viernes, 30 de septiembre de 2016

¡Cómo resolver el asunto del pecado de una vez por todas!

 
18 de Septiembre

¡Con Una Naturaleza Totalmente Nueva!

Por Riqui Ricón*

Restáuranos, oh Dios de nuestra salvación, Y haz cesar tu ira de sobre nosotros (Sal 85.4).

Es muy interesante notar que la palabra hebrea shub, que se traduce aquí como restáuranos, es una raíz primaria que literalmente significa volverse, otra vez (como alguien que ya lo ha intentado anteriormente).

Vuélvenos, oh Dios, salud nuestra, y haz cesar tu ira de [sobre] nosotros (RV2000).

Ahora, restáuranos otra vez, oh Dios de nuestra salvación; aparta tu enojo de nosotros una vez más (NTV).

Dios y Salvador nuestro, sálvanos una vez más ahora, y acéptanos de nuevo (PDT).

El hecho de que esta súplica no representa un compromiso personal del ser humano para volverse atrás o arrepentirse, sino que esté dirigida a Dios para que sea Él quien actúe otra vez y así deje de estar enojado con nosotros, es altamente significativo y representativo de lo que realmente es el plan de redención y la Gracia de Dios para con la humanidad perdida.

El Amor que Dios siente por ti es tan grande que está dispuesto no solamente a perdonar tus pecados sino también a restaurar tu Vida.

Crea en mí, oh Dios, un corazón limpio y renueva un espíritu fiel dentro de mí. No me expulses de tu presencia y no me quites tu Espíritu Santo.* Restaura en mí la alegría de tu salvación y haz que esté dispuesto a obedecerte (Sal 51.10-12 NTV).

Mil años antes de Cristo el rey David reconoció, delante de Dios, haber cometió sendos pecados de adulterio y asesinato. Arrepentido, elevó a Dios la oración contenida en el Salmo 51 y puedes ver de nuevo que la súplica no va dirigida tanto al perdón de pecados como a la imperiosa necesidad de la intervención divina para hacer un cambio radical en la naturaleza del ser humano: ¡Crea en mí, oh Dios, un corazón limpio y haz de mí un espíritu totalmente Nuevo, capaz de creerte, creyendo tu Palabra. Quiero vivir por siempre en Tu Presencia. Nunca me quites Tu Espíritu Santo!

Esto es así porque tanto Dios como tú saben perfectamente que si te presentas a juicio delante de Él, no saldrás bien librado.

Y no entres en juicio con tu siervo; Porque no se justificará delante de ti ningún ser humano (Sal 143.2).

David, por inspiración del Espíritu Santo, llegó a comprender que no bastaba con el sistema de sacrificios impuesto para la expiación de las culpas. Entendió que no era suficiente el simple perdón de pecados pues la naturaleza humana estaba corrompida por el pecado [que es la incredulidad a la Palabra de Dios].

«Dios es poderoso y temible; él impone la paz en los cielos. ¿Quién puede contar su ejército celestial? ¿No brilla su luz en toda la tierra? ¿Cómo puede un mortal ser inocente ante Dios? ¿Puede alguien nacido de mujer ser puro? Dios es más glorioso que la luna; brilla con más intensidad que las estrellas. Comparadas a él, las personas son gusanos; nosotros los mortales somos simples lombrices» (Job 25.2-6 NTV).

¡El ser humano no puede ni podrá jamás resolver el problema del pecado [la incredulidad a la Palabra de Dios], y la total falta de comunicación [comunión] con  Dios que éste [la incredulidad a la Palabra de Dios] produjo!

sabiendo que el hombre no es justificado por las obras de la ley, sino por la fe [por creerle a Dios, creyendo Su Palabra] de Jesucristo, nosotros también hemos creído en Jesucristo, para ser justificados por la fe [por creerle a Dios, creyendo Su Palabra] de Cristo y no por las obras de la ley, por cuanto por las obras de la ley nadie será justificado (Gal 2.16-17).

Así que, la intervención divina en la naturaleza humana no sólo es necesaria sino indispensable.

Señor, has derramado admirables bendiciones sobre esta tierra. Has restaurado la fortuna y has perdonado los pecados de tu pueblo; has sepultado sus culpas, de modo que tu ira, tu ardiente enojo, ya se ha extinguido. Ahora, haz que volvamos a amarte, oh Señor, para que tu ira no tenga jamás que volver a alzarse contra nosotros… ¡Ay, revívenos! Entonces podrá tu pueblo volver a regocijarse en ti. Derrama sobre nosotros tu amor y bondad, Señor, y otórganos tu salvación (Sal 85.1-4, 6-7 BAD).

