domingo, 11 de agosto de 2024

¡Cómo ponerle obras a tu Fe!

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 11 Agosto


¡Cómo ponerle obras a tu Fe!

 


¡Tú eres lo que declaras!

Por Riqui Ricón*

Aunque las higueras no florezcan y no haya uvas en las vides, aunque se pierda la cosecha de oliva y los campos queden vacíos y no den fruto, aunque los rebaños mueran en los campos y los establos estén vacíos, ¡aun así me alegraré en el SEÑOR! ¡Me gozaré en el Dios de mi salvación! ¡El SEÑOR Soberano es mi fuerza! Él me da pie firme como al venado, capaz de pisar sobre las alturas» (Hab 3.17-19a NTV).

Tener Fe significa tener certeza; significa estar plenamente convencido(a) que Dios es real y que por lo tanto Su Palabra, la Biblia, es la Verdad y se cumple y se cumplirá cabalmente (al pie de la letra), sin importar cuán difícil o imposible parezca tu situación.

—¿Pero cómo podrá suceder esto? —le preguntó María al ángel —. Soy virgen. El ángel le contestó: —El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra. Por lo tanto, el bebé que nacerá será santo y será llamado Hijo de Dios. Además, tu parienta Elisabet, ¡quedó embarazada en su vejez! Antes la gente decía que ella era estéril, pero ha concebido un hijo y ya está en su sexto mes de embarazo. Pues nada es imposible para Dios. María respondió: —Soy la sierva del Señor. Que se cumpla todo lo que has dicho acerca de mí. Y el ángel la dejó (Luc 1.34-38 NTV).

Tener la certeza de la realidad de Dios y de la Verdad de Su Palabra es muy diferente a tener una esperanza incierta de que Dios es real y que Su Palabra es Verdad. Anidar en tu corazón ese “ojalá que sea cierto todo esto que me han enseñado” siempre te dejará a merced de la duda y el temor.

Pero, eso sí, habéis de pedirla con fe [creyéndole a Dios creyendo Su Palabra], porque el que duda es semejante a las olas del mar, que se agitan de acá para allá según el punto de donde sopla el viento.   En efecto, las personas que dudan y nunca llegan a tomar una decisión son inestables en todo lo que emprenden; y como andan vacilantes y no piden con fe, tampoco pueden esperar respuesta del Señor (Sgo 1.7-8 CST).

Ya que la Fe es la certeza absoluta y el total convencimiento de la fidelidad y del Amor de Dios, la primera obra o fruto de tu fe será siempre una declaración llena de confianza:

Aunque la higuera no dé renuevos, ni haya frutos en las vides; aunque falle la cosecha del olivo, y los campos no produzcan alimentos; aunque en el aprisco no haya ovejas, ni ganado alguno en los establos;   aun así, yo me regocijaré en el SEÑOR, ¡me alegraré en Dios, mi libertador!   El SEÑOR omnipotente es mi fuerza; da a mis pies la ligereza de una gacela y me hace caminar por las alturas (Hab 3.17-19a NVI).

No es de extrañar que el libro de Habacuc comienza con una queja ante Dios, pues el profeta estaba viviendo en tiempos de mucho temor y angustia: las diez tribus del pueblo de Israel que formaban el reino del norte habían sido derrotadas, esclavizadas y dispersadas por los asirios; el mismísimo imperio asirio estaba tambaleándose delante de Nabucodonosor y, como si fuera poco, delante de sus ojos, Habacuc y el reino de Judá veían cumplirse las profecías que auguraban la destrucción de la santa ciudad de Jerusalén (lo cual sucedió antes de que transcurrieran veinte años desde que Habacuc escribió su libro).

Así que, efectivamente, esos eran tiempos de mucho temor y angustia. Fácilmente puedo imaginar que los pensamientos y las conversaciones estaban cargados del miedo que imperaba: ¿Qué sucederá con nosotros? ¿Moriremos? ¿Terminaré de esclavo(a)? ¿Qué pasará con mis hijos? ¿Qué harán con mi esposa? ¿Los volveré a ver? ¿Cómo vamos a vivir? ¿Quién podrá ayudarme? ¿Dónde podré esconderme y que no me encuentren? Etcétera, etcétera, etcétera.

