jueves, 1 de marzo de 2012

¡Cómo recibir de Dios!

Jueves 9 de Febrero de 2012.
¡Alegre, constante y persistentemente!
Por Riqui Ricón*
Pacientemente esperé a Jehová, Y se inclinó a mí, y oyó mi clamor. Y me hizo sacar del pozo de la desesperación, del lodo cenagoso; Puso mis pies sobre peña, y enderezó mis pasos. Puso luego en mi boca cántico nuevo, alabanza a nuestro Dios. Verán esto muchos, y temerán, Y confiarán en Jehová (Sal 40.1-3).
Muchas veces he malinterpretado lo que la Biblia se refiere como paciencia. Pensaba que era soportar con humilde resignación cualquier adversidad hasta que, de pronto, sin saber cuándo ni cómo, por la misericordia de Dios, llegase la liberación esperada.
¡Desde luego que todo es por el amor y la misericordia de Dios! Sin embargo, las palabras paciencia y pacientemente tienen un significado muy diferente en el lenguaje bíblico. Significan resistir alegremente (lleno de esperanza), constancia y persistencia. De esta forma, el primer verso del Salmo 40 dice: Con constancia, alegría y persistencia he esperado al Señor, por lo que Él se inclinó hacia mí y me escuchó.
Es, pues, la fe la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve (He 11.1).
Estas constancia, alegría y persistencia sólo pueden provenir de un lugar: de tener la certeza y estar 100 por ciento convencido, en tu mente y corazón, que Dios, tu Padre, te va a responder; de que la Biblia es Su Palabra y, por lo tanto, todo lo que está escrito en ella acerca de ti, Él lo va a cumplir. Teniendo tal certeza y convicción, quién no esperaría constante, alegre y persistentemente, pues sabes que sabes, que Dios no faltará a Su Palabra.
Dios no es hombre, para que mienta, Ni hijo de hombre para que se arrepienta. El dijo, ¿y no hará? Habló, ¿y no lo ejecutará? (Num 23.19)
Así la fe viene por creer la Palabra de Dios y, ante la circunstancia más adversa, pareciera que tú sabes algo que los demás no saben, que tienes algo que los demás no tienen, pues tu actitud no es la de una víctima sufriente sino de un(a) constante y persistente vencedor(a). Tú sabes y tienes algo que los demás no. Tú tienes la Palabra de Honor de Dios que te garantiza que todo va estar bien.
Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados (Ro 8.28).
El verdadero problema surge cuando el diablo utiliza los problemas y circunstancias adversas para tratar de convencerte que nada va a cambiar y que es más sencillo, y normal, resignarse ante las grandes dificultades. Intentará, con todas sus fuerzas, de influenciar tus emociones y sentimientos para que creas que es mejor aceptar la realidad y que, quizá en esta ocasión, la voluntad de Dios sea enseñarte alguna lección mediante la prueba de aflicción.
Cuando Satanás logra sembrar la duda y el temor en el corazón de los creyentes, éstos comienzan justificar lo que no entienden, al grado de atribuirle a nuestro buen Padre, acciones malas, pues piensan que si Dios no responde a Su Palabra entonces el Evangelio será menospreciado y ellos serán avergonzados.
Ante cualquier duda o temor, recuerda siempre que Dios es bueno y te ama tanto que prefirió entregar a Su propio Hijo antes que perderte a ti.
Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna. Porque no envió Dios a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por él (Jn 3.16-17).
Dios te ama tanto que, a pesar de lo que hiciste con tu vida, te ha hecho Su Hija(o).
Mirad cuál amor nos ha dado el Padre, para que seamos llamados hijos de Dios;  por esto el mundo no nos conoce, porque no le conoció a él (1 Jn 3.1).
