miércoles, 20 de noviembre de 2024

¡Cómo acceder a la Plenitud de Dios!

 <ENGLISH>




 20 Noviembre    

 

¡Cómo acceder a la Plenitud de Dios!


¡La Biblia es Palabra de Honor!

Por Riqui Ricón*

Toma un rollo de libro, y escribe en él todas las palabras que te he hablado contra Israel y contra Judá, y contra todas las naciones, desde el día que comencé a hablarte, desde los días de Josías hasta hoy.  Quizá oiga la casa de Judá todo el mal que yo pienso hacerles, y se arrepienta cada uno de su mal camino, y yo perdonaré su maldad y su pecado (Jer 36.2-3).

Una de las cosas que más me han asombrado en estos días es el descubrir cómo los seres humanos han desarrollado una resistencia natural, una antipatía disimulada, hacia la Palabra de Dios; exactamente igual a como el rey Joacim y sus príncipes lo hicieron en los días del profeta Jeremías.

Me asombra saber que el 100 por ciento de los cristianos confiesan creer que la Biblia es la Palabra de Dios y, sin embargo, muchos viven vidas carentes del poder y de la Presencia de Dios en sus vidas, viven luchando todos los días una batalla, que parecieran ir perdiendo, contra las enfermedades, las carencias económicas, el rencor, el resentimiento, el miedo y el dolor (por no mencionar al pecado).

¿Cómo puedes reconciliar la vida que vives con las Palabras de Jesús cuando dijo:

El ladrón no viene sino para hurtar y matar y destruir; yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia (Jn 10.10).

O cuando declaró enfáticamente:

De cierto, de cierto os digo: El que en mí cree, las obras que yo hago, él las hará también; y aun mayores hará, porque yo voy al Padre (Jn 14.12)?

Parece contradictorio pero la respuesta es muy sencilla. Simplemente creyéndole a Él, creyendo que, efectivamente, la Biblia es lo que dices que es: la Palabra de Dios, las Palabras que salieron de la boca de Dios, y que te fue dada para tu beneficio.

En el epígrafe de esta reflexión se nota que Dios le dijo a Jeremías, quizá oigan y se arrepientan y yo les perdone. Esto te muestra claramente que el deseo de Dios es ser escuchado. Es más, Dios mismo pregunta por medio del profeta Isaías ¿Quién ha creído a nuestro mensaje?

Quién ha creído a nuestro anuncio?  ¿y sobre quién se ha manifestado el brazo de Jehová? (Isa 53.1).

Para una correcta relación con Dios y para que se revele Su Poder en tu vida, es necesaria una sencilla pero muy trascendente decisión: ¿A quién le vas a creer, a tu forma de ver las cosas, como siempre lo has hecho, o a la Palabra de Honor del Dios Vivo y Verdadero que te ha amado tanto que prefirió entregar a Su propio Hijo antes que perderte a ti?

La serpiente era más astuta que todos los animales del campo que Dios el SEÑOR había hecho, así que le preguntó a la mujer: —¿Es verdad que Dios les dijo que no comieran de ningún árbol del jardín? —Podemos comer del fruto de todos los árboles —respondió la mujer—. Pero, en cuanto al fruto del árbol que está en medio del jardín, Dios nos ha dicho: “No coman de ese árbol, ni lo toquen; de lo contrario, morirán.” Pero la serpiente le dijo a la mujer: —¡No es cierto, no van a morir! (Gen 3.1-4 NVI).

Es curioso que en miles de años que han transcurrido desde la caída del hombre, la situación sigue siendo prácticamente la misma. El mismo dilema que tuvieron que resolver Adán y Eva en el jardín del Edén es el mismo al que tú te enfrentas cada día. Permíteme explicarlo así: Dios dice una cosa respecto a tus necesidades o a tu forma de vivir y la serpiente (el mundo) dicen otra, ¿quién de los dos dirá la verdad, la serpiente o Dios? ¿A quién, de los dos, le vas a creer?

Tenemos también la palabra profética más segura, a la cual hacéis bien en estar atentos como a una antorcha que alumbra en lugar oscuro, hasta que el día esclarezca y el lucero de la mañana salga en vuestros corazones (2 P 1.19).

No lo dudes mi amado(a), Dios te ha dado Su Palabra para tu provecho y no para quitarte o restarte algo de tu vida. De hecho, Su propósito es llevarte a un nivel tan extraordinario de vida que, por medio de la fe [de creerle a Dios, creyendo Su Palabra], realices muy altos y excelentes logros.

