viernes, 16 de mayo de 2014

¡Cómo hacer de tu Vida una Vida que valga la pena vivirse!

 

12 de Mayo

¡Sin miedo y sin lugar a dudas!

Por Riqui Ricón*

Job respondió entonces al SEÑOR. Le dijo: «Yo sé bien que tú lo puedes todo, que no es posible frustrar ninguno de tus planes. “¿Quién es éste —has preguntado—, que sin conocimiento oscurece mi consejo?” Reconozco que he hablado de cosas que no alcanzo a comprender, de cosas demasiado maravillosas que me son desconocidas. »“Ahora escúchame, que voy a hablar —dijiste—; yo te cuestionaré, y tú me responderás.” De oídas había oído hablar de ti, pero ahora te veo con mis propios ojos. Por tanto, me retracto de lo que he dicho, y me arrepiento en polvo y ceniza.» (Job 42. 1-6 NVI).

Para salir de cualquier crisis, como Job lo hizo, has de reconocer que la Palabra de Dios es la Verdad (no una verdad sino la Verdad). Sólo así podrás comprender la grandeza del Amor que Dios siente por ti. Aceptarás, como Job, con humildad y gratitud, que Él es Bueno y Justo. En ese momento dejas de enfocarte en ti mismo y, olvidando tus problemas, lo miras a Él, tal y como Él Es.

Y quitó Jehová la aflicción de Job, cuando él hubo orado por sus amigos; y aumentó al doble todas las cosas que habían sido de Job (Job 42. 10)..

Una vez que Job tuvo un encuentro personal con Dios, algo asombroso comenzó a suceder en su vida: ¡dejó de quejarse y preocuparse por sí mismo para comenzar a orar por los demás! Entonces, él fue restaurado recibiendo sanidad y el doble de bendición que antes tenía.

Si bien todos nosotros somos como suciedad, y todas nuestras justicias como trapo de inmundicia; y caímos todos nosotros como la hoja, y nuestras maldades nos llevaron como viento (Isa 64. 6).

Lo que Job experimentó es un tipo del Nuevo Nacimiento. Una vez que miró a Dios cara a cara, pudo verse a sí mismo y comprender que sin Dios él nada era, que todas sus justicias eran como trapo de inmundicia pero, y sobre todo, entendió que con Dios estaba su vida, que sólo con Él encontraría identidad, propósito y destino.

¡Adquirió conciencia de Justicia en Dios!

SEÑOR Todopoderoso, ¡dichosos los que en ti confían! (Sal 84.12 NIV).

Por este motivo Job pudo poner toda su confianza en Dios y abandonarse así mismo dentro de Su Palabra para, a pesar de aún estar enfermo y abatido, orar y bendecir a sus amigos. ¡Ya no tenía temor, ni duda! ¡Ahora tenía fe! ¡Ahora tenía identidad en Dios!

MIREN CUÁNTO NOS ama el Padre celestial que permite que seamos llamados hijos de Dios. ¡Y lo más maravilloso es que de veras lo somos! Naturalmente, como la mayoría de la gente no conoce a Dios, no comprende por qué lo somos  (1 Jn 3. 1 BAD).

El principal propósito de Dios para pagar todos tus pecados con la Sangre de Su Hijo Jesús, no fue justificarte, ni perdonarte, sino que éstas (la justificación y el perdón) eran los requisitos que necesitabas cumplir para que así, con una sola ofrenda hizo perfectos para siempre a los santificados (He 10.14), y fuiste creado(a), por Su Palabra, como un espíritu nuevo, incorruptible, con el verdadero propósito de ser adoptado(a) Hijo(a) Suyo(a) y recibir Su propia Identidad.

¡Maravilloso!

siendo renacidos, no de simiente corruptible, sino de incorruptible, por la palabra de Dios que vive y permanece para siempre (1 P 1.23).

Fue por esa identidad de Hijo de Dios Nacido de Nuevo que Pablo se despide sin drama, ni dolor alguno de las iglesias que con tanta dedicación él había edificado, diciendo:

Mas no me importa cuánto haya de sufrir; después de todo, la vida carecería de valor si no la empleara para terminar con gozo la tarea que me señaló el Señor Jesús: pregonar las buenas noticias acerca del inmenso amor de Dios (Hch 20.24 BAD).

Mientras todos los demás lloraban y trataban de persuadirle (tal y como Pedro intentó hacerlo con Jesucristo), él se mantuvo firme sabiendo en Quién había confiado y a Quién le pertenecía su vida. Él sabía perfectamente que era un Hijo de Dios Nacido de Nuevo, que como tal tenía Vida Eterna y que esa Vida estaba escondida con Cristo en Dios.

Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna. Porque no envió Dios a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por él (Jn 3.16-17).

Pablo sabía y creía lo mismo que tú debes saber y creer, que Dios te ama tanto que prefirió entregar a Su propio Hijo antes que perderte a ti, y que, por lo tanto, te ha hecho Su Hijo(a) y al otorgarte ese derecho divino, necesariamente te dio la Vida Eterna.

