lunes, 12 de mayo de 2014

¡Cómo confiar en Dios!

 
7  de Mayo
¡Por Su Palabra!
Por Riqui Ricón*
Entonces el SEÑOR le dijo a Gedeón: «Tienes demasiados guerreros contigo. Si dejo que todos ustedes peleen contra los madianitas, los israelitas se jactarán ante mí de que se salvaron con su propia fuerza. Por lo tanto, dile al pueblo: “A todo aquel que le falte valentía o que tenga miedo, que abandone este monte* y se vaya a su casa”». Así que veintidós mil de ellos se fueron a su casa, y quedaron sólo diez mil dispuestos a pelear (Jue 7.2-3 Nueva Traducción Viviente NTV).
Este pasaje de las escrituras es sumamente esclarecedor del tipo de vida que Dios quiere que tú vivas. ¡Una Vida de fe! ¡Una Vida sin miedo! ¡Una Vida que vale la pena vivir!
Tenemos aquí al pueblo de Israel padeciendo pobreza y esclavitud, atormentados por sus enemigos, porque, una vez más, se olvidaron de Dios y se apartaron de Su Palabra. Sin embargo, Dios decide seguir amándoles y extenderles Su Misericordia, una vez más.
Entonces el ángel del SEÑOR se le apareció y le dijo: —¡Guerrero valiente, el SEÑOR está contigo! —Señor —respondió Gedeón—, si el SEÑOR está con nosotros, ¿por qué nos sucede todo esto? ¿Y dónde están todos los milagros que nos contaron nuestros antepasados? ¿Acaso no dijeron: “El SEÑOR nos sacó de Egipto”? Pero ahora el SEÑOR nos ha abandonado y nos entregó en manos de los madianitas. Entonces el SEÑOR lo miró y le dijo: —Ve tú con la fuerza que tienes y rescata a Israel de los madianitas. ¡Yo soy quien te envía! (Jue 6.12-14 NTV).
A pesar de que el Pueblo de Israel invalido el Pacto, Dios los sigue amando y envía a Gedeón como Juez y Libertador. Sin embargo, Él no quiere que los israelitas, ni Gedeón mismo, lleguen a creer que se salvaron con su propia fuerza y habilidad.
Así dice el SEÑOR: «¡Maldito el hombre que confía en el hombre! ¡Maldito el que se apoya en su propia fuerza y aparta su corazón del SEÑOR! Será como una zarza en el desierto: no se dará cuenta cuando llegue el bien. Morará en la sequedad del desierto, en tierras de sal, donde nadie habita (Jer 17.5-6 NVI).
¿Por qué es esto así? ¿Por qué Dios no quiere que el hombre confíe en sí mismo? ¿Será que Dios sufre delirios de grandeza y no quiere que nadie más se lleve el crédito? ¿Será que Su naturaleza es tan acomplejada que tiene necesidad de sentirse apreciado y alabado?
¡De ninguna manera! ¡Él es Dios, el Todopoderoso! ¡Él es el creador del cielo y de la tierra; creador de todo lo visible y lo invisible! ¡Él no es afectado por nada ni por nadie!
Levanta tus ojos a los cielos y mira las nubes en lo alto. Si pecas, ¿en qué afecta eso a Dios? Incluso si pecas una y otra vez, ¿qué efecto tendrá sobre él? Si eres bueno, ¿es algún gran regalo para él? ¿Qué podrías darle tú? No, tus pecados afectan únicamente a personas como tú, y tus buenas acciones afectan sólo a seres humanos (Job 35.5-8 NTV).
La respuesta correcta es que Dios desea que tú confíes en Él, que pongas todo tu corazón y tu confianza en Su Palabra, que a pesar de lo terrible que puedan ser tus circunstancias y de lo que puedas percibir de la dura realidad,  Dios desea que tú puedas creer en Él, creyendo Su Palabra.
Jehová de los ejércitos, Dichoso el hombre que en ti confía (Sal 84.12).
¡Por la Palabra de Dios tú puedes ser la persona más feliz de la tierra!
Dios sabe perfectamente bien (y te lo ha revelado en Su Palabra), que el secreto de la dicha y la felicidad del ser humano está en confiar en Él. Al fin y al cabo Él es Dios, y si Dios está contigo, ¿quién podrá mantenerse en contra tuya? ¡Nadie!
¿Qué, pues, diremos a esto? Si Dios es por nosotros, ¿quién contra nosotros? (Ro 8.31).