¿Y qué es la fe? Tener fe es tener muy en claro y resuelto cada uno de los siguientes tres principios:

1) Si Dios lo dice en Su Palabra, entonces, es la Verdad y por lo tanto Él lo va a cumplir.

Pero yo te declararé lo que está escrito en el libro de la verdad (Dan 10.21a).

Ahora pues, Jehová Dios, tú eres Dios, y tus palabras son verdad, y tú has prometido este bien a tu siervo (2 S 7.28).

Santifícalos en tu verdad; tu palabra es verdad (Jn 17.17).

2) Primero el cielo y la tierra dejan de existir antes que se deje de cumplir una sola de las Palabras que han salido de la Boca de Dios.

El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán (Luc 21.33).

3) Él es Dios y, por lo tanto, no puede mentir ya que cada Palabra que sale de Su Boca tiene todo el Poder de Dios en Si misma para hacerse cumplir.

Dios no es un simple mortal para mentir y cambiar de parecer. ¿Acaso no cumple lo que promete ni lleva a cabo lo que dice? Se me ha ordenado bendecir, y si eso es lo que Dios quiere, yo no puedo hacer otra cosa (Núm 23.19-20 NVI).

La Biblia define la fe como la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve (He 11.1). Así, Fe es la plena certeza de que lo que esperas ha de llegar. Es el convencimiento absoluto de que has de alcanzar lo que ni siquiera vislumbras (He 11.1 BAD).

Pero, ¿cómo puedes estar seguro de algo que estás esperando cuando tu realidad es muy diferente? ¿Cómo puedes estar seguro(a) de tu sanidad si lo que tienes en la mano son los análisis clínicos y el dictamen negativo del médico? ¿Cómo puedes tener la certeza que tu matrimonio se restaurará o que tu hijo adolescente regresará a casa si lo que tienes enfrente es la demanda de divorcio o el cuarto vacío? ¿Cómo puedes estar seguro(a) que saldrás adelante con los gastos de tu familia si acabas de ser despedido(a)?

Sólo hay una respuesta posible a estas preguntas. Sólo hay un camino para obtener esa certeza y convicción: Si tienes la Palabra de Dios al respecto. Si Dios, el Todopoderoso, dice en Su Palabra algo al respecto de tu problema o situación. ¡Si tienes la Palabra de Honor de Dios puedes estar cien por ciento seguro, convencido, que saldrás adelante!

Dijo entonces Jesús a los judíos que habían creído en él: Si vosotros permaneciereis en mi palabra, seréis verdaderamente mis discípulos; y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres (Jn 8.31-32).

Acuérdate de la palabra dada a tu siervo, En la cual me has hecho esperar. Ella es mi consuelo en mi aflicción, Porque tu dicho me ha vivificado… Lámpara es a mis pies tu palabra, Y lumbrera a mi camino (Sal 119.49, 50, 105).

Así que, sacúdete toda pasividad para con la Biblia y haz de la Palabra de Dios la norma máxima de tu existencia. Ponla en tu mente, boca y corazón, leyéndola y meditándola de día y de noche.

Nunca se apartará de tu boca este libro de la ley, sino que de día y de noche meditarás en él, para que guardes y hagas conforme a todo lo que en él está escrito; porque entonces harás prosperar tu camino, y todo te saldrá bien (Jos 1.8).

¡Esta es la clave del éxito para tu vida!

La Biblia jamás te restará algo sino todo lo contrario, siempre te sumará la Bendición de Dios para tu vida pues son las Palabras que Dios declaró para tu bien, puesto que te ama con todo Su Corazón.

no devolviendo mal por mal, ni maldición por maldición, sino por el contrario, bendiciendo, sabiendo que fuisteis llamados para que heredaseis bendición (1 P 3.9).

¡Has sido llamado(a) por Dios para ser heredero(a) de bendición!

