viernes, 8 de febrero de 2019

¡Cómo ser paciente en medio de tus circunstancias!



9 de Febrero
¡Alegre, constante y persistentemente!
Por Riqui Ricón*

Pacientemente esperé a Jehová, Y se inclinó a mí, y oyó mi clamor. Y me hizo sacar del pozo de la desesperación, del lodo cenagoso; Puso mis pies sobre peña, y enderezó mis pasos. Puso luego en mi boca cántico nuevo, alabanza a nuestro Dios. Verán esto muchos, y temerán, Y confiarán en Jehová (Sal 40.1-3).
Muchas veces he malinterpretado lo que la Biblia se refiere como paciencia. Pensaba que era soportar con humilde resignación cualquier adversidad hasta que, de pronto, sin saber cuándo ni cómo, por la misericordia de Dios, llegase la liberación esperada.
¡Desde luego que todo es por el Amor y la misericordia de Dios! Sin embargo, las palabras paciencia y pacientemente tienen un significado muy diferente en el lenguaje bíblico. Significan resistir alegremente (lleno de esperanza); significan constancia y persistencia. De esta forma, el primer verso del Salmo 40 dice: Con constancia, alegría y persistencia he esperado al Señor, por lo que Él se inclinó hacia mí y me escuchó.
Es, pues, la fe la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve (He 11.1).
Estas constancia, alegría y persistencia sólo pueden provenir de un lugar: de tener la certeza, al estar 100 por ciento convencido(a) en tu mente y corazón, que Dios, tu Padre, te va a responder; al tener la certeza y estar 100 por ciento convencido(a) que la Biblia es la Palabra de Dios y, por lo tanto, todo lo que está escrito en ella acerca de ti, Él lo va a cumplir.
Jehová de los ejércitos, Dichoso el hombre que en ti confía (Sal 84.12).
Teniendo tal certeza y convicción, cómo no esperarías constante, alegre y persistentemente, pues sabes que sabes, que Dios no faltará a Su Palabra.
¡Dios tiene Palabra de Honor!
Dios no es hombre, para que mienta, Ni hijo de hombre para que se arrepienta. El dijo, ¿y no hará? Habló, ¿y no lo ejecutará? (Num 23.19)
Así la fe ES por creer la Palabra de Dios.
Por eso, ante la circunstancia más adversa, pareciera que tú sabes algo que los demás no saben, que tienes algo que los demás no tienen, pues tu actitud no es la de una víctima sufriente sino que tu actitud es la de un(a) constante y persistente vencedor(a).
Más bien, en todo esto salimos más que victoriosos por medio de Dios quien nos amó (Ro 8.37 PDT).
Tú sabes y tienes algo que los demás no. Tú tienes la Palabra de Honor de Dios que te garantiza que todo va estar bien.
Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados (Ro 8.28).
¡Todas las cosas! Especialmente aquellas “malas” cosas. Nota que escribí “malas” entre comillas dado que si Dios hará que en tu Vida TODAS las cosas te ayuden a bien, entonces esas “malas” cosas dejaran de ser malas y, por la Palabra de Dios que te ayudarán a bien.
Estas cosas os he hablado para que en mí tengáis paz. En el mundo tendréis aflicción; pero confiad, yo he vencido al mundo (Jua 16.33).
Las aflicciones comienzan cuando el diablo utiliza los problemas y circunstancias adversas para tratar de convencerte que nada va a cambiar y que es más sencillo, y normal, resignarse ante las grandes dificultades. Intentará influenciar tus emociones y sentimientos con sus mentiras para que creas que es mejor aceptar la realidad. Tratará de convencerte que quizá en esta ocasión la voluntad de Dios no sea sanarte, ni liberarte, sino enseñarte algún tipo de lección mediante la prueba de aflicción.
¡Mentiras!
Porque yo sé los pensamientos que tengo acerca de vosotros, dice Jehová, pensamientos de paz, y no de mal, para daros el fin que esperáis (Jer 29.11).
Cuando Satanás logra sembrar la duda y el temor en el corazón de los creyentes, en ocasiones éstos comienzan a justificar lo que no entienden, al grado de atribuirle a nuestro buen Padre, acciones malas como castigar o probar a Sus Hijos con enfermedades y tragedias. Piensan, con justa razón, que si Dios no responde a Su Palabra entonces el Evangelio será menospreciado y ellos serán avergonzados y que por lo tanto, Él tendrá algún motivo para esta vez no responder.
La buena noticia es que,
El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán (Luc 21.33).
Ante cualquier duda o temor, recuerda siempre que Dios es bueno y te ama tanto que prefirió entregar a Su propio Hijo antes que perderte a ti.
Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna. Porque no envió Dios a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por él (Jn 3.16-17).
Recuerda que Dios te ama tanto que, a pesar de lo que hiciste con tu vida, te ha hecho Su Hijo(a).
MIREN CUÁNTO NOS ama el Padre celestial que permite que seamos llamados hijos de Dios. ¡Y lo mas maravilloso es que de veras lo somos! Naturalmente, como la mayoría de la gente no conoce a Dios, no comprende por qué lo somos  (1 Jua 3.1 BAD).

