martes, 16 de mayo de 2023

¡Cómo vencer la derrota!

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 16 Mayo

¡Cómo vencer la derrota!


¡Constante y persistente para Vencer!

Por Riqui Ricón*

Antes de la batalla, los israelitas fueron a Betel y le preguntaron a Dios: —¿Cuál de las tribus debe ser la primera en atacar a la gente de Benjamín? El SEÑOR contestó: —Judá debe ir primero... Pero los guerreros de Benjamín, que estaban defendiendo la ciudad, salieron y mataron ese día a veintidós mil israelitas en el campo de batalla. Sin embargo, los israelitas se animaron unos a otros y otra vez tomaron sus posiciones en el mismo lugar donde habían luchado el día anterior. Pues habían subido a Betel y habían llorado en presencia del SEÑOR hasta la noche. Le habían preguntado al SEÑOR: —¿Debemos salir nuevamente a pelear contra nuestros parientes de Benjamín? Y el SEÑOR había dicho: —Salgan a pelear contra ellos. Así que, al día siguiente, volvieron a pelear contra los hombres de Benjamín, pero los hombres de Benjamín mataron a otros dieciocho mil israelitas, todos ellos expertos en el uso de la espada… Los israelitas le preguntaron al SEÑOR: —¿Debemos volver a pelear contra nuestros parientes de Benjamín o debemos detenernos? El SEÑOR dijo: —¡Vayan! Mañana se los entregaré (Jue 20.18, 21-25, 28 NTV).

Una vez más, la lectura de la Palabra de Dios para el día de hoy es muy ilustrativa del tipo y forma de vida que tú estás destinado(a) a vivir.

Vemos aquí al pueblo de Israel acercándose a consultar a Dios varias veces antes de entrar a batalla. Lo curioso es que a pesar de haberlo consultado fueron derrotados las dos primeras veces y perdieron 40 mil hombres.

¿Cómo debes actuar ante el fracaso y la derrota? ¿Qué enseña la Biblia al respecto? Partiendo de esta lectura, la Palabra de Dios nos enseña varias cosas importantes para todos aquellos que son Hijos de Dios Nacidos de Nuevo.

A pesar de la primer y segunda derrota, ellos se mantuvieron buscando a Dios. Fueron constantes y persistentes en creer que sólo Dios tenía la respuesta y la victoria para ellos.

Pacientemente esperé a Jehová, Y se inclinó a mí, y oyó mi clamor. Y me hizo sacar del pozo de la desesperación, del lodo cenagoso; Puso mis pies sobre peña, y enderezó mis pasos. Puso luego en mi boca cántico nuevo, alabanza a nuestro Dios. Verán esto muchos, y temerán, Y confiarán en Jehová (Sal 40.1-3).

En el lenguaje de la Biblia, esperar pacientemente a Jehová, significa esperar la respuesta del Señor constante y persistentemente. Esto es, no una vez, ni dos, sino constante y persistentemente, con la certeza y confianza que Él responderá.

Entonces los israelitas subieron a lamentarse delante del Señor hasta la tarde. Luego consultaron al Señor, diciendo: "¿Tenemos que entablar un nuevo combate con los hijos de nuestro hermano Benjamín?". Y el Señor respondió: "Suban a atacarlo". De esta manera, la tropa israelita recobró el valor y volvió a disponer sus filas para el combate en el mismo lugar que el primer día (Jue 20.22-23 LPD).

Después de su primera derrota, ellos no huyeron, ni se fueron lamentándose y auto compadeciéndose por su fracaso. Tampoco culparon a Dios por su fracaso. Lo que sí hicieron fue ir a la Presencia de Dios para escuchar Su Palabra.

Por lo demás, hermanos míos, fortaleceos en el Señor, y en el poder de su fuerza (Efe 6.10).

Y, ¿cuál es este poder de la fuerza de Dios en que debes fortalecerte? ¿Acaso el Poder de la fuerza de Dios son manifestaciones de fuerza como los huracanes, truenos y relámpagos? ¿No, más bien, el Poder de la Fuerza de Dios es Su Eterna, Infalible e Inmutable Palabra?

Por la fe entendemos haber sido constituido el universo por la palabra de Dios,  de modo que lo que se ve fue hecho de lo que no se veía (He 11.3).