Oremos en voz audible:

Amado Padre celestial, Tú Palabra, la Biblia, es la Verdad y es la Luz que guía mi vida. Porque Tú lo hablaste Dios, Jesús, el Verbo, la Palabra, se hizo carne para que, por tu gran Amor con que me has amado, al pagar Él todos mis pecados con Su Vida en la cruz, yo recibiese la Vida Eterna y la adopción de Hijo(a) Tuyo(a). ¡Gracias, Señor Jesús! ¡Escrito está! Porque Tú moriste, yo morí contigo en esa cruz. ¡Escrito está! Porque Tú resucitaste, yo resucité contigo a una vida totalmente nueva, libre del pecado y de la muerte pues con Tu Sangre me has redimido para Dios de todo linaje y lengua y pueblo y nación; y me has hecho para nuestro Dios rey(reina) y sacerdote(sacerdotisa), y reinaré sobre la tierra. Padre, yo soy Tu Hijo(a) y he de reinar sobre toda aflicción, enfermedad o problema, pues para esto me dejaste aquí en la tierra; para establecer Tu Reino, anunciando Tu Gran Amor con el cual me llamaste de las tinieblas a Tu Luz admirable. Gracias mi Dios, pues no sólo lo has hablado sino que lo pusiste por escrito: ¡He sido llamado(a) por Ti para ser heredero(a)! ¡Soy heredero(a) de Tu Bendición! ¡Soy heredero(a) de Tu Palabra! ¡Soy dichoso(a) pues puedo confiar en Ti, mi Dios! Así que, de acuerdo con Tu Palabra, me declaro sano(a), próspero(a), libre y feliz. En el nombre de Jesús. Amén.

 Nota Importante:

¿Cómo me hago Hijo de Dios? ¿Cómo establezco una relación con el Todopoderoso?

Sólo haz la siguiente oración en voz audible poniendo toda tu atención y corazón a lo que le estás diciendo a Dios:

Señor Jesús, yo creo que eres el Hijo de Dios. Que viniste a este mundo de la virgen María para pagar todos mis pecados, y yo he sido un(a) pecador(a). Por eso, te digo el día de hoy que sí acepto. ¡Sí acepto tu sacrificio en la cruz! ¡Sí acepto Tu Sangre preciosa derramada hasta la última gota por Amor a mí! Te abro mi corazón y te invito a entrar porque quiero, Señor Jesús, que desde hoy y para siempre Tú seas mi único y suficiente Salvador, mi Dios, mi Rey y mi Señor. Gracias, Dios Poderoso, pues con esta simple oración y profesión de fe he pasado de muerte a Vida, he sido trasladado(a) de las tinieblas a Tu Luz admirable. ¡Hoy he Nacido de Nuevo! ¡Dios, ahora yo Soy Tu Hijo(a)! ¡Ahora Tú eres mi Padre! ¡Nunca más estaré solo(a)! Nunca más viviré derrotado(a). En el nombre de Jesús. Amén.

*Ricardo C. Peredo Jaime   © 2012

 

 

 

Tres Recomendaciones:

Lo que acabas de suceder al reconocer a Jesucristo como el Señor y Salvador de tu vida, de acuerdo con La Palabra de Dios, es que has Nacido de Nuevo, ya no más como un ser humano común y corriente, sujeto a la ley del pecado y de la muerte, sino que ahora eres un(a) legítimo(a) y auténtico(a) Hijo(a) de Dios Nacido(a) de Nuevo, exactamente igual a Jesucristo, quien ahora es tu Hermano Mayor. Por lo tanto, te hago estas tres importantísimas recomendaciones:

1.     Orar. Orar es platicar con Dios. Así que, búscate un lugar tranquilo donde puedas comenzar a platicar todas tus cosas con Él. Hazlo de forma audible y notarás como Dios siempre responderá a tu corazón.

2.     Leer y meditar la Palabra de Dios. La Biblia es La Palabra de Dios, así que, consigue una Biblia y comienza a leerla y meditarla. ¿Cómo empezar? Es muy sencillo. Dependiendo del día que sea hoy, busca en el programa de lectura “La Biblia en un año” y realiza las lecturas correspondientes. Este programa lo puedes obtener en: A Través de La Biblia En Un Ano (palabradehonor.org) Notarás que el programa está arreglado para imprimirlo como un cuadernillo.

3.     En oración con Dios, tu Padre, busca y únete a una iglesia o congregación cristiana donde enseñen la Palabra de Dios en base a las Buenas Noticias que son el Evangelio de Jesucristo.

*Ricardo C. Peredo Jaime   © 2020

 

 

 


Lectura y Meditación de la Palabra de Dios

Haz estas lecturas diarias y al final de un año habrás leído toda la Biblia.

Noviembre 20                               1 P 3   /  Jer 35-36  /  Sal 136

 

Cápsula del día.




