Lunes
22 de Abril de 2013.
¡Dios no tiene ningún problema!
¡Y tú tampoco!
Por
Riqui Ricón*
Mas yendo por el camino, aconteció que al llegar cerca de Damasco,
repentinamente le rodeó un resplandor de luz del cielo; y cayendo
en tierra, oyó una voz que le decía: Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?
El dijo: ¿Quién eres, Señor? Y le dijo: Yo soy Jesús, a quien tú
persigues; dura cosa te es dar coces contra el aguijón. El,
temblando y temeroso, dijo: Señor, ¿qué quieres que yo haga? Y el Señor le
dijo: Levántate y entra en la ciudad, y se te dirá lo que debes hacer (Hch 9. 3-6).
En verdad que no entiendo a las
personas que consideran a Dios como alguien tan amargado y enojón que si sus
criaturas no le obedecen o le rinden la apropiada adoración, entonces, monta en
cólera de tanta frustración. Como si algo, por culpa de alguien, no le salió
bien a Aquel que es Perfecto en todo.
Ese no es el Dios y Padre que te
revela la Biblia. Más bien, Él es un Dios Soberano y Todopoderoso que tiene
control y dominio sobre todo, tan lleno de Amor y misericordia por los seres
humanos que diseñó un plan infalible para su redención.
Por ejemplo, pon atención a la
oración de arrepentimiento y salvación más simple y genuina que hay en la
Biblia que es la que Pablo hace camino a Damasco, ¿Quién
eres, Señor? Y lo más asombroso es la respuesta de Jesús, Yo soy Jesús, a quien tú persigues; dura cosa te es dar coces contra el
aguijón.
¡Ningún
reproche! ¡Sin enojo ni recriminación alguna! Ningún “qué te crees miserable e
indigno asesino de mis Hijos”, ningún “fájate bien los pantalones y veremos de
que estás hecho pues ahora Yo voy a tratar contigo”. ¡No! ¡Nada por el estilo!
¡Solo Amor!
El llano, simple y puro Amor de Dios para con este asesino y perseguidor de la
Iglesia. ¡Asombroso, realmente asombroso!
Lo cierto es
que así es Dios. Él no tiene ningún complejo, ni enojo, ni necesidad de
condenar a nadie. Él no tiene el más mínimo temor, ni la más mínima duda, que
su Palabra y Autoridad vayan a ser burlados o menoscabados por nadie. ¡Él es
Dios!
Por esto, es
sumamente revelador y alentador lo que Dios dice acerca de ti,
MIREN CUÁNTO NOS ama el Padre celestial que permite que
seamos llamados hijos de Dios. ¡Y lo mas maravilloso es que de veras lo somos!
Naturalmente, como la mayoría de la gente no conoce a Dios, no comprende por
qué lo somos (1 Jn 3.1 BAD).
Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha
dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas
tenga vida eterna. Porque no envió Dios a su Hijo al mundo para
condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por él (Jn 3.
16-17).
Estas dos
porciones de la Escritura, inmersas totalmente en el Nuevo Pacto en la Sangre
de Jesús, son tremendas declaraciones no sólo del Amor que Dios siente por ti,
sino también, de la absoluta certeza de quién es Él y de lo que es capaz de
hacer por ti.
Y volviendo en sí, dijo: ¡Cuántos jornaleros en casa de mi padre tienen
abundancia de pan, y yo aquí perezco de hambre! Me levantaré e iré
a mi padre, y le diré: Padre, he pecado contra el cielo y contra ti. Ya
no soy digno de ser llamado tu hijo; hazme como a uno de tus jornaleros. Y
levantándose, vino a su padre. Y cuando aún estaba lejos, lo vio su padre, y
fue movido a misericordia, y corrió, y se echó sobre su cuello, y le besó.
Y el hijo le dijo: Padre, he pecado contra el cielo y contra ti, y ya no
soy digno de ser llamado tu hijo. Pero el padre dijo a sus
siervos: Sacad el mejor vestido, y vestidle; y poned un anillo en su mano, y
calzado en sus pies. Y traed el becerro gordo y matadlo, y comamos
y hagamos fiesta; porque este mi hijo muerto era, y ha revivido;
se había perdido, y es hallado. Y comenzaron a regocijarse… Entonces
se enojó, y no quería entrar. Salió por tanto su padre, y le rogaba que
entrase. Mas él, respondiendo, dijo al padre: He aquí, tantos años
te sirvo, no habiéndote desobedecido jamás, y nunca me has dado ni un cabrito
para gozarme con mis amigos. Pero cuando vino este tu hijo, que ha
consumido tus bienes con rameras, has hecho matar para él el becerro gordo.
Él entonces le dijo: Hijo, tú siempre estás conmigo, y todas mis cosas
son tuyas. Mas era necesario hacer fiesta y regocijarnos, porque
este tu hermano era muerto, y ha revivido; se había perdido, y es hallado (Luc 15.17-24, 28-32).
