miércoles, 19 de julio de 2017

¡Cómo vivir una Vida más allá de lo Posible!

 

12 de Abril

¡Por la FE en Su Palabra!

Por Riqui Ricón*

Viendo esto Pedro, respondió al pueblo: Varones israelitas, ¿por qué os maravilláis de esto? ¿o por qué ponéis los ojos en nosotros, como si por nuestro poder o piedad hubiésemos hecho andar a éste? El Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob, el Dios de nuestros padres, ha glorificado a su Hijo Jesús, a quien vosotros entregasteis y negasteis delante de Pilato, cuando éste había resuelto ponerle en libertad… Y por la fe en su nombre, a éste, que vosotros veis y conocéis, le ha confirmado su nombre; y la fe que es por él ha dado a éste esta completa sanidad en presencia de todos vosotros (Hch 3. 12-13, 16).

Tenemos aquí al apóstol Pedro dando dos enseñanzas básicas: 1) Los milagros NO suceden por algún tipo de poder o atributo que posea el ser humano sino por la FE, esto es, por creerle a Dios, creyendo Su Palabra. 2) Sabiendo lo anterior, no es de maravillarse que Dios haga milagros como respuesta a la FE en el nombre de Jesús.

De acuerdo a la Biblia, que es la Palabra de Dios y no miente, señales, milagros y prodigios han de ser las características de la vida de todo(a) Hijo(a) de Dios Nacido(a) de Nuevo.

Y estas señales seguirán a los que creen: En mi nombre echarán fuera demonios; hablarán nuevas lenguas; tomarán en las manos serpientes, y si bebieren cosa mortífera, no les hará daño; sobre los enfermos pondrán sus manos, y sanarán (Mar 16. 17-18).

Poner las manos sobre los enfermos para que éstos sanen es sólo una más de las señales que deben seguirte, si es que en Verdad tú crees que la Biblia es la Palabra de Dios.

Nota bien que la Biblia dice, estas señales seguirán a los que creen, y NO dice, estas señales las tendrán que hacer los que creen. La cita que encabeza esta reflexión ya nos mostró que sólo Dios tiene el poder para hacer milagros.

De cierto, de cierto os digo: El que en mí cree, las obras que yo hago, él las hará también; y aun mayores hará, porque yo voy al Padre (Jn 14. 12).

Así que la clave en todo esto es tu FE. La clave es si le crees a Dios, creyendo Su Palabra.

Y yendo, predicad, diciendo: El reino de los cielos se ha acercado. Sanad enfermos, limpiad leprosos, resucitad muertos, echad fuera demonios; de gracia recibisteis, dad de gracia (Mat 10. 7-8).

Todo, absolutamente todo, lo que se trate de la vida en el Reino de un(a) Hijo(a) de Dios Nacido(a) de Nuevo, se ha de llevar a cabo mediante la FE en Jesús. Lo único que se nos pide para poder hacer las cosas que Él hizo y aún mayores es creer, creerle a Él, creerle a Su Palabra.

A estas alturas, muy probablemente te estés preguntando el porqué de tanta insistencia en eso de creerle a Dios creyendo Su Palabra. Pues bien, esto es así porque es de suma importancia que te des cuenta que FE no es creer EN Dios sino CREERLE a Él. Necesitas notar la gran diferencia que hay entre estas dos posturas.

Dios no es hombre, para que mienta, Ni hijo de hombre para que se arrepienta. El dijo, ¿y no hará? Habló, ¿y no lo ejecutará? (Num 23.19).

Al creer a la Biblia, la Palabra de Dios, estás creyéndole a Dios pues, al fin y al cabo, Él es Su Palabra, pues la Palabra de Dios es Palabra de Honor.

Si Dios lo dijo, entonces Él lo va a cumplir; si Dios lo habló, entonces Él lo va a ejecutar.

Pero Tomás, uno de los doce, llamado Dídimo, no estaba con ellos cuando Jesús vino (sin embargo sí había escuchado a Jesús declarar que Él resucitaría). Le dijeron, pues, los otros discípulos: Al Señor hemos visto. El les dijo: Si no viere en sus manos la señal de los clavos, y metiere mi dedo en el lugar de los clavos, y metiere mi mano en su costado, no creeré (Jua 20.24-25).