Puedes escuchar o descargar la lectura de la  Biblia en audio del día de hoy, la tenemos para ti en dos versiones: 


RV60 




NVI 



Lectura y Meditación de la Palabra de Dios

Haz estas lecturas diarias y al final de un año habrás leído toda la Biblia.

Noviembre 20                               1 P 3   /  Jer 35-36  /  Sal 136

 

1 Pedro 3

Deberes conyugales

3

1Asimismo vosotras, mujeres, estad sujetas a vuestros maridos;a para que también los que no creen a la palabra, sean ganados sin palabra por la conducta de sus esposas, 2considerando vuestra conducta casta y respetuosa. 3Vuestro atavío no sea el externo de peinados ostentosos, de adornos de oro o de vestidos lujosos,b 4sino el interno, el del corazón, en el incorruptible ornato de un espíritu afable y apacible, que es de grande estima delante de Dios. 5Porque así también se ataviaban en otro tiempo aquellas santas mujeres que esperaban en Dios, estando sujetas a sus maridos; 6como Sara obedecía a Abraham, llamándole señor;c de la cual vosotras habéis venido a ser hijas, si hacéis el bien, sin temer ninguna amenaza.

7Vosotros, maridos, igualmente, vivid con ellas sabiamente,d dando honor a la mujer como a vaso más frágil, y como a coherederas de la gracia de la vida, para que vuestras oraciones no tengan estorbo.

Una buena conciencia

8Finalmente, sed todos de un mismo sentir, compasivos, amándoos fraternalmente, misericordiosos, amigables; 9no devolviendo mal por mal, ni maldición por maldición, sino por el contrario, bendiciendo, sabiendo que fuisteis llamados para que heredaseis bendición. 10Porque:

El que quiere amar la vida

Y ver días buenos,

Refrene su lengua de mal,

Y sus labios no hablen engaño;

     11     Apártese del mal, y haga el bien;

Busque la paz, y sígala.

     12     Porque los ojos del Señor están sobre los justos,

Y sus oídos atentos a sus oraciones;

Pero el rostro del Señor está contra aquellos que hacen el mal.e

13¿Y quién es aquel que os podrá hacer daño, si vosotros seguís el bien? 14Mas también si alguna cosa padecéis por causa de la justicia, bienaventurados sois.f Por tanto, no os amedrentéis por temor de ellos, ni os conturbéis, 15sino santificad a Dios el Señor en vuestros corazones,g y estad siempre preparados para presentar defensa con mansedumbre y reverencia ante todo el que os demande razón de la esperanza que hay en vosotros; 16teniendo buena conciencia, para que en lo que murmuran de vosotros como de malhechores, sean avergonzados los que calumnian vuestra buena conducta en Cristo. 17Porque mejor es que padezcáis haciendo el bien, si la voluntad de Dios así lo quiere, que haciendo el mal. 18Porque también Cristo padeció una sola vez por los pecados, el justo por los injustos, para llevarnos a Dios, siendo a la verdad muerto en la carne, pero vivificado en espíritu; 19en el cual también fue y predicó a los espíritus encarcelados, 20los que en otro tiempo desobedecieron, cuando una vez esperaba la paciencia de Dios en los días de Noé, mientras se preparaba el arca, en la cual pocas personas, es decir, ocho, fueron salvadas por agua.h 21El bautismo que corresponde a esto ahora nos salva (no quitando las inmundicias de la carne, sino como la aspiración de una buena conciencia hacia Dios) por la resurrección de Jesucristo, 22quien habiendo subido al cielo está a la diestra de Dios; y a él están sujetos ángeles, autoridades y potestades.[1]

 

   

