús, pues, además de haber pagado el precio de tu redención, también padeció por ti en la carne.

Ahora, pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús, los que no andan conforme a la carne, sino conforme al Espíritu. Porque la ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús me ha librado de la ley del pecado y de la muerte (Ro 8.1-2).

Por lo que Jesús hizo en la cruz por Amor a ti, venciendo a la muerte con Su resurrección, ahora tú eres esta persona que no estás conforme con la carne sino conforme al Espíritu.

- ¿Cómo se puede hacer esto? Le preguntó Nicodemo a Jesús, y éste le respondió: -si no nacieres de nuevo no podrás ver ni entrar al reino de Dios (Jn 3.1-6).

En el momento que tú hiciste a Jesús el Señor de tu vida y lo aceptaste como Salvador, en ese preciso instante Naciste de Nuevo; la mujer o el hombre que tú eras, muerto(a) en delitos y pecados, dejó de existir en esa cruz y ahora tú eres nueva creación de Dios: un(a) Hijo(a) de Dios NACIDO(A) DE NUEVO.

De manera que nosotros de aquí en adelante a nadie conocemos según la carne; y aun si a Cristo conocimos según la carne, ya no lo conocemos así.  De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas  (2 Co 5.16-17).

Así que, no se trata de luchar contra la carne y de pagar un precio por tu santidad, sino que, EN VERDAD se trata de creer, aceptar y recibir la santificación mediante la fe [mediante creerle a Dios, creyendo Su Palabra]. Esto es, no vives en santidad para creer, demostrar o sentirte Hijo(a) de Dios, sino que vives muerto(a) a la carne porque ahora YA ERES UN(A) VERDADERO(A) HIJO(A) DE DIOS NACIDO(A) DE NUEVO. Esto es lo que dice la Biblia y, ¡esta es la Verdad!

Ahora bien, el saber y creer esto, de ninguna manera es una licencia para pecar o vivir una vida libertina; no, nada de eso. La Biblia lo dice así:

¿Qué, pues, diremos? ¿Perseveraremos en el pecado para que la gracia abunde?  En ninguna manera. Porque los que hemos muerto al pecado, ¿cómo viviremos aún en él?  ¿O no sabéis que todos los que hemos sido bautizados en Cristo Jesús, hemos sido bautizados en su muerte?  Porque somos sepultados juntamente con él para muerte por el bautismo, a fin de que como Cristo resucitó de los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros andemos en vida nueva (Ro 6.1-4).

Los pecadores, pecan, eso es lo que les gusta y saben hacer. Pero, los(as) Hijos(as) de Dios hemos Nacido de Nuevo y ahora creemos y vivimos de acuerdo a la Palabra de Dios, la Biblia. Ya no andamos más conforme a la carne, sino conforme al Espíritu.

Así que, la victoria sobre tu carne no está en hacer algo sino en creer lo que Dios hizo por ti y en lo que dice acerca de quién ahora eres tú, por medio de Jesucristo. No es por lo que hagas o tengas sino por quién eres. Una vez que creas esto, puedes actuar y hacer que tu fe no sea muerta sino plena de obras y frutos de justicia, ya que la Voluntad de Dios es tu santificación (1 Tes 4.3).

MIREN CUÁNTO NOS ama el Padre celestial que permite que seamos llamados hijos de Dios. ¡Y lo mas maravilloso es que de veras lo somos! Naturalmente, como la mayoría de la gente no conoce a Dios, no comprende por qué lo somos  (1 Jn 3.1).

Ahora eres un(a) Hijo(a) amado(a) de Dios y la ley del pecado y de la muerte con su enfermedad, pobreza, tristeza, soledad, depresión, etc., nada, absolutamente nada, tiene en ti. Puedes, con tu fe, creyéndole a Dios, creyendo Su Palabra, echarlos fuera de tu vida. Jesús no sólo pago todos tus pecados al morir en la cruz por Amor a ti, sino que, también compró para ti una Vida Nueva: la Vida Eterna, para que la vivas plena y abundantemente sobre la tierra.

El ladrón no viene sino para hurtar y matar y destruir; yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia (Jn 10.10).

¡Es verdad! ¡Ahora SÍ puedes vivir conforme a la voluntad de Dios!

