miércoles, 22 de mayo de 2024

¿Qué hago con mis pecados?

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 22 Mayo

¿Qué hago con mis pecados?


¡Confiésalos!

Por Riqui Ricón*

10 Crea en mí, oh Dios, un corazón limpio, Y renueva un espíritu recto dentro de mí. 11 No me eches de delante de ti, Y no quites de mí tu santo Espíritu.  12 Vuélveme el gozo de tu salvación, Y espíritu noble me sustente (Sal 51.10-12).

En la historia del rey David no hay momento más revelador de la naturaleza caída del ser humano y de la forma como Dios trata con esa naturaleza, que el episodio del adulterio con Betsabé y el asesinato de Urías heteo para encubrir su pecado.

Ten piedad de mí, oh Dios, conforme a tu misericordia; Conforme a la multitud de tus piedades borra mis rebeliones. Lávame más y más de mi maldad, Y límpiame de mi pecado. Porque yo reconozco mis rebeliones, Y mi pecado está siempre delante de mí. Contra ti, contra ti solo he pecado, Y he hecho lo malo delante de tus ojos; Para que seas reconocido justo en tu palabra, Y tenido por puro en tu juicio (Sal 51:1-4 RV1960).

David escribió el salmo 51 como una oración de arrepentimiento después de haber sido confrontado por el profeta Natán. Sin embargo, mientras avanza en su confesión, el Espíritu Santo le revela que su naturaleza está vendida al pecado y no tiene remedio pues es un esclavo en ese sentido. Así que, notamos un cambio asombroso a partir del versículo diez, pues deja de pedir perdón y misericordia para solicitar un milagro, le pide a Dios que lo cambie, que le dé una Nueva Naturaleza, pues si lo perdona hoy mañana volverá a caer. Es como si robara del futuro el reclamo de la vieja naturaleza hecho en Romanos siete:

Entonces no soy yo el que hace lo que está mal, sino el pecado que vive en mí. Yo sé que en mí, es decir, en mi naturaleza pecaminosa* no existe nada bueno. Quiero hacer lo que es correcto, pero no puedo. Quiero hacer lo que es bueno, pero no lo hago. No quiero hacer lo que está mal, pero igual lo hago. Ahora, si hago lo que no quiero hacer, realmente no soy yo el que hace lo que está mal, sino el pecado que vive en mí. He descubierto el siguiente principio de vida: que cuando quiero hacer lo que es correcto, no puedo evitar hacer lo que está mal. Amo la ley de Dios con todo mi corazón. Pero hay otro poder* dentro de mí que está en guerra con mi mente. Ese poder me esclaviza al pecado que todavía está dentro de mí. ¡Soy un pobre desgraciado! ¿Quién me libertará de esta vida dominada por el pecado y la muerte? (Rom 7:17-24 NTV).

Así que, por guía del Espíritu Santo, David comprende esto y pide ser creado de nuevo:

Crea en mí, oh Dios, un corazón limpio y renueva un espíritu fiel dentro de mí. No me expulses de tu presencia y no me quites tu Espíritu Santo. Restaura en mí la alegría de tu salvación y haz que esté dispuesto a obedecerte (Sal 51:10-12 NTV).

De esta forma, mil años antes de Jesucristo, Dios establece la condición fundamental para la redención del ser humano, para la victoria sobre el pecado y la muerte: Nacer de Nuevo. Este fundamento estará siendo revelado mediante los profetas del Antiguo Testamento.

»”Entonces los rociaré con agua pura y quedarán limpios. Lavaré su inmundicia y dejarán de rendir culto a ídolos. Les daré un corazón nuevo y pondré un espíritu nuevo dentro de ustedes. Les quitaré ese terco corazón de piedra y les daré un corazón tierno y receptivo.* Pondré mi Espíritu en ustedes para que sigan mis decretos y se aseguren de obedecer mis ordenanzas (Eze 36:25-27 NTV).

Hasta llegar al mismísimo Jesús:

Jesús le respondió: —Te digo la verdad, a menos que nazcas de nuevo,* no puedes ver el reino de Dios. —¿Qué quieres decir? —exclamó Nicodemo —. ¿Cómo puede un hombre mayor volver al vientre de su madre y nacer de nuevo? Jesús le contestó: —Te digo la verdad, nadie puede entrar en el reino de Dios si no nace de agua y del Espíritu.* El ser humano sólo puede reproducir la vida humana, pero la vida espiritual nace del Espíritu Santo.* Así que no te sorprendas cuando digo: “Tienen que nacer de nuevo” (Jua 3:3-7 NTV).

