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jueves, 21 de julio de 2011

¿Cómo, realmente, puedo alcanzar la victoria en todas las áreas de mi vida?

Jueves 21 de Julio de 2011.
¡Sólo con Amor!
Por Riqui Ricón*
En cuanto a lo sacrificado a los ídolos, sabemos que todos tenemos conocimiento. El conocimiento envanece, pero el amor edifica (1 Co 8.1).
Es por Amor que Dios prefirió entregar a Su propio Hijo, Jesús, para que pagara todos tus pecados y así no te perdiera a ti, sino te ganara por toda la eternidad como Hija(o) Suya(o), también.
Mirad cuál amor nos ha dado el Padre, para que seamos llamados hijos de Dios; por esto el mundo no nos conoce, porque no le conoció a él (1 Jn 3.1).
Es el Amor de Dios el que cubre TODAS las faltas (Pro 10.12). Es el Amor de Dios el que te edifica como nueva creatura para que conozcas, mediante el Espíritu Santo, que ahora eres un(a) Hija(o) de Dios Nacida(o) de Nuevo y no de simiente corruptible, sino incorruptible por la Palabra de Dios que vive y permanece para siempre (1 P 1.23).
Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios, éstos son hijos de Dios. Pues no habéis recibido el espíritu de esclavitud para estar otra vez en temor, sino que habéis recibido el espíritu de adopción, por el cual clamamos: ¡Abba, Padre! El Espíritu mismo da testimonio a nuestro espíritu, de que somos hijos de Dios. Y si hijos, también herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo, si es que padecemos juntamente con él, para que juntamente con él seamos glorificados (Ro 8.14-17).
¿Y en qué hemos de padecer si somos Hijos del Rey del Universo? ¿Quién o qué nos puede hacer daño si Dios es nuestro propio Padre? ¿Qué problema, enfermedad o tribulación nos podría robar el gozo de ser Hijos de Dios Nacidos de Nuevo, comprados a precio de la Sangre de Jesús para ser eternos y reinar juntamente con Él?
¿Qué, pues, diremos a esto? Si Dios es por nosotros, ¿quién contra nosotros? El que no escatimó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos dará también con él todas las cosas? ¿Quién acusará a los escogidos de Dios? Dios es el que justifica. ¿Quién es el que condenará? Cristo es el que murió; más aun, el que también resucitó, el que además está a la diestra de Dios, el que también intercede por nosotros. ¿Quién nos separará del amor de Cristo? ¿Tribulación, o angustia, o persecución, o hambre, o desnudez, o peligro, o espada? Como está escrito: Por causa de ti somos muertos todo el tiempo; Somos contados como ovejas de matadero.  Antes, en todas estas cosas somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó. Por lo cual estoy seguro de que ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni potestades, ni lo presente, ni lo por venir, ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús Señor nuestro (Ro 8.31-39).
¡Estas son las buenas nuevas del Evangelio de Jesucristo! No existe nada ni nadie que te pueda vencer pues eres literal y efectivamente un(a) Hija(o) de Dios creado de Nuevo justo, santo y perfecto. ¡La Biblia, que es la Palabra de Dios y no miente, lo dice así!
Solamente el miedo, la incredulidad y los engaños del diablo te podrían separar de la libertad gloriosa de los Hijos de Dios, y esto, siempre y cuando, le prestes oído y des crédito a sus mentiras (que no vales, que no sirves, que no puedes, que te vas a morir, que no eres digna(o), que eres falsa(o), etc., etc., etc.), en lugar de mantenerte, firme, constante y persistente en la Verdad que es la Biblia, la Palabra de Dios.
Si bien la vianda no nos hace más aceptos ante Dios; pues ni porque comamos, seremos más, ni porque no comamos, seremos menos. Pero mirad que esta libertad vuestra no venga a ser tropezadero para los débiles. Porque si alguno te ve a ti, que tienes conocimiento, sentado a la mesa en un lugar de ídolos, la conciencia de aquel que es débil, ¿no será estimulada a comer de lo sacrificado a los ídolos? Y por el conocimiento tuyo, se perderá el hermano débil por quien Cristo murió. De esta manera, pues, pecando contra los hermanos e hiriendo su débil conciencia, contra Cristo pecáis. Por lo cual, si la comida le es a mi hermano ocasión de caer, no comeré carne jamás, para no poner tropiezo a mi hermano (1 Co 8.8-13).
Es precisamente la certeza de saberte un(a) Hija(o) de Dios Nacida(o) de Nuevo, amada(o) del Padre, lo que te permite, por Amor y con Amor, padecer juntamente con Cristo a favor de los más débiles en la fe. No necesitas demostrar a nadie quien eres pues sabes perfectamente quien tú ahora eres y así, puedes amar a los demás con el mismo Amor que tu Padre te da. Puedes ir donde los drogadictos, las prostitutas o los idólatras sin juzgarles ni criticarles sino edificarles con Amor.
Amado Padre celestial, que hermosa es la Vida Nueva que me has dado por medio de Tu Hijo. Jesús, Tú eres mi Rey, Señor y Salvador y gracias a Ti, hoy, yo Riqui Ricón (pon tu nombre aquí) soy también un(a) Hija(o) amada(o) de Nuestro Dios y Padre. Tengo vida eterna y la puedo (y la debo), vivir en plenitud y abundancia. Aunque sé que en el mundo tendré aflicciones, me has dado Tu Palabra, la Biblia, para que en Ti yo tenga paz, pues Tú has vencido al mundo y yo contigo. Gracias Señor, pues esta identidad de Hija(o) me permite amar a mis semejantes como a mí misma(o). Desecho el temor y la duda, me someto a Ti, Padre, a Tu Verdad y a Tu Palabra, resisto al diablo, a sus engaños y mentiras y éste tiene que huir de mi vida. En el nombre de Jesús. Amén.