Oremos en voz audible:

Amado Padre celestial, una vez más, quiero decirte que te amo, que estoy muy agradecido(a) por tanto y tan grande Amor. De todos mis pecados me arrepiento y, confesándotelos, te pido perdón. Gracias, pues sé que me has perdonado ya que, Si confesamos nuestros pecados, Tu eres fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad. Señor Jesús, hoy me levanto de toda condenación, fracaso o debilidad para ser ese(a)  Hijo(a) que Tú has puesto en autoridad y dominio. Todo lo puedo en Ti, Señor, y en todas las cosas que estoy viviendo hoy, soy más que vencedor(a) por medio de Tu Amor. Me declaro sano(a), libre, próspero(a) y lleno(a) de Tu Amor, para ser luz en medio de las tinieblas y cumplir mi propósito en la tierra amando a mis semejantes como a mí mismo. Gracias Espíritu Santo, pues estás aquí conmigo y de ninguna forma podemos fallar pues mayor eres Tú, que estás en mí, que el que está en el mundo. ¡Soy Santo(a)! ¡Soy justo(a)! ¡Soy perfecto(a)! Puedo ser feliz. Por la Sangre de Jesús. Amén.

 Nota Importante:

¿Cómo me hago Hijo de Dios? ¿Cómo establezco una relación con el Todopoderoso?

Sólo haz la siguiente oración en voz audible poniendo toda tu atención y corazón a lo que le estás diciendo a Dios:

Señor Jesús, yo creo que eres el Hijo de Dios. Que viniste a este mundo de la virgen María para pagar todos mis pecados, y yo he sido un(a) pecador(a). Por eso, te digo el día de hoy que sí acepto. ¡Sí acepto tu sacrificio en la cruz! ¡Sí acepto Tu Sangre preciosa derramada hasta la última gota por Amor a mí! Te abro mi corazón y te invito a entrar porque quiero, Señor Jesús, que desde hoy y para siempre Tú seas mi único y suficiente Salvador, mi Dios, mi Rey y mi Señor. Gracias, Dios Poderoso, pues con esta simple oración y profesión de fe he pasado de muerte a Vida, he sido trasladado(a) de las tinieblas a Tu Luz admirable. ¡Hoy he Nacido de Nuevo! ¡Dios, ahora yo Soy Tu Hijo(a)! ¡Ahora Tú eres mi Padre! ¡Nunca más estaré solo(a)! Nunca más viviré derrotado(a). En el nombre de Jesús. Amén.

*Ricardo C. Peredo Jaime   © 2012

 

Tres Recomendaciones:

Lo que acabas de suceder al reconocer a Jesucristo como el Señor y Salvador de tu vida, de acuerdo con La Palabra de Dios, es que has Nacido de Nuevo, ya no más como un ser humano común y corriente, sujeto a la ley del pecado y de la muerte, sino que ahora eres un(a) legítimo(a) y auténtico(a) Hijo(a) de Dios Nacido(a) de Nuevo, exactamente igual a Jesucristo, quien ahora es tu Hermano Mayor. Por lo tanto, te hago estas tres importantísimas recomendaciones:

1.     Orar. Orar es platicar con Dios. Así que, búscate un lugar tranquilo donde puedas comenzar a platicar todas tus cosas con Él. Hazlo de forma audible y notarás como Dios siempre responderá a tu corazón.

2.     Leer y meditar la Palabra de Dios. La Biblia es La Palabra de Dios, así que, consigue una Biblia y comienza a leerla y meditarla. ¿Cómo empezar? Es muy sencillo. Dependiendo del día que sea hoy, busca en el programa de lectura “La Biblia en un año” y realiza las lecturas correspondientes. Este programa lo puedes obtener en: A Través de La Biblia En Un Ano (palabradehonor.org) Notarás que el programa está arreglado para imprimirlo como un cuadernillo.

3.     En oración con Dios, tu Padre, busca y únete a una iglesia o congregación cristiana donde enseñen la Palabra de Dios en base a las Buenas Noticias que son el Evangelio de Jesucristo.

*Ricardo C. Peredo Jaime   © 2020

 

 

Lectura y Meditación de la Palabra de Dios

Haz estas lecturas diarias y al final de un año habrás leído toda la Biblia.

Noviembre 21                               1 P 4   /  Jer 37-38  /  Sal 137

 

Cápsula del día.




Puedes escuchar o descargar la lectura de la  Biblia en audio del día de hoy, la tenemos para ti en dos versiones: 


RV60 




NVI 



Lectura y Meditación de la Palabra de Dios

Haz estas lecturas diarias y al final de un año habrás leído toda la Biblia.

