martes, 31 de marzo de 2015

¡Cómo Vivir en Paz!

 

31  de Marzo

¡Vive en paz!

Por Riqui Ricón*

 El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán (Mat 24.35).

Dice la Biblia, la Palabra de Dios que no miente, que tú eres a Sus ojos como aquel (aquella) que encuentra la paz.

Por eso a los ojos de mi amado soy como quien ha hallado la paz (Can 8.10b NVI).

La paz no es la imagen vaga de un mundo sin guerras como el ideal utópico de la humanidad. Paz es un nivel, un estado de vida, donde no existe el temor, ni la angustia, ni preocupación alguna, sino todo lo contrario, la Paz es un tipo de vida donde el amor, la felicidad, la alegría, el gozo y la expectación por la vida prevalecen continuamente en la mente y corazón de las personas que la POSEEN.

Por eso, a los ojos de él, ya he encontrado la felicidad (Can 8.10b DHH).

Paz es la voluntad perfecta, buena y agradable de Dios para tu vida.

Porque yo sé muy bien los planes que tengo para ustedes —afirma el SEÑOR—, planes de bienestar y no de calamidad, a fin de darles un futuro y una esperanza (Jer 29.11 NVI).

Te preguntarás ¿cómo puedo obtener esa Paz? ¿Será posible vivir con esa Paz aquí en la tierra o estará reservada exclusivamente para los que van al cielo?

Cuando Jesús platicaba con una mujer samaritana, ésta termino por pedirle el agua de Vida ya que Jesús le dijo: Si conocieras el don de Dios, y quién es el que te dice: Dame de beber; tú le pedirías, y el te daría agua viva (Jn 4. 10). Lo importante a destacar aquí, para comenzar a responder las preguntas anteriores, es que al final, fue a esta mujer y no a Caifás, ni a Herodes, ni a Pilatos, ni a ningún otro hombre o mujer de esa época, a quien Jesucristo le reveló de viva voz,  ser el Mesías, el Cristo, el Salvador de TODOS los hombres. Y fue esta mujer, extranjera y pecadora, la que comprendió que Jesús es el Hijo de Dios, Dios mismo hecho hombre, y que, por consiguiente, TODAS LAS PALABRAS que salen de Su boca se van a cumplir sin faltar alguna de ellas.

Fe vino a su vida, olvidó su cántaro sobre la arena y con él todos sus pesares y vergüenzas para correr hacia la gente de la aldea que tanto la menospreciaba por la vida que había llevado. ¿Qué importaba el pasado ahora que conocía el futuro y éste se presentaba tan hermoso pues, ella misma, la pecadora, había escuchado las PALABRAS que salen de la boca de Dios? ¡Jesús, el Mesías en persona, no la había censurado ni recriminado por sus fracasos y pecados sino que la había amado y aceptado! ¿Quién podría acusarla o condenarla ahora que ella era escogida de Dios? ¡Nadie! ¿Qué podría derrotarla ahora que Dios estaba con ella? ¡Nada!

¿Quién acusará a los escogidos de Dios? Dios es el que justifica.  ¿Quién es el que condenará? Cristo es el que murió; más aun, el que también resucitó, el que además está a la diestra de Dios, el que también intercede por nosotros (Ro 8.33-34).

La Paz que sobrepasa todo entendimiento fluye de la Fe, fluye de esa certeza de lo que se espera, de esa convicción de lo que no se ve (He 11.1), cuando en Verdad (sin apariencias, ni falsas pretensiones), tú tienes la Palabra de Dios, la infalible y eterna Palabra de Honor del único Dios vivo y verdadero que te establece como Su Hijo(a) amado(a) por medio de Jesucristo.

Mirad cuál amor nos ha dado el Padre, para que seamos llamados hijos de Dios; por esto el mundo no nos conoce, porque no le conoció a él (1 Jn 3.1).

Dios te ama tanto que prefirió entregar a Su propio Hijo antes que perderte a ti.

Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna. Porque no envió Dios a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por él (Jn 3.16-17).

Ahora, por el Gran Amor que Dios siente por ti y por Su Eterna e infalible Palabra, legal y legítimamente tú eres un(a) Hijo(a) del Todopoderoso. Y recuerda que, ¡Primero el cielo y la tierra dejan de existir antes que Dios deje de cumplirte Su Palabra!

Entonces, sí es posible tener Paz mientras transitas por este mundo. De hecho, la Paz es un derecho que te pertenece, pues Jesús lo pagó para ti con Su Sangre al morir en esa cruz y resucitar venciendo al pecado y a la muerte.

Ciertamente él cargó con nuestras enfermedades y soportó nuestros dolores, pero nosotros lo consideramos herido, golpeado por Dios, y humillado.  Él fue traspasado por nuestras rebeliones, y molido por nuestras iniquidades; sobre él recayó el castigo, precio de nuestra paz, y gracias a sus heridas fuimos sanados (Isa 53.4-5 NVI).