Lamentablemente algunos creyentes (cada vez menos), como Santo Tomás, quieren ver para creer; buscan por todas partes una mujer u hombre ungidos para que oren por ellos y ver así si sienten alguna manifestación de ese poder en sus vidas (hasta en esto dudan).

Cuando la multitud se agolpó alrededor de Pedro y Juan por haber sanado al cojo de nacimiento que mendigaba en la puerta la Hermosa, Pedro dejó muy claro que no fue la unción o el poder que ellos tuvieran sino la FE en el nombre de Jesús, lo que obró aquel asombroso milagro.

De cierto, de cierto os digo, que todo cuanto pidiereis al Padre en mi nombre, os lo dará. Hasta ahora nada habéis pedido en mi nombre; pedid, y recibiréis, para que vuestro gozo sea cumplido (Jua 16.23b-24).

¿Qué es la FE? FE es creerle a Dios; FE es creerle a Su Palabra. Si Él dice que pondremos las manos sobre los enfermos y éstos sanarán, entonces, no tienes razón ni motivo para tener la más mínima duda de que sanarán, pues no es tu Palabra la que está comprometida sino la de Dios, y Él jamás deshonrará Su Palabra.

Pero sin fe es imposible agradar a Dios; porque es necesario que el que se acerca a Dios crea que le hay, y que es galardonador de los que le buscan  (He 11.6).

La FE es el detonante, el ingrediente principal, en tu relación con el Señor, y para el Señor. La buena noticia es que Él ya te dotó de la medida de FE. Una única medida para todos. La misma FE que tiene Jesucristo, Pablo o Pedro es la que tienes tú, ¿Qué cómo lo sé? ¡La biblia lo dice!

Digo, pues, por la gracia que me es dada, a cada cual que está entre vosotros, que no tenga más alto concepto de sí que el que debe tener, sino que piense de sí con cordura, conforme a la medida de fe que Dios repartió a cada uno (Ro 12. 3).

Dado que Dios no hace acepción de personas, entonces es una misma medida de FE la que se nos repartió a cada uno.

Simón Pedro, siervo y apóstol de Jesucristo, a los que habéis alcanzado, por la justicia de nuestro Dios y Salvador Jesucristo, una fe igualmente preciosa que la nuestra (2 P 1. 1).

¡Tú has alcanzado, por la justicia de nuestro Dios y Salvador Jesucristo, una fe igualmente preciosa que la de Pedro, quien sanaba enfermos con solo tocar su sombra!

Lo interesante de todo esto es que la FE actúa de la misma forma tanto para recibir a Jesucristo como tu Señor y salvador como para la sanidad de tu cuerpo o para cualquier problema o necesidad que tú estés enfrentando el día de hoy.

Porque en el evangelio la justicia de Dios se revela por fe y para fe, como está escrito: Mas el justo por la fe vivirá (Ro 1.17).

¡Tú eres ese(a) justo(a)! ¡Cristo Jesús te hizo así!

Al aceptar y creer que, a través de la FE, en Jesucristo has Nacido de Nuevo por la Palabra de Dios, entonces recibes tu identidad y tu linaje como Hijo(a) del Rey; dejas las cosas viejas en el pasado y te extiendes a una vida nueva donde debes reinar y establecer el reino de tu Padre. No eres más un ser humano sin ton ni son, aventado(a) por ahí, olvidado(a) y arrumbado(a) en algún lugar del planeta. ¡No, nada de eso!

MIREN CUÁNTO NOS ama el Padre celestial que permite que seamos llamados hijos de Dios. ¡Y lo mas maravilloso es que de veras lo somos! Naturalmente, como la mayoría de la gente no conoce a Dios, no comprende por qué lo somos  (1 Jn 3.1 BAD).

Dios te ama tanto que prefirió entregar a Su propio Hijo antes que perderte a ti. Ahora tú eres un(a) Hijo(a) amado(a) de Dios. Por eso el mundo no te conoce porque no le conocen a Él, porque no conocen Su gran Amor.

¡Eres un(a) Hijo(a) legítimo(a) de Dios Nacido(a) de Nuevo!

Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna. Porque no envió Dios a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por él (Jua 3.16-17).

¡Jamás lo olvides!

Oremos en voz audible:

Amado Padre celestial, Tú conoces mi corazón y sabes cuánto te amo. Te doy gracias por lo que has hecho por mí y conmigo dando a Tu Hijo Jesús como pago por todos mis pecados haciéndome de nuevo ahora como Tu Hijo(a). Gracias por Tu Palabra que me da FE. Sé que puedo confiar plenamente en Ti. Sé que lo que Tú dices en Tu Palabra es la Verdad y se va a cumplir. Gracias Señor puedo estar tranquilo(a) y seguro(a). En todas las cosas soy más que vencedor(a) por medio Tuyo Jesucristo. ¡Todo lo puedo pues mayor eres Tú, Espíritu Santo, que estás conmigo, que el que está en el mundo. Soy sano(a) por Tus heridas y libre por Tu Sangre. Por lo tanto, sin importar las circunstancias o condiciones que esté enfrentando hoy, no voy a temer, ni a dudar de quién soy yo ahora, en Cristo Jesús. Soy un(a) Hijo(a) de Dios Nacido(a) de Nuevo. Tengo propósito y destino. Voy a reinar en esta tierra y no voy a permitirles a la enfermedad, los problemas, la pobreza, la tristeza, el resentimiento, la depresión, ni a nada, ni a nadie, robarme lo que legítimamente es mío por la Sangre de Jesús: mi identidad. Gracias, Señor Jesús, por lo que hiciste por mí al morir y resucitar, Tú me hiciste de nuevo y eso ya nadie me lo puede quitar. Padre, que hermoso es saberse tan amado(a) por Ti. Que sublime sensación es saber que has establecido en Tu Palabra, Eterna, Perfecta e Infalible, que aunque yo ande en valle de sombra y de muerte no voy a temer, pues sé que Tú estás conmigo; que aunque las aflicciones vengan sobre mí, sé que de TODAS ellas voy a salir más que vencedor(a) por medio de Aquel que me amó, Cristo Jesús. ¡Escrito está! ¡Tú no mientes ni Te arrepiente! ¡Lo has dicho y lo vas hacer! ¡Lo has hablado y lo vas a ejecutar! ¡Gracias, precioso Dios! Y a Ti, amado Señor Jesús, quiero decirte que te amo con todo mi ser, con todas mis fuerzas y con todo mi corazón. Por lo que hiciste por mí en la cruz, al morir pagando todos mis pecados y al vencer a la muerte, resucitando de entre los muertos, para darme la Vida Eterna y hacerme nacer de Nuevo como un(a) Hijo(a) de Dios, ahora tengo identidad, ahora sé perfectamente quién yo soy. Así que, no voy a temer más. Me determino a ser dichoso(a) haciendo de Tu Palabra, la Biblia, la norma máxima de mi existencia; la pondré en mi boca, mente y corazón; voy a leerla y meditarla de día y de noche para guardarla y hacer conforme a todo lo que Tú, precioso Dios, dices en ella; porque sé que entonces haré prosperar mi camino y todo me saldrá bien. ¡Soy sano(a)! ¡Soy libre! ¡Soy próspero(a)! ¡Soy dichoso(a)! ¡Soy un(a) Hijo(a) de Dios! Lo creo y lo declaro en el nombre poderoso de Jesús. Amén.

 Nota Importante:

¿Cómo me hago Hijo de Dios? ¿Cómo establezco una relación con el Todopoderoso?

Sólo haz la siguiente oración en voz audible poniendo toda tu atención y corazón a lo que le estás diciendo a Dios:

Señor Jesús, yo creo que eres el Hijo de Dios. Que viniste a este mundo de la virgen María para pagar todos mis pecados, y yo he sido un(a) pecador(a). Por eso, te digo el día de hoy que sí acepto. ¡Sí acepto tu sacrificio en la cruz! ¡Sí acepto Tu Sangre preciosa derramada hasta la última gota por Amor a mí! Te abro mi corazón y te invito a entrar porque quiero, Señor Jesús, que desde hoy y para siempre Tú seas mi único y suficiente Salvador, mi Dios, mi Rey y mi Señor. Gracias, Dios Poderoso, pues con esta simple oración y profesión de FE he pasado de muerte a Vida, he sido trasladado(a) de las tinieblas a Tu Luz admirable. ¡Hoy he Nacido de Nuevo! ¡Dios, ahora yo Soy Tu Hijo(a)! ¡Ahora Tú eres mi Padre! ¡Nunca más estaré solo(a)! Nunca más viviré derrotado(a). En el nombre de Jesús. Amén.