*Ricardo C. Peredo Jaime   © 2011


Lectura y Meditación de la Palabra de Dios
Haz estas lecturas diarias y al final de un año habrás leído toda la Biblia.
                                                                                   
Julio    21                               1 Co 8  /  1 R 22  /  Am 6

martes, 19 de julio de 2011

¿Qué puedes hacer contra el temor, la ansiedad y el estrés?

Lunes 18 de Julio de 2011.
¡Soy Hija(o) del Rey!
Por Riqui Ricón*
Y él se fue por el desierto un día de camino, y vino y se sentó debajo de un enebro; y deseando morirse, dijo: Basta ya, oh Jehová, quítame la vida, pues no soy yo mejor que mis padres (1 R 19.4).
No obstante las grandes victorias que hemos experimentado en nuestra vida con el Señor Jesús, es realmente curioso como muchas veces, al igual que Elías, nos dejamos atrapar por el desánimo y la depresión. ¿A qué se debe esto? Pues sencillamente a que, si tenemos poca fe o una fe débil, cuando vienen nuevos o mayores problemas nos olvidamos de mantener nuestra mirada y nuestra fe fijas en Jesús y en Su Palabra para dejarnos amedrentar por las apariencias de las dificultades.
Entonces le respondió Pedro, y dijo: Señor, si eres tú, manda que yo vaya a ti sobre las aguas. Y él dijo: Ven. Y descendiendo Pedro de la barca, andaba sobre las aguas para ir a Jesús. Pero al ver el fuerte viento, tuvo miedo; y comenzando a hundirse, dio voces, diciendo: ¡Señor, sálvame! Al momento Jesús, extendiendo la mano, asió de él, y le dijo: ¡Hombre de poca fe! ¿Por qué dudaste? Y cuando ellos subieron en la barca, se calmó el viento. Entonces los que estaban en la barca vinieron y le adoraron, diciendo: Verdaderamente eres Hijo de Dios (Mat 14.28-33).
Nota que Pedro ya caminaba sobre las aguas para ir a Jesús cuando puso su atención en las circunstancias y permitió que el espíritu de temor le robara la fe que manifestó al decir: Señor, si eres tú, manda que yo vaya a ti sobre las aguas. Jesús sólo dijo, ven y Pedro creyó. Sin embargo, no fue suficiente.
Muchos creyentes están demasiado acostumbrados andar por vista y no por fe de modo que cuando se presentan los problemas y vicisitudes de la vida se ven abrumados por la preocupación y el temor a tal grado que, efectivamente, pueden darle lugar al desánimo y a la depresión.
Así que vivimos confiados siempre, y sabiendo que entre tanto que estamos en el cuerpo, estamos ausentes del Señor (porque por fe andamos, no por vista); pero confiamos, y más quisiéramos estar ausentes del cuerpo, y presentes al Señor. Por tanto procuramos también, o ausentes o presentes, serle agradables (2 Co 5.6-9).
Pero sin fe es imposible agradar a Dios; porque es necesario que el que se acerca a Dios crea que le hay, y que es galardonador de los que le buscan (He 11.6).
Me llama la atención que en ese episodio de la vida de Elías Dios no lo consintió ni apapachó por sentirse como se sentía, sino que lo fortaleció en su espíritu (fue un ángel quien le tocó y le alimentó), y le dijo: anda, levántate y vuélvete por tu camino para hacer esto, esto y esto otro.