Recuerda siempre que fue precisamente el desconfiar de la Palabra de Dios lo que provocó este caos de mundo en el cual estás viviendo:
Pero la serpiente era astuta, más que todos los animales del campo que Jehová Dios había hecho; la cual dijo a la mujer: ¿Conque Dios os ha dicho: No comáis de todo árbol del huerto? Y la mujer respondió a la serpiente: Del fruto de los árboles del huerto podemos comer; pero del fruto del árbol que está en medio del huerto dijo Dios: No comeréis de él, ni le tocaréis, para que no muráis. Entonces la serpiente dijo a la mujer: No moriréis; sino que sabe Dios que el día que comáis de él, serán abiertos vuestros ojos, y seréis como Dios, sabiendo el bien y el mal. Y vio la mujer que el árbol era bueno para comer, y que era agradable a los ojos, y árbol codiciable para alcanzar la sabiduría; y tomó de su fruto, y comió; y dio también a su marido, el cual comió así como ella (Gen 3.1-6).
Desde que Satanás engañó a Eva, el dilema de la relación del ser humano con Dios sigue siendo el mismo: ”¿será Dios digno de confianza? Porque Él dice que no coma del fruto de este árbol pues si lo como moriré, PERO este bicho (la serpiente) dice otra cosa; él también habla, él también tiene palabras y dice que no moriré, que no es verdad lo que Dios dice. ¿Quién de los dos dirá la Verdad? ¿A cuál de los dos le voy a creer?”
Tú sabes cómo terminó la historia, le creyeron a Satanás y el pecado, que es la incredulidad a la Palabra de Dios, entró al mundo y con él, la muerte y la esclavitud que el miedo a la muerte produce.
Cuando el día comenzó a refrescar, oyeron el hombre y la mujer que Dios andaba recorriendo el jardín; entonces corrieron a esconderse entre los árboles, para que Dios no los viera. Pero Dios el SEÑOR llamó al hombre y le dijo: —¿Dónde estás? El hombre contestó: —Escuché que andabas por el jardín, y tuve miedo porque estoy desnudo. Por eso me escondí (Gen 3.8-10 NVI).
Se puede decir que desde ese momento hasta el día de hoy (aunque si lo piensas bien, la verdad es que desde siempre), la relación con Dios ha de basarse en la confianza, esto es, en la fe.
De hecho, sin fe es imposible agradar a Dios. Todo el que desee acercarse a Dios debe creer que él existe y que él recompensa a los que lo buscan con sinceridad (He 11.6 NTV).
¡Fe es creerle a Dios! Fe es tener la certeza, estar plenamente convencido, que lo que Dios dice ES VERDAD. Fe es creer que Dios es confiable, que tiene Palabra de Honor, pues si Él lo dijo, entonces Él lo hará, si Dios lo habló, entonces Él lo ejecutará.
Dios no es un hombre, por lo tanto no miente. Él no es humano, por lo tanto no cambia de parecer. ¿Acaso alguna vez habló sin actuar? ¿Alguna vez prometió sin cumplir? (Num 23.19 NTV).
La fe es el aroma, es el aire que se respira en el Reino de Dios y produce confianza y paz. Por otro lado, el miedo es el aroma que se respira en el mundo caído, regido por Satanás, que produce desconfianza, temor y angustia.
Y vino el ángel de Jehová, y se sentó debajo de la encina que está en Ofra, la cual era de Joás abiezerita; y su hijo Gedeón estaba sacudiendo el trigo en el lagar, para esconderlo de los madianitas (Jue 6.11).
El miedo y el temor te pueden afectar tanto que comiences a desesperar, como Gedeón quien se encontraba sacudiendo el trigo dentro de un lagar, lo cual es un acto de desesperación pues dentro del lagar no hay viento alguno que se pueda llevar la hojarasca para dejar el grano limpio. ¡Sacudir el trigo en un lagar es una pérdida de tiempo puesto que la hojarasca y el grano vuelven a quedar juntos en el mismo lugar!
Entonces el ángel del SEÑOR se le apareció y le dijo: —¡Guerrero valiente, el SEÑOR está contigo! —Señor —respondió Gedeón—, si el SEÑOR está con nosotros, ¿por qué nos sucede todo esto? ¿Y dónde están todos los milagros que nos contaron nuestros antepasados? ¿Acaso no dijeron: “El SEÑOR nos sacó de Egipto”? Pero ahora el SEÑOR nos ha abandonado y nos entregó en manos de los madianitas. Entonces el SEÑOR lo miró y le dijo: —Ve tú con la fuerza que tienes y rescata a Israel de los madianitas. ¡Yo soy quien te envía! —Pero, SEÑOR —respondió Gedeón—, ¿cómo podré yo rescatar a Israel? ¡Mi clan es el más débil de toda la tribu de Manasés, y yo soy el de menor importancia en mi familia! El SEÑOR le dijo: —Yo estaré contigo, y destruirás a los madianitas como si estuvieras luchando contra un solo hombre (Jue 6.12-16 NTV).