Jeremías 35-36

Obediencia de los recabitas

35

1Palabra de Jehová que vino a Jeremías en días de Joacima hijo de Josías, rey de Judá, diciendo: 2Ve a casa de los recabitas y habla con ellos, e introdúcelos en la casa de Jehová, en uno de los aposentos, y dales a beber vino. 3Tomé entonces a Jaazanías hijo de Jeremías, hijo de Habasinías, a sus hermanos, a todos sus hijos, y a toda la familia de los recabitas; 4y los llevé a la casa de Jehová, al aposento de los hijos de Hanán hijo de Igdalías, varón de Dios, el cual estaba junto al aposento de los príncipes, que estaba sobre el aposento de Maasías hijo de Salum, guarda de la puerta. 5Y puse delante de los hijos de la familia de los recabitas tazas y copas llenas de vino, y les dije: Bebed vino. 6Mas ellos dijeron: No beberemos vino; porque Jonadab hijo de Recab nuestro padre nos ordenó diciendo: No beberéis jamás vino vosotros ni vuestros hijos; 7ni edificaréis casa, ni sembraréis sementera, ni plantaréis viña, ni la retendréis; sino que moraréis en tiendas todos vuestros días, para que viváis muchos días sobre la faz de la tierra donde vosotros habitáis. 8Y nosotros hemos obedecido a la voz de nuestro padre Jonadab hijo de Recab en todas las cosas que nos mandó, de no beber vino en todos nuestros días, ni nosotros, ni nuestras mujeres, ni nuestros hijos ni nuestras hijas; 9y de no edificar casas para nuestra morada, y de no tener viña, ni heredad, ni sementera. 10Moramos, pues, en tiendas, y hemos obedecido y hecho conforme a todas las cosas que nos mandó Jonadab nuestro padre. 11Sucedió, no obstante, que cuando Nabucodonosor rey de Babilonia subió a la tierra, dijimos: Venid, y ocultémonos en Jerusalén, de la presencia del ejército de los caldeos y de la presencia del ejército de los de Siria; y en Jerusalén nos quedamos.

12Y vino palabra de Jehová a Jeremías, diciendo: 13Así ha dicho Jehová de los ejércitos, Dios de Israel: Ve y di a los varones de Judá, y a los moradores de Jerusalén: ¿No aprenderéis a obedecer mis palabras? dice Jehová. 14Fue firme la palabra de Jonadab hijo de Recab, el cual mandó a sus hijos que no bebiesen vino, y no lo han bebido hasta hoy, por obedecer al mandamiento de su padre; y yo os he hablado a vosotros desde temprano y sin cesar, y no me habéis oído. 15Y envié a vosotros todos mis siervos los profetas, desde temprano y sin cesar, para deciros: Volveos ahora cada uno de vuestro mal camino, y enmendad vuestras obras, y no vayáis tras dioses ajenos para servirles, y viviréis en la tierra que di a vosotros y a vuestros padres; mas no inclinasteis vuestro oído, ni me oísteis. 16Ciertamente los hijos de Jonadab hijo de Recab tuvieron por firme el mandamiento que les dio su padre; pero este pueblo no me ha obedecido. 17Por tanto, así ha dicho Jehová Dios de los ejércitos, Dios de Israel: He aquí traeré yo sobre Judá y sobre todos los moradores de Jerusalén todo el mal que contra ellos he hablado; porque les hablé, y no oyeron; los llamé, y no han respondido.

18Y dijo Jeremías a la familia de los recabitas: Así ha dicho Jehová de los ejércitos, Dios de Israel: Por cuanto obedecisteis al mandamiento de Jonadab vuestro padre, y guardasteis todos sus mandamientos, e hicisteis conforme a todas las cosas que os mandó; 19por tanto, así ha dicho Jehová de los ejércitos, Dios de Israel: No faltará de Jonadab hijo de Recab un varón que esté en mi presencia todos los días.

El rey quema el rollo

36

1Aconteció en el cuarto año de Joacima hijo de Josías, rey de Judá, que vino esta palabra de Jehová a Jeremías, diciendo: 2Toma un rollo de libro, y escribe en él todas las palabras que te he hablado contra Israel y contra Judá, y contra todas las naciones, desde el día que comencé a hablarte, desde los días de Josías hasta hoy. 3Quizá oiga la casa de Judá todo el mal que yo pienso hacerles, y se arrepienta cada uno de su mal camino, y yo perdonaré su maldad y su pecado.

4Y llamó Jeremías a Baruc hijo de Nerías, y escribió Baruc de boca de Jeremías, en un rollo de libro, todas las palabras que Jehová le había hablado. 5Después mandó Jeremías a Baruc, diciendo: A mí se me ha prohibido entrar en la casa de Jehová. 6Entra tú, pues, y lee de este rollo que escribiste de mi boca, las palabras de Jehová a los oídos del pueblo, en la casa de Jehová, el día del ayuno; y las leerás también a oídos de todos los de Judá que vienen de sus ciudades. 7Quizá llegue la oración de ellos a la presencia de Jehová, y se vuelva cada uno de su mal camino; porque grande es el furor y la ira que ha expresado Jehová contra este pueblo. 8Y Baruc hijo de Nerías hizo conforme a todas las cosas que le mandó Jeremías profeta, leyendo en el libro las palabras de Jehová en la casa de Jehová.