Así que, el Poder de la Fuerza de Dios es Su Palabra. El Poder donde Dios te instruye para que seas fortalecido(a) ante cualquier circunstancia, es la Biblia.

La Palabra de Dios es tan real y poderosa que ella misma produce la fe que necesitas para poder creer.

Así que la fe es por el oír, y el oír, por la palabra de Dios (Ro 10.17).

De esta manera, la fe que tú necesitas para triunfar el día de hoy viene cuando escuchas con atención el mensaje que fluye de la Biblia acerca de Jesucristo.

La Palabra de Dios produce fe y  por lo tanto te llena de fortaleza para encarar cualquier reto, problema, enfermedad o aflicción.

Y daré por respuesta a mi avergonzador, Que en tu palabra he confiado (Sal 119.42).

No importa si parece que tu vida haya sido una espiral hacia abajo de continuos fracasos y derrotas, ni que hayas perdido una, dos o mil batallas; todo eso es aparente, pues ahora, en Cristo Jesús, tú has sido declarado(a) más que vencedor(a) por la Palabra de Dios.

Antes, en todas estas cosas somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó (Ro 8.37).

¡Levántate y sacúdete cualquier tipo de desánimo! Sé constante y persistente en creer pues, al fin y al cabo, tú eres la persona que Dios dice en Su Palabra que eres: justo(a), santo(a), perfecto(a), humilde, servicial, amoroso(a), igual a Cristo Jesús, ni más ni menos.

Entonces, ¿cómo actuar ante el fracaso y la derrota? Sólo recuerda que el fracaso y la derrota siempre son aparentes, pues son parte del sistema de este mundo que se basa no en la fe a la Palabra de Dios sino en las mentiras y engaños del diablo que terminan por producir miedo, angustia, ansiedad y temor.

Así que vivimos confiados siempre, y sabiendo que entre tanto que estamos en el cuerpo, estamos ausentes del Señor (porque por fe andamos, no por vista); pero confiamos, y más quisiéramos estar ausentes del cuerpo, y presentes al Señor (2 Co 5.6-8).

Pon la Palabra de Dios en tu boca, mente y corazón, y deshecha las mentiras y acechanzas del diablo. ¡Vive confiado(a) siempre, porque por fe andas y no por vista! No permitas que la apariencia terrible y amenazadora de tus problemas te desplace de tu posición de Victoria que es tu identidad como un(a) Hijo(a) de Dios Nacido(a) de Nuevo.

Porque todo lo que es nacido de Dios vence al mundo; y esta es la victoria que ha vencido al mundo, nuestra fe. ¿Quién es el que vence al mundo, sino el que cree que Jesús es el Hijo de Dios? (1 Jn 5.4-5).

Mira lo que la Biblia dice:

Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna. Porque no envió Dios a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por él (Jn 3.16-17).

¡Dios te ama tanto que prefirió entregar a Su propio Hijo antes que perderte a ti! Por ese amor, ¡Ahora eres Eterno(a)!

MIREN CUÁNTO NOS ama el Padre celestial que permite que seamos llamados hijos de Dios. ¡Y lo mas maravilloso es que de veras lo somos! Naturalmente, como la mayoría de la gente no conoce a Dios, no comprende por qué lo somos (1 Jn 3.1 BAD)

¡Por Amor a ti, Dios, el Todopoderoso, te ha declarado Su propio Hijo(a)! ¡Ahora eres un(a) auténtico y legítimo Hijo de Dios, igual a Jesucristo y eres Eterno(a)!

Así que, por cuanto los hijos participaron de carne y sangre, él también participó de lo mismo, para destruir por medio de la muerte al que tenía el imperio de la muerte, esto es, al diablo, y librar a todos los que por el temor de la muerte estaban durante toda la vida sujetos a servidumbre (He 2.14-15).

El fracaso y la derrota siempre son aparentes. Aunque te suene extraño (si lo meditas a la luz de la Palabra de Dios no lo será), la muerte de 40 mil hombres no significa nada para Dios, pues en la vida del Reino, aún la muerte (especialmente ella) también es aparente.