Casi siempre, nuestro adversario el diablo, que como león rugiente anda buscando a quien devorar, trata por todos los medios de anular nuestra fe con la condenación por causa de nuestras faltas y pecados con el propósito de que caigamos en el error de olvidarnos quienes somos: las Hijas e Hijos de Dios Nacidos de Nuevo.
¿No sabéis que los injustos no heredarán el reino de Dios? No erréis; ni los fornicarios, ni los idólatras, ni los adúlteros, ni los afeminados, ni los que se echan con varones, ni los ladrones, ni los avaros, ni los borrachos, ni los maldicientes, ni los estafadores, heredarán el reino de Dios. Y esto erais algunos; mas ya habéis sido lavados, ya habéis sido santificados, ya habéis sido justificados en el nombre del Señor Jesús, y por el Espíritu de nuestro Dios (1 Co 6.9-11).
Tu confianza, tu certeza, tu fe está en lo que Dios ha dicho en Su Palabra acerca de ti y no de cómo te ves a ti misma(o) o cómo te sientes contigo misma(o). De acuerdo a la Biblia, que es la Palabra de Dios y no miente, tu eres un(a) Hija(o) de Dios Nacida(o) de Nuevo no de una simiente corruptible sino de la incorruptible simiente que es la Palabra de Dios que vive y permanece para siempre (1 P 1.23).
Esto no quiere decir que los Hijos de Dios podemos pecar y olvidarnos de la santidad (sin la cual NADIE vera a Dios). No, nada de eso, sino todo lo contrario, porque sabemos quiénes somos y lo que Dios dice acerca de nosotros, creemos, hablamos y actuamos para manifestar esa justicia, santidad y perfección que Él ya puso en nosotros. No tratamos de alcanzar algo que no tenemos (como el diablo pretende que hagamos), sino que creemos que tenemos lo que Dios dice en Su Palabra que somos: justos, santos y perfectos. Si Dios lo dice es la verdad y por lo tanto podemos vivir como justos, santos y perfectos.
En cuanto a la pasada manera de vivir, despojaos del viejo hombre, que está viciado conforme a los deseos engañosos, y renovaos en el espíritu de vuestra mente, y vestíos del nuevo hombre, creado según Dios en la justicia y santidad de la verdad (Efe 4.22-24).
Amado Padre celestial, en Tu Palabra puedo notar el gran Amor con que me has amado, pues aún estando yo muerta(o) en delitos y pecados me diste vida juntamente con Cristo. Gracias Señor por esta Vida Nueva que me has dado. Me creaste de Nuevo en justicia y santidad de la verdad. Creo y recibo este gran Amor. Creo y recibo a Jesús como mi Señor y Salvador. En Ti, Jesús, tengo vida eterna, vida abundante. Me determino, con Tu ayuda, Espíritu Santo, a no dejar que las aflicciones del mundo me infundan temor pues yo no he recibido el espíritu de esclavitud para estar otra vez en temor sino que he recibido el espíritu de adopción y te puedo decir a Ti, Dios, Abba, Padre. ¡Soy Hija(o) del Rey! Nada ni nadie me pueden derrotar pues en todas las cosas soy más que vencedor(a) por medio de Aquel que me amó, Cristo Jesús. Amén.
*Ricardo C. Peredo Jaime   © 2011


Lectura y Meditación de la Palabra de Dios
Haz estas lecturas diarias y al final de un año habrás leído toda la Biblia.
                                                                                   
Julio    18                               1 Co 6  /  1 R 19  /  Am 3.1-4.3

lunes, 18 de julio de 2011

Si alguien te da su palabra ¿crees que cumplirá?

