jueves, 30 de marzo de 2023

¡Propósito y destino!

                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                   <ENGLISH>





30 Marzo 

¡Propósito y destino!


Por Riqui Ricón*

Estos son los contados por Moisés y el sacerdote Eleazar, los cuales contaron los hijos de Israel en los campos de Moab, junto al Jordán frente a Jericó. Y entre éstos ninguno hubo de los contados por Moisés y el sacerdote Aarón, quienes contaron a los hijos de Israel en el desierto de Sinaí. Porque Jehová había dicho de ellos: Morirán en el desierto; y no quedó varón de ellos, sino Caleb hijo de Jefone y Josué hijo de Nun (Num 26. 63-65).

Propósito y destino son dos palabras inspiradoras que sostienen y alimentan a aquellos que los poseen. Sin embargo, son incontables los que han quedado tirados en el ardiente desierto del temor, la duda, la autocomplacencia (o la autoflagelación) por el pecado, culpabilidad, fracaso, depresión, enfermedad, etc., etc.

Y oiréis de guerras y rumores de guerras; mirad que no os turbéis, porque es necesario que todo esto acontezca; pero aún no es el fin. Porque se levantará nación contra nación, y reino contra reino; y habrá pestes, y hambres, y terremotos en diferentes lugares. Y todo esto será principio de dolores (Mat 24.6-8).

El mundo que el hombre ha construido exalta como destino el éxito, la fama, el poder y la riqueza. Se promueve cada día, más y más, la conducta inmoral de que el fin justifica los medios y los resultados son también, cada día más evidentes: miedo e insatisfacción.

Estas cosas os he hablado para que en mí tengáis paz. En el mundo tendréis aflicción; pero confiad, yo he vencido al mundo (Jn 16.33).

¡Qué diferente es la vida de las Hijas e Hijos de Dios Nacidos de Nuevo! La Palabra de Dios te da total paz, pues aunque tengas aflicciones, sabes que Jesús ha vencido y tienes la certeza, la garantía, de que puedes confiar plena y totalmente en Él, en Su Palabra, ya que Dios no miente ni se arrepiente, lo que Él dijo lo va a hacer y lo que habló lo va a ejecutar.

Sin importar cuán difícil o amenazante esté la situación, Dios no te va a desamparar, nunca lo ha hecho y nunca lo hará. Él te ama tanto que prefirió entregar a Su propio Hijo antes que perderte a ti.

Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna. Porque no envió Dios a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por él (Jn 3.16-17).

Por el sacrificio de Jesús y este gran Amor con que Dios te ama, has pasado de ser una simple creatura, a ser parte de Su familia: un(a) Hija(o) de Dios Nacida(o) de Nuevo.

¡Fíjense qué gran amor nos ha dado el Padre,  que se nos llame hijos de Dios!  ¡Y lo somos!  El mundo no nos conoce,  precisamente porque no lo conoció a él (1 Jn 3.1).

Así que, no pongas tus ojos, pensamientos y emociones en lo difícil de tu situación sino en la grandeza de Su Amor, Poder y Fidelidad por ti. ¡Atiende a Su Palabra!

Pues aunque andamos en la carne, no militamos según la carne; porque las armas de nuestra milicia no son carnales, sino poderosas en Dios para la destrucción de fortalezas, derribando argumentos y toda altivez que se levanta contra el conocimiento de Dios, y llevando cautivo todo pensamiento a la obediencia a Cristo, y estando prontos para castigar toda desobediencia, cuando vuestra obediencia sea perfecta (2 Co 10.3-6).

Solamente Josué y Caleb, de toda una generación, entraron a poseer lo que se les había prometido, y esto por haber creído la Palabra de Dios, por haberle creído a Él. Aunque Josué y Caleb también vieron las altas ciudades amuralladas, los fieros guerreros y gigantes que poblaban la tierra, ellos no dieron lugar al temor, ni al miedo, pues estaban convencidos que lo que Dios les había hablado acerca de la tierra prometida, inevitablemente se tenía que cumplir.

Sabían en Quien habían confiado, por lo tanto, el temor no encontró en ellos la duda o incredulidad que necesita para establecerse en el corazón.