Todavía estaba hablando Jesús, cuando llegaron unos hombres de la casa de Jairo, jefe de la sinagoga, para decirle: —Tu hija ha muerto. ¿Para qué sigues molestando al Maestro? Sin hacer caso de la noticia, Jesús le dijo al jefe de la sinagoga: —No tengas miedo; cree nada más (Mar 5.35-36 NVI).

¡Y la niña resucitó! En este mundo no hay nada tan definitivo como la muerte. Para los seres humanos la muerte es el fin de toda esperanza. Pero esto no es así para con los Hijos de Dios. No tengas temor a nada, sólo tienes que creer, creerle a Dios creyendo Su Palabra.

—¿Hace cuánto tiempo que le pasa esto? —preguntó Jesús al padre del muchacho. —Desde que era muy pequeño —contestó él —. A menudo el espíritu lo arroja al fuego o al agua para matarlo. Ten misericordia de nosotros y ayúdanos si puedes. —¿Cómo que “si puedo”? —preguntó Jesús —. Todo es posible si uno cree (Mar 9.21-23 NTV).

Al que cree, al que le cree a Dios creyendo Su Palabra, ¡Todo le es posible!

Así qué, Pelea la buena batalla de la fe; haz tuya la vida eterna, a la que fuiste llamado y por la cual hiciste aquella admirable declaración de fe delante de muchos testigos (1 Ti 6.12 NVI).

Oremos en voz audible:

Amado Padre celestial, muchas gracias por el gran Amor con que me amas. Gracias  porque estando yo muerto(a) en delitos y pecados Tú me diste Vida juntamente con Cristo Jesús, y no me diste cualquier clase de vida sino la Vida Eterna que sólo un(a) Hijo(a) de Dios puede tener. ¡Exactamente igual a Cristo Jesús! Por Tu Amor y por Tu Palabra, puedo hacer las mismas cosas que Jesús hizo y aún mayores porque ahora Tú, Dios Todopoderoso, también eres mi Padre. Así que, no estoy derrotado(a) y nunca lo estaré. Tú, mi Dios y Padre, estás conmigo, y si Tú estás conmigo ¿quién contra mí? Nada ni nadie me pueden hacer frente pues Tú estás conmigo.  Por lo tanto, me determino, con Tu ayuda, Espíritu Santo, a no dejarme engañar por palabras y pensamientos de desaliento, fracaso o derrota. Yo creo lo que Tú dices acerca de mí: que por Tu Sangre, Señor Jesús, me has redimido de todo pueblo, lengua o nación; y me has hecho un(a) Hijo(a) de Dios Nacido(a) de Nuevo. Tú, Señor Jesús, me has hecho rey (reina) y sacerdote (sacerdotisa) para nuestro Dios, y REINARÉ sobre esta tierra. Así que, hoy me levanto en tu nombre Jesús, a cumplir el propósito y destino Eterno que compraste para mí en esa cruz. De cualquier aparente derrota, estoy seguro(a) que saldré más que vencedor(a) por medio de Aquel que me ama tanto, Cristo Jesús, mi Rey, Señor y Salvador. Por lo tanto, hoy declaro que soy sano(a), soy libre, soy próspero(a) y soy dichoso(a) en todas las cosas. Resisto, con la Palabra de Dios, al espíritu de temor, al desaliento y a la depresión; no recibo a la enfermedad, ni a la pobreza; perdono a todos los que me han lastimado y defraudado y recibo la salud, el gozo, la paz y el amor que son mi herencia y mi derecho, Voy hacer de mi vida una vida que valga la pena vivirse. ¡Voy a vivir una vida plena y abundante! ¡Nada ni nadie me pueden detener! En el nombre de Jesús.  Amén.

 Nota Importante:

¿Cómo me hago Hijo de Dios? ¿Cómo establezco una relación con el Todopoderoso?