Como puedes ver, está es una enseñanza consistente en toda la Biblia: ¡El ser humano no se puede salvar a sí mismo! Y, además, no es suficiente el perdón, ni la purificación de tus pecados. ¡Necesitas una Nueva Naturaleza que sea incorruptible! Y eso, mi amado(a), sólo Dios lo puede hacer.

Sea de una forma u otra, el amor de Cristo nos controla.* Ya que creemos que Cristo murió por todos, también creemos que todos hemos muerto a nuestra vida antigua.* Él murió por todos para que los que reciben la nueva vida de Cristo ya no vivan más para sí mismos. Más bien, vivirán para Cristo, quien murió y resucitó por ellos. Así que hemos dejado de evaluar a otros desde el punto de vista humano. En un tiempo, pensábamos de Cristo sólo desde un punto de vista humano. ¡Qué tan diferente lo conocemos ahora! Esto significa que todo el que pertenece a Cristo se ha convertido en una persona nueva. La vida antigua ha pasado, ¡una nueva vida ha comenzado! Y todo esto es un regalo de Dios, quien nos trajo de vuelta a él mismo por medio de Cristo (2 Co 5.14-18a NTV).

Pero, ¿cómo se resuelve el asunto del pecado [incredulidad a la Palabra de Dios] de una vez por todas? A través del Nuevo Pacto en la Sangre de Jesús.

Y tomando la copa, y habiendo dado gracias, les dio, diciendo: Bebed de ella todos; porque esto es mi sangre del nuevo pacto, que por muchos es derramada para remisión de los pecados (Mat 26.27-28).

¿A qué se refería Jesucristo cuando dijo esto? Por supuesto que a la Palabra de Dios, pues Él sólo decía lo que escuchaba al Padre decir y sólo hacía lo que veía al Padre hacer.

He aquí que vienen días,  dice Jehová,  en los cuales haré nuevo pacto con la casa de Israel y con la casa de Judá. No como el pacto que hice con sus padres el día que tomé su mano para sacarlos de la tierra de Egipto;  porque ellos invalidaron mi pacto,  aunque fui yo un marido para ellos,  dice Jehová. Pero este es el [nuevo] pacto que haré con la casa de Israel después de aquellos días,  dice Jehová:  Daré mi ley en su mente,  y la escribiré en su corazón;  y yo seré a ellos por Dios,  y ellos me serán por pueblo. Y no enseñará más ninguno a su prójimo,  ni ninguno a su hermano,  diciendo:  Conoce a Jehová;  porque todos me conocerán,  desde el más pequeño de ellos hasta el más grande,  dice Jehová;  porque perdonaré la maldad de ellos,  y no me acordaré más de su pecado (Jer 31.31-34).

Así que, por el Nuevo Pacto en la Sangre de Jesús Dios pudo hacer de ti esa persona totalmente Nueva.

¡El Pacto en la Sangre de Jesús hace de ti un(a) Hijo(a) de Dios Nacido(a) de Nuevo!

siendo renacidos,  no de simiente corruptible,  sino de incorruptible,  por la palabra de Dios que vive y permanece para siempre (1 P 1.23).

Ya no eres más ese(a) hombre (mujer) pecador(a). Ahora eres exactamente la persona que la Biblia, la Palabra de Dios, dice que tú eres:

¡Todo lo puedes en Cristo que te fortalece (Fil 4.13)!

¡En todas las cosas eres más que vencedor(a) por medio de Aquel que te ha amado, Cristo Jesús (Ro 8.37)!

Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna. Porque no envió Dios a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por él (Jn 3.16-17).

¡Dios te ama tanto que prefirió entregar a Su propio Hijo antes que perderte a ti!

Con Su muerte, Jesucristo pagó todos tus pecados; con Su resurrección te abrió el camino a la Vida Eterna que sólo pueden experimentar los Hijos de Dios!

MIREN CUÁNTO NOS ama el Padre celestial que permite que seamos llamados hijos de Dios. ¡Y lo mas maravilloso es que de veras lo somos! Naturalmente, como la mayoría de la gente no conoce a Dios, no comprende por qué lo somos (1 Jn 3.1).