Noviembre 21                               1 P 4   /  Jer 37-38  /  Sal 137

 

1 Pedro 4

Buenos administradores de la gracia de Dios

4

1Puesto que Cristo ha padecido por nosotros en la carne, vosotros también armaos del mismo pensamiento; pues quien ha padecido en la carne, terminó con el pecado, 2para no vivir el tiempo que resta en la carne, conforme a las concupiscencias de los hombres, sino conforme a la voluntad de Dios. 3Baste ya el tiempo pasado para haber hecho lo que agrada a los gentiles, andando en lascivias, concupiscencias, embriagueces, orgías, disipación y abominables idolatrías. 4A éstos les parece cosa extraña que vosotros no corráis con ellos en el mismo desenfreno de disolución, y os ultrajan; 5pero ellos darán cuenta al que está preparado para juzgar a los vivos y a los muertos. 6Porque por esto también ha sido predicado el evangelio a los muertos, para que sean juzgados en carne según los hombres, pero vivan en espíritu según Dios.

7Mas el fin de todas las cosas se acerca; sed, pues, sobrios, y velad en oración. 8Y ante todo, tened entre vosotros ferviente amor; porque el amor cubrirá multitud de pecados.a 9Hospedaos los unos a los otros sin murmuraciones. 10Cada uno según el don que ha recibido, minístrelo a los otros, como buenos administradores de la multiforme gracia de Dios. 11Si alguno habla, hable conforme a las palabras de Dios; si alguno ministra, ministre conforme al poder que Dios da, para que en todo sea Dios glorificado por Jesucristo, a quien pertenecen la gloria y el imperio por los siglos de los siglos. Amén.

Padeciendo como cristianos

12Amados, no os sorprendáis del fuego de prueba que os ha sobrevenido, como si alguna cosa extraña os aconteciese, 13sino gozaos por cuanto sois participantes de los padecimientos de Cristo, para que también en la revelación de su gloria os gocéis con gran alegría. 14Si sois vituperados por el nombre de Cristo, sois bienaventurados, porque el glorioso Espíritu de Dios reposa sobre vosotros. Ciertamente, de parte de ellos, él es blasfemado, pero por vosotros es glorificado. 15Así que, ninguno de vosotros padezca como homicida, o ladrón, o malhechor, o por entremeterse en lo ajeno; 16pero si alguno padece como cristiano, no se avergüence, sino glorifique a Dios por ello. 17Porque es tiempo de que el juicio comience por la casa de Dios; y si primero comienza por nosotros, ¿cuál será el fin de aquellos que no obedecen al evangelio de Dios? 18Y:

Si el justo con dificultad se salva,

¿En dónde aparecerá el impío y el pecador?b

 19De modo que los que padecen según la voluntad de Dios, encomienden sus almas al fiel Creador, y hagan el bien.[1]

 

 

   

Jeremías 37-38

Encarcelamiento de Jeremías

37

1En lugar de Conías hijo de Joacim reinó el rey Sedequías hijo de Josías, al cual Nabucodonosor rey de Babilonia constituyó por rey en la tierra de Judá.a 2Pero no obedeció él ni sus siervos ni el pueblo de la tierra a las palabras de Jehová, las cuales dijo por el profeta Jeremías.

3Y envió el rey Sedequías a Jucal hijo de Selemías, y al sacerdote Sofonías hijo de Maasías, para que dijesen al profeta Jeremías: Ruega ahora por nosotros a Jehová nuestro Dios. 4Y Jeremías entraba y salía en medio del pueblo; porque todavía no lo habían puesto en la cárcel. 5Y cuando el ejército de Faraón había salido de Egipto, y llegó noticia de ello a oídos de los caldeos que tenían sitiada a Jerusalén, se retiraron de Jerusalén.

6Entonces vino palabra de Jehová al profeta Jeremías, diciendo: 7Así ha dicho Jehová Dios de Israel: Diréis así al rey de Judá, que os envió a mí para que me consultaseis: He aquí que el ejército de Faraón que había salido en vuestro socorro, se volvió a su tierra en Egipto. 8Y volverán los caldeos y atacarán esta ciudad, y la tomarán y la pondrán a fuego. 9Así ha dicho Jehová: No os engañéis a vosotros mismos, diciendo: Sin duda ya los caldeos se apartarán de nosotros; porque no se apartarán. 10Porque aun cuando hirieseis a todo el ejército de los caldeos que pelean contra vosotros, y quedasen de ellos solamente hombres heridos, cada uno se levantará de su tienda, y pondrán esta ciudad a fuego.