Sólo haz la siguiente oración en voz audible poniendo toda tu atención y corazón a lo que le estás diciendo a Dios:

Señor Jesús, yo creo que eres el Hijo de Dios. Que viniste a este mundo de la virgen María para pagar todos mis pecados, y yo he sido un(a) pecador(a). Por eso, te digo el día de hoy que sí acepto. ¡Sí acepto tu sacrificio en la cruz! ¡Sí acepto Tu Sangre preciosa derramada hasta la última gota por Amor a mí! Te abro mi corazón y te invito a entrar porque quiero, Señor Jesús, que desde hoy y para siempre Tú seas mi único y suficiente Salvador, mi Dios, mi Rey y mi Señor. Gracias, Dios Poderoso, pues con esta simple oración y profesión de fe he pasado de muerte a Vida, he sido trasladado(a) de las tinieblas a Tu Luz admirable. ¡Hoy he Nacido de Nuevo! ¡Dios, ahora yo Soy Tu Hijo(a)! ¡Ahora Tú eres mi Padre! ¡Nunca más estaré solo(a)! Nunca más viviré derrotado(a). En el nombre de Jesús. Amén.

*Ricardo C. Peredo Jaime   © 2012

 

Tres Recomendaciones:

Lo que acabas de suceder al reconocer a Jesucristo como el Señor y Salvador de tu vida, de acuerdo con La Palabra de Dios, es que has Nacido de Nuevo, ya no más como un ser humano común y corriente, sujeto a la ley del pecado y de la muerte, sino que ahora eres un(a) legítimo(a) y auténtico(a) Hijo(a) de Dios Nacido(a) de Nuevo, exactamente igual a Jesucristo, quien ahora es tu Hermano Mayor. Por lo tanto, te hago estas tres importantísimas recomendaciones:

1.     Orar. Orar es platicar con Dios. Así que, búscate un lugar tranquilo donde puedas comenzar a platicar todas tus cosas con Él. Hazlo de forma audible y notarás como Dios siempre responderá a tu corazón.

2.     Leer y meditar la Palabra de Dios. La Biblia es La Palabra de Dios, así que, consigue una Biblia y comienza a leerla y meditarla. ¿Cómo empezar? Es muy sencillo. Dependiendo del día que sea hoy, busca en el programa de lectura “La Biblia en un año” y realiza las lecturas correspondientes. Este programa lo puedes obtener en: A Través de La Biblia En Un Ano (palabradehonor.org) Notarás que el programa está arreglado para imprimirlo como un cuadernillo.

3.     En oración con Dios, tu Padre, busca y únete a una iglesia o congregación cristiana donde enseñen la Palabra de Dios en base a las Buenas Noticias que son el Evangelio de Jesucristo.

*Ricardo C. Peredo Jaime   © 2020

 


Lectura y Meditación de la Palabra de Dios

Haz estas lecturas diarias y al final de un año habrás leído toda la Biblia.

Mayo         16                       Hch 23.23 – 24.9  /  Jue 20  /  Sal 45



Cápsula del día.





Puedes escuchar o descargar la lectura de la  Biblia en audio del día de hoy, la tenemos para ti en dos versiones: 


RV60 




NVI 



Lectura y Meditación de la Palabra de Dios

Haz estas lecturas diarias y al final de un año habrás leído toda la Biblia.

Mayo         16                       Hch 23.23 – 24.9  /  Jue 20   Sal 45

 

Hechos 23.23 – 24.9

Pablo es enviado a Félix el gobernador

23Y llamando a dos centuriones, mandó que preparasen para la hora tercera de la noche doscientos soldados, setenta jinetes y doscientos lanceros, para que fuesen hasta Cesarea; 24y que preparasen cabalgaduras en que poniendo a Pablo, le llevasen en salvo a Félix el gobernador. 25Y escribió una carta en estos términos:

26Claudio Lisias al excelentísimo gobernador Félix: Salud. 27A este hombre, aprehendido por los judíos, y que iban ellos a matar, lo libré yo acudiendo con la tropa, habiendo sabido que era ciudadano romano. 28Y queriendo saber la causa por qué le acusaban, le llevé al concilio de ellos; 29y hallé que le acusaban por cuestiones de la ley de ellos, pero que ningún delito tenía digno de muerte o de prisión. 30Pero al ser avisado de asechanzas que los judíos habían tendido contra este hombre, al punto le he enviado a ti, intimando también a los acusadores que traten delante de ti lo que tengan contra él. Pásalo bien.