Sábado 16 de Julio de 2011.
¡Palabra de Dios!
Por Riqui Ricón*
Pero iré pronto a vosotros, si el Señor quiere, y conoceré, no las palabras, sino el poder de los que andan envanecidos. Porque el reino de Dios no consiste en palabras, sino en poder (1 Co 4.19-20).
En una ocasión, los fariseos le preguntaron a Jesús, cuándo había de venir el reino de Dios, y Él, claramente les respondió enseñándoles: El reino de Dios no vendrá con advertencia, ni dirán: Helo aquí, o helo allí; porque he aquí el reino de Dios está entre vosotros (Luc 17.20-21).
Así que, este reino de Dios que no consiste en palabras sino en poder ya está entre nosotros y consiste en la Vida Nueva que Jesús compró, con su muerte, para ti y para mí.
En todas las épocas ha habido creyentes que, envanecidos en su mente, olvidan quiénes son en Cristo Jesús y comienzan argumentar la Palabra de Dios para establecer posturas y cuerpos doctrinales. De éstos, Pablo se refirió como a los que examinaría para ver si son Hijos del Reino y tienen poder o puras palabras.
Respondió Jesús y le dijo: De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de nuevo, no puede ver el reino de Dios. Nicodemo le dijo: ¿Cómo puede un hombre nacer siendo viejo? ¿Puede acaso entrar por segunda vez en el vientre de su madre, y nacer? Respondió Jesús: De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios. Lo que es nacido de la carne, carne es; y lo que es nacido del Espíritu, espíritu es (Jn3.3-6).
De manera que nosotros de aquí en adelante a nadie conocemos según la carne; y aun si a Cristo conocimos según la carne, ya no lo conocemos así. De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas (2 Co 5.16-17).
La vida en el Reino es la vida espiritual que goza toda(o) Hija(o) de Dios Nacida(o) de Nuevo. Es en la conciencia de esta identidad donde se alcanza la libertad y la victoria que te da el Poder del Espíritu de Dios viviendo dentro de ti, ya que el Nuevo Nacimiento incluye la promesa del Padre la cual, dijo Jesús, oíste de Él.
Y estando juntos, les mandó que no se fueran de Jerusalén, sino que esperasen la promesa del Padre,  la cual, les dijo, oísteis de mí. Porque Juan ciertamente bautizó con agua, mas vosotros seréis bautizados con el Espíritu Santo dentro de no muchos días… pero recibiréis poder, cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo, y me seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria, y hasta lo último de la tierra (Hch 1.4-5, 8).
Lamentablemente algunos creyentes piensan de este Poder como algo externo a ellos mismos, que se puede usar para hacer algún tipo de milagros, como las sanidades y la liberación de demonios. Este Poder no es algo sino alguien: es el Espíritu Santo viviendo en ti y contigo para, así, dar cumplimiento a la promesa que el Padre hizo del Nuevo Pacto en la Sangre de Jesús. Es la Unción del Santo que te habilita para vivir una vida llena de Poder, libertad y victoria cuando las circunstancias de tu vida son totalmente adversas.
Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios, éstos son hijos de Dios. Pues no habéis recibido el espíritu de esclavitud para estar otra vez en temor, sino que habéis recibido el espíritu de adopción, por el cual clamamos: ¡Abba, Padre! El Espíritu mismo da testimonio a nuestro espíritu, de que somos hijos de Dios (Ro 8.14-16).
Es, precisamente, el Espíritu Santo quien te da la certeza de que ahora eres Hija(o) amada(o) de Dios y nada ni nadie te podrán separar de Su Amor. Ahora sabes que sabes que Él no te ha dejado ni te dejarás; que mayor es Él, que está contigo que el que está en el mundo; que todo lo puedes con la Unción de Cristo Jesús y que en todas las cosas, sí, en TODAS LAS COSAS, siempre saldrás más que vencedor(a) por medio de Aquel que te amó, Cristo Jesús. ¡Es la Palabra de Dios dada por el Espíritu de Dios!