*Ricardo C. Peredo Jaime   © 2011

 


Lectura y Meditación de la Palabra de Dios

Haz estas lecturas diarias y al final de un año habrás leído toda la Biblia.

Abril 12                         Hch 3. /  Deu 17-18 /  Job 12

 


 

 

martes, 18 de julio de 2017

Congreso damas Carmen Gloria (6- conferencia)

Congreso damas Carmen Gloria (6- conferencia)

¿Qué significa ser salvo?

 

11 de Abril

¡Muchísimo más!

Por Riqui Ricón*

Y todo aquel que invocare el nombre del Señor, será salvo (Hch 2. 21).

Ser salvo significa muchísimo más que irse al cielo por el perdón de tus pecados.

El ladrón no viene sino para hurtar y matar y destruir; yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia (Jn 10.10).

Ser salvo significa gozar de la Vida Eterna que Jesucristo compró para ti con Su muerte y resurrección. Ser salvo significa participar de la Vida exclusiva de un(a) Hijo de Dios que es una Vida Plena y Abundante.

Jehová de los ejércitos, Dichoso el hombre que en ti confía (Sal 84.12).

Ser salvo significa tener Paz, dicha y Plenitud.

¡Dios es bueno! ¡Dios es Amor! El fabuloso Plan de Dios para la redención de tu vida se originó a partir de estas dos cualidades de Dios: Su Amor y Su bondad para contigo. La Biblia, que es la Palabra de Dios y no miente, te enseña, desde Génesis hasta Apocalipsis, que Dios es incluyente, no excluyente. Siempre ha sido Su voluntad incluirte a ti en el gobierno y dirección del universo que Él ha creado.

Entonces dijo Dios: Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza; y señoree en los peces del mar, en las aves de los cielos, en las bestias, en toda la tierra, y en todo animal que se arrastra sobre la tierra. Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó. Y los bendijo Dios,  y les dijo: Fructificad y multiplicaos; llenad la tierra, y sojuzgadla, y señoread en los peces del mar, en las aves de los cielos, y en todas las bestias que se mueven sobre la tierra (Gen 1. 26-28).

Tú fuiste creado(a) a imagen y semejanza de Dios PARA señorear; para ser fructífero(a) y multiplicarte; para llenar la tierra y sojuzgarla.

¡Fuiste creado(a) para tener Plenitud de Vida!

Pues yo sé los planes que tengo para ustedes —dice el SEÑOR—. Son planes para lo bueno y no para lo malo, para darles un futuro y una esperanza (Jer 29.11 NTV).

El problema de los seres humanos no es su libertad, ni su libre albedrío. El problema de los seres humanos es que con esa libertad que Dios les dio, han decidido no creerle a Dios, han decidido no creerle a Su Palabra. ¡Este es el Verdadero problema!

Dado que Dios NO puede mentir, pues toda Palabra que sale de Su boca tiene el Poder para cumplirse inmediatamente, entonces, la Palabra de Dios ES la Verdad. La Palabra de Dios es la Verdad Eterna, infalible e inmutable.

Así que, el problema no está en la Palabra de Dios sino en aquellos que deciden creer la mentira en lugar de la Verdad.

Dios no es hombre, para que mienta, Ni hijo de hombre para que se arrepienta. El dijo, ¿y no hará? Habló, ¿y no lo ejecutará? He aquí, he recibido orden de bendecir; El dio bendición, y no podré revocarla (Num 23.19-20).

Desde el principio fuiste creado(a) a Su imagen, conforme a Su semejanza y Él te bendijo con Su Palabra. La Palabra de Dios fue dicha para tu provecho y beneficio, sin embargo, el ser humano no la ha creído.