31Y los soldados, tomando a Pablo como se les ordenó, le llevaron de noche a Antípatris. 32Y al día siguiente, dejando a los jinetes que fuesen con él, volvieron a la fortaleza. 33Cuando aquéllos llegaron a Cesarea, y dieron la carta al gobernador, presentaron también a Pablo delante de él. 34Y el gobernador, leída la carta, preguntó de qué provincia era; y habiendo entendido que era de Cilicia, 35le dijo: Te oiré cuando vengan tus acusadores. Y mandó que le custodiasen en el pretorio de Herodes.

Defensa de Pablo ante Félix

24

1Cinco días después, descendió el sumo sacerdote Ananías con algunos de los ancianos y un cierto orador llamado Tértulo, y comparecieron ante el gobernador contra Pablo. 2Y cuando éste fue llamado, Tértulo comenzó a acusarle, diciendo:

Como debido a ti gozamos de gran paz, y muchas cosas son bien gobernadas en el pueblo por tu prudencia, 3oh excelentísimo Félix, lo recibimos en todo tiempo y en todo lugar con toda gratitud. 4Pero por no molestarte más largamente, te ruego que nos oigas brevemente conforme a tu equidad. 5Porque hemos hallado que este hombre es una plaga, y promotor de sediciones entre todos los judíos por todo el mundo, y cabecilla de la secta de los nazarenos. 6Intentó también profanar el templo; y prendiéndole, quisimos juzgarle conforme a nuestra ley. 7Pero interviniendo el tribuno Lisias, con gran violencia le quitó de nuestras manos, 8mandando a sus acusadores que viniesen a ti. Tú mismo, pues, al juzgarle, podrás informarte de todas estas cosas de que le acusamos.

9Los judíos también confirmaban, diciendo ser así todo.[1]

 

Jueces 20

La guerra contra Benjamín

20

1Entonces salieron todos los hijos de Israel, y se reunió la congregación como un solo hombre, desde Dan hasta Beerseba y la tierra de Galaad, a Jehová en Mizpa. 2Y los jefes de todo el pueblo, de todas las tribus de Israel, se hallaron presentes en la reunión del pueblo de Dios, cuatrocientos mil hombres de a pie que sacaban espada. 3Y los hijos de Benjamín oyeron que los hijos de Israel habían subido a Mizpa. Y dijeron los hijos de Israel: Decid cómo fue esta maldad. 4Entonces el varón levita, marido de la mujer muerta, respondió y dijo: Yo llegué a Gabaa de Benjamín con mi concubina, para pasar allí la noche. 5Y levantándose contra mí los de Gabaa, rodearon contra mí la casa por la noche, con idea de matarme, y a mi concubina la humillaron de tal manera que murió. 6Entonces tomando yo mi concubina, la corté en pedazos, y la envié por todo el territorio de la posesión de Israel, por cuanto han hecho maldad y crimen en Israel. 7He aquí todos vosotros sois hijos de Israel; dad aquí vuestro parecer y consejo.

8Entonces todo el pueblo, como un solo hombre, se levantó, y dijeron: Ninguno de nosotros irá a su tienda, ni volverá ninguno de nosotros a su casa. 9Mas esto es ahora lo que haremos a Gabaa: contra ella subiremos por sorteo. 10Tomaremos diez hombres de cada ciento por todas las tribus de Israel, y ciento de cada mil, y mil de cada diez mil, que lleven víveres para el pueblo, para que yendo a Gabaa de Benjamín le hagan conforme a toda la abominación que ha cometido en Israel. 11Y se juntaron todos los hombres de Israel contra la ciudad, ligados como un solo hombre.

12Y las tribus de Israel enviaron varones por toda la tribu de Benjamín, diciendo: ¿Qué maldad es esta que ha sido hecha entre vosotros? 13Entregad, pues, ahora a aquellos hombres perversos que están en Gabaa, para que los matemos, y quitemos el mal de Israel. Mas los de Benjamín no quisieron oír la voz de sus hermanos los hijos de Israel, 14sino que los de Benjamín se juntaron de las ciudades en Gabaa, para salir a pelear contra los hijos de Israel. 15Y fueron contados en aquel tiempo los hijos de Benjamín de las ciudades, veintiséis mil hombres que sacaban espada, sin los que moraban en Gabaa, que fueron por cuenta setecientos hombres escogidos. 16De toda aquella gente había setecientos hombres escogidos, que eran zurdos, todos los cuales tiraban una piedra con la honda a un cabello, y no erraban. 17Y fueron contados los varones de Israel, fuera de Benjamín, cuatrocientos mil hombres que sacaban espada, todos estos hombres de guerra.