Ahora bien, ¿cómo se obtiene la Paz? Creyéndole a Dios, creyendo Su Palabra. Deja de poner tus ojos y corazón en las circunstancias que te rodean y ponlos en la Palabra de Dios. No des crédito a lo que estás mirando, sintiendo o pensando y pon toda tu confianza en Jesús.

No imiten las conductas ni las costumbres de este mundo, más bien dejen que Dios los transforme en personas nuevas al cambiarles la manera de pensar. Entonces aprenderán a conocer la voluntad de Dios para ustedes, la cual es buena, agradable y perfecta (Ro 12.2 NTV).

¡Cambia tu forma de pensar haciendo de la Biblia la Norma máxima de tu existencia!

Tú guardarás en completa paz a aquel cuyo pensamiento en ti persevera; porque en ti ha confiado (Isa 26.3).

Cuando en Verdad comiences a CREER que la Biblia ES la Palabra de Dios, entonces tu mente será renovada con la certeza de quién tú ahora ERES en Cristo Jesús y, sin lugar a dudas, la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús (Fil 4.7).

¡Es la Palabra de Dios! Él no miente ni se arrepiente, así que, ¡si Dios lo dijo, entonces, Él lo va a cumplir, si Dios la habló, entonces, Él lo va a ejecutar!

¿Qué, pues, diremos a esto? Si Dios es por nosotros, ¿quién contra nosotros? El que no escatimó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos dará también con él todas las cosas? ¿Quién acusará a los escogidos de Dios? Dios es el que justifica. ¿Quién es el que condenará? Cristo es el que murió; más aun, el que también resucitó, el que además está a la diestra de Dios, el que también intercede por nosotros. ¿Quién nos separará del amor de Cristo? ¿Tribulación, o angustia, o persecución, o hambre, o desnudez, o peligro, o espada? Como está escrito: Por causa de ti somos muertos todo el tiempo; Somos contados como ovejas de matadero. Antes, en todas estas cosas somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó. Por lo cual estoy seguro de que ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni potestades, ni lo presente, ni lo por venir, ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús Señor nuestro (Ro 8.31-39).

Oremos en voz audible:

Amado Padre celestial, ¿cómo no adorarte si cada día descubro más y más de este tu excelente y gran plan de amor para conmigo? Gracias, muchas gracias. Te digo que sí, que sí acepto esta Paz que sólo Tú me puedes dar. La recibo por el precio tan grande que se pagó por ella, la Sangre y Vida de Tu Hijo Jesús, mi Rey, Señor y Salvador. Creo a Tu Palabra y sé que soy más que vencedor por medio de Tu Amor. No voy a permitir al temor, ni a la duda, ni al desánimo que me roben lo que legítimamente me pertenece: una vida plena y abundante. ¡Tomo de Tu Plenitud Señor Jesús! Conformo mi mente, vida y corazón a Tu preciosa Palabra y recibo TODO lo que Tú adquiriste para mí. ¡Soy sano(a)! ¡Soy libre! ¡Soy próspero(a)! ¡Soy Feliz! ¡Soy un(a) Hijo(a) del Rey! En el nombre de Jesús. Amén.

Nota Importante:

¿Cómo me hago Hijo de Dios? ¿Cómo establezco una relación con el Todopoderoso?

Sólo haz la siguiente oración en voz audible poniendo toda tu atención y corazón a lo que le estás diciendo a Dios:

Señor Jesús, yo creo que eres el Hijo de Dios. Que viniste a este mundo de la virgen María para pagar todos mis pecados, y yo he sido un(a) pecador(a). Por eso, te digo el día de hoy que sí acepto. ¡Sí acepto tu sacrificio en la cruz! ¡Sí acepto Tu Sangre preciosa derramada hasta la última gota por Amor a mí! Te abro mi corazón y te invito a entrar porque quiero, Señor Jesús, que desde hoy y para siempre Tú seas mi único y suficiente Salvador, mi Dios, mi Rey y mi Señor. Gracias, Dios Poderoso, pues con esta simple oración y profesión de fe he pasado de muerte a Vida, he sido trasladado(a) de las tinieblas a Tu Luz admirable. ¡Hoy he Nacido de Nuevo! ¡Dios, ahora yo Soy Tu Hijo(a)! ¡Ahora Tú eres mi Padre! ¡Nunca más estaré solo(a)! Nunca más viviré derrotado(a). En el nombre de Jesús. Amén.

*Ricardo C. Peredo Jaime   © 2012

 


Lectura y Meditación de la Palabra de Dios

Haz estas lecturas diarias y al final de un año habrás leído toda la Biblia.

Marzo 31       Mat 24.29-51 /  Núm 28-29 /  Can 8.5-14


 
 
 

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