9Y aconteció en el año quinto de Joacim hijo de Josías, rey de Judá, en el mes noveno, que promulgaron ayuno en la presencia de Jehová a todo el pueblo de Jerusalén y a todo el pueblo que venía de las ciudades de Judá a Jerusalén. 10Y Baruc leyó en el libro las palabras de Jeremías en la casa de Jehová, en el aposento de Gemarías hijo de Safán escriba, en el atrio de arriba, a la entrada de la puerta nueva de la casa de Jehová, a oídos del pueblo.

11Y Micaías hijo de Gemarías, hijo de Safán, habiendo oído del libro todas las palabras de Jehová, 12descendió a la casa del rey, al aposento del secretario, y he aquí que todos los príncipes estaban allí sentados, esto es: Elisama secretario, Delaía hijo de Semaías, Elnatán hijo de Acbor, Gemarías hijo de Safán, Sedequías hijo de Ananías, y todos los príncipes. 13Y les contó Micaías todas las palabras que había oído cuando Baruc leyó en el libro a oídos del pueblo. 14Entonces enviaron todos los príncipes a Jehudí hijo de Netanías, hijo de Selemías, hijo de Cusi, para que dijese a Baruc: Toma el rollo en el que leíste a oídos del pueblo, y ven. Y Baruc hijo de Nerías tomó el rollo en su mano y vino a ellos. 15Y le dijeron: Siéntate ahora, y léelo a nosotros. Y se lo leyó Baruc. 16Cuando oyeron todas aquellas palabras, cada uno se volvió espantado a su compañero, y dijeron a Baruc: Sin duda contaremos al rey todas estas palabras. 17Preguntaron luego a Baruc, diciendo: Cuéntanos ahora cómo escribiste de boca de Jeremías todas estas palabras. 18Y Baruc les dijo: El me dictaba de su boca todas estas palabras, y yo escribía con tinta en el libro. 19Entonces dijeron los príncipes a Baruc: Ve y escóndete, tú y Jeremías, y nadie sepa dónde estáis.

20Y entraron a donde estaba el rey, al atrio, habiendo depositado el rollo en el aposento de Elisama secretario; y contaron a oídos del rey todas estas palabras. 21Y envió el rey a Jehudí a que tomase el rollo, el cual lo tomó del aposento de Elisama secretario, y leyó en él Jehudí a oídos del rey, y a oídos de todos los príncipes que junto al rey estaban. 22Y el rey estaba en la casa de invierno en el mes noveno, y había un brasero ardiendo delante de él. 23Cuando Jehudí había leído tres o cuatro planas, lo rasgó el rey con un cortaplumas de escriba, y lo echó en el fuego que había en el brasero, hasta que todo el rollo se consumió sobre el fuego que en el brasero había. 24Y no tuvieron temor ni rasgaron sus vestidos el rey y todos sus siervos que oyeron todas estas palabras. 25Y aunque Elnatán y Delaía y Gemarías rogaron al rey que no quemase aquel rollo, no los quiso oír. 26También mandó el rey a Jerameel hijo de Hamelec, a Seraías hijo de Azriel y a Selemías hijo de Abdeel, para que prendiesen a Baruc el escribiente y al profeta Jeremías; pero Jehová los escondió.

27Y vino palabra de Jehová a Jeremías, después que el rey quemó el rollo, las palabras que Baruc había escrito de boca de Jeremías, diciendo: 28Vuelve a tomar otro rollo, y escribe en él todas las palabras primeras que estaban en el primer rollo que quemó Joacim rey de Judá. 29Y dirás a Joacim rey de Judá: Así ha dicho Jehová: Tú quemaste este rollo, diciendo: ¿Por qué escribiste en él, diciendo: De cierto vendrá el rey de Babilonia, y destruirá esta tierra, y hará que no queden en ella ni hombres ni animales? 30Por tanto, así ha dicho Jehová acerca de Joacim rey de Judá: No tendrá quien se siente sobre el trono de David; y su cuerpo será echado al calor del día y al hielo de la noche. 31Y castigaré su maldad en él, y en su descendencia y en sus siervos; y traeré sobre ellos, y sobre los moradores de Jerusalén y sobre los varones de Judá, todo el mal que les he anunciado y no escucharon.

