viernes, 21 de septiembre de 2012

¡Cómo ser dichoso en esta vida!

 
Lunes 17 de Septiembre de 2012.
¡Confiando en Dios!
Por Riqui Ricón*
Jehová de los ejércitos, Dichoso el hombre que en ti confía (Sal 84.12).
Que asombrosa es la simpleza del camino que conduce a la felicidad del ser humano, ¡Confiar en Dios!
E igualmente sencilla es la forma para transitar por este camino, ¡Creer!
En realidad,  sin fe es imposible agradar a Dios,  ya que cualquiera que se acerca a Dios tiene que creer que él existe y que recompensa a quienes lo buscan (He 11.6 NVI).
Si lo piensas bien, te darás cuenta que la única razón de la infelicidad humana es la incredulidad a la Palabra de Dios. Es esa duda latente y persistente que te cuestiona en tu mente si existirá Dios o no, si Su Palabra será la Verdad o no.
Le dijo entonces Pilato: ¿Luego, eres tú rey? Respondió Jesús: Tú dices que yo soy rey. Yo para esto he nacido, y para esto he venido al mundo, para dar testimonio a la verdad. Todo aquel que es de la verdad, oye mi voz (Jn 18.37).
Es interesante notar que a pesar que han transcurrido miles de años, el dilema de la humanidad es el mismo que enfrentaron Adán y Eva allá en el huerto de Edén, esto es: mi Dios y creador DICE una cosa pero este animalito (la serpiente) DICE otra totalmente diferente, ¿quién de los dos DIRÁ la Verdad? ¿A cuál de los dos le voy a CREER?
El final de esa historia lo conoces muy bien, Adán y Eva NO CONFIARON en Dios y decidieron creerle a la serpiente, dando entrada al temor y la infelicidad a sus vidas y a las vidas de todo el género humano.
Confiar en Dios literalmente significa creerle a Él, creer lo que Él dice, pues toda Palabra que sale de Su boca es Verdad. Recuerda que Dios NO PUEDE mentir. Aunque quisiera hacerlo no puede hacerlo.
Quizá protestes, Dios TODO lo puede. Permíteme explicarte porque Dios NO PUEDE mentir, aunque Él, remotamente, quisiera hacerlo:
Por la fe entendemos haber sido constituido el universo por la palabra de Dios,  de modo que lo que se ve fue hecho de lo que no se veía (He 11.3).
Dado que el poder de la fuerza de Dios es Su Palabra, con la cual creó todo el universo (lo visible y lo invisible), podemos comprender que cualquier cosa que Dios dice se cumple forzosamente. Por esto Dios no puede mentir. Aunque Él quisiera hacerlo no podría, pues la mentira es todo lo contrario a la Verdad y, como ya vimos, toda palabra que sale de la boca de Dios es Verdad, ya que se cumple por sí misma.
Y dijo Dios: Sea la luz;  y fue la luz (Gen 1.3).
Por ejemplo, si el Señor quisiera jugarte una broma y se apareciera a ti, hoy lunes, diciendo: “hola, ¿no te gusta la hermosa noche de viernes que les estoy dando?”; no podrías replicarle haberse equivocado, ya que, como Él es Dios, ¿qué crees que pasaría cuando las palabras “hermosa noche de viernes” salieran de Su boca? A cambiar agendas y ajustar relojes porque, sin discusión alguna, se volvería viernes por la noche.
Dios, el Todopoderoso, lo único que te pide es que confíes en Él, que creas a Su Palabra, que creas que tiene Palabra de Honor, pues, al fin de cuentas, Él no puede mentir.
Así que, ¡efectivamente, hay una sola cosa que el Todopoderoso Dios no puede hacer, y eso es mentir!
Te darás cuenta que no se trata aquí de si Dios es confiable o no, puesto que Su Palabra es la Verdad eterna e infalible, sino que se trata de si decides tú confiar en Él o no. Se trata de si decides o no creerle a Su Palabra. Aunque, dado que  Dios es cien por ciento confiable, sería un tremendo error no creerle.
El ladrón no viene sino para hurtar y matar y destruir; yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia (Jn 10.10).
Dios te ama tanto que prefirió entregar a Su propio Hijo antes que perderte a ti. Al morir en esa cruz y resucitar, venciendo a la muerte, No sólo pagó tus pecados para hacerte justo delante de Dios, sino que, además, te transmitió Su propia Vida haciendo de ti un(a) genuino(a) y auténtico(a) Hijo(a) de Dios Nacido(a) de Nuevo.
¡Él vino para que tengas vida, y para que la tengas en abundancia!