18Luego se levantaron los hijos de Israel, y subieron a la casa de Dios y consultaron a Dios, diciendo: ¿Quién subirá de nosotros el primero en la guerra contra los hijos de Benjamín? Y Jehová respondió: Judá será el primero.

19Se levantaron, pues, los hijos de Israel por la mañana, contra Gabaa. 20Y salieron los hijos de Israel a combatir contra Benjamín, y los varones de Israel ordenaron la batalla contra ellos junto a Gabaa. 21Saliendo entonces de Gabaa los hijos de Benjamín, derribaron por tierra aquel día veintidós mil hombres de los hijos de Israel. 22Mas reanimándose el pueblo, los varones de Israel volvieron a ordenar la batalla en el mismo lugar donde la habían ordenado el primer día. 23Porque los hijos de Israel subieron y lloraron delante de Jehová hasta la noche, y consultaron a Jehová, diciendo: ¿Volveremos a pelear con los hijos de Benjamín nuestros hermanos? Y Jehová les respondió: Subid contra ellos.

24Por lo cual se acercaron los hijos de Israel contra los hijos de Benjamín el segundo día. 25Y aquel segundo día, saliendo Benjamín de Gabaa contra ellos, derribaron por tierra otros dieciocho mil hombres de los hijos de Israel, todos los cuales sacaban espada. 26Entonces subieron todos los hijos de Israel, y todo el pueblo, y vinieron a la casa de Dios; y lloraron, y se sentaron allí en presencia de Jehová, y ayunaron aquel día hasta la noche; y ofrecieron holocaustos y ofrendas de paz delante de Jehová. 27Y los hijos de Israel preguntaron a Jehová (pues el arca del pacto de Dios estaba allí en aquellos días, 28y Finees hijo de Eleazar, hijo de Aarón, ministraba delante de ella en aquellos días), y dijeron: ¿Volveremos aún a salir contra los hijos de Benjamín nuestros hermanos, para pelear, o desistiremos? Y Jehová dijo: Subid, porque mañana yo os los entregaré.

29Y puso Israel emboscadas alrededor de Gabaa. 30Subiendo entonces los hijos de Israel contra los hijos de Benjamín el tercer día, ordenaron la batalla delante de Gabaa, como las otras veces. 31Y salieron los hijos de Benjamín al encuentro del pueblo, alejándose de la ciudad; y comenzaron a herir a algunos del pueblo, matándolos como las otras veces por los caminos, uno de los cuales sube a Bet-el, y el otro a Gabaa en el campo; y mataron unos treinta hombres de Israel. 32Y los hijos de Benjamín decían: Vencidos son delante de nosotros, como antes. Mas los hijos de Israel decían: Huiremos, y los alejaremos de la ciudad hasta los caminos. 33Entonces se levantaron todos los de Israel de su lugar, y se pusieron en orden de batalla en Baal-tamar; y también las emboscadas de Israel salieron de su lugar, de la pradera de Gabaa. 34Y vinieron contra Gabaa diez mil hombres escogidos de todo Israel, y la batalla arreciaba; mas ellos no sabían que ya el desastre se acercaba a ellos. 35Y derrotó Jehová a Benjamín delante de Israel; y mataron los hijos de Israel aquel día a veinticinco mil cien hombres de Benjamín, todos los cuales sacaban espada.