Así que, a menos que acepte de todo corazón el pago que Jesús hizo de todos mis pecados al morir en esa cruz y resucitar venciendo al pecado y a la muerte, todo por amor a mí. No podré Nacer de Nuevo y sigo atado(a), inevitablemente, a la naturaleza pecadora del ser humano.

Miren cuánto nos ama el Padre que somos llamados hijos de Dios. ¡Y de veras lo somos! Como la mayoría de la gente no conoce a Dios, tampoco reconoce lo que somos (1Jn 3:1 NBD).

La buena noticia, el Evangelio de Jesucristo, es que ahora eres un(a) legítimo(a) y auténtico(a) Hijo(a) de Dios Nacido(a) de Nuevo y, aunque pecamos, porque aún pecamos…

Si decimos que no hemos pecado,  le hacemos a él mentiroso,  y su palabra no está en nosotros (1Jn 1:10 RV60).

…la forma en que Dios trata con los pecados de Sus Hijos ahora es muy diferente, veamos:

El Señor envió a Natán para que le dijera a David: —Había dos hombres que vivían en una ciudad. Uno era rico, y otro pobre. El rico tenía muchas ovejas y ganado. Pero el pobre no tenía nada, excepto una ovejita que había comprado y criado. La ovejita creció con él y sus hijos, comía de su comida, bebía de su vaso y dormía en su regazo. Ella era para el hombre pobre como su propia hija. Sucedió entonces que un viajero llegó a visitar al hombre rico. Este quería ofrecerle de comer pero como no quería matar a ninguna de sus ovejas ni ganado para alimentar al viajero, tomó la ovejita del hombre pobre y la mandó preparar para darle de comer a su huésped. David se enojó tanto contra el hombre rico que le dijo a Natán: —¡Tan cierto como que el Señor vive, que el que hizo eso merece la muerte! Debe pagar cuatro vecesa el valor de la oveja por haber cometido este acto terrible y no haber tenido piedad. Entonces Natán le dijo a David: —¡Tú eres ese hombre! El Señor Dios de Israel dice: “Te elegíb para que fueras el rey de Israel. Te libré de Saúl. Dejé que tomaras a su familia y sus esposas, y te hice rey de Israel y Judá. Y como si no fuera suficiente, te di cada vez más. ¿Por qué entonces ignoraste mi mandato e hiciste lo que me desagrada? Dejaste que los amonitas mataran a Urías el hitita para quedarte con su esposa. Es como si tú mismo lo hubieras matado en batalla. ¡Por eso tu familia jamás tendrá paz! Al tomar a la esposa de Urías el hitita, me despreciaste”. Ahora el Señor dice: “Traeré desastre contra ti, y vendrá de tu misma familia. Tomaré a tus mujeres y se las entregaré a un hombre cercano a ti. Él dormirá con ellas y todo mundo lo sabrá. Tú te acostaste con Betsabé a escondidas, pero tu castigo estará a la vista de todo Israel”. Entonces David reconoció ante Natán diciendo: —He pecado contra el Señor. Natán le dijo a David: —El Señor te perdonará incluso este pecado, no morirás. Pero por haber hecho lo que hace que los enemigos del Señor le pierdan el respeto, tu hijo sí morirá (2Sa 12:1-14 PDT).

Como en el caso de David, Dios siempre nos confronta con nuestro pecado y en esta ocasión le pidió al profeta Natán que le presentara una historia en la que, al final, el mismo David fuera evidenciado en sus acciones. Y aunque el ser humano tiende a ocultar o justificar sus pecados (vaya contradicción porque ¿cómo se puede justificar un pecado?), David representa aquí a alguien que tiene una buena relación con Dios.

Pero Dios quitó a Saúl y lo reemplazó con David, un hombre de quien Dios dijo: “He encontrado en David, hijo de Isaí, a un hombre conforme a mi propio corazón; él hará todo lo que yo quiero que haga” (Hch 13:22 NTV).

Siendo un prototipo de cualquier Hijo(a) de Dios Nacido(a) de Nuevo, David en lugar de esconder o justificar su pecado, lo reconoció y lo confesó. Porque aunque en el Antiguo Pacto los pecados se cubrían con la sangre de un cordero, ahora, en el Nuevo Pacto en la Sangre de Jesús, en el Pacto de la Gracia, es necesario reconocer y confesar los pecados para alcanzar la restauración mediante la Sangre de Jesús.

Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad (1Jn 1:9 RV1960).