Pero la serpiente era astuta, más que todos los animales del campo que Jehová Dios había hecho; la cual dijo a la mujer: ¿Conque Dios os ha dicho: No comáis de todo árbol del huerto? Y la mujer respondió a la serpiente: Del fruto de los árboles del huerto podemos comer; pero del fruto del árbol que está en medio del huerto dijo Dios: No comeréis de él, ni le tocaréis, para que no muráis. Entonces la serpiente dijo a la mujer: No moriréis; sino que sabe Dios que el día que comáis de él, serán abiertos vuestros ojos, y seréis como Dios, sabiendo el bien y el mal. Y vio la mujer que el árbol era bueno para comer, y que era agradable a los ojos, y árbol codiciable para alcanzar la sabiduría; y tomó de su fruto, y comió; y dio también a su marido, el cual comió así como ella (Gen 3.1-6).

No necesitas analizarlo mucho para darte cuenta que el primer pecado, el pecado original, no fue la desobediencia sino la incredulidad. Fue el no creer lo que Dios les dijo para, en su lugar, creer lo que Satanás decía; fue la incredulidad a la Palabra de Dios lo que dio origen a la desobediencia.

Imaginar el dilema de Adán y Eva allá en el paraíso es fácil: “este curioso animalito dice una cosa y mi Creador dice otra, ¿cuál de los dos dirá la Verdad? ¿A cuál de los dos le voy a CREER? Y, desde luego, la incredulidad a la Palabra de Dios siempre engendrará desobediencia. Desde entonces hasta el día de hoy el dilema sigue siendo el mismo, ¿tú, quién crees que diga la Verdad? ¿Tú, a quién le vas a CREER?

Porque la paga del pecado es muerte, mas la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro (Ro 6. 23).

No obstante la incredulidad y desobediencia, Dios no ha desistido, ni lo hará, en Su amor por ti. Él jamás ha estado dispuesto a ejecutar sentencia de muerte sobre tu vida sino todo lo contrario.

Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna. Porque no envió Dios a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por él (Jn 3. 16-17).

¿Te das cuenta? Dios ama a TODO EL MUNDO y su Plan de Amor y Redención es para TODO AQUEL que CREA. Esto es para todo aquel que decida volver a creerle a Él; para todo aquel que decida creer que Dios tiene Palabra de Honor.

¡Dios te ama tanto que prefirió entregar a Su propio Hijo antes que perderte a ti!

Y todo aquel que invocare el nombre del Señor, será salvo (Ro 10.13).

¡Sólo esto te pide!

El Señor no retarda su promesa, según algunos la tienen por tardanza, sino que es paciente para con nosotros, no queriendo que ninguno perezca, sino que todos procedan al arrepentimiento (2 P 3.7).

¡Dios no quiere que nadie se pierda!

Ahora bien, una vez que reconoces a Jesús como Señor y Salvador de tu vida, el Plan de Dios se ha puesto en marcha a tu favor. Estás justificado(a) por Su Sangre; todos tus pecados son perdonados y olvidados; eres creado(a) de nuevo, esto es, el espíritu que tú eres, a imagen y semejanza de Dios, Nace de Nuevo pero ahora coma un(a) Hijo(a) legítimo(a) de Él. Y, además, en ese preciso momento, adquiriste un propósito y destino muchísimo más grandes que los que tenías originalmente.

Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos bendijo con toda bendición espiritual en los lugares celestiales en Cristo, según nos escogió en él antes de la fundación del mundo, para que fuésemos santos y sin mancha delante de él, en amor habiéndonos predestinado para ser adoptados hijos suyos por medio de Jesucristo, según el puro afecto de su voluntad, para alabanza de la gloria de su gracia, con la cual nos hizo aceptos en el Amado, en quien tenemos redención por su sangre, el perdón de pecados según las riquezas de su gracia, que hizo sobreabundar para con nosotros en toda sabiduría e inteligencia, dándonos a conocer el misterio de su voluntad, según su beneplácito, el cual se había propuesto en sí mismo, de reunir todas las cosas en Cristo, en la dispensación del cumplimiento de los tiempos, así las que están en los cielos, como las que están en la tierra. En él asimismo tuvimos herencia, habiendo sido predestinados conforme al propósito del que hace todas las cosas según el designio de su voluntad, a fin de que seamos para alabanza de su gloria, nosotros los que primeramente esperábamos en Cristo. En él también vosotros, habiendo oído la palabra de verdad, el evangelio de vuestra salvación, y habiendo creído en él, fuisteis sellados con el Espíritu Santo de la promesa, que es las arras de nuestra herencia hasta la redención de la posesión adquirida, para alabanza de su gloria (Efe 1. 3-14).