11Y aconteció que cuando el ejército de los caldeos se retiró de Jerusalén a causa del ejército de Faraón, 12salía Jeremías de Jerusalén para irse a tierra de Benjamín, para apartarse de en medio del pueblo. 13Y cuando fue a la puerta de Benjamín, estaba allí un capitán que se llamaba Irías hijo de Selemías, hijo de Hananías, el cual apresó al profeta Jeremías, diciendo: Tú te pasas a los caldeos. 14Y Jeremías dijo: Falso; no me paso a los caldeos. Pero él no lo escuchó, sino prendió Irías a Jeremías, y lo llevó delante de los príncipes. 15Y los príncipes se airaron contra Jeremías, y le azotaron y le pusieron en prisión en la casa del escriba Jonatán, porque la habían convertido en cárcel.

16Entró, pues, Jeremías en la casa de la cisterna, y en las bóvedas. Y habiendo estado allá Jeremías por muchos días, 17el rey Sedequías envió y le sacó; y le preguntó el rey secretamente en su casa, y dijo: ¿Hay palabra de Jehová? Y Jeremías dijo: Hay. Y dijo más: En mano del rey de Babilonia serás entregado. 18Dijo también Jeremías al rey Sedequías: ¿En qué pequé contra ti, y contra tus siervos, y contra este pueblo, para que me pusieseis en la cárcel? 19¿Y dónde están vuestros profetas que os profetizaban diciendo: No vendrá el rey de Babilonia contra vosotros, ni contra esta tierra? 20Ahora pues, oye, te ruego, oh rey mi señor; caiga ahora mi súplica delante de ti, y no me hagas volver a casa del escriba Jonatán, para que no muera allí. 21Entonces dio orden el rey Sedequías, y custodiaron a Jeremías en el patio de la cárcel, haciéndole dar una torta de pan al día, de la calle de los Panaderos, hasta que todo el pan de la ciudad se gastase. Y quedó Jeremías en el patio de la cárcel.

Jeremías en la cisterna

38

1Oyeron Sefatías hijo de Matán, Gedalías hijo de Pasur, Jucal hijo de Selemías, y Pasur hijo de Malquías, las palabras que Jeremías hablaba a todo el pueblo, diciendo: 2Así ha dicho Jehová: El que se quedare en esta ciudad morirá a espada, o de hambre, o de pestilencia; mas el que se pasare a los caldeos vivirá, pues su vida le será por botín, y vivirá. 3Así ha dicho Jehová: De cierto será entregada esta ciudad en manos del ejército del rey de Babilonia, y la tomará. 4Y dijeron los príncipes al rey: Muera ahora este hombre; porque de esta manera hace desmayar las manos de los hombres de guerra que han quedado en esta ciudad, y las manos de todo el pueblo, hablándoles tales palabras; porque este hombre no busca la paz de este pueblo, sino el mal. 5Y dijo el rey Sedequías: He aquí que él está en vuestras manos; pues el rey nada puede hacer contra vosotros. 6Entonces tomaron ellos a Jeremías y lo hicieron echar en la cisterna de Malquías hijo de Hamelec, que estaba en el patio de la cárcel; y metieron a Jeremías con sogas. Y en la cisterna no había agua, sino cieno, y se hundió Jeremías en el cieno.

7Y oyendo Ebed-melec, hombre etíope, eunuco de la casa real, que habían puesto a Jeremías en la cisterna, y estando sentado el rey a la puerta de Benjamín, 8Ebed-melec salió de la casa del rey y habló al rey, diciendo: 9Mi señor el rey, mal hicieron estos varones en todo lo que han hecho con el profeta Jeremías, al cual hicieron echar en la cisterna; porque allí morirá de hambre, pues no hay más pan en la ciudad. 10Entonces mandó el rey al mismo etíope Ebed-melec, diciendo: Toma en tu poder treinta hombres de aquí, y haz sacar al profeta Jeremías de la cisterna, antes que muera. 11Y tomó Ebed-melec en su poder a los hombres, y entró a la casa del rey debajo de la tesorería, y tomó de allí trapos viejos y ropas raídas y andrajosas, y los echó a Jeremías con sogas en la cisterna. 12Y dijo el etíope Ebed-melec a Jeremías: Pon ahora esos trapos viejos y ropas raídas y andrajosas, bajo los sobacos, debajo de las sogas. Y lo hizo así Jeremías. 13De este modo sacaron a Jeremías con sogas, y lo subieron de la cisterna; y quedó Jeremías en el patio de la cárcel.