Aunque Gedeón se consideraba a sí mismo totalmente incapaz para hacer frente a los madianitas, Dios no lo veía así. ¿Por qué? Porque Dios es el primero en vivir por fe y actuar por fe. ¡Él llama las cosas que no son como si ya fueran!
Este día, sin importar la gravedad o tamaño de los problemas, enfermedades o retos que estés enfrentando, tú puedes confiar en Dios. Puedes confiar en Su Amor, pues Él te ama tanto que prefirió entregar a Su propio Hijo antes que perderte a ti.
Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna. Porque no envió Dios a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por él (Jn 3. 16-17).
Puedes confiar en la Palabra de Dios con la cual Él te ha hecho un(a) Hijo(a) legítimo(a).
MIREN CUÁNTO NOS ama el Padre celestial que permite que seamos llamados hijos de Dios. ¡Y lo mas maravilloso es que de veras lo somos! Naturalmente, como la mayoría de la gente no conoce a Dios, no comprende por qué lo somos (1 Jn 3.1 BAD).
Puedes confiar en que de todo problema, angustia o enfermedad tú saldrás más que vencedor(a) por medio de Su Amor.
Antes, en todas estas cosas somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó (Ro 8.37).
Al comenzar esta reflexión declaré que Dios no es afectado por nada ni nadie, sin embargo, al parecer esto no es así, la Verdad es que Dios se ve afectado por Su Amor por ti.
Oremos en voz audible:
Amado Padre celestial, hoy sé con toda certeza que yo, _________ (tu nombre aquí), vivo a Tu amparo, Altísimo Dios, y encuentro descanso a Tu sombra, pues Tú eres el Todopoderoso. Creo y declaro que sólo Tú, Señor, eres mi refugio, mi lugar seguro; Tú eres mi Dios y en Ti yo confío. Tú me rescatarás de toda trampa y me protegerás de enfermedades mortales. Con Tus plumas me cubrirás y con Tus alas me darás refugio. Padre, tus fieles promesas son mi armadura y mi protección. No tendré miedo de los terrores de la noche ni de la flecha que se lanza en el día. No temeré a la enfermedad que acecha en la oscuridad, ni a la catástrofe que estalla al mediodía. Aunque caigan mil a mi lado, aunque mueran diez mil a mi alrededor, esos males no me tocarán. Simplemente abriré mis ojos y miraré cómo los perversos reciben su merecido. Porque yo te he hecho a Ti, SEÑOR, mi refugio y a Ti, Altísimo, mi resguardo, por eso, ningún mal me conquistará; ninguna plaga se acercará a mi hogar. Pues Tú, Dios, ordenarás a Tus ángeles que me protejan por donde quiera que vaya. Me sostendrán con sus manos para que ni siquiera me lastimes el pie con una piedra. Por Ti, Señor Jesús, pisotearé leones y cobras; ¡aplastaré feroces leones y serpientes bajo mis pies! Tú me rescatarás porque yo te amo. Tú me protegerás porque yo en Ti confío. Cuando Te llame, Tú me responderás; estarás conmigo en medio de las dificultades. Me rescatarás y me honrarás. Me recompensarás con una larga vida y me darás Tu salvación. En el nombre de Jesús. Amén.
 Nota Importante:
¿Cómo me hago Hijo de Dios? ¿Cómo establezco una relación con el Todopoderoso?
Sólo haz la siguiente oración en voz audible poniendo toda tu atención y corazón a lo que le estás diciendo a Dios:
Señor Jesús, yo creo que eres el Hijo de Dios. Que viniste a este mundo de la virgen María para pagar todos mis pecados, y yo he sido un(a) pecador(a). Por eso, te digo el día de hoy que sí acepto. ¡Sí acepto tu sacrificio en la cruz! ¡Sí acepto Tu Sangre preciosa derramada hasta la última gota por Amor a mí! Te abro mi corazón y te invito a entrar porque quiero, Señor Jesús, que desde hoy y para siempre Tú seas mi único y suficiente Salvador, mi Dios, mi Rey y mi Señor. Gracias, Dios Poderoso, pues con esta simple oración y profesión de fe he pasado de muerte a Vida, he sido trasladado(a) de las tinieblas a Tu Luz admirable. ¡Hoy he Nacido de Nuevo! ¡Dios, ahora yo Soy Tu Hijo(a)! ¡Ahora Tú eres mi Padre! ¡Nunca más estaré solo(a)! Nunca más viviré derrotado(a). En el nombre de Jesús. Amén.
*Ricardo C. Peredo Jaime   © 2012
 

Lectura y Meditación de la Palabra de Dios
Haz estas lecturas diarias y al final de un año habrás leído toda la Biblia.
Mayo         7                          Hch 17. 16-34  /  Jue 7-8  /  Job 37
 


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