¡La obediencia perfecta no proviene de las acciones correctas sino de una fe perfecta! Y esta es la misma fe que tú ya tienes, porque [Jesús] con una sola ofrenda hizo perfectos para siempre a los santificados (He 10.14).

Pero a mi siervo Caleb, por cuanto hubo en él otro espíritu, y decidió ir en pos de mí, yo le meteré en la tierra donde entró, y su descendencia la tendrá en posesión… 

Diles: Vivo yo, dice Jehová, que según habéis hablado a mis oídos, así haré yo con vosotros. En este desierto caerán vuestros cuerpos; todo el número de los que fueron contados de entre vosotros, de veinte años arriba, los cuales han murmurado contra mí. Vosotros a la verdad no entraréis en la tierra, por la cual alcé mi mano y juré que os haría habitar en ella; exceptuando a Caleb hijo de Jefone, y a Josué hijo de Nun… 

Y los varones que Moisés envió a reconocer la tierra, y que al volver habían hecho murmurar contra él a toda la congregación, desacreditando aquel país, aquellos varones que habían hablado mal de la tierra, murieron de plaga delante de Jehová. Pero Josué hijo de Nun y Caleb hijo de Jefone quedaron con vida, de entre aquellos hombres que habían ido a reconocer la tierra (Núm 14.24, 28-30, 36.38).

Josué y a Caleb sabían perfectamente que Dios no puede mentir, pues las palabras que salen de Su boca no vuelven a Él vacías, sino que hacen lo que Él quiere y son prosperadas en todo aquello para lo que las envió (Isa 55.11). Esto les permitió resistir al espíritu de temor y recibir el espíritu de fe. Me pregunto, ¿cuánto más, no harás tú, un(a) Hija(o) del Rey de reyes y Señor de señores?

Pues no habéis recibido el espíritu de esclavitud para estar otra vez en temor, sino que habéis recibido el espíritu de adopción, por el cual clamamos: ¡Abba, Padre! (Ro 8.15).

¡Propósito y destino son dos palabras inspiradoras que sostienen y alimentan a las Hijas e Hijos de Dios Nacidos de Nuevo porque, sin lugar a duda, las poseemos!

Oremos en voz audible:

Amado Padre celestial, cómo no agradecerte Tu Amor tan grande y sublime, pues me has escogido, redimido y renovado como Hija(o) Tuya(o). Tengo Tu Palabra de Honor y sé que he llegado a mi destino. Ahora estoy más que dispuesta(o) a utilizar la fe perfecta que ya tengo por Tu Palabra, para cumplir mi propósito en esta tierra: ser luz en medio de las tinieblas como embajador de Jesucristo dondequiera que esté y como quiera que esté, pues no tengo la más mínima duda que, ante todo problema, enfermedad o adversidad, yo, ______________ (tu nombre aquí), soy más que vencedor(a) por medio de Aquel que me ha amado, Cristo Jesús. No recibo el espíritu de temor, ni la duda que genera, sino que recibo el espíritu de adopción por el cual te puedo decir Abba, Padre, Papá, Papito. Por Tu Palabra, la Biblia, estoy segura(o) de quién ahora yo soy gracias a Jesús: un(a) Hija(o) de Dios Nacida(o) de Nuevo. Y soy Nacida(o) de Nuevo, no de una simiente corruptible, sino de la incorruptible semilla que es la Palabra de Dios que vive y permanece para siempre. Recibo Tu paz que sobrepasa todo entendimiento y me lleno con Tu Amor para vivir esa vida, llena de gozo, que has destinado para mí. Por lo tanto, voy a manifestar, con mi vida, la libertad gloriosa que sólo YO Tu Hija(o) puedo tener. ¡Soy sana(o)! ¡Soy libre! ¡Soy próspera(o)! ¡Soy un(a) Hija del Rey! En el nombre de Jesús. Amén.