Satanás viene a hurtar y matar y destruir. Pero ya no tiene ninguna autoridad sobre de ti. La única arma que tiene es la mentira. Con la mentira pretende infundirte duda y temor para que dejes de confiar en tu Padre celestial. Él utiliza las circunstancias para gritarte al oído: no sanarás esta vez; vas a morir; te vas a quedar sin dinero y cómo alimentarás a tu familia; tu matrimonio está acabado, ya no te ama; tu hijo(a) se perderá, no supiste educarlo, etc.
Todas esas mentiras te comenzarán a parecer muy reales en la medida que comiences a creerlas.
Dijo entonces Jesús a los judíos que habían creído en él: Si vosotros permaneciereis en mi palabra, seréis verdaderamente mis discípulos; y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres (Jn 8.31-32).
Sólo la Biblia, que es la Palabra de Dios, y no miente, tiene el poder para hacerte libre de la duda y el temor. ¡Sólo la Verdad te puede hacer libre!
Bienaventurado el hombre que tiene en ti sus fuerzas, En cuyo corazón están tus caminos. Atravesando el valle de lágrimas lo cambian en fuente, Cuando la lluvia llena los estanques. Irán de poder en poder; Verán a Dios en Sion (Sal 84.5-6).
Dichoso(a) es el hombre o la mujer que se sabe un(a) Hijo(a) amado(a) de Dios, ¡y lo cree! Pues toda su confianza está en Su Padre celestial, el Todopoderoso Dios.
Porque sol y escudo es Jehová Dios; Gracia y gloria dará Jehová. No quitará el bien a los que andan en integridad (Sal 84.11).
Oremos en voz audible:
Amado padre celestial, hoy vengo delante de Ti para asegurarte que he puesto mi confianza en Tu Palabra. Señor Jesús, yo en Ti confío. Gracias, porque con Tu muerte y resurrección yo he pasado de muerte a vida, me trasladaste de las tinieblas en las que estaba a Tu luz admirable. Por Tu Amor, por Tu Sangre y por Tu Palabra he Nacido de Nuevo para recibir la Vida Eterna como un(a) Hija(o) de Dios. ¡Gracias, Señor Jesús! ¡Muchas gracias! En Ti confía mi corazón. En Ti se goza mi alma. En Ti descansa mi ser. Puedo ser feliz, pues aunque ande en valle de sombra y de muerte, no temeré mal alguno, porque Tú, Señor, estás conmigo. Creo y declaro que yo, ___________________ (tu nombre aquí), habito al abrigo del Altísimo y moro bajo la sombra del Omnipotente. Te digo a Ti, Jesús: Esperanza mía, y castillo mío; Mi Dios, en Ti confiaré. Tú me librarás del lazo del cazador, de la peste destructora. Con Tus plumas me cubrirás, y debajo de Tus alas estaré segura(o); Escudo y adarga es Tu verdad. No temeré el terror nocturno, ni saeta que vuele de día, ni pestilencia que ande en oscuridad, ni mortandad que en medio del día destruya. Caerán a mi lado mil, y diez mil a mi diestra; mas a mí no llegará. Ciertamente con mis ojos miraré y veré la recompensa de los impíos. Porque te he puesto a Ti, Jehová, que eres mi esperanza, al Altísimo por mi habitación, No me sobrevendrá mal, ni plaga tocará tu morada. Pues a Tus ángeles mandará acerca de mí, que me guarden en todos mis caminos. En las manos me llevarán, para que mi pie no tropiece en piedra. Sobre el león y el áspid pisaré; hollaré al cachorro del león y al dragón. Por cuanto en Ti, Jesús, yo he puesto mi amor, Tú también me librarás; me pondrás en alto, por cuanto he conocido Tu nombre. Te invocaré, y Tú me responderás; conmigo estarás Tú en la angustia; me librarás y me glorificarás. Me saciarás de larga vida, y me mostrarás Tu salvación. Así que, ¡Abba! ¡Padre! Yo soy Tuyo(a), y en Cristo Jesús ya he vencido, pues mayor eres Tú, Espíritu Santo, que vives en mí y conmigo, que el que está en el mundo. Padre, ¡Todas y cada una de Tus Promesas son en mí, sí y amén! Me someto a Ti, mi Dios y Padre, me someto a Tu Palabra, resisto a Satanás y éste tiene que huir de mi vida. No recibo ni la duda, ni el temor, ni la enfermedad, ni la pobreza, ni la angustia, ni la depresión. ¡Soy sano(a)! ¡Soy libre! ¡Soy próspero(a)! ¡Soy dichoso(a)! En el nombre de Jesús. Amén.
*Ricardo C. Peredo Jaime   © 2011
 

Lectura y Meditación de la Palabra de Dios
Haz estas lecturas diarias y al final de un año habrás leído toda la Biblia.
Septiembre 17                        Jn 18.19-38  /  2 Cr 27-28  /  Sal 84
 


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