Una vez que hemos reconocido y confesado el pecado, Fiel y Justo es Dios para perdonarnos y limpiarnos por la mediación de nuestro abogado que es Cristo Jesús.

Mis queridos hijos, les escribo estas cosas para que no pequen. Pero si alguno peca, tenemos ante el Padre a un intercesor, a Jesucristo, el Justo. Él es el sacrificio por el perdón de[a] nuestros pecados, y no sólo por los nuestros sino por los de todo el mundo (1Jn 2:1-2 NVI).

Así que, este problema de los pecados que todavía cometemos ya no es asunto de Satanás, ya no puede condenarnos para alejarnos de nuestro Padre celestial.

Ahora, pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús, los que no andan conforme a la carne, sino conforme al Espíritu. Porque la ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús me ha librado de la ley del pecado y de la muerte (Rom 8:1-2 RV1960).

No somos pecadores. Los pecadores pecan, es lo que saben hacer y les gusta hacerlo. Nosotros somos Hijos de Dios Nacidos de Nuevo, redimidos de la naturaleza pecaminosa por la Sangre de Jesús y si caemos en pecado nos levantamos y corremos hacia Dios nuestro Padre.

Porque siete veces cae el justo, y vuelve a levantarse; Mas los impíos caerán en el mal (Pro 24:16 RV1960)

En lugar de alejarnos de Dios todos condenados, que es lo que el diablo quiere, vamos hacia Él, confesamos nuestro pecado, le damos lugar al arrepentimiento, la comunión es restaurada y seguimos adelante peleando la buena batalla de la fe hasta que alcancemos la estatura del varón perfecto, Cristo Jesús, nuestro hermano mayor.

Oremos en voz audible:

Amado Padre celestial, muchas gracias porque me has dado provisión y protección en esta buena batalla que estoy librando contra Satanás y su sistema, el mundo. Gracias porque me has dado la forma de levantarme de las caídas, aprender y seguir peleando. Entiendo que es la vieja naturaleza la que trata de convencerme a esconderme de ti y a ocultar mis pecados, pero ella ya no tiene nada en mí. Desde hoy, el confesarte mis pecados y el arrepentimiento serán una constante en mi vida (ayúdame Espíritu Santo a hacerlo así, pues sin Ti, no puedo). Ahora comprendo cuán importante es para Ti que yo honre Tu Palabra. De toda duda y de haberme alejado de Tu Palabra, la Biblia, me arrepiento y te pido perdón. Dios, entre más leo y medito Tu Palabra, me asombro más y más de Tu Grande y Eterno Amor por mí. Señor Jesús, es Tu Vida, Tu Sangre, Tu muerte y resurrección lo que me habilita para la Vida Eterna. ¡Gracias! ¡Muchas gracias, Señor Jesús! ¡Cómo no voy amarte! ¡Cómo no he de adorarte! Siendo Tú quién eres, Dios Verdadero, hiciste de mí un(a) Hijo(a) Tuyo(a) Nacido(a) de Nuevo. ¡Lo creo y lo recibo! Por tanto, estoy seguro(a) de que ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni potestades, ni lo presente, ni lo por venir, ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada me podrá separar de Tu amor, mi Dios y Padre, que es en Cristo Jesús mi Señor. Así que, declaro que estoy habilitado(a) por la Palabra de Dios con la Vida Eterna para reinar sobre la tierra. Voy a establecer Tu Reino poniendo Tu Palabra, Señor, en mi mente, boca y corazón. Yo soy la persona que Dios dice que soy en Su Palabra, la Biblia. ¡Soy sano(a)! ¡Soy libre! ¡Soy próspero(a)! ¡Soy más que vencedor(a)! ¡Todo lo puedo en Cristo! Y, por la Sangre de Jesús, soy dichoso(a) para vivir una vida plena y abundante. Muchas gracias, Señor Jesús. Gracias por esta Nueva Vida en Plenitud que ahora tengo. Gracias por mi sanidad. Gracias por mi salud. Gracias por mi prosperidad. Gracias por el Amor, la paz y el gozo que ahora disfruto. ¡Gracias por mi Victoria sobre la muerte! ¡Soy libre de la ley del pecado y  de la muerte! ¡La Palabra de Dios me ha hecho así! En el nombre de Jesús. Amén

 Nota Importante:

¿Cómo me hago Hijo de Dios? ¿Cómo establezco una relación con el Todopoderoso?