*Ricardo C. Peredo Jaime   © 2011

 

Tres Recomendaciones:

Lo que acabas de suceder al reconocer a Jesucristo como el Señor y Salvador de tu vida, de acuerdo con La Palabra de Dios, es que has Nacido de Nuevo, ya no más como un ser humano común y corriente, sujeto a la ley del pecado y de la muerte, sino que ahora eres un(a) legítimo(a) y auténtico(a) Hijo(a) de Dios Nacido(a) de Nuevo, exactamente igual a Jesucristo, quien ahora es tu Hermano Mayor. Por lo tanto, te hago estas tres importantísimas recomendaciones:

1.     Orar. Orar es platicar con Dios. Así que, búscate un lugar tranquilo donde puedas comenzar a platicar todas tus cosas con Él. Hazlo de forma audible y notarás como Dios siempre responderá a tu corazón.

2.     Leer y meditar la Palabra de Dios. La Biblia es La Palabra de Dios, así que, consigue una Biblia y comienza a leerla y meditarla. ¿Cómo empezar? Es muy sencillo. Dependiendo del día que sea hoy, busca en el programa de lectura “La Biblia en un año” y realiza las lecturas correspondientes. Este programa lo puedes obtener en: A Través de La Biblia En Un Ano (palabradehonor.org) Notarás que el programa está arreglado para imprimirlo como un cuadernillo.

3.     En oración con Dios, tu Padre, busca y únete a una iglesia o congregación cristiana donde enseñen la Palabra de Dios en base a las Buenas Noticias que son el Evangelio de Jesucristo.

*Ricardo C. Peredo Jaime   © 2020

 

 

 


Lectura y Meditación de la Palabra de Dios

Haz estas lecturas diarias y al final de un año habrás leído toda la Biblia.

                                                                                               

Marzo 29                                                  Mat 23.13-39 /  Núm 23.27-24.25 /  Can 5.2-6.3

 

  

Cápsula del día.





Puedes escuchar o descargar la lectura de la  Biblia en audio del día de hoy, la tenemos para ti en dos versiones: 


RV60 

NVI 



Lectura y Meditación de la Palabra de Dios

Haz estas lecturas diarias y al final de un año habrás leído toda la Biblia.

                                                                                               

Marzo 29                                                  Mat 23.13-39 /  Núm 23.27-24.25 /  Can 5.2-6.3

 

 


Lectura y Meditación de la Palabra de Dios

Haz estas lecturas diarias y al final de un año habrás leído toda la Biblia.

Marzo 30                                    Mat 24.1-28 /  Núm 25-27 /  Can 6.4-8.4

 

San Mateo 24. 1-28

Jesús predice la destrucción del templo

(Mr. 13.1–2; Lc. 21.5–6)

24

1Cuando Jesús salió del templo y se iba, se acercaron sus discípulos para mostrarle los edificios del templo. 2Respondiendo él, les dijo: ¿Veis todo esto? De cierto os digo, que no quedará aquí piedra sobre piedra, que no sea derribada.

Señales antes del fin

(Mr. 13.3–23; Lc. 21.7–24)

3Y estando él sentado en el monte de los Olivos, los discípulos se le acercaron aparte, diciendo: Dinos, ¿cuándo serán estas cosas, y qué señal habrá de tu venida, y del fin del siglo? 4Respondiendo Jesús, les dijo: Mirad que nadie os engañe. 5Porque vendrán muchos en mi nombre, diciendo: Yo soy el Cristo; y a muchos engañarán. 6Y oiréis de guerras y rumores de guerras; mirad que no os turbéis, porque es necesario que todo esto acontezca; pero aún no es el fin. 7Porque se levantará nación contra nación, y reino contra reino; y habrá pestes, y hambres, y terremotos en diferentes lugares. 8Y todo esto será principio de dolores.

9Entonces os entregarán a tribulación, y os matarán, y seréis aborrecidos de todas las gentes por causa de mi nombre.a 10Muchos tropezarán entonces, y se entregarán unos a otros, y unos a otros se aborrecerán. 11Y muchos falsos profetas se levantarán, y engañarán a muchos; 12y por haberse multiplicado la maldad, el amor de muchos se enfriará. 13Mas el que persevere hasta el fin, éste será salvo.b 14Y será predicado este evangelio del reino en todo el mundo, para testimonio a todas las naciones; y entonces vendrá el fin.

