Viernes
12 de Abril de 2013.
¡Por la fe en Su Palabra!
Por
Riqui Ricón*
Viendo esto Pedro, respondió al pueblo: Varones
israelitas, ¿por qué os maravilláis de esto? ¿o por qué ponéis los ojos en nosotros, como si por nuestro poder o
piedad hubiésemos hecho andar a éste? El Dios de Abraham, de
Isaac y de Jacob, el Dios de nuestros padres, ha glorificado a su Hijo Jesús, a
quien vosotros entregasteis y negasteis delante de Pilato, cuando éste había
resuelto ponerle en libertad… Y por
la fe en su nombre, a éste, que vosotros veis y conocéis, le ha
confirmado su nombre; y la fe que es
por él ha dado a éste esta completa sanidad en presencia de todos
vosotros (Hch 3. 12-13, 16).
De acuerdo a la Biblia, que es la
Palabra de Dios y no miente, señales, milagros y prodigios han de ser las
características de la vida de todo(a) Hijo(a) de Dios Nacido(a) de Nuevo.
Y estas
señales seguirán a los que creen: En mi nombre echarán fuera demonios; hablarán nuevas lenguas; tomarán
en las manos serpientes, y si bebieren cosa mortífera, no les hará daño; sobre
los enfermos pondrán sus manos, y sanarán (Mar 16. 17-18).
De cierto, de cierto os digo: El
que en mí cree, las obras que yo hago, él las hará también; y aun
mayores hará, porque yo voy al Padre (Jn 14. 12).
Y yendo,
predicad, diciendo: El reino de los cielos se ha acercado. Sanad
enfermos, limpiad leprosos, resucitad muertos, echad fuera demonios; de gracia recibisteis, dad de gracia (Mat 10.
7-8).
Todo, absolutamente todo, lo que
se trate de la vida en el Reino de un(a) Hijo(a) de Dios Nacido(a) de Nuevo, se
ha de llevar a cabo mediante la fe en Jesús. Lo único que se nos pide para
poder hacer las cosas que Él hizo y aún mayores es creer, creerle a Él, creerle
a Su Palabra.
Dios no es hombre, para que mienta, Ni hijo de
hombre para que se arrepienta. El dijo, ¿y no hará? Habló, ¿y no lo ejecutará? (Num 23.19).
Al creer a la Biblia, la Palabra
de Dios, estás creyéndole a Dios pues, al fin y al cabo, Él es Su Palabra, pues
la Palabra de Dios es Palabra de Honor.
Si Dios lo dijo, entonces Él lo
va a cumplir; si Dios lo habló, entonces Él lo va a ejecutar.
Pero Tomás, uno de los doce, llamado Dídimo, no
estaba con ellos cuando Jesús vino (sin embargo sí había escuchado a
Jesús declarar que Él resucitaría). Le
dijeron, pues, los otros discípulos: Al Señor hemos visto. El les dijo: Si no
viere en sus manos la señal de los clavos, y metiere mi dedo en el lugar de los
clavos, y metiere mi mano en su costado, no creeré (Jua
20.24-25).
Lamentablemente algunos creyentes
(cada vez menos), como Santo Tomás, quieren ver para creer; buscan por todas
partes una mujer u hombre ungidos para que oren por ellos y ver así si sienten
alguna manifestación de ese poder en sus vidas (hasta en esto dudan).
Cuando la multitud se agolpó
alrededor de Pedro y Juan por haber sanado al cojo de nacimiento que mendigaba
en la puerta la Hermosa, Pedro dejó muy claro que no fue la unción o el poder
que ellos tuvieran sino la fe en el nombre de Jesús, lo que obró aquel
asombroso milagro.
De cierto, de cierto os digo, que todo cuanto
pidiereis al Padre en mi nombre, os lo dará. Hasta ahora nada
habéis pedido en mi nombre; pedid, y recibiréis, para que vuestro gozo sea
cumplido (Jua 16.23b-24).
¿Qué es la fe? Fe es creerle a
Dios; fe es creerle a Su Palabra. Si Él dice que pondremos las manos sobre los
enfermos y éstos sanarán, entonces, no tienes razón ni motivo para tener la más
mínima duda de que sanarán, pues no es tu Palabra la que está comprometida sino
la de Dios, y Él jamás deshonrará Su Palabra.
Pero sin fe es imposible agradar a Dios; porque es
necesario que el que se acerca a Dios crea que le hay, y que es galardonador de
los que le buscan (He
11.6).
La fe es el detonante, el
ingrediente principal, en tu relación con el Señor y para el Señor. La buena
noticia es que Él ya te dotó de la medida de fe. Una única medida para todos.
La misma fe que tiene Jesucristo, Pablo o Pedro es la que tienes tú, ¿Qué cómo
lo sé? ¡La biblia lo dice!
Digo, pues, por la gracia que me es dada, a cada cual que está entre
vosotros, que no tenga más alto concepto de sí que el que debe tener, sino que
piense de sí con cordura, conforme a
la medida de fe que Dios repartió a cada uno (Ro 12. 3).
Simón Pedro,
siervo y apóstol de Jesucristo, a los
que habéis alcanzado, por la justicia de nuestro Dios y Salvador Jesucristo,
una fe igualmente preciosa que la nuestra (2 P 1. 1).