32Y tomó Jeremías otro rollo y lo dio a Baruc hijo de Nerías escriba; y escribió en él de boca de Jeremías todas las palabras del libro que quemó en el fuego Joacim rey de Judá; y aun fueron añadidas sobre ellas muchas otras palabras semejantes.[2]

       

SALMO 136

 

Alabanza por la misericordia eterna de Jehová

     1     Alabad a Jehová, porque él es bueno,

Porque para siempre es su misericordia.a

     2     Alabad al Dios de los dioses,

Porque para siempre es su misericordia.

     3     Alabad al Señor de los señores,

Porque para siempre es su misericordia.

     4     Al único que hace grandes maravillas,

Porque para siempre es su misericordia.

     5     Al que hizo los cielosb con entendimiento,

Porque para siempre es su misericordia.

     6     Al que extendió la tierra sobre las aguas,c

Porque para siempre es su misericordia.

     7     Al que hizo las grandes lumbreras,d

Porque para siempre es su misericordia.

     8     El sol para que señorease en el día,

Porque para siempre es su misericordia.

     9     La luna y las estrellas para que señoreasen en la noche,

Porque para siempre es su misericordia.

     10     Al que hirió a Egipto en sus primogénitos,e

Porque para siempre es su misericordia.

     11     Al que sacó a Israel de en medio de ellos,f

Porque para siempre es su misericordia.

     12     Con mano fuerte, y brazo extendido,

Porque para siempre es su misericordia.

     13     Al que dividió el Mar Rojo en partes,g

Porque para siempre es su misericordia;

     14     E hizo pasar a Israel por en medio de él,

Porque para siempre es su misericordia;

     15     Y arrojó a Faraón y a su ejército en el Mar Rojo,

Porque para siempre es su misericordia.

     16     Al que pastoreó a su pueblo por el desierto,

Porque para siempre es su misericordia.

     17     Al que hirió a grandes reyes,

Porque para siempre es su misericordia;

     18     Y mató a reyes poderosos,

Porque para siempre es su misericordia;

     19     A Sehón rey amorreo,h

Porque para siempre es su misericordia;

     20     Y a Og rey de Basán,i

Porque para siempre es su misericordia;

     21     Y dio la tierra de ellos en heredad,

Porque para siempre es su misericordia;

     22     En heredad a Israel su siervo,

Porque para siempre es su misericordia.

     23     El es el que en nuestro abatimiento se acordó de nosotros,

Porque para siempre es su misericordia;

     24     Y nos rescató de nuestros enemigos,

Porque para siempre es su misericordia.

     25     El que da alimento a todo ser viviente,

Porque para siempre es su misericordia.

     26     Alabad al Dios de los cielos,

Porque para siempre es su misericordia.[3]

 



a 3.1: Ef. 5.22; Col. 3.18.

b 3.3: 1 Ti. 2.9.

c 3.6: Gn. 18.12.

d 3.7: Ef. 5.25; Col. 3.19.

e 3.10–12: Sal. 34.12–16.

f 3.14: Mt. 5.10.

g 3.14–15: Is. 8.12–13.

h 3.20: Gn. 6.1—7.24.

[1] Reina Valera Revisada (1960). Miami : Sociedades Bı́blicas Unidas, 1998, S. 1 P 2.25-3.22

a 35.1: 2 R. 23.36—24.6; 2 Cr. 36.5–7.

a 36.1: 2 R. 24.1; 2 Cr. 36.5–7; Dn. 1.1–2.

[2] Reina Valera Revisada (1960). Miami : Sociedades Bı́blicas Unidas, 1998, S. Jr 34.22-36.32

a 136.1: 1 Cr. 16.34; 2 Cr. 5.13; 7.3; Esd. 3.11; Sal. 100.5; 106.1; 107.1; 118.1; Jer. 33.11.

b 136.5: Gn. 1.1.

c 136.6: Gn. 1.2.

d 136.7–9: Gn. 1.16.

e 136.10: Ex. 12.29.

f 136.11: Ex. 12.51.

g 136.13–15: Ex. 14.21–29.

h 136.19: Nm. 21.21–30.

i 136.20: Nm. 21.31–35.

[3] Reina Valera Revisada (1960). Miami : Sociedades Bı́blicas Unidas, 1998, S. Sal 135.21-136.26