15Por tanto, cuando veáis en el lugar santo la abominación desoladora de que habló el profeta Danielc (el que lee, entienda), 16entonces los que estén en Judea, huyan a los montes. 17El que esté en la azotea, no descienda para tomar algo de su casa; 18y el que esté en el campo, no vuelva atrás para tomar su capa.d 19Mas ¡ay de las que estén encintas, y de las que críen en aquellos días! 20Orad, pues, que vuestra huida no sea en invierno ni en día de reposo;* 21porque habrá entonces gran tribulación,e cual no la ha habido desde el principio del mundo hasta ahora, ni la habrá. 22Y si aquellos días no fuesen acortados, nadie sería salvo; mas por causa de los escogidos, aquellos días serán acortados. 23Entonces, si alguno os dijere: Mirad, aquí está el Cristo, o mirad, allí está, no lo creáis. 24Porque se levantarán falsos Cristos, y falsos profetas, y harán grandes señales y prodigios, de tal manera que engañarán, si fuere posible, aun a los escogidos. 25Ya os lo he dicho antes. 26Así que, si os dijeren: Mirad, está en el desierto, no salgáis; o mirad, está en los aposentos, no lo creáis. 27Porque como el relámpago que sale del oriente y se muestra hasta el occidente, así será también la venida del Hijo del Hombre.f 28Porque dondequiera que estuviere el cuerpo muerto, allí se juntarán las águilas.g[1]

 

Números 25-27

Israel acude a Baal-peor

25

1Moraba Israel en Sitim; y el pueblo empezó a fornicar con las hijas de Moab, 2las cuales invitaban al pueblo a los sacrificios de sus dioses; y el pueblo comió, y se inclinó a sus dioses. 3Así acudió el pueblo a Baal-peor; y el furor de Jehová se encendió contra Israel. 4Y Jehová dijo a Moisés: Toma a todos los príncipes del pueblo, y ahórcalos ante Jehová delante del sol, y el ardor de la ira de Jehová se apartará de Israel. 5Entonces Moisés dijo a los jueces de Israel: Matad cada uno a aquellos de los vuestros que se han juntado con Baal-peor.

6Y he aquí un varón de los hijos de Israel vino y trajo una madianita a sus hermanos, a ojos de Moisés y de toda la congregación de los hijos de Israel, mientras lloraban ellos a la puerta del tabernáculo de reunión. 7Y lo vio Finees hijo de Eleazar, hijo del sacerdote Aarón, y se levantó de en medio de la congregación, y tomó una lanza en su mano; 8y fue tras el varón de Israel a la tienda, y los alanceó a ambos, al varón de Israel, y a la mujer por su vientre. Y cesó la mortandad de los hijos de Israel. 9Y murieron de aquella mortandad veinticuatro mil.

10Entonces Jehová habló a Moisés, diciendo: 11Finees hijo de Eleazar, hijo del sacerdote Aarón, ha hecho apartar mi furor de los hijos de Israel, llevado de celo entre ellos; por lo cual yo no he consumido en mi celo a los hijos de Israel. 12Por tanto diles: He aquí yo establezco mi pacto de paz con él; 13y tendrá él, y su descendencia después de él, el pacto del sacerdocio perpetuo, por cuanto tuvo celo por su Dios e hizo expiación por los hijos de Israel.

14Y el nombre del varón que fue muerto con la madianita era Zimri hijo de Salu, jefe de una familia de la tribu de Simeón. 15Y el nombre de la mujer madianita muerta era Cozbi hija de Zur, príncipe de pueblos, padre de familia en Madián.

16Y Jehová habló a Moisés, diciendo: 17Hostigad a los madianitas, y heridlos, 18por cuanto ellos os afligieron a vosotros con sus ardides con que os han engañado en lo tocante a Baal-peor, y en lo tocante a Cozbi hija del príncipe de Madián, su hermana, la cual fue muerta el día de la mortandad por causa de Baal-peor.