Sólo haz la siguiente oración en voz audible poniendo toda tu atención y corazón a lo que le estás diciendo a Dios:

Señor Jesús, yo creo que eres el Hijo de Dios. Que viniste a este mundo de la virgen María para pagar todos mis pecados, y yo he sido un(a) pecador(a). Por eso, te digo el día de hoy que sí acepto. ¡Sí acepto tu sacrificio en la cruz! ¡Sí acepto Tu Sangre preciosa derramada hasta la última gota por Amor a mí! Te abro mi corazón y te invito a entrar porque quiero, Señor Jesús, que desde hoy y para siempre Tú seas mi único y suficiente Salvador, mi Dios, mi Rey y mi Señor. Gracias, Dios Poderoso, pues con esta simple oración y profesión de fe he pasado de muerte a Vida, he sido trasladado(a) de las tinieblas a Tu Luz admirable. ¡Hoy he Nacido de Nuevo! ¡Dios, ahora yo Soy Tu Hijo(a)! ¡Ahora Tú eres mi Padre! ¡Nunca más estaré solo(a)! Nunca más viviré derrotado(a). En el nombre de Jesús. Amén.

*Ricardo C. Peredo Jaime   © 2011

 

Tres Recomendaciones:

Lo que acabas de suceder al reconocer a Jesucristo como el Señor y Salvador de tu vida, de acuerdo con La Palabra de Dios, es que has Nacido de Nuevo, ya no más como un ser humano común y corriente, sujeto a la ley del pecado y de la muerte, sino que ahora eres un(a) legítimo(a) y auténtico(a) Hijo(a) de Dios Nacido(a) de Nuevo, exactamente igual a Jesucristo, quien ahora es tu Hermano Mayor. Por lo tanto, te hago estas tres importantísimas recomendaciones:

  1. Orar. Orar es platicar con Dios. Así que, búscate un lugar tranquilo donde puedas comenzar a platicar todas tus cosas con Él. Hazlo de forma audible y notarás como Dios siempre responderá a tu corazón.
  2. Leer y meditar la Palabra de Dios. La Biblia es La Palabra de Dios, así que, consigue una Biblia y comienza a leerla y meditarla. ¿Cómo empezar? Es muy sencillo. Dependiendo del día que sea hoy, busca en el programa de lectura “La Biblia en un año” y realiza las lecturas correspondientes. Este programa lo puedes obtener en: A Través de La Biblia En Un Ano (palabradehonor.org) Notarás que el programa está arreglado para imprimirlo como un cuadernillo.
  3. En oración con Dios, tu Padre, busca y únete a una iglesia o congregación cristiana donde enseñen la Palabra de Dios en base a las Buenas Noticias que son el Evangelio de Jesucristo.

*Ricardo C. Peredo Jaime   © 2020

 

 


Lectura y Meditación de la Palabra de Dios

Haz estas lecturas diarias y al final de un año habrás leído toda la Biblia.

Mayo 22                            Hch 27. 13-44  /  1 S 3  /  Sal 51


Cápsula del día.





Puedes escuchar o descargar la lectura de la  Biblia en audio del día de hoy, la tenemos para ti en dos versiones: 


RV60 




NVI 




Lectura y Meditación de la Palabra de Dios

Haz estas lecturas diarias y al final de un año habrás leído toda la Biblia.

Mayo 22                            Hch 27. 13-44  /  1 S 3   Sal 51

 

Hechos 27. 13-44

La tempestad en el mar

13Y soplando una brisa del sur, pareciéndoles que ya tenían lo que deseaban, levaron anclas e iban costeando Creta. 14Pero no mucho después dio contra la nave un viento huracanado llamado Euroclidón. 15Y siendo arrebatada la nave, y no pudiendo poner proa al viento, nos abandonamos a él y nos dejamos llevar. 16Y habiendo corrido a sotavento de una pequeña isla llamada Clauda, con dificultad pudimos recoger el esquife. 17Y una vez subido a bordo, usaron de refuerzos para ceñir la nave; y teniendo temor de dar en la Sirte, arriaron las velas y quedaron a la deriva. 18Pero siendo combatidos por una furiosa tempestad, al siguiente día empezaron a alijar, 19y al tercer día con nuestras propias manos arrojamos los aparejos de la nave. 20Y no apareciendo ni sol ni estrellas por muchos días, y acosados por una tempestad no pequeña, ya habíamos perdido toda esperanza de salvarnos.