*Ricardo C. Peredo Jaime   © 2011


Lectura y Meditación de la Palabra de Dios
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Julio    16                               1 Co 4  /  1 R 17  /  Am 1

viernes, 15 de julio de 2011

¿En cuánto valuarías tu propia vida?

Viernes 15 de Julio de 2011.
¡A precio de Sangre!
Por Riqui Ricón*
Porque nosotros somos colaboradores de Dios, y vosotros sois labranza de Dios, edificio de Dios (1 Co 3.9).
Cada vez que pienso cuánto valgo para Dios me quedo asombrado al darme cuenta que no existen tesoros en el universo que se puedan comparar a la más pequeña gota de la Sangre de Jesucristo y que el precio con que el Padre me compró fue toda, hasta la última gota, de la Sangre de Su propio y amado Hijo, Jesús.
Y aún más asombroso es leer en Su Palabra, la Biblia, que no miente, que has sido declarada(o) Hija(o) y colaborador(a) Suya(o). ¡Eres labranza de Dios y edificio de Él!
Así que, cuando el diablo venga a cuestionarte intentando poner duda en tu corazón con pensamientos como: ¿tú? Si no eres nadie. Has fracasado y seguirás fracasando, además eres un(a) hipócrita pues ni eres santa(o), ni justa(o), ni nada de eso. Eres un(a) vil pecador(a). Y además, bla, bla, bla. Entonces debes pararte firmemente en tu fe a la Palabra de Dios y declárale en su misma carota que tú eres un(a) Hija(o) de Dios Nacida(o) de Nuevo y no de simiente corruptible sino de la incorruptible semilla que es la Palabra de Dios que vive y permanece para siempre. Hazle saber que tú has sido establecida(o) por el dueño y Señor del universo como colaborador(a) suya(o) para reinar en esta vida y sobre de esta tierra. Recuérdale en sus narices que la Sangre de Cristo Jesús es el precio con el cual fuiste comprada(o) y establecida(o) como Hija(o) del Reino.
Forjad espadas de vuestros azadones, lanzas de vuestras hoces;  diga el débil: Fuerte soy (Jo 3.10).
Pase lo que pase y suceda lo que suceda, toma la espada del Espíritu que es la Palabra de Dios y declárate a ti misma(o), fuerte en Cristo Jesús.
Amado Padre celestial, en este momento quiero honrarte aceptando y recibiendo esa preciosa identidad que me has dado como Hija(o) Tuya(o). Creo y por lo tanto declaro que soy la(lo) más valiosa(o) que tienes sobre la tierra. He conocido y creído el Amor que Tú, oh Dios, tienes por mí. No voy a permitir que el espíritu de temor y duda me haga soltar lo que con tanto Amor pagaste por mí en esa cruz: el saber y creer que en verdad soy un(a) Hija(o) del único Dios vivo y verdadero. Por tanto, nada ni nadie me puede vencer; nada ni nadie me puede separar de Tu Amor que es en Cristo Jesús mi Señor. Contigo ya he vencido al mundo. Gracias Jesús, te amo con todo mi corazón. Amén.
*Ricardo C. Peredo Jaime   © 2011


Lectura y Meditación de la Palabra de Dios
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Julio    15                               1 Co 3  /  1 R 15.33-16.34  /  Jo 3

jueves, 14 de julio de 2011

¿Qué tan importante es el Espíritu Santo?