Quizá tú estés enfrentando una situación parecida el día de hoy. Quizá te encuentres en ese hoyo obscuro que es la angustia y la desesperación. Quizá te sientas atrapado(a) en el fango cenagoso de la duda y el temor. Entonces, como Habacuc, permite que el dulce bálsamo de la Palabra de Dios, tu Padre, traiga libertad y consuelo a tu alma afligida:

Alzaré mis ojos a los montes;  ¿De dónde vendrá mi socorro?  Mi socorro viene de Ti, mi Dios, Que has hecho los cielos y la tierra.  No darás mi pie al resbaladero,  Ni te dormirás, Tú el que me guardas.  He aquí, no se adormecerá ni dormirá  El que guarda a _______ (tu nombre Aquí).   Jehová, Tú eres mi guardador;  mi Dios, Tú eres mi sombra a mi mano derecha. Por eso, El sol no te fatigará de día,  Ni la luna de noche. Amado Padre celestial, Tú me guardarás de todo mal; Tú guardarás mi alma. Señor, Tú guardarás mi salida y mi entrada Desde ahora y para siempre (Sal 121 paráfrasis del autor).

¡Sacia tu sed! ¡Aclara tu garganta! Bebe del refrescante manantial que es la Palabra de tu Dios y Padre, y permítele llenarte de Fe. Permítele colmarte con la certeza de que pase lo que pase, suceda lo que suceda, Él no te ha dejado ni te dejará.

¿Qué, pues, diremos a esto? Si Dios es por nosotros, ¿quién contra nosotros? El que no escatimó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos dará también con él todas las cosas? (Ro 8.31-32).

Pon tus ojos en el autor y consumador de la fe, Cristo Jesús. Pon tus esperanzas en tu Rey, Señor y Salvador, Jesucristo, y permítele llenarte con Su Fe, para que produzca en ti esa declaración y esa actitud que tuvo Habacuc. Que hoy se halle en ti la misma actitud que manifestaron Sadrac, Mesac y Abed Nego delante de Nabucodonosor. Una actitud de Fe que fluye de la Gracia. Esa certeza que mira aquello que no se ve y se sobrepone a las emociones y sentimientos del momento para declarar que, a pesar de todo, Dios sigue siendo Dios, tu Padre, y no serás avergonzado(a) de haber creído Su Palabra.

Ahora, pues, ¿estáis dispuestos para que al oír el son de la bocina, de la flauta, del tamboril, del arpa, del salterio, de la zampoña y de todo instrumento de música, os postréis y adoréis la estatua que he hecho? Porque si no la adorareis, en la misma hora seréis echados en medio de un horno de fuego ardiendo; ¿y qué dios será aquel que os libre de mis manos? Sadrac, Mesac y Abed-nego respondieron al rey Nabucodonosor, diciendo: No es necesario que te respondamos sobre este asunto. He aquí nuestro Dios a quien servimos puede librarnos del horno de fuego ardiendo; y de tu mano, oh rey, nos librará. Y si no, sepas, oh rey, que no serviremos a tus dioses, ni tampoco adoraremos la estatua que has levantado (Dan 3.15-18).

Dios jamás ha deshonrado Su Palabra. Porque primero el cielo y la tierra dejan de existir, antes que Él deje de cumplirte alguna de Sus Promesas.

Y daré por respuesta a mi avergonzador,  Que en tu palabra he confiado (Sal 119.42).

Así que, en los momentos difíciles, pon mucha atención a las palabras que salen por tu boca, pues El hombre [la mujer] bueno, del buen tesoro de su corazón saca lo bueno; y el hombre [la mujer] malo, del mal tesoro de su corazón saca lo malo; porque de la abundancia del corazón habla la boca (Luc 6.45).

Esto no quiere decir que si tú alguna vez has hablado palabras de duda, temor o fracaso, por eso tú seas un mal hombre o una mala mujer, porque, en honor a la Verdad, tú eres exactamente la persona que Dios dice en Su Palabra que ahora eres: ¡Un(a) Hijo(a) de Dios Nacido(a) de Nuevo!

Todo aquel que cree que Jesús es el Cristo, es nacido de Dios…   Porque todo lo que es nacido de Dios vence al mundo; y esta es la victoria que ha vencido al mundo, nuestra fe.  ¿Quién es el que vence al mundo, sino el que cree que Jesús es el Hijo de Dios? (1 Jn 5.1a, 4.5).

Entonces, has de la Biblia la norma máxima de tu existencia, guardándola en tu corazón y en tu mente para que salga por tu boca. Haciendo esto, la Fe de Jesucristo, la certeza absoluta, brotará en tu corazón y ningún problema, enfermedad ni aflicción podrá robarte la paz y el gozo que produce el confiar y creerle a tu Padre celestial.