Recuerda siempre que Dios no es hombre que mienta, ni hijo de hombre para que se arrepienta, todo lo que Él dijo lo va hacer, todo lo que Él habló lo va a ejecutar.

Dios no es un ser humano para que mienta o cambie de opinión. ¿Acaso él no hace lo que dice, o no cumple lo que promete? (Num 23.19 PDT).
Lo mejor de todo esto es que no se trata de tu palabra, sino la de Él. Por lo tanto, no eres tú quien la tiene que cumplir, sino Él, y Él es, Dios, el Todopoderoso, nada más y nada menos.
Vale aquí recordar la respuesta que Jesús dio a los saduceos que no creían en la resurrección de los muertos: erráis, ignorando las Escrituras y el Poder de Dios (Mat 22.29).
Sea cual sea el problema, enfermedad o aflicción que el día de hoy estés enfrentando, ten por seguro que puedes confiar en la Palabra de tu Dios y Padre.
Venga a mí tu misericordia, oh Jehová; Tu salvación, conforme a tu dicho. Y daré por respuesta a mi avergonzador, Que en tu palabra he confiado (Sal 119.41-42).
La Biblia, la Palabra de Dios, que no puede mentir, se define a sí misma como la perfecta Ley, la Ley de la libertad.
Porque cuando Dios hizo la promesa a Abraham, no pudiendo jurar por otro mayor, juró por sí mismo, diciendo: De cierto te bendeciré con abundancia y te multiplicaré grandemente. Y habiendo esperado con paciencia [con constancia, con alegría, con persistencia], alcanzó la promesa (He 6.13-15).
Cuando tú sabes en quién has creído; cuando sabes que Dios no miente y que lo que te ha dicho es la verdad y lo va a cumplir, entonces, puedes afrontar cualquier circunstancia con alegría, siendo constante y persistentemente al esperar en Él, pues estás firmemente sustentado(a) en la infalible e inmutable Palabra de Dios, que es Su Palabra de Honor.
Así que, te conviene buscar todas las promesas que hay en la Biblia tocantes a tu necesidad y comenzar a declararlas como ciertas, pues fueron dichas por Dios para ti.