Censo del pueblo en Moab

26

1Aconteció después de la mortandad, que Jehová habló a Moisés y a Eleazar hijo del sacerdote Aarón, diciendo: 2Tomad el censoa de toda la congregación de los hijos de Israel, de veinte años arriba, por las casas de sus padres, todos los que pueden salir a la guerra en Israel. 3Y Moisés y el sacerdote Eleazar hablaron con ellos en los campos de Moab, junto al Jordán frente a Jericó, diciendo: 4Contaréis el pueblo de veinte años arriba, como mandó Jehová a Moisés y a los hijos de Israel que habían salido de tierra de Egipto.

5Rubén, primogénito de Israel; los hijos de Rubén: de Enoc, la familia de los enoquitas; de Falú, la familia de los faluitas; 6de Hezrón, la familia de los hezronitas; de Carmi, la familia de los carmitas. 7Estas son las familias de los rubenitas; y fueron contados de ellas cuarenta y tres mil setecientos treinta. 8Los hijos de Falú: Eliab. 9Y los hijos de Eliab: Nemuel, Datán y Abiram. Estos Datán y Abiram fueron los del consejo de la congregación, que se rebelaron contra Moisés y Aarón con el grupo de Coré, cuando se rebelaron contra Jehová; 10y la tierra abrió su boca y los tragó a ellos y a Coré, cuando aquel grupo murió, cuando consumió el fuego a doscientos cincuenta varones, para servir de escarmiento. 11Mas los hijos de Coré no murieron.

12Los hijos de Simeón por sus familias: de Nemuel, la familia de los nemuelitas; de Jamín, la familia de los jaminitas; de Jaquín, la familia de los jaquinitas; 13de Zera, la familia de los zeraítas; de Saúl, la familia de los saulitas. 14Estas son las familias de los simeonitas, veintidós mil doscientos.

15Los hijos de Gad por sus familias: de Zefón, la familia de los zefonitas; de Hagui, la familia de los haguitas; de Suni, la familia de los sunitas; 16de Ozni, la familia de los oznitas; de Eri, la familia de los eritas; 17de Arod, la familia de los aroditas; de Areli, la familia de los arelitas. 18Estas son las familias de Gad; y fueron contados de ellas cuarenta mil quinientos.

19Los hijos de Judá: Er y Onán; y Er y Onán murieron en la tierra de Canaán. 20Y fueron los hijos de Judá por sus familias: de Sela, la familia de los selaítas; de Fares, la familia de los faresitas; de Zera, la familia de los zeraítas. 21Y fueron los hijos de Fares: de Hezrón, la familia de los hezronitas; de Hamul, la familia de los hamulitas. 22Estas son las familias de Judá, y fueron contados de ellas setenta y seis mil quinientos.

23Los hijos de Isacar por sus familias; de Tola, la familia de los tolaítas; de Fúa, la familia de los funitas; 24de Jasub, la familia de los jasubitas; de Simrón, la familia de los simronitas. 25Estas son las familias de Isacar, y fueron contados de ellas sesenta y cuatro mil trescientos.

26Los hijos de Zabulón por sus familias: de Sered, la familia de los sereditas; de Elón, la familia de los elonitas; de Jahleel, la familia de los jahleelitas. 27Estas son las familias de los zabulonitas, y fueron contados de ellas sesenta mil quinientos.

28Los hijos de José por sus familias: Manasés y Efraín. 29Los hijos de Manasés: de Maquir, la familia de los maquiritas; y Maquir engendró a Galaad; de Galaad, la familia de los galaaditas. 30Estos son los hijos de Galaad: de Jezer, la familia de los jezeritas; de Helec, la familia de los helequitas; 31de Asriel, la familia de los asrielitas; de Siquem, la familia de los siquemitas; 32de Semida, la familia de los semidaítas; de Hefer, la familia de los heferitas. 33Y Zelofehad hijo de Hefer no tuvo hijos sino hijas; y los nombres de las hijas de Zelofehad fueron Maala, Noa, Hogla, Milca y Tirsa. 34Estas son las familias de Manasés; y fueron contados de ellas cincuenta y dos mil setecientos.