Pon atención en la actitud que
tiene el padre hacia el hijo pródigo y hacia su hermano mayor. Él no tiene
necesidad, ni deseo, de pelear o discutir con ninguno de los dos. Él
simplemente los ama. ¡Son sus hijos! No desea nada más que tenerlos a su lado.
El hijo menor, arrepentido, iba
resuelto a decirle, hazme
como a uno de tus siervos, y el
hermano mayor le recriminó, tantos
años te he servido. ¡Ninguno
de los dos se sentía un hijo legítimo! ¡Ninguno de los dos creía ser un hijo de
su Padre!
Porque convenía a aquel por cuya causa son todas
las cosas, y por quien todas las cosas subsisten, que habiendo de llevar muchos hijos a la gloria,
perfeccionase por aflicciones al autor de la salvación de ellos (He 2. 10).
Como puedes ver en la Escritura,
Dios, tu Padre, sólo quiere Hijos. ¡Siervos tiene millones de millones!
No os engañéis; Dios no puede ser burlado: pues todo lo que el hombre
sembrare, eso también segará. Porque el que siembra para su carne,
de la carne segará corrupción; mas el que siembra para el Espíritu, del
Espíritu segará vida eterna (Gal 6.7-8).
De la misma forma como cuando
Pablo fue confrontado por Jesús a las puertas de Damasco, el día de hoy Dios
está en control. A Él no se le escapa nada. Cuando tú confiesas tus pecados, no
es nada nuevo para Él, ¡ya lo sabía! Más bien eres tú quien se está librando
del pecado y sus consecuencias, como la enfermedad, muerte y condenación.
Si
confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados,
y limpiarnos de toda maldad (1 Jn 1. 9).
Dios te ama tanto que prefirió
entregar a Su propio Hijo antes que perderte a ti, para que en Cristo Jesús se
cumpliera la justicia sobre todos tus pecados. Dios te ha perdonado, olvidando
tus acciones y te ha hecho nueva creatura.
El Amor de Dios para contigo se
ha expresado en la persona de Su Hijo Jesucristo y ahora, sólo por ese Amor, tú
eres un(a) Hijo(a) de Dios Nacido(a) de Nuevo no de una simiente que se pueda
corromper sino de la incorruptible semilla que es la Palabra de Dios que vive y
permanece para siempre.
¡Dios no tiene ningún problema!
¡Y tú tampoco!
¡Gloria a Dios!
Oremos con voz audible:
¡Gracias precioso Jesús! Ahora sé
que he vuelto en amistad Contigo, oh Dios, y tengo paz; y por ello me vendrá
bien. Padre, tomo Tu Palabra en mi boca y pongo la Biblia en mi corazón. Por Tu
Hijo Jesús, me vuelvo hacia Ti, Omnipotente Dios, y soy edificado(a). Alejo de
mi vida la aflicción. Nada me falta ni me faltará, pues Tú suples todas mis
necesidades conforme a Tus riquezas en gloria. Ante cualquier problema o
dificultad Tú eres mi defensa. Me deleito en Ti, Señor, y alzo a Ti mi rostro.
Oro a Ti y Tú me oyes y respondes. Por lo tanto, determinaré asimismo una cosa,
y ésta me será firme. Sobre todos mis caminos resplandecerá Tu luz, pues ahora
sé quién yo soy: Tu Hijo(a) Amado(a). ¡Soy sano(a)! ¡Soy libre! ¡Soy
próspero(a)! ¡Soy dichoso(a)! En el nombre de Jesús. Amén.
Nota Importante:
¿Cómo me hago Hijo de Dios? ¿Cómo
establezco una relación con el Todopoderoso?
Sólo haz la siguiente oración en
voz audible poniendo toda tu atención y corazón a lo que le estás diciendo a
Dios:
Señor Jesús, yo creo que eres el
Hijo de Dios. Que viniste a este mundo de la virgen María para pagar todos mis
pecados, y yo he sido un(a) pecador(a). Por eso, te digo el día de hoy que sí
acepto. ¡Sí acepto tu sacrificio en la cruz! ¡Sí acepto Tu Sangre preciosa
derramada hasta la última gota por Amor a mí! Te abro mi corazón y te invito a
entrar porque quiero, Señor Jesús, que desde hoy y para siempre Tú seas mi
único y suficiente Salvador, mi Dios, mi Rey y mi Señor. Gracias, Dios
Poderoso, pues con esta simple oración y profesión de fe he pasado de muerte a
Vida, he sido trasladado(a) de las tinieblas a Tu Luz admirable. ¡Hoy he Nacido
de Nuevo! ¡Dios, ahora yo Soy Tu Hijo(a)! ¡Ahora Tú eres mi Padre! ¡Nunca más
estaré solo(a)! Nunca más viviré derrotado(a). En el nombre de Jesús. Amén.
*Ricardo C.
Peredo Jaime © 2011
Lectura
y Meditación de la Palabra de Dios
Haz
estas lecturas diarias y al final de un año habrás leído toda la Biblia.
Abril 22 Hch
9. 1-25 / Jos 3-4 / Job 22
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