Sedequías consulta secretamente a Jeremías

14Después envió el rey Sedequías, e hizo traer al profeta Jeremías a su presencia, en la tercera entrada de la casa de Jehová. Y dijo el rey a Jeremías: Te haré una pregunta; no me encubras ninguna cosa. 15Y Jeremías dijo a Sedequías: Si te lo declarare, ¿no es verdad que me matarás? y si te diere consejo, no me escucharás. 16Y juró el rey Sedequías en secreto a Jeremías, diciendo: Vive Jehová que nos hizo esta alma, que no te mataré, ni te entregaré en mano de estos varones que buscan tu vida.

17Entonces dijo Jeremías a Sedequías: Así ha dicho Jehová Dios de los ejércitos, Dios de Israel: Si te entregas en seguida a los príncipes del rey de Babilonia, tu alma vivirá, y esta ciudad no será puesta a fuego, y vivirás tú y tu casa. 18Pero si no te entregas a los príncipes del rey de Babilonia, esta ciudad será entregada en mano de los caldeos, y la pondrán a fuego, y tú no escaparás de sus manos. 19Y dijo el rey Sedequías a Jeremías: Tengo temor de los judíos que se han pasado a los caldeos, no sea que me entreguen en sus manos y me escarnezcan. 20Y dijo Jeremías: No te entregarán. Oye ahora la voz de Jehová que yo te hablo, y te irá bien y vivirás. 21Pero si no quieres entregarte, esta es la palabra que me ha mostrado Jehová: 22He aquí que todas las mujeres que han quedado en casa del rey de Judá serán sacadas a los príncipes del rey de Babilonia; y ellas mismas dirán: Te han engañado, y han prevalecido contra ti tus amigos; hundieron en el cieno tus pies, se volvieron atrás. 23Sacarán, pues, todas tus mujeres y tus hijos a los caldeos, y tú no escaparás de sus manos, sino que por mano del rey de Babilonia serás apresado, y a esta ciudad quemará a fuego.

24Y dijo Sedequías a Jeremías: Nadie sepa estas palabras, y no morirás. 25Y si los príncipes oyeren que yo he hablado contigo, y vinieren a ti y te dijeren: Decláranos ahora qué hablaste con el rey, no nos lo encubras, y no te mataremos; asimismo qué te dijo el rey; 26les dirás: Supliqué al rey que no me hiciese volver a casa de Jonatán para que no me muriese allí. 27Y vinieron luego todos los príncipes a Jeremías, y le preguntaron; y él les respondió conforme a todo lo que el rey le había mandado. Con esto se alejaron de él, porque el asunto no se había oído. 28Y quedó Jeremías en el patio de la cárcel hasta el día que fue tomada Jerusalén; y allí estaba cuando Jerusalén fue tomada.a[2]

       

SALMO 137

 

Lamento de los cautivos en Babilonia

     1     Junto a los ríos de Babilonia,

Allí nos sentábamos, y aun llorábamos,

Acordándonos de Sion.

     2     Sobre los sauces en medio de ella

Colgamos nuestras arpas.

     3     Y los que nos habían llevado cautivos nos pedían que cantásemos,

Y los que nos habían desolado nos pedían alegría, diciendo:

Cantadnos algunos de los cánticos de Sion.

     4     ¿Cómo cantaremos cántico de Jehová

En tierra de extraños?

     5     Si me olvidare de ti, oh Jerusalén,

Pierda mi diestra su destreza.

     6     Mi lengua se pegue a mi paladar,

Si de ti no me acordare;

Si no enalteciere a Jerusalén

Como preferente asunto de mi alegría.

     7     Oh Jehová, recuerda contra los hijos de Edom el día de Jerusalén,

Cuando decían: Arrasadla, arrasadla

Hasta los cimientos.

     8     Hija de Babilonia la desolada,

Bienaventurado el que te diere el pago

De lo que tú nos hiciste.a

     9     Dichoso el que tomare y estrellare tus niños

Contra la peña.[3]

 



a a 4.8: Pr. 10.12.

b b 4.18: Pr. 11.31.

[1] Reina Valera Revisada (1960). Miami : Sociedades Bı́blicas Unidas, 1998, S. 1 P 3.22-4.19

a a 37.1: 2 R. 24.17; 2 Cr. 36.10.

a a 38.28: Ez. 33.21.

[2] Reina Valera Revisada (1960). Miami : Sociedades Bı́blicas Unidas, 1998, S. Jr 36.32-38.28

a a 137.8: Ap. 18.6.

[3] Reina Valera Revisada (1960). Miami : Sociedades Bı́blicas Unidas, 1998, S. Sal 136.26-137.9


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