35Estos son los hijos de Efraín por sus familias: de Sutela, la familia de los sutelaítas; de Bequer, la familia de los bequeritas; de Tahán, la familia de los tahanitas. 36Y estos son los hijos de Sutela: de Erán, la familia de los eranitas. 37Estas son las familias de los hijos de Efraín; y fueron contados de ellas treinta y dos mil quinientos. Estos son los hijos de José por sus familias.

38Los hijos de Benjamín por sus familias: de Bela, la familia de los belaítas; de Asbel, la familia de los asbelitas; de Ahiram, la familia de los ahiramitas; 39de Sufam, la familia de los sufamitas; de Hufam, la familia de los hufamitas. 40Y los hijos de Bela fueron Ard y Naamán: de Ard, la familia de los arditas; de Naamán, la familia de los naamitas. 41Estos son los hijos de Benjamín por sus familias; y fueron contados de ellos cuarenta y cinco mil seiscientos.

42Estos son los hijos de Dan por sus familias: de Súham, la familia de los suhamitas. Estas son las familias de Dan por sus familias. 43De las familias de los suhamitas fueron contados sesenta y cuatro mil cuatrocientos.

44Los hijos de Aser por sus familias: de Imna, la familia de los imnitas; de Isúi, la familia de los isuitas; de Bería, la familia de los beriaítas. 45Los hijos de Bería: de Heber, la familia de los heberitas; de Malquiel, la familia de los malquielitas. 46Y el nombre de la hija de Aser fue Sera. 47Estas son las familias de los hijos de Aser; y fueron contados de ellas cincuenta y tres mil cuatrocientos.

48Los hijos de Neftalí, por sus familias: de Jahzeel, la familia de los jahzeelitas; de Guni, la familia de los gunitas; 49de Jezer, la familia de los jezeritas; de Silem, la familia de los silemitas. 50Estas son las familias de Neftalí por sus familias; y fueron contados de ellas cuarenta y cinco mil cuatrocientos.

51Estos son los contados de los hijos de Israel, seiscientos un mil setecientos treinta.

Orden para la repartición de la tierra

52Y habló Jehová a Moisés, diciendo: 53A éstos se repartirá la tierra en heredad, por la cuenta de los nombres. 54A los más darás mayor heredad, y a los menos menor; y a cada uno se le dará su heredad conforme a sus contados. 55Pero la tierra será repartida por suerte; y por los nombres de las tribus de sus padres heredarán. 56Conforme a la suerte será repartida su heredad entre el grande y el pequeño.b

Censo de la tribu de Leví

57Los contados de los levitas por sus familias son estos: de Gersón, la familia de los gersonitas; de Coat, la familia de los coatitas; de Merari, la familia de los meraritas. 58Estas son las familias de los levitas: la familia de los libnitas, la familia de los hebronitas, la familia de los mahlitas, la familia de los musitas, la familia de los coreítas. Y Coat engendró a Amram. 59La mujer de Amram se llamó Jocabed, hija de Leví, que le nació a Leví en Egipto; ésta dio a luz de Amram a Aarón y a Moisés, y a María su hermana. 60Y a Aarón le nacieron Nadab, Abiú, Eleazar e Itamar.c 61Pero Nadab y Abiú murieron cuando ofrecieron fuego extraño delante de Jehová.d 62De los levitas fueron contados veintitrés mil, todos varones de un mes arriba; porque no fueron contados entre los hijos de Israel, por cuanto no les había de ser dada heredad entre los hijos de Israel.

Caleb y Josué sobreviven

63Estos son los contados por Moisés y el sacerdote Eleazar, los cuales contaron los hijos de Israel en los campos de Moab, junto al Jordán frente a Jericó. 64Y entre éstos ninguno hubo de los contados por Moisés y el sacerdote Aarón, quienes contaron a los hijos de Israel en el desierto de Sinaí. 65Porque Jehová había dicho de ellos: Morirán en el desierto;e y no quedó varón de ellos, sino Caleb hijo de Jefone y Josué hijo de Nun.