36Y vieron los hijos de Benjamín que eran derrotados; y los hijos de Israel cedieron campo a Benjamín, porque estaban confiados en las emboscadas que habían puesto detrás de Gabaa. 37Y los hombres de las emboscadas acometieron prontamente a Gabaa, y avanzaron e hirieron a filo de espada a toda la ciudad. 38Y era la señal concertada entre los hombres de Israel y las emboscadas, que hiciesen subir una gran humareda de la ciudad. 39Luego, pues, que los de Israel retrocedieron en la batalla, los de Benjamín comenzaron a herir y matar a la gente de Israel como treinta hombres, y ya decían: Ciertamente ellos han caído delante de nosotros, como en la primera batalla. 40Mas cuando la columna de humo comenzó a subir de la ciudad, los de Benjamín miraron hacia atrás; y he aquí que el humo de la ciudad subía al cielo. 41Entonces se volvieron los hombres de Israel, y los de Benjamín se llenaron de temor, porque vieron que el desastre había venido sobre ellos. 42Volvieron, por tanto, la espalda delante de Israel hacia el camino del desierto; pero la batalla los alcanzó, y los que salían de las ciudades los destruían en medio de ellos. 43Así cercaron a los de Benjamín, y los acosaron y hollaron desde Menúha hasta enfrente de Gabaa hacia donde nace el sol. 44Y cayeron de Benjamín dieciocho mil hombres, todos ellos hombres de guerra. 45Volviéndose luego, huyeron hacia el desierto, a la peña de Rimón, y de ellos fueron abatidos cinco mil hombres en los caminos; y fueron persiguiéndolos aun hasta Gidom, y mataron de ellos a dos mil hombres. 46Fueron todos los que de Benjamín murieron aquel día, veinticinco mil hombres que sacaban espada, todos ellos hombres de guerra. 47Pero se volvieron y huyeron al desierto a la peña de Rimón seiscientos hombres, los cuales estuvieron en la peña de Rimón cuatro meses. 48Y los hombres de Israel volvieron sobre los hijos de Benjamín, y los hirieron a filo de espada, así a los hombres de cada ciudad como a las bestias y todo lo que fue hallado; asimismo pusieron fuego a todas las ciudades que hallaban.[2]

 

Salmos 45

 

Cántico de las bodas del rey

Al músico principal; sobre Lirios. Masquil de los hijos de Coré. Canción de amores.

     1     Rebosa mi corazón palabra buena;

Dirijo al rey mi canto;

Mi lengua es pluma de escribiente muy ligero.

     2     Eres el más hermoso de los hijos de los hombres;

La gracia se derramó en tus labios;

Por tanto, Dios te ha bendecido para siempre.

     3     Ciñe tu espada sobre el muslo, oh valiente,

Con tu gloria y con tu majestad.

     4     En tu gloria sé prosperado;

Cabalga sobre palabra de verdad, de humildad y de justicia,

Y tu diestra te enseñará cosas terribles.

     5     Tus saetas agudas,

Con que caerán pueblos debajo de ti,

Penetrarán en el corazón de los enemigos del rey.

     6     Tu trono, oh Dios, es eterno y para siempre;

Cetro de justicia es el cetro de tu reino.

     7     Has amado la justicia y aborrecido la maldad;

Por tanto, te ungió Dios, el Dios tuyo,

Con óleo de alegría más que a tus compañeros.a

     8     Mirra, áloe y casia exhalan todos tus vestidos;

Desde palacios de marfil te recrean.

     9     Hijas de reyes están entre tus ilustres;

Está la reina a tu diestra con oro de Ofir.

     10     Oye, hija, y mira, e inclina tu oído;

Olvida tu pueblo, y la casa de tu padre;

     11     Y deseará el rey tu hermosura;

E inclínate a él, porque él es tu señor.

     12     Y las hijas de Tiro vendrán con presentes;

Implorarán tu favor los ricos del pueblo.

     13     Toda gloriosa es la hija del rey en su morada;

De brocado de oro es su vestido.

     14     Con vestidos bordados será llevada al rey;

Vírgenes irán en pos de ella,

Compañeras suyas serán traídas a ti.

     15     Serán traídas con alegría y gozo;

Entrarán en el palacio del rey.

     16     En lugar de tus padres serán tus hijos,

A quienes harás príncipes en toda la tierra.

     17     Haré perpetua la memoria de tu nombre en todas las generaciones,

Por lo cual te alabarán los pueblos eternamente y para siempre.[3]

 

 



[1]Reina Valera Revisada (1960). 1998 (Hch 23.22-24.9). Miami: Sociedades Bı́blicas Unidas.

[2]Reina Valera Revisada (1960). 1998 (Jue 19.30-20.48). Miami: Sociedades Bı́blicas Unidas.

a 45.6–7: He. 1.8–9.

[3]Reina Valera Revisada (1960). 1998 (Sal 44.26-45.17). Miami: Sociedades Bı́blicas Unidas.


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