Lo interesante de todo esto es
que la fe actúa de la misma forma tanto para recibir a Jesucristo como tu Señor
y salvador como para la sanidad de tu cuerpo o para cualquier problema o
necesidad que tú estés enfrentando el día de hoy.
Porque en el evangelio la justicia de Dios se
revela por fe y para fe, como está escrito: Mas el justo por la fe vivirá (Ro 1.17).
¡Tú eres ese(a) justo(a)! ¡Cristo
Jesús te hizo así!
Al aceptar y creer que a través
de la fe en Jesucristo has Nacido de Nuevo por la Palabra de Dios, recibes tu
identidad y tu linaje como Hijo(a) del Rey; dejas las cosas viejas en el pasado
y te extiendes a una vida nueva donde debes reinar y establecer el reino de tu
Padre. No eres más un ser humano sin ton ni son, aventado(a) por ahí, olvidado(a)
y arrumbado(a) en algún lugar del planeta. ¡No, nada de eso!
MIREN CUÁNTO NOS ama el Padre celestial que permite que
seamos llamados hijos de Dios. ¡Y lo mas maravilloso es que de veras lo somos!
Naturalmente, como la mayoría de la gente no conoce a Dios, no comprende por
qué lo somos (1 Jn 3.1 BAD).
Dios te ama
tanto que prefirió entregar a Su propio Hijo antes que perderte a ti. Ahora tú
eres un(a) Hijo(a) amado(a) de Dios. Por eso el mundo no te conoce porque no le
conocen a Él, porque no conocen Su gran Amor.
¡Eres un(a)
Hijo(a) legítimo(a) de Dios Nacido(a) de Nuevo!
Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito,
para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna. Porque
no envió Dios a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo
sea salvo por él (Jua 3.16-17).
Oremos en
voz audible:
Amado Padre celestial, Tú conoces
mi corazón y sabes cuánto te amo. Te doy gracias por lo que has hecho por mí y
conmigo dando a Tu Hijo Jesús como pago por todos mis pecados haciéndome de
nuevo ahora como Tu Hijo(a). Gracias por Tu Palabra que me da fe. Sé que puedo
confiar plenamente en Ti. Sé que lo que Tú dices en Tu Palabra es la Verdad y
se va a cumplir. Gracias Señor puedo estar tranquilo(a) y seguro(a). En todas
las cosas soy más que vencedor(a) por medio Tuyo Jesucristo. ¡Todo lo puedo
pues mayor eres Tú, Espíritu Santo, que estás conmigo, que el que está en el
mundo. Soy sano(a) por Tus heridas y libre por Tu Sangre. Por lo tanto, sin
importar las circunstancias o condiciones que esté enfrentando hoy, no voy a
temer, ni a dudar de quién soy yo ahora, en Cristo Jesús. Soy un(a) Hijo(a) de
Dios Nacido(a) de Nuevo. Tengo propósito y destino. Voy a reinar en esta tierra
y no voy a permitirles a la enfermedad, los problemas, la pobreza, la tristeza,
el resentimiento, la depresión, ni a nada, ni a nadie, robarme lo que
legítimamente es mío por la Sangre de Jesús: mi identidad. Gracias, Señor
Jesús, por lo que hiciste por mí al morir y resucitar, Tú me hiciste de nuevo y
eso ya nadie me lo puede quitar. Padre, que hermoso es
saberse tan amado(a) por Ti. Que sublime sensación es saber que has establecido
en Tu Palabra, Eterna, Perfecta e Infalible, que aunque yo ande en valle de
sombra y de muerte no voy a temer, pues sé que Tú estás conmigo; que aunque las
aflicciones vengan sobre mí, sé que de TODAS ellas voy a salir más que
vencedor(a) por medio de Aquel que me amó, Cristo Jesús. ¡Escrito está! ¡Tú no
mientes ni Te arrepiente! ¡Lo has dicho y lo vas hacer! ¡Lo has hablado y lo
vas a ejecutar! ¡Gracias, precioso Dios! Y a Ti, amado Señor Jesús, quiero
decirte que te amo con todo mi ser, con todas mis fuerzas y con todo mi
corazón. Por lo que hiciste por mí en la cruz, al morir pagando todos mis
pecados y al vencer a la muerte, resucitando de entre los muertos, para darme
la Vida Eterna y hacerme nacer de Nuevo como un(a) Hijo(a) de Dios, ahora tengo
identidad, ahora sé perfectamente quién yo soy. Así que, no voy a temer más. Me
determino a ser dichoso(a) haciendo de Tu Palabra, la Biblia, la norma máxima
de mi existencia; la pondré en mi boca, mente y corazón; voy a leerla y
meditarla de día y de noche para guardarla y hacer conforme a todo lo que Tú,
precioso Dios, dices en ella; porque sé que entonces haré prosperar mi camino y
todo me saldrá bien. ¡Soy sano(a)! ¡Soy libre! ¡Soy próspero(a)! ¡Soy
dichoso(a)! ¡Soy un(a) Hijo(a) de Dios! Lo creo y lo declaro en el nombre
poderoso de Jesús. Amén.
*Ricardo
C. Peredo Jaime © 2011
Lectura
y Meditación de la Palabra de Dios
Haz
estas lecturas diarias y al final de un año habrás leído toda la Biblia.
Abril 12 Hch
3. / Deu 17-18
/ Job 12
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