Estas cosas os he hablado para que en mí tengáis paz. En el mundo tendréis aflicción; pero confiad, yo he vencido al mundo (Jn 16.33).

¡Puedes confiar en Dios! ¡Jesús ya a vencido al mundo, y tú sabes que sabes, que tu Padre celestial cumplirá Su Palabra de Honor!

Jehová de los ejércitos,  Dichoso el hombre que en ti confía (Sal 84.12).

Sin importar cuales sean las circunstancias que hoy estés enfrentando, puedes ser dichoso(a) echando tus cargas sobre el Señor y confiando en Su Palabra. ¡Sostente viendo al Invisible!

Nunca se apartará de tu boca este libro de la ley, sino que de día y de noche meditarás en él, para que guardes y hagas conforme a todo lo que en él está escrito; porque entonces harás prosperar tu camino, y todo te saldrá bien (Jos 1.8).

Oremos en voz audible:

Amado Padre celestial, este día estoy dispuesto(a) a vivir una vida de Fe. Estoy dispuesto(a) a poner toda mi confianza en Ti, mi Dios. Con Tu ayuda, Espíritu Santo, no le voy a dar lugar a la duda ni al temor. Yo creo en Tu Palabra, la Biblia, y sé que es la Verdad. Por lo tanto,  resisto toda enfermedad, problema o aflicción que intente imponerse en mi vida y no les permito hacer valer ningún supuesto derecho que pretendan tener, y aunque aún no lo vea, yo soy sano(a), soy libre, soy próspero(a) y soy dichoso(a) en el nombre de Jesús. Amado Rey, este día quiero agradecerte tu Gran Amor por mí, que estando yo muerto(a) en delitos y pecados, me diste vida juntamente con Cristo, por Tu Gracia soy salvo(a). Gracias por darme esta Nueva Vida como un(a) legítimo(a) Hijo(a) Tuyo(a). Gracias porque, a pesar de lo que ahora digan y griten las circunstancias de mi vida, la Verdad es que yo soy la persona que Tú, Padre, dices en Tu Palabra que soy: ¡Tu Hijo(a) Amado(a)! Gracias porque esta mi Nueva Vida no es una Vida común y corriente. Por ti, Señor Jesús, ahora puedo gozar la Vida Eterna de un(a) Hijo(a) de Dios Nacido(a) de Nuevo. ¡Tengo Vida de Reino! ¡Tengo Vida de Poder! Por Ti, mi amado Jesús, he Nacido de Nuevo y ahora Dios, el Todopoderoso, es Abba, Padre, mi Papá. En cuanto a mis circunstancias, yo busco tu ayuda SEÑOR. Espero confiadamente que Tú me salves, y con toda certeza sé que Tú, mi Dios, me oyes. Por lo tanto, ¡Enemigos míos (enfermedad, pobreza, tristeza o temor), no se regodeen de mí! Pues aunque caiga, me levantaré otra vez. Aunque esté en oscuridad, el SEÑOR será mi luz. Seré paciente porque Dios tomará mi caso en Sus manos y me hará justicia. El SEÑOR es mi luz y mi salvación; ¿de quién temeré? El SEÑOR es la fortaleza de mi vida; ¿de qué he de atemorizarme? Amado Padre celestial, ¿Dónde hay otro Dios como tú, que perdona mi culpa y pasas por alto los pecados de Tu preciado Hijo(a)? No seguirás enojado conmigo para siempre, porque tú te deleitas en mostrar tu amor inagotable. Volverás a tener compasión de mí. ¡Aplastarás mis pecados bajo tus pies y los arrojarás a las profundidades del océano! Me mostrarás Tu fidelidad y Tu amor inagotable, como lo prometiste hace mucho tiempo en Tu Palabra, la Biblia (Miq 7.18-20). Así que, Gracias por ser la Luz que ilumina mi Vida.  Gracias por todas y cada una de Tus Promesas que me has hecho. Leer de ellas en Tu Palabra, la Biblia, me hace conocer la Verdad y la Verdad me hace libre. Lámpara es a mis pies Tu Palabra y Luz en mi Camino. ¡Tengo entendimiento y resplandezco como el resplandor del firmamento! Soy libre para recibir, por medio de la fe en Ti, Jesucristo, esta Nueva Vida. Soy libre para recibir, por medio de la fe en Tu Palabra, esta identidad de Hijo(a) de Dios Nacido(a) de Nuevo, siendo renacido(a), no de simiente corruptible, sino de incorruptible, por la palabra de Dios que vive y permanece para siempre. Soy libre para recibir, por medio de la fe en Tu Palabra, el cumplimiento en mi Vida de todas y cada una de Tus Promesas. Por lo tanto, amado Padre celestial, todas y cada una de las Promesas que están en Tu Palabra son mías y para mí. Hoy puedo orar a Ti con la certeza de que me escuchas y me respondes. Tengo gozo y paz en mi corazón pues puedo pedir y recibir. Por lo tanto, en el nombre poderoso de Cristo Jesús, declaró que soy sano(a) y libre de toda enfermedad o dolencia; creo y recibo la voluntad expresa de mi Padre, Dios Todopoderoso, para ser y vivir prosperado(a) en todas las cosas. Echo fuera de mi vida todo pensamiento de temor y duda resistiendo todo engaño y mentira acerca de mí. Yo soy lo que la Biblia dice que soy. Un(a) Hijo(a) amado(a) de Dios; especial tesoro de mi Padre; todo lo puedo en Cristo que me fortalece y en todas las cosas, absolutamente todas las cosas, soy más que vencedor(a) por medio del Amor de Cristo Jesús, mi Rey, Señor y Salvador. Señor Jesús, hoy me alegro en el gozo y la paz que brindan el ser la persona que Tú dices que soy. Amén.