Ya que han sido resucitados a una vida nueva con Cristo, pongan la mira en las verdades del cielo, donde Cristo está sentado en el lugar de honor, a la derecha de Dios. Piensen en las cosas del cielo, no en las de la tierra. Pues ustedes han muerto a esta vida, y su verdadera vida está escondida con Cristo en Dios (Col 3.1-3 NTV).

Tú no eres como Job. ¡Tú eres mayor a Job! Job era una criatura, un ser humano común y corriente sujeto a las pasiones carnales y al pecado, mientras que tú has sido comprado(a) y redimido(a) a precio de la Sangre de Cristo Jesús para ser hecho un(a) Hijo(a) del Dios Viviente.

¡La ley del Espíritu de Vida en Cristo Jesús te ha hecho libre de la ley del pecado y de la muerte!

Por tanto, ya que ellos son de carne y hueso, él también compartió esa naturaleza humana para anular, mediante la muerte, al que tiene el dominio de la muerte —es decir, al diablo—, y librar a todos los que por temor a la muerte estaban sometidos a esclavitud durante toda la vida (He 2.14-15 NVI).

Ya no eres más esclavo del pecado ni de la muerte. La muerte nada tiene en ti. ¡Tienes Vida Eterna! ¡Vas a Vivir por siempre! A diferencia de Job, tu puedes (y debes), sin lugar a dudas, vivir el día de hoy una Vida sin miedo.

Oremos en voz audible:

Precioso Padre celestial, ¡cómo no agradecerte! ¡Cómo no amarte! Siendo que yo estaba perdido(a) y sin rumbo en esta vida y Tú me has amado de tal manera que preferiste entregar a Tu propio Hijo, Jesús, para pagar el precio de mis pecados, antes que perderme a mí; para justificarme, santificarme, perfeccionarme y perdonarme y adoptarme como Hijo(a) legítimo(a) Tuyo(a). Hoy, por Tu Gran Amor con que me has amado, puedo decir, puedo gritar, que soy un(a) Hijo(a) de Dios Nacido(a) de Nuevo y no de una simiente que se corrompe sino de la incorruptible semilla que es Tu Palabra, Señor. ¡Gracias Jesús! ¡Gracias Espíritu Santo! ¡Tengo Identidad! Me determino a vivir de acuerdo a quién soy, de acuerdo a Tu Palabra, la Biblia, Señor. Por lo tanto, por lo que dices en Tu Palabra, sé perfectamente que de todo problema, angustia o enfermedad saldré más que vencedor(a), pues todo lo puedo en Ti, en Tu unción y en Tu Palabra. Así que, no voy a prestar atención a las palabras de mentira, de fracaso y de derrota que me quieran amedrentar, ya que no he recibido el espíritu de esclavitud para estar otra vez en temor, sino que yo, ______________ (tu nombre aquí), he recibido el Espíritu de adopción y hoy clamo, ¡Abba! ¡Padre! Yo soy Tuyo(a), Dios, y he vencido, pues mayor eres Tú, Espíritu Santo, que vives en mí y conmigo, que el que está en el mundo. Señor, ¡Todas y cada una de Tus Promesas son en mí, sí y amén! Me someto a Ti, mi Dios, me someto a Tu Palabra, resisto a Satanás y éste tiene que huir de mi vida. No recibo ni la duda, ni el temor, ni la enfermedad, ni la pobreza, ni la angustia, ni la depresión. ¡Soy sano(a)! ¡Soy libre! ¡Soy próspero(a)! ¡Soy dichoso(a)! En el nombre de Jesús. Amén.

 Nota Importante:

¿Cómo me hago Hijo de Dios? ¿Cómo establezco una relación con el Todopoderoso?

Sólo haz la siguiente oración en voz audible poniendo toda tu atención y corazón a lo que le estás diciendo a Dios:

Señor Jesús, yo creo que eres el Hijo de Dios. Que viniste a este mundo de la virgen María para pagar todos mis pecados, y yo he sido un(a) pecador(a). Por eso, te digo el día de hoy que sí acepto. ¡Sí acepto tu sacrificio en la cruz! ¡Sí acepto Tu Sangre preciosa derramada hasta la última gota por Amor a mí! Te abro mi corazón y te invito a entrar porque quiero, Señor Jesús, que desde hoy y para siempre Tú seas mi único y suficiente Salvador, mi Dios, mi Rey y mi Señor. Gracias, Dios Poderoso, pues con esta simple oración y profesión de fe he pasado de muerte a Vida, he sido trasladado(a) de las tinieblas a Tu Luz admirable. ¡Hoy he Nacido de Nuevo! ¡Dios, ahora yo Soy Tu Hijo(a)! ¡Ahora Tú eres mi Padre! ¡Nunca más estaré solo(a)! Nunca más viviré derrotado(a). En el nombre de Jesús. Amén.

*Ricardo C. Peredo Jaime   © 2012

 


Lectura y Meditación de la Palabra de Dios

Haz estas lecturas diarias y al final de un año habrás leído toda la Biblia.

Mayo         12                        Hch 20. 17-38  /  Jue 14-15  /  Job 42

 


 

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