Jueves 14 de Julio de 2011.
¡Novedad de Vida por el Espíritu de Dios!
Por Riqui Ricón*
Y después de esto derramaré mi Espíritu sobre toda carne, y profetizarán vuestros hijos y vuestras hijas; vuestros ancianos soñarán sueños, y vuestros jóvenes verán visiones. Y también sobre los siervos y sobre las siervas derramaré mi Espíritu en aquellos días (Jo 2.28-29).
La Biblia, que es la Palabra de Dios y no miente, nos enseña que Dios estableció un tiempo para que Su Espíritu, el Espíritu Santo, fuese derramado sobre toda carne. Este derramamiento del Espíritu tiene un propósito bien claro y definido. Este propósito lo encontramos establecido por el Amor de Dios para con nosotros a todo lo largo y lo ancho de las Escrituras: revestirnos con Su Poder.
Y estuve entre vosotros con debilidad, y mucho temor y temblor; y ni mi palabra ni mi predicación fue con palabras persuasivas de humana sabiduría, sino con demostración del Espíritu y de poder, para que vuestra fe no esté fundada en la sabiduría de los hombres, sino en el poder de Dios (1 Co 2.3-5).
La Presencia del Espíritu Santo es tan importante en tu vida como el aire que respiras o los latidos de tu corazón para vivir. Él es la promesa del Padre que debíamos esperar, la cual, dijo Jesús, oisteís de mí, Porque Juan ciertamente bautizó con agua, mas vosotros seréis bautizados con el Espíritu Santo  dentro de no muchos días  (Hch 1.4-5).
Ahora bien, esta promesa se cumplió cuando Jesús estableció el Nuevo Pacto en Su Sangre, pues cuando Dios prometió el Nuevo pacto en Jeremías 31.31-34 aseguró que Él, Dios, daría Su ley en nuestras mentes y la escribiría en nuestro corazón. Así que, es Él y no tú el que tiene que cumplir esta promesa. Y la forma en que lo hizo es por si misma asombrosa: ¡nos dio Su propio Espíritu!
Esparciré sobre vosotros agua limpia, y seréis limpiados de todas vuestras inmundicias; y de todos vuestros ídolos os limpiaré. Os daré corazón nuevo, y pondré espíritu nuevo dentro de vosotros; y quitaré de vuestra carne el corazón de piedra, y os daré un corazón de carne. Y pondré dentro de vosotros mi Espíritu, y haré que andéis en mis estatutos, y guardéis mis preceptos, y los pongáis por obra (Eze 36.25-27).
Es por esta razón y no otra que tu vida cambió al instante que recibiste a Jesús como Señor y Salvador de tu vida. ¡Dios cumplió, en ti, Su parte del Nuevo Pacto para tu vida! Por más de 30 años he escuchado y presenciado testimonios de como las vidas son cambiadas al momento que pecadoras y pecadores empedernidos aceptan el sacrificio de Jesús como el pago para la redención de sus vidas.
El Nuevo Nacimiento no es una doctrina religiosa sino una realidad espiritual de la promesa del Nuevo Pacto que Dios hizo para asegurarse que podrías entrar al Reino, no como un pecador salvo por gracia (o eres pecador o eres salvo), sino como nueva creación, en novedad de vida: un(a) Hija(o) de Dios Nacida(o) de Nuevo no de una simiente corruptible sino de incorruptible por la Palabra de Dios que vive y permanece para siempre (1 P 1.23).
En Cristo Jesús, tú y yo hemos sido hechos justos, santos y perfectos. Con Su muerte morimos al pecado y con Su resurrección recibimos una vida totalmente nueva para ser Hijos amados de Dios y el templo o lugar de habitación del Espíritu Santo.
Nada de esto sería posible sin el Espíritu Santo. Fue Él quien ayudó, instruyó y manifestó Su Poder en la vida de Jesús. Fue Él quien lo levantó de los muertos, haciendo de Jesús el primer Hijo de Dios nacido de Nuevo. Y es Él quien, por el Nuevo Pacto en la Sangre de Jesús, te hizo Nacer de Nuevo y ahora vive en ti y contigo para que creas y vivas en la certeza de que eres esa/ese Hija(o) de Dios que la Biblia dice que eres.
Y nosotros no hemos recibido el espíritu del mundo, sino el Espíritu que proviene de Dios, para que sepamos lo que Dios nos ha concedido (1 Co 2.12).
Amado Padre celestial, ¡qué grande, sublime y hermoso es Tu Amor para conmigo! Quiero decirte que te amo con todo mi corazón, que el tenerte a Ti, Espíritu Santo, en mí y conmigo es asombroso y maravilloso. Gracias Señor. Ahora sé que no hay forma que pueda perder pues mayor eres Tú, que estás en mí, que el que está en el mundo. Y ¿qué puedo decir a esto? Si Tú, Espíritu Santo, estás en mi y conmigo ¿quién puede siquiera intentar estar contra mí? Gracias porque en Ti, Jesucristo, en Tu Amor, soy más que vencedor. Amén.
*Ricardo C. Peredo Jaime   © 2011


Lectura y Meditación de la Palabra de Dios
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Julio    14                               1 Co 2  /  1 R 15.1-32  /  Jo 2.12-32