Nota Importante:

¿Cómo me hago Hijo de Dios? ¿Cómo establezco una relación con el Todopoderoso?

Sólo haz la siguiente oración en voz audible poniendo toda tu atención y corazón a lo que le estás diciendo a Dios:

Señor Jesús, yo creo que eres el Hijo de Dios. Que viniste a este mundo de la virgen María para pagar todos mis pecados, y yo he sido un(a) pecador(a). Por eso, te digo el día de hoy que sí acepto. ¡Sí acepto tu sacrificio en la cruz! ¡Sí acepto Tu Sangre preciosa derramada hasta la última gota por Amor a mí! Te abro mi corazón y te invito a entrar porque quiero, Señor Jesús, que desde hoy y para siempre Tú seas mi único y suficiente Salvador, mi Dios, mi Rey y mi Señor. Gracias, Dios Poderoso, pues con esta simple oración y profesión de fe he pasado de muerte a Vida, he sido trasladado(a) de las tinieblas a Tu Luz admirable. ¡Hoy he Nacido de Nuevo! ¡Dios, ahora yo Soy Tu Hijo(a)! ¡Ahora Tú eres mi Padre! ¡Nunca más estaré solo(a)! Nunca más viviré derrotado(a). En el nombre de Jesús. Amén.

*Ricardo C. Peredo Jaime © 2011

 

Tres Recomendaciones:

Lo que acabas de suceder al reconocer a Jesucristo como el Señor y Salvador de tu vida, de acuerdo con La Palabra de Dios, es que has Nacido de Nuevo, ya no más como un ser humano común y corriente, sujeto a la ley del pecado y de la muerte, sino que ahora eres un(a) legítimo(a) y auténtico(a) Hijo(a) de Dios Nacido(a) de Nuevo, exactamente igual a Jesucristo, quien ahora es tu Hermano Mayor. Por lo tanto, te hago estas tres importantísimas recomendaciones:

1.     Orar. Orar es platicar con Dios. Así que, búscate un lugar tranquilo donde puedas comenzar a platicar todas tus cosas con Él. Hazlo de forma audible y notarás como Dios siempre responderá a tu corazón.

2.     Leer y meditar la Palabra de Dios. La Biblia es La Palabra de Dios, así que, consigue una Biblia y comienza a leerla y meditarla. ¿Cómo empezar? Es muy sencillo. Dependiendo del día que sea hoy, busca en el programa de lectura “La Biblia en un año” y realiza las lecturas correspondientes. Este programa lo puedes obtener en: A Través de La Biblia En Un Ano (palabradehonor.org) Notarás que el programa está arreglado para imprimirlo como un cuadernillo.

3.     En oración con Dios, tu Padre, busca y únete a una iglesia o congregación cristiana donde enseñen la Palabra de Dios en base a las Buenas Noticias que son el Evangelio de Jesucristo.

*Ricardo C. Peredo Jaime   © 2020

 

 

Lectura y Meditación de la Palabra de Dios

Haz estas lecturas diarias y al final de un año habrás leído toda la Biblia.