Con este sacrificio de Amor, con este Plan de Redención o Nuevo Pacto, tu vieja naturaleza humana y el asunto del pecado han quedado totalmente resueltos.

Porque la ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús me ha librado de la ley del pecado y de la muerte (Ro 8.2).

Ahora, como un(a) Hijo(a) de Dios Nacido(a) de Nuevo, eres libre de la ley del pecado y de la muerte para vivir esa Vida Plena y Victoriosa que Dios, tu Padre, siempre ha deseado para ti.

El ladrón no viene sino para hurtar y matar y destruir;  yo he venido para que tengan vida,  y para que la tengan en abundancia (Jn 10.10).

Así que, oremos en voz audible:

Amado padre celestial, hoy quiero agradecerte por tanto y tan grande Amor, que estando yo muerto(a) en delitos y pecados me diste Vida juntamente con Cristo Jesús. Gracias por haberme trasladado de las tinieblas a Tu Luz admirable. Gracias por haber deshecho mi vieja naturaleza vendida al pecado y haberme dotado de una Vida totalmente Nueva: ¡La Vida Eterna! ¡La Vida de un(a) Hijo(a) de Dios Nacido(a) de Nuevo! Señor, este día pongo toda mi confianza en Tu Palabra. ¡Yo estoy en Cristo! Por lo tanto, soy Nueva creatura, las cosas viejas pasaron he aquí que TODAS son hechas nuevas. Así que, en Tu nombre, Jesús, una cosa hago: olvidando ciertamente lo que queda atrás,  y extendiéndome a lo que está delante, prosigo a la meta,  al premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús, y aunque en valle de sombra y de muerte no voy a temer mal alguno porque Tú, Jesús, estás conmigo. Por cuanto en Ti, Jesús, yo he puesto mi amor, Tú también me librarás; me pondrás en alto, por cuanto he conocido Tu nombre. Te invocaré, y Tú me responderás; conmigo estarás Tú en la angustia; me librarás y me glorificarás. Me saciarás de larga vida, y me mostrarás Tu salvación. Así que, ¡Abba! ¡Padre! Yo soy Tuyo(a), y en Cristo Jesús ya he vencido, pues mayor eres Tú, Espíritu Santo, que vives en mí y conmigo, que el que está en el mundo. Padre, ¡Todas y cada una de Tus Promesas son en mí, sí y amén! Me someto a Ti, mi Dios y Padre, me someto a Tu Palabra, resisto a Satanás y éste tiene que huir de mi vida. No recibo ni la duda, ni el temor, ni la enfermedad, ni la pobreza, ni la angustia, ni la depresión. ¡Soy sano(a)! ¡Soy libre! ¡Soy próspero(a)! ¡Soy dichoso(a)! En el nombre de Jesús. Amén.

Nota Importante:

¿Cómo me hago Hijo de Dios? ¿Cómo establezco una relación con el Todopoderoso?

Sólo haz la siguiente oración en voz audible poniendo toda tu atención y corazón a lo que le estás diciendo a Dios:

Señor Jesús, yo creo que eres el Hijo de Dios. Que viniste a este mundo de la virgen María para pagar todos mis pecados, y yo he sido un(a) pecador(a). Por eso, te digo el día de hoy que sí acepto. ¡Sí acepto tu sacrificio en la cruz! ¡Sí acepto Tu Sangre preciosa derramada hasta la última gota por Amor a mí! Te abro mi corazón y te invito a entrar porque quiero, Señor Jesús, que desde hoy y para siempre Tú seas mi único y suficiente Salvador, mi Dios, mi Rey y mi Señor. Gracias, Dios Poderoso, pues con esta simple oración y profesión de fe he pasado de muerte a Vida, he sido trasladado(a) de las tinieblas a Tu Luz admirable. ¡Hoy he Nacido de Nuevo! ¡Dios, ahora yo Soy Tu Hijo(a)! ¡Ahora Tú eres mi Padre! ¡Nunca más estaré solo(a)! Nunca más viviré derrotado(a). En el nombre de Jesús. Amén.

*Ricardo C. Peredo Jaime   © 2011

 


Lectura y Meditación de la Palabra de Dios

Haz estas lecturas diarias y al final de un año habrás leído toda la Biblia.

Septiembre 18             Jn 18.38b-19.16  /  2 Cr 29  /  Sal 85

 


 

 

jueves, 29 de septiembre de 2016

¡Cómo derrotar la tristeza y la aflicción!

