miércoles, 11 de septiembre de 2013

¡Cómo hacer las mismas obras que Jesús hizo y aún mayores!

 
Miércoles 11 de Septiembre de 2013.
¡No temas, cree solamente!
Por Riqui Ricón*
De cierto, de cierto os digo: El que en mí cree, las obras que yo hago, él las hará también; y aún mayores hará, porque yo voy al Padre (Jn 14.12).
¡Qué declaración! ¡Qué sombrosa afirmación (porque es una afirmación), la que Jesucristo hace al establecer en Su Palabra, la Biblia, que si crees en Él, entonces harás las mismas obras que Jesús hizo y aún mayores porque –dijo Él- yo voy al Padre (dando a entender que el único y todopoderoso Dios es Su Padre pero TAMBIÉN es tu Padre).
MIREN CUÁNTO NOS ama el Padre celestial que permite que seamos llamados hijos de Dios. ¡Y lo mas maravilloso es que de veras lo somos! Naturalmente, como la mayoría de la gente no conoce a Dios, no comprende por qué lo somos  (1 Jn 3.1 BAD).
Quizá el día de hoy estés enfrentando graves problemas, enfermedades o tristezas y te estés preguntando, ¿cómo podría yo siquiera parecerme un poquito a Jesús? Las lecturas del programa para leer la Biblia en un año que corresponden al día de hoy te mostrarán cuán asombrosamente fácil es pasar de esa actitud de fracaso y derrota a la permanente Victoria que te permita levantarte de cualquier circunstancia y que comiences a hacer las mismas obras que Jesús hizo y aún mayores. ¡Porque tú tienes el mismo Padre!
Llegaron mensajeros e informaron a Josafat: «Un enorme ejército de Edom* marcha contra ti desde más allá del mar Muerto;* ya está en Hazezon-tamar» (este era otro nombre para En-gadi). Josafat quedó aterrado con la noticia y le suplicó al SEÑOR que lo guiara. También ordenó a todos en Judá que ayunaran  (2 Cro 20.2-3 NTV).
Pon mucha atención porque, quizá al igual que tú, el rey Josafat al mirar la enormidad de su problema y constatar la falta de capacidad y recursos para enfrentarlo, tuvo miedo pero actuó sabia y prudentemente: Buscó a Dios y puso TODA su confianza en Él. Josafat no oró ni ayunó sólo un ratito mientras por otro lado buscaba ayuda y consejo de sus amigos y allegados. ¡No! Josafat dominó su miedo al poner TODA su confianza en el Señor.
Mientras él aún hablaba, vinieron de casa del principal de la sinagoga, diciendo: Tu hija ha muerto; ¿para qué molestas más al Maestro? (Mar 5.35).
Jairo era un principal de la sinagoga que tenía la esperanza que Jesús sanará a su hija moribunda, pero al parecer ya era demasiado tarde, ¡su hija había muerto! ¿Te puedes imaginar semejante problema? Jesús probablemente la hubiera salvado, pero ahora ya nada se puede hacer.
Pero Jesús, luego que oyó lo que se decía, dijo al principal de la sinagoga: No temas, cree solamente (Mar 5.36).
Lo más emocionante de ser un(a) Hijo(a) de Dios Nacido(a) de Nuevo, esto es, de haber recibido a Jesucristo como Señor y Salvador de tu Vida, es que ¡NÚNCA ES DEMASIADO TARDE!
Sólo tienes, como Josafat, que encontrar la forma de anular el temor que te neutraliza y comenzar a creer, a creerle a Dios, creyendo Su Palabra.
Por lo demás, hermanos míos, fortaleceos en el Señor, y en el poder de su fuerza (Efe 6.10).
Pero, ¿cómo se hace esto? ¡Cómo puedes fortalecerte en el Poder de la fuerza de Dios? Sólo tienes que comprender que el Poder de la fuerza de Dios no son los ángeles, ni los truenos y relámpagos. Tampoco Su brazo musculoso. El Poder de la fuerza de Dios es Su Palabra, pues Él no necesita otra cosa más que hablar Su Palabra y ésta sucederá.
Mientras todos los hombres de Judá estaban de pie ante el SEÑOR junto con sus esposas, sus hijos y aun los niños pequeños, el Espíritu del SEÑOR vino sobre uno de los hombres allí presentes. Se llamaba Jahaziel, hijo de Zacarías, hijo de Benaía, hijo de Jeiel, hijo de Matanías, un levita, quien era un descendiente de Asaf. Dijo: «¡Escuchen habitantes de Judá y de Jerusalén! ¡Escuche, rey Josafat! Esto dice el SEÑOR: “¡No tengan miedo! No se desalienten por este poderoso ejército, porque la batalla no es de ustedes sino de Dios. Mañana, marchen contra ellos. Los encontrarán subiendo por la cuesta de Sis al extremo del valle que da al desierto de Jeruel. Sin embargo, ustedes ni siquiera tendrán que luchar. Tomen sus posiciones; luego quédense quietos y observen la victoria del SEÑOR. Él está con ustedes, pueblo de Judá y de Jerusalén. No tengan miedo ni se desalienten. ¡Salgan mañana contra ellos, porque el SEÑOR está con ustedes!”» (2 Cro 20.13-17).