Petición de las hijas de Zelofehad

27

1Vinieron las hijas de Zelofehad hijo de Hefer, hijo de Galaad, hijo de Maquir, hijo de Manasés, de las familias de Manasés hijo de José, los nombres de las cuales eran Maala, Noa, Hogla, Milca y Tirsa; 2y se presentaron delante de Moisés y delante del sacerdote Eleazar, y delante de los príncipes y de toda la congregación, a la puerta del tabernáculo de reunión, y dijeron: 3Nuestro padre murió en el desierto; y él no estuvo en la compañía de los que se juntaron contra Jehová en el grupo de Coré, sino que en su propio pecado murió, y no tuvo hijos. 4¿Por qué será quitado el nombre de nuestro padre de entre su familia, por no haber tenido hijo? Danos heredad entre los hermanos de nuestro padre.

5Y Moisés llevó su causa delante de Jehová. 6Y Jehová respondió a Moisés, diciendo: 7Bien dicen las hijas de Zelofehad; les darás la posesión de una heredad entre los hermanos de su padre, y traspasarás la heredad de su padre a ellas.a 8Y a los hijos de Israel hablarás, diciendo: Cuando alguno muriere sin hijos, traspasaréis su herencia a su hija. 9Si no tuviere hija, daréis su herencia a sus hermanos; 10y si no tuviere hermanos, daréis su herencia a los hermanos de su padre. 11Y si su padre no tuviere hermanos, daréis su herencia a su pariente más cercano de su linaje, y de éste será; y para los hijos de Israel esto será por estatuto de derecho, como Jehová mandó a Moisés.

Josué es designado como sucesor de Moisés

12Jehová dijo a Moisés: Sube a este monte Abarim, y verás la tierra que he dado a los hijos de Israel. 13Y después que la hayas visto, tú también serás reunido a tu pueblo, como fue reunido tu hermano Aarón. 14Pues fuisteis rebeldes a mi mandato en el desierto de Zin, en la rencilla de la congregación, no santificándome en las aguas a ojos de ellos.b Estas son las aguas de la rencilla de Cades en el desierto de Zin. 15Entonces respondió Moisés a Jehová, diciendo: 16Ponga Jehová, Dios de los espíritus de toda carne, un varón sobre la congregación, 17que salga delante de ellos y que entre delante de ellos, que los saque y los introduzca, para que la congregación de Jehová no sea como ovejas sin pastor. 18Y Jehová dijo a Moisés: Toma a Josuéc hijo de Nun, varón en el cual hay espíritu, y pondrás tu mano sobre él; 19y lo pondrás delante del sacerdote Eleazar, y delante de toda la congregación; y le darás el cargo en presencia de ellos. 20Y pondrás de tu dignidad sobre él, para que toda la congregación de los hijos de Israel le obedezca. 21El se pondrá delante del sacerdote Eleazar, y le consultará por el juicio del Urimd delante de Jehová; por el dicho de él saldrán, y por el dicho de él entrarán, él y todos los hijos de Israel con él, y toda la congregación. 22Y Moisés hizo como Jehová le había mandado, pues tomó a Josué y lo puso delante del sacerdote Eleazar, y de toda la congregación; 23y puso sobre él sus manos, y le dio el cargo,e como Jehová había mandado por mano de Moisés.[2]

       

Cantares 6.4-8.4

 

4     Hermosa eres tú, oh amiga mía, como Tirsa;

De desear, como Jerusalén;

Imponente como ejércitos en orden.

     5     Aparta tus ojos de delante de mí,

Porque ellos me vencieron.

Tu cabello es como manada de cabras

Que se recuestan en las laderas de Galaad.

     6     Tus dientes, como manadas de ovejas que suben del lavadero,

Todas con crías gemelas,

Y estéril no hay entre ellas.

     7     Como cachos de granada son tus mejillas

Detrás de tu velo.

     8     Sesenta son las reinas, y ochenta las concubinas,

Y las doncellas sin número;

     9     Mas una es la paloma mía, la perfecta mía;

Es la única de su madre,

La escogida de la que la dio a luz.

La vieron las doncellas, y la llamaron bienaventurada;

Las reinas y las concubinas, y la alabaron.

     10     ¿Quién es ésta que se muestra como el alba,

Hermosa como la luna,

Esclarecida como el sol,

Imponente como ejércitos en orden?