La buena noticia es que, todo esto, no se trata de tu palabra, sino la de Él. Por lo tanto, no eres tú quien la tienes que cumplir, sino Él, y Él es, Dios, nada más y nada menos, el Todopoderoso.
Vale aquí recordar la respuesta que Jesús dio a los saduceos que no creían en la resurrección de los muertos: erráis, ignorando las Escrituras y el Poder de Dios (Mat 22.29).
Venga a mí tu misericordia, oh Jehová; Tu salvación, conforme a tu dicho. Y daré por respuesta a mi avergonzador, Que en tu palabra he confiado (Sal 119.41-42).
La Biblia, la Palabra de Dios, que no puede mentir, se define a sí misma como la perfecta Ley, la Ley de la libertad.
Porque cuando Dios hizo la promesa a Abraham, no pudiendo jurar por otro mayor, juró por sí mismo, diciendo: De cierto te bendeciré con abundancia y te multiplicaré grandemente. Y habiendo esperado con paciencia (con constancia, con alegría, con persistencia), alcanzó la promesa (He 6.13-15).
Cuando tú sabes en quién has creído; cuando sabes que Dios no miente y que lo que te ha dicho es la verdad y lo va a cumplir, entonces, puedes afrontar cualquier circunstancia con alegría, siendo constante y persistentemente al esperar en Él, pues estás firmemente sustentada(o) en la infalible e inmutable Palabra de Dios, Su Palabra de Honor.
Así que, te conviene buscar todas las promesas que hay en la Biblia tocantes a tu necesidad y comenzar a declararlas como ciertas, pues fueron dichas por Dios para ti.
Oremos en voz audible:
Amado Padre celestial, por el gran Amor con que me has amado ahora yo soy Tu Hija(o) y yo en Ti confío. Tú dices en Tu Palabra que dichosos son el hombre y la mujer que en Ti confían. ¡Soy dichosa(o)! Pues sin importar las circunstancias que hoy enfrento, Tú, mi Dios, cumplirás Tu propósito en mí y saldré adelante más que vencedor(a). Pues aunque ande en valle de sombra y de muerte, Tú estás conmigo y, ¿qué puedo decir a esto? Si Dios es conmigo, ¿quién contra mí? Gracias, Señor Jesús, por lo que Tú hiciste por amor a mí al morir en esa cruz, ahora yo tengo la Vida Eterna de un(a) Hija(o) de Dios Nacida(o) de Nuevo y en verdad puedo ser constante, alegre y persistente al esperar en Tu Palabra. El cielo y la tierra pasarán, más Tu Palabra no pasará. Así que, está es la confianza que tengo en Ti, que si Te pido alguna cosa conforme a Tu Voluntad, conforme a Tu Palabra, sé que Tú me oyes, y si sé que Tú me oyes, también sé que tengo todo lo que Te he pedido. Por lo tanto, resisto al espíritu de temor, duda, pobreza y enfermedad, creyendo y recibiendo lo que Tú, mi Señor y Salvador, Jesucristo, pagaste para mí. ¡Soy sana(o) y libre de toda enfermedad y dolencia! ¡Soy libre del temor, la ansiedad y la duda! Pues no he recibido el espíritu de esclavitud para estar otra vez en temor, sino que he recibido el espíritu de adopción y hoy clamo, ¡Abba, Padre! Declaro mi libertad y prosperidad financiera. Recibo el Amor, gozo y paz que Tú, Espíritu Santo, has puesto en mí para vivir una vida plena y abundante. Declaro que todo lo que tenga que esperar de Ti, mi Dios y Padre, lo haré pacientemente, con constancia, alegría y persistencia, pues estoy totalmente segura(o), en Tu Palabra, que lo he de recibir. En el nombre de Jesús. Amén.
*Ricardo C. Peredo Jaime   © 2011


Lectura y Meditación de la Palabra de Dios
Haz estas lecturas diarias y al final de un año habrás leído toda la Biblia.
Febrero 9                               Heb 6.13-20 /  Ex 1-2 /  Sal 40

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