 
17 de Septiembre

¡Confiando en Dios!

Por Riqui Ricón*                                                  

Jehová de los ejércitos, Dichoso el hombre que en ti confía (Sal 84.12).

Que asombrosa es la simpleza del camino que conduce a la felicidad del ser humano: ¡Confiar en Dios!

E igualmente sencilla es la clave para transitar por este camino de dicha y felicidad: ¡Creer! ¡Creerle a Dios, creyendo Su Palabra!

En realidad,  sin fe es imposible agradar a Dios,  ya que cualquiera que se acerca a Dios tiene que creer que él existe y que recompensa a quienes lo buscan (He 11.6 NVI).

Si lo piensas bien, te darás cuenta que la única razón de la infelicidad humana es la incredulidad a la Palabra de Dios. Es esa duda latente y persistente que te cuestiona en tu mente si existirá Dios o no, si Su Palabra será la Verdad o no.

La desdicha del ser humano comienza cuando duda de la Palabra de Dios e ignora la Verdad.

Le dijo entonces Pilato: ¿Luego, eres tú rey? Respondió Jesús: Tú dices que yo soy rey. Yo para esto he nacido, y para esto he venido al mundo, para dar testimonio a la verdad. Todo aquel que es de la verdad, oye mi voz (Jn 18.37).

En cuanto al conocimiento de la Verdad y la búsqueda de la felicidad, es interesante notar que a pesar que han transcurrido miles de años, el dilema de la humanidad es el mismo que enfrentaron Adán y Eva allá en el huerto de Edén, esto es: mi Dios y creador DICE una cosa pero este animalito (la serpiente) DICE otra totalmente diferente, ¿quién de los dos DIRÁ la Verdad? ¿A cuál de los dos le voy a CREER?

El final de esa historia lo conoces muy bien, Adán y Eva NO CONFIARON en Dios y decidieron creerle a la serpiente. Adán y Eva negaron la Verdad para CREER una mentira y le dieron entrada al temor y a la infelicidad a sus vidas, y a la vida de todo el género humano.

Bienaventurado el hombre que pone su confianza en Jehovah, y no vuelve la mirada a los soberbios, ni a los que se enredan con la falsedad (Sal 40.4 RVA).

Confiar en Dios literalmente significa creerle a Él; significa creer lo que Él dice, pues toda Palabra que sale de Su boca es Verdad. Recuerda que Dios NO PUEDE mentir. Aunque quisiera hacerlo no puede hacerlo.

Quizá protestes, -Dios TODO lo puede.

Permíteme explicarte porque Dios NO PUEDE mentir, aunque Él, remotamente, quisiera hacerlo:

Por la fe entendemos haber sido constituido el universo por la palabra de Dios,  de modo que lo que se ve fue hecho de lo que no se veía (He 11.3).

Dado que el poder de la fuerza de Dios es Su Palabra, con la cual creó todo el universo (lo visible y lo invisible), podemos comprender que cualquier cosa que Dios dice se cumple forzosamente. Por esto Dios no puede mentir. Aunque Él quisiera hacerlo no podría, pues la mentira es todo lo contrario a la Verdad y, como ya vimos, toda palabra que sale de la boca de Dios es Verdad, ya que se cumple por sí misma.

Y dijo Dios: Sea la luz;  y fue la luz (Gen 1.3).

Por ejemplo, si el Señor quisiera jugarte una broma y se apareciera a ti, hoy martes, diciendo: “hola, ¿no te gusta la hermosa noche de viernes que les estoy dando?”; no podrías replicarle haberse equivocado, ya que, como Él es Dios, ¿qué crees que pasaría cuando las palabras “hermosa noche de viernes” salieran de Su boca? ¡Desde luego! A cambiar agendas y ajustar relojes porque, sin discusión alguna, se volvería viernes por la noche.

Pero yo confío en tu gran amor; mi corazón se alegra en tu salvación (Sal 13.5 NVI).

Dios, el Todopoderoso, lo único que te pide es que confíes en Él, que creas a Su Palabra, que creas que tiene Palabra de Honor, pues, al fin de cuentas, Él no puede mentir.

Así que, efectivamente, hay una sola cosa que el Todopoderoso Dios no puede hacer, y eso es mentir.