Agosto 11                     2 Corintios 12  /  1 Crónicas 1-2  /  Habacuc 3



Cápsula del día.





Puedes escuchar o descargar la lectura de la  Biblia en audio del día de hoy, la tenemos para ti en dos versiones: 


RV60 




NVI 




Lectura y Meditación de la Palabra de Dios

Haz estas lecturas diarias y al final de un año habrás leído toda la Biblia.

Agosto 11                     2 Corintios 12  /  1 Crónicas 1-2  /  Habacuc 3

 

2 Corintios 12

El aguijón en la carne

12

1Ciertamente no me conviene gloriarme; pero vendré a las visiones y a las revelaciones del Señor. 2Conozco a un hombre en Cristo, que hace catorce años (si en el cuerpo, no lo sé; si fuera del cuerpo, no lo sé; Dios lo sabe) fue arrebatado hasta el tercer cielo. 3Y conozco al tal hombre (si en el cuerpo, o fuera del cuerpo, no lo sé; Dios lo sabe), 4que fue arrebatado al paraíso, donde oyó palabras inefables que no le es dado al hombre expresar. 5De tal hombre me gloriaré; pero de mí mismo en nada me gloriaré, sino en mis debilidades. 6Sin embargo, si quisiera gloriarme, no sería insensato, porque diría la verdad; pero lo dejo, para que nadie piense de mí más de lo que en mí ve, u oye de mí. 7Y para que la grandeza de las revelaciones no me exaltase desmedidamente, me fue dado un aguijón en mi carne, un mensajero de Satanás que me abofetee, para que no me enaltezca sobremanera; 8respecto a lo cual tres veces he rogado al Señor, que lo quite de mí. 9Y me ha dicho: Bástate mi gracia; porque mi poder se perfecciona en la debilidad. Por tanto, de buena gana me gloriaré más bien en mis debilidades, para que repose sobre mí el poder de Cristo. 10Por lo cual, por amor a Cristo me gozo en las debilidades, en afrentas, en necesidades, en persecuciones, en angustias; porque cuando soy débil, entonces soy fuerte.

11Me he hecho un necio al gloriarme; vosotros me obligasteis a ello, pues yo debía ser alabado por vosotros; porque en nada he sido menos que aquellos grandes apóstoles, aunque nada soy. 12Con todo, las señales de apóstol han sido hechas entre vosotros en toda paciencia, por señales, prodigios y milagros. 13Porque ¿en qué habéis sido menos que las otras iglesias, sino en que yo mismo no os he sido carga? ¡Perdonadme este agravio!

Pablo anuncia su tercera visita

14He aquí, por tercera vez estoy preparado para ir a vosotros; y no os seré gravoso, porque no busco lo vuestro, sino a vosotros, pues no deben atesorar los hijos para los padres, sino los padres para los hijos. 15Y yo con el mayor placer gastaré lo mío, y aun yo mismo me gastaré del todo por amor de vuestras almas, aunque amándoos más, sea amado menos. 16Pero admitiendo esto, que yo no os he sido carga, sino que como soy astuto, os prendí por engaño, 17¿acaso os he engañado por alguno de los que he enviado a vosotros? 18Rogué a Tito, y envié con él al hermano. ¿Os engañó acaso Tito? ¿No hemos procedido con el mismo espíritu y en las mismas pisadas?

19¿Pensáis aún que nos disculpamos con vosotros? Delante de Dios en Cristo hablamos; y todo, muy amados, para vuestra edificación. 20Pues me temo que cuando llegue, no os halle tales como quiero, y yo sea hallado de vosotros cual no queréis; que haya entre vosotros contiendas, envidias, iras, divisiones, maledicencias, murmuraciones, soberbias, desórdenes; 21que cuando vuelva, me humille Dios entre vosotros, y quizá tenga que llorar por muchos de los que antes han pecado, y no se han arrepentido de la inmundicia y fornicación y lascivia que han cometido.

 

1 Crónicas 1-2

Descendientes de Adán

(Gn. 5.1–32)

1

1Adán, Set, Enós, 2Cainán, Mahalaleel, Jared, 3Enoc, Matusalén, Lamec, 4Noé, Sem, Cam y Jafet.

Descendientes de los hijos de Noé

(Gn. 10.1–32)

5Los hijos de Jafet: Gomer, Magog, Madai, Javán, Tubal, Mesec y Tiras. 6Los hijos de Gomer: Askenaz, Rifat y Togarma. 7Los hijos de Javán: Elisa, Tarsis, Quitim y Dodanim.