21Entonces Pablo, como hacía ya mucho que no comíamos, puesto en pie en medio de ellos, dijo: Habría sido por cierto conveniente, oh varones, haberme oído, y no zarpar de Creta tan sólo para recibir este perjuicio y pérdida. 22Pero ahora os exhorto a tener buen ánimo, pues no habrá ninguna pérdida de vida entre vosotros, sino solamente de la nave. 23Porque esta noche ha estado conmigo el ángel del Dios de quien soy y a quien sirvo, 24diciendo: Pablo, no temas; es necesario que comparezcas ante César; y he aquí, Dios te ha concedido todos los que navegan contigo. 25Por tanto, oh varones, tened buen ánimo; porque yo confío en Dios que será así como se me ha dicho. 26Con todo, es necesario que demos en alguna isla.

27Venida la decimacuarta noche, y siendo llevados a través del mar Adriático, a la medianoche los marineros sospecharon que estaban cerca de tierra; 28y echando la sonda, hallaron veinte brazas; y pasando un poco más adelante, volviendo a echar la sonda, hallaron quince brazas. 29Y temiendo dar en escollos, echaron cuatro anclas por la popa, y ansiaban que se hiciese de día. 30Entonces los marineros procuraron huir de la nave, y echando el esquife al mar, aparentaban como que querían largar las anclas de proa. 31Pero Pablo dijo al centurión y a los soldados: Si éstos no permanecen en la nave, vosotros no podéis salvaros. 32Entonces los soldados cortaron las amarras del esquife y lo dejaron perderse.

33Cuando comenzó a amanecer, Pablo exhortaba a todos que comiesen, diciendo: Este es el decimocuarto día que veláis y permanecéis en ayunas, sin comer nada. 34Por tanto, os ruego que comáis por vuestra salud; pues ni aun un cabello de la cabeza de ninguno de vosotros perecerá. 35Y habiendo dicho esto, tomó el pan y dio gracias a Dios en presencia de todos, y partiéndolo, comenzó a comer. 36Entonces todos, teniendo ya mejor ánimo, comieron también. 37Y éramos todas las personas en la nave doscientas setenta y seis. 38Y ya satisfechos, aligeraron la nave, echando el trigo al mar.

El naufragio

39Cuando se hizo de día, no reconocían la tierra, pero veían una ensenada que tenía playa, en la cual acordaron varar, si pudiesen, la nave. 40Cortando, pues, las anclas, las dejaron en el mar, largando también las amarras del timón; e izada al viento la vela de proa, enfilaron hacia la playa. 41Pero dando en un lugar de dos aguas, hicieron encallar la nave; y la proa, hincada, quedó inmóvil, y la popa se abría con la violencia del mar. 42Entonces los soldados acordaron matar a los presos, para que ninguno se fugase nadando. 43Pero el centurión, queriendo salvar a Pablo, les impidió este intento, y mandó que los que pudiesen nadar se echasen los primeros, y saliesen a tierra; 44y los demás, parte en tablas, parte en cosas de la nave. Y así aconteció que todos se salvaron saliendo a tierra. [1]

 

1 Samuel 3

Jehová llama a Samuel

3

1El joven Samuel ministraba a Jehová en presencia de Elí; y la palabra de Jehová escaseaba en aquellos días; no había visión con frecuencia.

2Y aconteció un día, que estando Elí acostado en su aposento, cuando sus ojos comenzaban a oscurecerse de modo que no podía ver, 3Samuel estaba durmiendo en el templo de Jehová, donde estaba el arca de Dios; y antes que la lámpara de Dios fuese apagada, 4Jehová llamó a Samuel; y él respondió: Heme aquí. 5Y corriendo luego a Elí, dijo: Heme aquí; ¿para qué me llamaste? Y Elí le dijo: Yo no he llamado; vuelve y acuéstate. Y él se volvió y se acostó. 6Y Jehová volvió a llamar otra vez a Samuel. Y levantándose Samuel, vino a Elí y dijo: Heme aquí; ¿para qué me has llamado? Y él dijo: Hijo mío, yo no he llamado; vuelve y acuéstate. 7Y Samuel no había conocido aún a Jehová, ni la palabra de Jehová le había sido revelada. 8Jehová, pues, llamó la tercera vez a Samuel. Y él se levantó y vino a Elí, y dijo: Heme aquí; ¿para qué me has llamado? Entonces entendió Elí que Jehová llamaba al joven. 9Y dijo Elí a Samuel: Ve y acuéstate; y si te llamare, dirás: Habla, Jehová, porque tu siervo oye. Así se fue Samuel, y se acostó en su lugar.