¿No te parece familiar que tanto en el Antiguo Testamento como en el Nuevo Testamento siempre que alguien busca sinceramente a Dios en momentos de necesidad, Dios siempre responde “No temas, Yo estoy contigo”?
Mira que te mando que te esfuerces y seas valiente; no temas ni desmayes, porque Jehová tu Dios estará contigo en dondequiera que vayas (Jos 1.9).
Jehová es mi luz y mi salvación; ¿de quién temeré? Jehová es la fortaleza de mi vida; ¿de quién he de atemorizarme? Cuando se juntaron contra mí los malignos, mis angustiadores y mis enemigos, Para comer mis carnes, ellos tropezaron y cayeron. Aunque un ejército acampe contra mí, No temerá mi corazón; Aunque contra mí se levante guerra, Yo estaré confiado (Sal 27. 1-3).
Cuando le vi, caí como muerto a sus pies. Y él puso su diestra sobre mí, diciéndome: No temas; yo soy el primero y el último; y el que vivo, y estuve muerto; mas he aquí que vivo por los siglos de los siglos, amén. Y tengo las llaves de la muerte y del Hades (Apo 1.17-18).
El temor, el miedo, es todo lo contrario a la fe [creerle a Dios, creyendo Su Palabra] y su único propósito es estorbar y anular tu fe [creerle a Dios, creyendo Su Palabra]. Tu adversario el diablo siempre te va a presionar con las circunstancias y lo hace de tal forma para orillarte a que pongas tus cinco sentidos y tus emociones en lo grande, difícil del problema para robarte la Palabra de Dios y comiences a CREER que no hay solución o que es demasiado tarde.
El sembrador es el que siembra la palabra. Y éstos son los de junto al camino: en quienes se siembra la palabra, pero después que la oyen, en seguida viene Satanás, y quita la palabra que se sembró en sus corazones. Estos son asimismo los que fueron sembrados en pedregales: los que cuando han oído la palabra, al momento la reciben con gozo; pero no tienen raíz en sí, sino que son de corta duración, porque cuando viene la tribulación o la persecución por causa de la palabra, luego tropiezan (Mar 4.14-17).
Así que, ¡No temas, cree solamente! ¡Créele a Dios! ¡Créele a Su Palabra!
Así pues, la fe [creerle a Dios, creyendo Su Palabra] nace al oír el mensaje, y el mensaje viene de la palabra de Cristo (Ro 10.17 DHH).
Entre otras muchas cosas, la Palabra de Dios tiene el Poder de producir fe [creerle a Dios, creyendo Su Palabra] en el corazón de aquellos que la escuchan con intención o con propósito, aquellos que honestamente están buscando a Dios.
Temprano a la mañana siguiente, el ejército de Judá salió al desierto de Tecoa. De camino, el rey Josafat se detuvo y dijo: «¡Escúchenme, habitantes de Judá y de Jerusalén! Crean en el SEÑOR su Dios y podrán permanecer firmes. Créanles a sus profetas y tendrán éxito» (2 Cro 20.20 NTV).
Después de haber orado y escuchado la Palabra de Dios, el rey Josafat y el pueblo de Judá adquirieron la fe [creerle a Dios, creyendo Su Palabra] necesaria para obtener la Victoria.
Después de consultar con el pueblo, el rey nombró cantores que caminaran delante del ejército cantando al SEÑOR y alabándolo por su santo esplendor. Esto es lo que cantaban: «¡Den gracias al SEÑOR; su fiel amor perdura para siempre!». Cuando comenzaron a cantar y a dar alabanzas, el SEÑOR hizo que los ejércitos de Amón, de Moab y del monte Seir comenzaran a luchar entre sí. Los ejércitos de Moab y de Amón se volvieron contra sus aliados del monte Seir y mataron a todos y a cada uno de ellos. Después de destruir al ejército de Seir, empezaron a atacarse entre sí. De modo que cuando el ejército de Judá llegó al puesto de observación en el desierto, no vieron más que cadáveres hasta donde alcanzaba la vista. Ni un solo enemigo había escapado con vida. El rey Josafat y sus hombres salieron a recoger el botín. Encontraron una enorme cantidad de objetos, vestidos* y otros artículos valiosos, más de lo que podían cargar. ¡Había tanto botín que les llevó tres días sólo para juntarlo! Al cuarto día se reunieron en el valle de la Bendición [Valle de Beraca],* el cual recibió ese nombre aquel día porque allí el pueblo alabó y agradeció al SEÑOR. Aún se conoce como valle de la Bendición [Valle de Beraca] hasta el día de hoy. Luego todos los hombres volvieron a Jerusalén, con Josafat a la cabeza, rebosando de alegría porque el SEÑOR les había dado la victoria sobre sus enemigos (2 Cro 20.21-27 NTV).