Bienaventurado el hombre que tiene en ti sus fuerzas, En cuyo corazón están tus caminos. Atravesando el valle de lágrimas lo cambian en fuente, Cuando la lluvia llena los estanques. Irán de poder en poder; Verán a Dios en Sion (Sal 84.5-7).

Te darás cuenta que no se trata aquí de si Dios es confiable o no, puesto que Su Palabra es la Verdad eterna e infalible. De lo que realmente trata tu Vida es de si decides tú confiar en Él o no. Se trata de si decides o no creerle a Su Palabra. Aunque, dado que  Dios es cien por ciento confiable, sería un tremendo error no creerle. ¿Verdad?

Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna. Porque no envió Dios a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por él (Jn 3.16-17)

¡Dios te ama tanto que prefirió entregar a Su propio Hijo antes que perderte a ti!

Al morir en esa cruz y resucitar, venciendo a la muerte, Jesús no sólo pagó tus pecados para hacerte justo delante de Dios, sino que, además, te transmitió Su propia Vida haciendo de ti un(a) genuino(a) y auténtico(a) Hijo(a) de Dios Nacido(a) de Nuevo.

El ladrón no viene sino para hurtar y matar y destruir; yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia (Jn 10.10).

¡Él vino para que tengas vida, y para que la tengas en abundancia!

Satanás viene a hurtar y matar y destruir. Pero ya no tiene ninguna autoridad sobre de ti. La única arma que tiene es la mentira. Con la mentira pretende infundirte duda y temor para que dejes de confiar en tu Padre celestial. Él utiliza las circunstancias para gritarte al oído: no sanarás esta vez; vas a morir; te vas a quedar sin dinero y cómo alimentarás a tu familia; tu matrimonio está acabado, pues ya no te ama; tu hijo(a) se perderá, no supiste educarlo, etc.

Todas esas mentiras te comenzarán a parecer muy reales en la medida que comiences a creerlas.

Dijo entonces Jesús a los judíos que habían creído en él: Si vosotros permaneciereis en mi palabra, seréis verdaderamente mis discípulos; y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres (Jn 8.31-32).

Sólo la Biblia, que es la Palabra de Dios, y no miente, tiene el poder para hacerte libre de la duda y el temor. ¡Sólo la Verdad te puede hacer libre!

Qué afortunado es el que se apoya en ti, el que sólo piensa en andar en tus caminos. Cuando pasa por el valle de las Lágrimas, lo convierte en un oasis bendecido por la lluvia temprana  (Sal 84.5-6 PDT).

Dichoso(a) es el hombre o la mujer que se sabe un(a) Hijo(a) amado(a) de Dios, ¡y lo cree! Pues toda su confianza está en Su Padre celestial, el Todopoderoso Dios. En lugar de sufrir y padecer este valle de lágrimas (que es lo que Satanás pretende), Tú estás destinado(a) por Dios a transformar tu vida en un oasis bendecido por la lluvia temprana.

Esto es lo que tu adversario, el diablo, más teme; que descubras y CREAS tu Verdadero propósito en este mundo: Que Tú eres un manantial de Vida Eterna en un mundo que está muriendo de sed.

Porque sol y escudo es Jehová Dios; Gracia y gloria dará Jehová. No quitará el bien a los que andan en integridad (Sal 84.11).

Ser íntegro(a) significa saber quién tu eres; significa creerlo y vivirlo. Ser íntegro(a) significa vivir conforme a la Verdad. Y la Verdad es que tú eres un(a) Hijo(a) de Dios Nacido(a) de Nuevo.

Todo aquel que cree que Jesús es el Cristo es nacido de Dios (1 Jn 5.1a RVA).

La Verdad es que tú Naciste de Nuevo de la incorruptible semilla que es la Palabra de Dios.

pues habéis nacido de nuevo, no de simiente corruptible sino de incorruptible, por medio de la palabra de Dios que vive y permanece (1 P 1.23 RVA).

La Verdad es que tú eres muy amado(a) de tu Padre Celestial.

MIREN CUÁNTO NOS ama el Padre celestial que permite que seamos llamados hijos de Dios. ¡Y lo mas maravilloso es que de veras lo somos! Naturalmente, como la mayoría de la gente no conoce a Dios, no comprende por qué lo somos (1 Jn 3.1 BAD).