8Los hijos de Cam: Cus, Mizraim, Fut y Canaán. 9Los hijos de Cus: Seba, Havila, Sabta, Raama y Sabteca. Y los hijos de Raama: Seba y Dedán. 10Cus engendró a Nimrod; éste llegó a ser poderoso en la tierra.

11Mizraim engendró a Ludim, Anamim, Lehabim, Naftuhim, 12Patrusim y Casluhim; de éstos salieron los filisteos y los caftoreos.

13Canaán engendró a Sidón su primogénito, y a Het, 14al jebuseo, al amorreo, al gergeseo, 15al heveo, al araceo, al sineo, 16al arvadeo, al zemareo y al hamateo.

17Los hijos de Sem: Elam, Asur, Arfaxad, Lud, Aram, Uz, Hul, Geter y Mesec. 18Arfaxad engendró a Sela, y Sela engendró a Heber. 19Y a Heber nacieron dos hijos; el nombre del uno fue Peleg, por cuanto en sus días fue dividida la tierra; y el nombre de su hermano fue Joctán. 20Joctán engendró a Almodad, Selef, Hazar-mavet y Jera. 21A Adoram también, a Uzal, Dicla, 22Ebal, Abimael, Seba, 23Ofir, Havila y Jobab; todos hijos de Joctán.

Descendientes de Sem

(Gn. 11.10–26)

24Sem, Arfaxad, Sela, 25Heber, Peleg, Reu, 26Serug, Nacor, Taré, 27y Abram, el cual es Abraham.

Descendientes de Ismael y de Cetura

(Gn. 25.1–6, 12–18)

28Los hijos de Abraham: Isaac e Ismael. 29Y estas son sus descendencias: el primogénito de Ismael, Nebaiot; después Cedar, Adbeel, Mibsam, 30Misma, Duma, Massa, Hadad, Tema, 31Jetur, Nafis y Cedema; éstos son los hijos de Ismael. 32Y Cetura, concubina de Abraham, dio a luz a Zimram, Jocsán, Medán, Madián, Isbac y Súa. Los hijos de Jocsán: Seba y Dedán. 33Los hijos de Madián: Efa, Efer, Hanoc, Abida y Elda; todos éstos fueron hijos de Cetura.

Descendientes de Esaú

(Gn. 36.1–43)

34Abraham engendró a Isaac, y los hijos de Isaac fueron Esaú e Israel. 35Los hijos de Esaú: Elifaz, Reuel, Jeús, Jaalam y Coré. 36Los hijos de Elifaz: Temán, Omar, Zefo, Gatam, Cenaz, Timna y Amalec. 37Los hijos de Reuel: Nahat, Zera, Sama y Miza.

38Los hijos de Seir: Lotán, Sobal, Zibeón, Aná, Disón, Ezer y Disán. 39Los hijos de Lotán: Hori y Homam; y Timna fue hermana de Lotán. 40Los hijos de Sobal: Alván, Manahat, Ebal, Sefo y Onam. Los hijos de Zibeón: Aja y Aná. 41Disón fue hijo de Aná; y los hijos de Disón: Amram, Esbán, Itrán y Querán. 42Los hijos de Ezer: Bilhán, Zaaván y Jaacán. Los hijos de Disán: Uz y Arán.

43Y estos son los reyes que reinaron en la tierra de Edom, antes que reinase rey sobre los hijos de Israel: Bela hijo de Beor; y el nombre de su ciudad fue Dinaba. 44Muerto Bela, reinó en su lugar Jobab hijo de Zera, de Bosra. 45Y muerto Jobab, reinó en su lugar Husam, de la tierra de los temanitas. 46Muerto Husam, reinó en su lugar Hadad hijo de Bedad, el que derrotó a Madián en el campo de Moab; y el nombre de su ciudad fue Avit. 47Muerto Hadad, reinó en su lugar Samla de Masreca. 48Muerto también Samla, reinó en su lugar Saúl de Rehobot, que está junto al Eufrates. 49Y muerto Saúl, reinó en su lugar Baal-hanán hijo de Acbor. 50Muerto Baal-hanán, reinó en su lugar Hadad, el nombre de cuya ciudad fue Pai; y el nombre de su mujer, Mehetabel hija de Matred, hija de Mezaab. 51Muerto Hadad, sucedieron en Edom los jefes Timna, Alva, Jetet, 52Aholibama, Ela, Pinón, 53Cenaz, Temán, Mibzar, 54Magdiel e Iram. Estos fueron los jefes de Edom.