10Y vino Jehová y se paró, y llamó como las otras veces: ¡Samuel, Samuel! Entonces Samuel dijo: Habla, porque tu siervo oye. 11Y Jehová dijo a Samuel: He aquí haré yo una cosa en Israel, que a quien la oyere, le retiñirán ambos oídos. 12Aquel día yo cumpliré contra Elí todas las cosas que he dicho sobre su casa, desde el principio hasta el fin. 13Y le mostraré que yo juzgaré su casa para siempre, por la iniquidad que él sabe; porque sus hijos han blasfemado a Dios, y él no los ha estorbado. 14Por tanto, yo he jurado a la casa de Elí que la iniquidad de la casa de Elí no será expiada jamás, ni con sacrificios ni con ofrendas.

15Y Samuel estuvo acostado hasta la mañana, y abrió las puertas de la casa de Jehová. Y Samuel temía descubrir la visión a Elí. 16Llamando, pues, Elí a Samuel, le dijo: Hijo mío, Samuel. Y él respondió: Heme aquí. 17Y Elí dijo: ¿Qué es la palabra que te habló? Te ruego que no me la encubras; así te haga Dios y aun te añada, si me encubrieres palabra de todo lo que habló contigo. 18Y Samuel se lo manifestó todo, sin encubrirle nada. Entonces él dijo: Jehová es; haga lo que bien le pareciere.

19Y Samuel creció, y Jehová estaba con él, y no dejó caer a tierra ninguna de sus palabras. 20Y todo Israel, desde Dan hasta Beerseba, conoció que Samuel era fiel profeta de Jehová. 21Y Jehová volvió a aparecer en Silo; porque Jehová se manifestó a Samuel en Silo por la palabra de Jehová. [2]

 

Salmos 51

 

Arrepentimiento, y plegaria pidiendo purificación

Al músico principal. Salmo de David, cuando después que se llegó a Betsabé, vino a él Natán el profeta.a

     1     Ten piedad de mí, oh Dios, conforme a tu misericordia;

Conforme a la multitud de tus piedades borra mis rebeliones.

     2     Lávame más y más de mi maldad,

Y límpiame de mi pecado.

     3     Porque yo reconozco mis rebeliones,

Y mi pecado está siempre delante de mí.

     4     Contra ti, contra ti solo he pecado,

Y he hecho lo malo delante de tus ojos;

Para que seas reconocido justo en tu palabra,

Y tenido por puro en tu juicio.b

     5     He aquí, en maldad he sido formado,

Y en pecado me concibió mi madre.

     6     He aquí, tú amas la verdad en lo íntimo,

Y en lo secreto me has hecho comprender sabiduría.

     7     Purifícame con hisopo, y seré limpio;

Lávame, y seré más blanco que la nieve.

     8     Hazme oír gozo y alegría,

Y se recrearán los huesos que has abatido.

     9     Esconde tu rostro de mis pecados,

Y borra todas mis maldades.

     10     Crea en mí, oh Dios, un corazón limpio,

Y renueva un espíritu recto dentro de mí.

     11     No me eches de delante de ti,

Y no quites de mí tu santo Espíritu.

     12     Vuélveme el gozo de tu salvación,

Y espíritu noble me sustente.

     13     Entonces enseñaré a los transgresores tus caminos,

Y los pecadores se convertirán a ti.

     14     Líbrame de homicidios, oh Dios, Dios de mi salvación;

Cantará mi lengua tu justicia.

     15     Señor, abre mis labios,

Y publicará mi boca tu alabanza.

     16     Porque no quieres sacrificio, que yo lo daría;

No quieres holocausto.

     17     Los sacrificios de Dios son el espíritu quebrantado;

Al corazón contrito y humillado no despreciarás tú, oh Dios.

     18     Haz bien con tu benevolencia a Sion;

Edifica los muros de Jerusalén.

     19     Entonces te agradarán los sacrificios de justicia,

El holocausto u ofrenda del todo quemada;

Entonces ofrecerán becerros sobre tu altar. [3]

 

 



[1]Reina Valera Revisada (1960). 1998 (Hch 27.12-44). Miami: Sociedades Bı́blicas Unidas.

[2]Reina Valera Revisada (1960). 1998 (1 Sm 2.36-3.21). Miami: Sociedades Bı́blicas Unidas.

a 51 tít.: 2 S. 12.1–15.

b 51.4: Ro. 3.4.

[3]Reina Valera Revisada (1960). 1998 (Sal 50.23-51.19). Miami: Sociedades Bı́blicas Unidas.


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