¿Qué le impide a Dios que obre a tu favor esa gran salvación que estás necesitando el día de hoy? ¡Sólo tu fe! Si puedes creer, al que cree todo le es posible.
- Creer ¿qué? Me podrías decir. Pues creer que Dios te ama tanto que prefirió entregar a Su propio Hijo antes que perderte a ti.
Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna (Jn 3.16).
Creer que eres un(a) Hijo(a) de Dios Nacido(a) de Nuevo.
Pues han nacido de nuevo pero no a una vida que pronto se acabará. Su nueva vida durará para siempre porque proviene de la eterna y viviente palabra de Dios (1 P 1.23 NTV).
Creer que todo lo puedes.
Todo lo puedo en Cristo que me fortalece (Fil 4.13).
Creer que de todo problema, angustia o enfermedad saldrás más que vencedor(a) por medio de Aquel que te amó, Cristo Jesús.
Antes,  en todas estas cosas somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó (Ro 8.37).
Creer que en la cruz del calvario Jesucristo llevo todas tus enfermedades y sufrió todos tus dolores y, por lo tanto, tienes derecho a la sanidad divina.
Ciertamente llevó él nuestras enfermedades,  y sufrió nuestros dolores;  y nosotros le tuvimos por azotado,  por herido de Dios y abatido. Mas él herido fue por nuestras rebeliones,  molido por nuestros pecados;  el castigo de nuestra paz fue sobre él,  y por su llaga fuimos nosotros curados (Isa 53.4-5).
En fin, creer que en Verdad la Biblia es lo que tú dices que es: La Palabra de Dios.
Entonces, ¿Qué impide que tú comiences hacer las mismas obras que Jesús hizo y aún mayores? ¡Sólo tu fe! Pues si puedes creerle a Dios, creyendo lo que Él dice acerca de ti en Su Palabra, entonces, TODO te es posible.
Oremos en voz audible:
Amado Padre celestial, en este día quiero volver a agradecerte por tanto y tan grande Amor con que me has amado que estando yo muerto(a) en delitos y pecados me diste Vida juntamente con Cristo. Y no cualquier tipo de Vida sino que me diste la Vida Eterna de un(a) Hijo(a) Tuyo(a) Nacido(a) de Nuevo. Gracias porque ahora Jesucristo es el primero entre muchos hermanos de los cuales yo soy uno(a). Oh Dios, es algo tan asombroso saberme amado(a) de tal manera. Jesús, por Tu sacrificio en la cruz, por Tu Sangre preciosa, Tu muerte y resurrección, he sido justificado(a), perdonado(a), santificado(a) y ¡glorificado(a)! ¡Sí! ¡Glorificado(a)! Porque a los que antes conociste, también los predestinaste para que fuesen hechos conformes a la imagen de Tu Hijo, para que así Jesús sea el primogénito entre muchos hermanos. Y a los que predestinaste, a éstos también llamaste; y a los que llamaste, a éstos también justificaste; y a los que justificaste, a éstos también glorificaste. Gracias por haber procurado para mí un camino de salvación, un camino vivo y perfecto mediante la muerte y resurrección de Tu Hijo, Jesús. Jesucristo, Tú eres mi Rey, Señor y Salvador. Tú me has trasladado de las tinieblas a Tu luz admirable otorgándome Tu propia Vida. Gracias Señor Jesús, por Ti soy Eterno(a). Juntamente contigo, ¡viviré para siempre! ¡Nunca moriré! Padre celestial, yo creo y recibo esta identidad Eterna de Hijo(a) Tuyo(a). ¡Acepto el precio que se pagó por ella! Así que, Si Tú estás por mí, ¿quién contra mí? Si no escatimaste ni a Tu propio Hijo, sino que lo entregaste por Amor a mí, ¿cómo no me darás también con Él todas las cosas? Así que, ¡Abba! ¡Padre! Yo soy Tuyo(a), y en Cristo Jesús ya he vencido, pues mayor eres Tú, Espíritu Santo, que vives en mí y conmigo, que el que está en el mundo. Padre, ¡Todas y cada una de Tus Promesas son en mí, sí y amén! Me someto a Ti, mi Dios y Padre, me someto a Tu Palabra, resisto a Satanás y éste tiene que huir de mi vida. No recibo ni la duda, ni el temor, ni la enfermedad, ni la pobreza, ni la angustia, ni la depresión. ¡Soy sano(a)! ¡Soy libre! ¡Soy próspero(a)! ¡Soy dichoso(a)! Por todo esto, seguro(a) estoy que puedo hacer las mismas cosas que tú hiciste, Señor Jesús, y aún mayores haré porque Tú estás con el Padre, que es mi Padre. En el nombre de Jesús. Amén.
*Ricardo C. Peredo Jaime   © 2011
 

Lectura y Meditación de la Palabra de Dios
Haz estas lecturas diarias y al final de un año habrás leído toda la Biblia.
Septiembre 11                        Jn 14.1-14  /  2 Cr 20  /  Sal 78.56-72
 


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