Los hijos de Israel

(Gn. 35.22–26)

2

1Estos son los hijos de Israel: Rubén, Simeón, Leví, Judá, Isacar, Zabulón, 2Dan, José, Benjamín, Neftalí, Gad y Aser.

Descendientes de Judá

3Los hijos de Judá: Er, Onán y Sela. Estos tres le nacieron de la hija de Súa, cananea. Y Er, primogénito de Judá, fue malo delante de Jehová, quien lo mató. 4Y Tamar su nuera dio a luz a Fares y a Zera. Todos los hijos de Judá fueron cinco.

5Los hijos de Fares: Hezrón y Hamul. 6Y los hijos de Zera: Zimri, Etán, Hemán, Calcol y Dara; por todos cinco. 7Hijo de Carmi fue Acán, el que perturbó a Israel, porque prevaricó en el anatema. 8Azarías fue hijo de Etán.

9Los hijos que nacieron a Hezrón: Jerameel, Ram y Quelubai. 10Ram engendró a Aminadab, y Aminadab engendró a Naasón, príncipe de los hijos de Judá. 11Naasón engendró a Salmón, y Salmón engendró a Booz. 12Booz engendró a Obed, y Obed engendró a Isaí, 13e Isaí engendró a Eliab su primogénito, el segundo Abinadab, Simea el tercero, 14el cuarto Natanael, el quinto Radai, 15el sexto Ozem, el séptimo David, 16de los cuales Sarvia y Abigail fueron hermanas. Los hijos de Sarvia fueron tres: Abisai, Joab y Asael. 17Abigail dio a luz a Amasa, cuyo padre fue Jeter ismaelita, 18Caleb hijo de Hezrón engendró a Jeriot de su mujer Azuba. Y los hijos de ella fueron Jeser, Sobab y Ardón. 19Muerta Azuba, tomó Caleb por mujer a Efrata, la cual dio a luz a Hur. 20Y Hur engendró a Uri, y Uri engendró a Bezaleel.

21Después entró Hezrón a la hija de Maquir padre de Galaad, la cual tomó siendo él de sesenta años, y ella dio a luz a Segub. 22Y Segub engendró a Jair, el cual tuvo veintitrés ciudades en la tierra de Galaad. 23Pero Gesur y Aram tomaron de ellos las ciudades de Jair, con Kenat y sus aldeas, sesenta lugares. Todos éstos fueron de los hijos de Maquir padre de Galaad. 24Muerto Hezrón en Caleb de Efrata, Abías mujer de Hezrón dio a luz a Asur padre de Tecoa.

25Los hijos de Jerameel primogénito de Hezrón fueron Ram su primogénito, Buna, Orén, Ozem y Ahías. 26Y tuvo Jerameel otra mujer llamada Atara, que fue madre de Onam. 27Los hijos de Ram primogénito de Jerameel fueron Maaz, Jamín y Equer. 28Y los hijos de Onam fueron Samai y Jada. Los hijos de Samai: Nadab y Abisur. 29Y el nombre de la mujer de Abisur fue Abihail, la cual dio a luz a Ahbán y a Molid. 30Los hijos de Nadab: Seled y Apaim. Y Seled murió sin hijos. 31Isi fue hijo de Apaim, y Sesán hijo de Isi, e hijo de Sesán, Ahlai. 32Los hijos de Jada hermano de Samai: Jeter y Jonatán. Y murió Jeter sin hijos. 33Los hijos de Jonatán: Pelet y Zaza. Estos fueron los hijos de Jerameel. 34Y Sesán no tuvo hijos, sino hijas; pero tenía Sesán un siervo egipcio llamado Jarha. 35A éste Sesán dio su hija por mujer, y ella dio a luz a Atai. 36Atai engendró a Natán, y Natán engendró a Zabad; 37Zabad engendró a Eflal, Eflal engendró a Obed; 38Obed engendró a Jehú, Jehú engendró a Azarías; 39Azarías engendró a Heles, Heles engendró a Elasa; 40Elasa engendró a Sismai, Sismai engendró a Salum; 41Salum engendró a Jecamías, y Jecamías engendró a Elisama.