     11     Al huerto de los nogales descendí

A ver los frutos del valle,

Y para ver si brotaban las vides,

Si florecían los granados.

     12     Antes que lo supiera, mi alma me puso

Entre los carros de Aminadab.

     13     Vuélvete, vuélvete, oh sulamita;

Vuélvete, vuélvete, y te miraremos.

¿Qué veréis en la sulamita?

Algo como la reunión de dos campamentos.

7

     1     ¡Cuán hermosos son tus pies en las sandalias,

Oh hija de príncipe!

Los contornos de tus muslos son como joyas,

Obra de mano de excelente maestro.

     2     Tu ombligo como una taza redonda

Que no le falta bebida.

Tu vientre como montón de trigo

Cercado de lirios.

     3     Tus dos pechos, como gemelos de gacela.

     4     Tu cuello, como torre de marfil;

Tus ojos, como los estanques de Hesbón junto a la puerta de Bat-rabim;

Tu nariz, como la torre del Líbano,

Que mira hacia Damasco.

     5     Tu cabeza encima de ti, como el Carmelo;

Y el cabello de tu cabeza, como la púrpura del rey

Suspendida en los corredores.

     6     ¡Qué hermosa eres, y cuán suave,

Oh amor deleitoso!

     7     Tu estatura es semejante a la palmera,

Y tus pechos a los racimos.

     8     Yo dije: Subiré a la palmera,

Asiré sus ramas.

Deja que tus pechos sean como racimos de vid,

Y el olor de tu boca como de manzanas,

     9     Y tu paladar como el buen vino,

Que se entra a mi amado suavemente,

Y hace hablar los labios de los viejos.

     10     Yo soy de mi amado,

Y conmigo tiene su contentamiento.

     11     Ven, oh amado mío, salgamos al campo,

Moremos en las aldeas.

     12     Levantémonos de mañana a las viñas;

Veamos si brotan las vides, si están en cierne,

Si han florecido los granados;

Allí te daré mis amores.

     13     Las mandrágoras han dado olor,

Y a nuestras puertas hay toda suerte de dulces frutas,

Nuevas y añejas, que para ti, oh amado mío, he guardado.

8

     1     ¡Oh, si tú fueras como un hermano mío

Que mamó los pechos de mi madre!

Entonces, hallándote fuera, te besaría,

Y no me menospreciarían.

     2     Yo te llevaría, te metería en casa de mi madre;

Tú me enseñarías,

Y yo te haría beber vino

Adobado del mosto de mis granadas.

     3     Su izquierda esté debajo de mi cabeza,

Y su derecha me abrace.

     4     Os conjuro, oh doncellas de Jerusalén,

Que no despertéis ni hagáis velar al amor,

Hasta que quiera.[3]

 



a 24.9: Mt. 10.22.

b 24.13: Mt. 10.22.

c 24.15: Dn. 9.27; 11.31; 12.11.

d 24.17–18: Lc. 17.31.

e 24.21: Dn. 12.1; Ap. 7.14.

f 24.26–27: Lc. 17.23–24.

g 24.28: Lc. 17.37.

[1]Reina Valera Revisada (1960). 1998 (Mt 23.39-24.28). Miami: Sociedades Bı́blicas Unidas.

a 26.1–51: Nm. 1.1–46.

b 26.52–56: Nm. 34.13; Jos. 14.1–2.

c 26.60: Nm. 3.2.

d 26.61: Lv. 10.1–2; Nm. 3.4.

e 26.65: Nm. 14.26–35.

a 27.7: Nm. 36.2.

b 27.12–14: Dt. 3.23–27; 32.48–52.

c 27.18: Ex. 24.13.

d 27.21: Ex. 28.30; 1 S. 28.6.

e 27.23: Dt. 31.23.

[2]Reina Valera Revisada (1960). 1998 (Nm 24.25-27.23). Miami: Sociedades Bı́blicas Unidas.

[3]Reina Valera Revisada (1960). 1998 (Cnt 6.4-8.4). Miami: Sociedades Bı́blicas Unidas.

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