Oremos en voz audible:

Amado padre celestial, hoy vengo delante de Ti para asegurarte que he puesto mi confianza en Tu Palabra. Señor Jesús, yo en Ti confío. Gracias, porque con Tu muerte y resurrección yo he pasado de muerte a vida, me trasladaste de las tinieblas en las que estaba a Tu luz admirable. Por Tu Amor, por Tu Sangre y por Tu Palabra he Nacido de Nuevo para recibir la Vida Eterna como un(a) Hija(o) de Dios. ¡Gracias, Señor Jesús! ¡Muchas gracias! En Ti confía mi corazón. En Ti se goza mi alma. En Ti descansa mi ser. Puedo ser feliz, pues aunque ande en valle de sombra y de muerte, no temeré mal alguno, porque Tú, Señor, estás conmigo. Creo y declaro que yo, ___________________ (tu nombre aquí), habito al abrigo del Altísimo y moro bajo la sombra del Omnipotente. Te digo a Ti, Jesús: Esperanza mía, y castillo mío; Mi Dios, en Ti confiaré. Tú me librarás del lazo del cazador, de la peste destructora. Con Tus plumas me cubrirás, y debajo de Tus alas estaré segura(o); Escudo y adarga es Tu verdad. No temeré el terror nocturno, ni saeta que vuele de día, ni pestilencia que ande en oscuridad, ni mortandad que en medio del día destruya. Caerán a mi lado mil, y diez mil a mi diestra; mas a mí no llegará. Ciertamente con mis ojos miraré y veré la recompensa de los impíos. Porque te he puesto a Ti, Jehová, que eres mi esperanza, al Altísimo por mi habitación, No me sobrevendrá mal, ni plaga tocará tu morada. Pues a Tus ángeles mandará acerca de mí, que me guarden en todos mis caminos. En las manos me llevarán, para que mi pie no tropiece en piedra. Sobre el león y el áspid pisaré; hollaré al cachorro del león y al dragón. Por cuanto en Ti, Jesús, yo he puesto mi amor, Tú también me librarás; me pondrás en alto, por cuanto he conocido Tu nombre. Te invocaré, y Tú me responderás; conmigo estarás Tú en la angustia; me librarás y me glorificarás. Me saciarás de larga vida, y me mostrarás Tu salvación. Así que, ¡Abba! ¡Padre! Yo soy Tuyo(a), y en Cristo Jesús ya he vencido, pues mayor eres Tú, Espíritu Santo, que vives en mí y conmigo, que el que está en el mundo. Padre, ¡Todas y cada una de Tus Promesas son en mí, sí y amén! Me someto a Ti, mi Dios y Padre, me someto a Tu Palabra, resisto a Satanás y éste tiene que huir de mi vida. No recibo ni la duda, ni el temor, ni la enfermedad, ni la pobreza, ni la angustia, ni la depresión. ¡Soy sano(a)! ¡Soy libre! ¡Soy próspero(a)! ¡Soy dichoso(a)! En el nombre de Jesús. Amén.

Nota Importante:

¿Cómo me hago Hijo de Dios? ¿Cómo establezco una relación con el Todopoderoso?

Sólo haz la siguiente oración en voz audible poniendo toda tu atención y corazón a lo que le estás diciendo a Dios:

Señor Jesús, yo creo que eres el Hijo de Dios. Que viniste a este mundo de la virgen María para pagar todos mis pecados, y yo he sido un(a) pecador(a). Por eso, te digo el día de hoy que sí acepto. ¡Sí acepto tu sacrificio en la cruz! ¡Sí acepto Tu Sangre preciosa derramada hasta la última gota por Amor a mí! Te abro mi corazón y te invito a entrar porque quiero, Señor Jesús, que desde hoy y para siempre Tú seas mi único y suficiente Salvador, mi Dios, mi Rey y mi Señor. Gracias, Dios Poderoso, pues con esta simple oración y profesión de fe he pasado de muerte a Vida, he sido trasladado(a) de las tinieblas a Tu Luz admirable. ¡Hoy he Nacido de Nuevo! ¡Dios, ahora yo Soy Tu Hijo(a)! ¡Ahora Tú eres mi Padre! ¡Nunca más estaré solo(a)! Nunca más viviré derrotado(a). En el nombre de Jesús. Amén.

*Ricardo C. Peredo Jaime   © 2011

 


Lectura y Meditación de la Palabra de Dios

Haz estas lecturas diarias y al final de un año habrás leído toda la Biblia.

Septiembre 17              Jn 18.19-38  /  2 Cr 27-28  /  Sal 84