42Los hijos de Caleb hermano de Jerameel fueron: Mesa su primogénito, que fue el padre de Zif; y los hijos de Maresa padre de Hebrón. 43Y los hijos de Hebrón: Coré, Tapúa, Requem y Sema. 44Sema engendró a Raham padre de Jorcoam, y Requem engendró a Samai. 45Maón fue hijo de Samai, y Maón padre de Bet-sur. 46Y Efa concubina de Caleb dio a luz a Harán, a Mosa y a Gazez. Y Harán engendró a Gazez. 47Los hijos de Jahdai: Regem, Jotam, Gesam, Pelet, Efa y Saaf. 48Maaca concubina de Caleb dio a luz a Seber y a Tirhana. 49También dio a luz a Saaf padre de Madmana, y a Seva padre de Macbena y padre de Gibea. Y Acsa fue hija de Caleb. 50Estos fueron los hijos de Caleb. Los hijos de Hur primogénito de Efrata: Sobal padre de Quiriat-jearim, 51Salma padre de Belén, y Haref padre de Bet-gader. 52Y los hijos de Sobal padre de Quiriat-jearim fueron Haroe, la mitad de los manahetitas. 53Y las familias de Quiriat-jearim fueron los itritas, los futitas, los sumatitas y los misraítas, de los cuales salieron los zoratitas y los estaolitas. 54Los hijos de Salma: Belén, y los netofatitas, Atrot-bet-joab, y la mitad de los manahetitas, los zoraítas. 55Y las familias de los escribas que moraban en Jabes fueron los tirateos, los simeateos y los sucateos, los cuales son los ceneos que vinieron de Hamat padre de la casa de Recab.

 

Habacuc 3

 

Oración de Habacuc

3

1Oración del profeta Habacuc, sobre Sigionot.

2 Oh Jehová, he oído tu palabra, y temí.

Oh Jehová, aviva tu obra en medio de los tiempos,

En medio de los tiempos hazla conocer;

En la ira acuérdate de la misericordia.

3 Dios vendrá de Temán,

Y el Santo desde el monte de Parán.

Selah

Su gloria cubrió los cielos,

Y la tierra se llenó de su alabanza.

4 Y el resplandor fue como la luz;

Rayos brillantes salían de su mano,

Y allí estaba escondido su poder.

5 Delante de su rostro iba mortandad,

Y a sus pies salían carbones encendidos.

6 Se levantó, y midió la tierra;

Miró, e hizo temblar las gentes;

Los montes antiguos fueron desmenuzados,

Los collados antiguos se humillaron.

Sus caminos son eternos.

7 He visto las tiendas de Cusán en aflicción;

Las tiendas de la tierra de Madián temblaron.

8 ¿Te airaste, oh Jehová, contra los ríos?

¿Contra los ríos te airaste?

¿Fue tu ira contra el mar

Cuando montaste en tus caballos,

Y en tus carros de victoria?

9 Se descubrió enteramente tu arco;

Los juramentos a las tribus fueron palabra segura.

Selah

Hendiste la tierra con ríos.

10 Te vieron y tuvieron temor los montes;

Pasó la inundación de las aguas;

El abismo dio su voz,

A lo alto alzó sus manos.

11 El sol y la luna se pararon en su lugar;

A la luz de tus saetas anduvieron,

Y al resplandor de tu fulgente lanza.

12 Con ira hollaste la tierra,

Con furor trillaste las naciones.

13 Saliste para socorrer a tu pueblo,

Para socorrer a tu ungido.

Traspasaste la cabeza de la casa del impío,

Descubriendo el cimiento hasta la roca.

Selah

14 Horadaste con sus propios dardos las cabezas de sus guerreros,

Que como tempestad acometieron para dispersarme,

Cuyo regocijo era como para devorar al pobre encubiertamente.

15 Caminaste en el mar con tus caballos,

Sobre la mole de las grandes aguas.

16 Oí, y se conmovieron mis entrañas;

A la voz temblaron mis labios;

Pudrición entró en mis huesos, y dentro de mí me estremecí;

Si bien estaré quieto en el día de la angustia,

Cuando suba al pueblo el que lo invadirá con sus tropas.

17 Aunque la higuera no florezca,

Ni en las vides haya frutos,

Aunque falte el producto del olivo,

Y los labrados no den mantenimiento,

Y las ovejas sean quitadas de la majada,

Y no haya vacas en los corrales;

18 Con todo, yo me alegraré en Jehová,

Y me gozaré en el Dios de mi salvación.

19 Jehová el Señor es mi fortaleza,

El cual hace mis pies como de ciervas,

Y en mis alturas me hace andar.

Al jefe de los cantores, sobre mis instrumentos de cuerdas.

 


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