Así que, ser salvo significa muchísimo más que irse al cielo con el perdón de tus pecados: redimido(a), perdonado(a), amado(a), bendecido(a) con toda bendición, escogido(a) antes de la fundación del mundo, adoptado(a) Hijo(a) Suyo(a), aceptado(a) en el Amado, heredero(a) y predestinado(a) con el propósito de que seas para la alabanza de Su gloria.

Eres un(a) Hijo(a) de Dios Nacido(a) de Nuevo y has sido dejado(a) sobre esta tierra para reinar, ejerciendo el dominio y la autoridad que te han sido otorgados por Su Palabra.

TU ESTILO DE VIDA ES LO QUE TÚ CREES Y MANIFIESTAS AQUÍ EN LA TIERRA, Y ESO ES LO QUE LE DA GLORIA Y ALABANZA AL SEÑOR.

Oremos en voz audible:

Amado Padre celestial, te doy muchas gracias por Tu Palabra, que es la Verdad. Porque en ella encuentro cada vez más claro que soy Hijo(a) Tuyo(a) con propósito. En verdad puedo ser feliz creyendo Tu Palabra y aceptando, de una vez por todas, que Tu Voluntad y mi destino son reinar y ejercer dominio en esta tierra. Hoy me dispongo, con Tu ayuda, Espíritu Santo, a creer, a creerte a Ti y a vivir siempre en victoria. Todo lo puedo en Ti, Jesucristo y en todas las cosas soy más que vencedor(a) por medio de Tu Amor sobre de mí. Soy un(a) Hijo(a) de Dios Nacido(a) de Nuevo y no hay forma que pueda perder pues si Dios, mi Padre, es conmigo, ¿quién contra mí? Por lo tanto, creo y declaro con toda mi fe puesta en Tu Palabra que yo, __________ (tu nombre aquí), ¡Soy sano(a)! ¡Soy libre! ¡Soy próspero! ¡Soy dichoso(a)! ¡SOY SALVO! En el nombre de Jesús. Amén.

 Nota Importante:

¿Cómo me hago Hijo de Dios? ¿Cómo establezco una relación con el Todopoderoso?

Sólo haz la siguiente oración en voz audible poniendo toda tu atención y corazón a lo que le estás diciendo a Dios:

Señor Jesús, yo creo que eres el Hijo de Dios. Que viniste a este mundo de la virgen María para pagar todos mis pecados, y yo he sido un(a) pecador(a). Por eso, te digo el día de hoy que sí acepto. ¡Sí acepto tu sacrificio en la cruz! ¡Sí acepto Tu Sangre preciosa derramada hasta la última gota por Amor a mí! Te abro mi corazón y te invito a entrar porque quiero, Señor Jesús, que desde hoy y para siempre Tú seas mi único y suficiente Salvador, mi Dios, mi Rey y mi Señor. Gracias, Dios Poderoso, pues con esta simple oración y profesión de fe he pasado de muerte a Vida, he sido trasladado(a) de las tinieblas a Tu Luz admirable. ¡Hoy he Nacido de Nuevo! ¡Dios, ahora yo Soy Tu Hijo(a)! ¡Ahora Tú eres mi Padre! ¡Nunca más estaré solo(a)! Nunca más viviré derrotado(a). En el nombre de Jesús. Amén.

*Ricardo C. Peredo Jaime   © 2011

 


Lectura y Meditación de la Palabra de Dios

Haz estas lecturas diarias y al final de un año habrás leído toda la Biblia.

Abril 11          Hch 2. 14-47 /  Deu 15-16 /  Job 11