Oremos en voz audible:
Amado Padre celestial, por el gran Amor con que me has amado ahora yo soy Tu Hijo(a) y yo en Ti confío. Tú dices en Tu Palabra que dichosos son el hombre y la mujer que en Ti confían. ¡Soy dichoso(a)! Pues sin importar las circunstancias que hoy enfrento, Tú, mi Dios, cumplirás Tu propósito en mí y saldré adelante más que vencedor(a). Pues aunque ande en valle de sombra y de muerte, no temeré mal alguno porque Tú estás conmigo y, ¿qué puedo decir a esto? Si Dios es conmigo, ¿quién contra mí? Gracias, Señor Jesús, por lo que Tú hiciste por amor a mí al morir en esa cruz, ahora yo tengo la Vida Eterna de un(a) Hijo(a) de Dios Nacido(a) de Nuevo y en verdad puedo ser constante, alegre y persistente al esperar en Tu Palabra. El cielo y la tierra pasarán, más Tu Palabra no pasará. Así que, está es la confianza que tengo en Ti, que si Te pido alguna cosa conforme a Tu Voluntad, conforme a Tu Palabra, sé que Tú me oyes, y si sé que Tú me oyes, también sé que tengo todo lo que Te he pedido. Por lo tanto, resisto al espíritu de temor, duda, pobreza y enfermedad. Creo y recibo lo que Tú, mi Señor y Salvador, Jesucristo, pagaste para mí. ¡Soy sano(a) y libre de toda enfermedad y dolencia! ¡Soy libre del temor, la ansiedad y la duda! Pues no he recibido el espíritu de esclavitud para estar otra vez en temor, sino que he recibido el espíritu de adopción y hoy clamo, ¡Abba, Padre! Declaro mi libertad y prosperidad financiera. Recibo el Amor, gozo y paz que Tú, Espíritu Santo, has puesto en mí para vivir una vida plena y abundante. Declaro que todo lo que tenga que esperar de Ti, mi Dios y Padre, lo haré pacientemente, con constancia, alegría y persistencia, pues estoy totalmente seguro(a), en Tu Palabra, que lo he de recibir. En el nombre de Jesús. Amén.
 Nota Importante:
¿Cómo me hago Hijo de Dios? ¿Cómo establezco una relación con el Todopoderoso?
Sólo haz la siguiente oración en voz audible poniendo toda tu atención y corazón a lo que le estás diciendo a Dios:
Señor Jesús, yo creo que eres el Hijo de Dios. Que viniste a este mundo de la virgen María para pagar todos mis pecados, y yo he sido un(a) pecador(a). Por eso, te digo el día de hoy que sí acepto. ¡Sí acepto tu sacrificio en la cruz! ¡Sí acepto Tu Sangre preciosa derramada hasta la última gota por Amor a mí! Te abro mi corazón y te invito a entrar porque quiero, Señor Jesús, que desde hoy y para siempre Tú seas mi único y suficiente Salvador, mi Dios, mi Rey y mi Señor. Gracias, Dios Poderoso, pues con esta simple oración y profesión de fe he pasado de muerte a Vida, he sido trasladado(a) de las tinieblas a Tu Luz admirable. ¡Hoy he Nacido de Nuevo! ¡Dios, ahora yo Soy Tu Hijo(a)! ¡Ahora Tú eres mi Padre! ¡Nunca más estaré solo(a)! Nunca más viviré derrotado(a). En el nombre de Jesús. Amén.
*Ricardo C. Peredo Jaime   © 2012


Lectura y Meditación de la Palabra de Dios
Haz estas lecturas diarias y al final de un año habrás leído toda la Biblia.

Febrero 9                             Heb 6.13-20 /  Ex 1-2 /  Sal 40

Hebreos 6.13-20
13Porque cuando Dios hizo la promesa a Abraham, no pudiendo jurar por otro mayor, juró por sí mismo, 14diciendo: De cierto te bendeciré con abundancia y te multiplicaré grandemente. 15Y habiendo esperado con paciencia, alcanzó la promesa. 16Porque los hombres ciertamente juran por uno mayor que ellos, y para ellos el fin de toda controversia es el juramento para confirmación. 17Por lo cual, queriendo Dios mostrar más abundantemente a los herederos de la promesa la inmutabilidad de su consejo, interpuso juramento; 18para que por dos cosas inmutables, en las cuales es imposible que Dios mienta, tengamos un fortísimo consuelo los que hemos acudido para asirnos de la esperanza puesta delante de nosotros. 19La cual tenemos como segura y firme ancla del alma, y que penetra hasta dentro del velo, 20donde Jesús entró por nosotros como precursor, hecho sumo sacerdote para siempre según el orden de Melquisedec.

Exodo 1-2
Aflicción de los israelitas en Egipto
1
1Estos son los nombres de los hijos de Israel que entraron en Egipto con Jacob; cada uno entró con su familia: 2Rubén, Simeón, Leví, Judá, 3Isacar, Zabulón, Benjamín, 4Dan, Neftalí, Gad y Aser. 5Todas las personas que le nacieron a Jacob fueron setenta. Y José estaba en Egipto. 6Y murió José, y todos sus hermanos, y toda aquella generación. 7Y los hijos de Israel fructificaron y se multiplicaron,y fueron aumentados y fortalecidos en extremo, y se llenó de ellos la tierra.
8Entretanto, se levantó sobre Egipto un nuevo rey que no conocía a José; y dijo a su pueblo: 9He aquí, el pueblo de los hijos de Israel es mayor y más fuerte que nosotros. 10Ahora, pues, seamos sabios para con él, para que no se multiplique, y acontezca que viniendo guerra, él también se una a nuestros enemigos y pelee contra nosotros, y se vaya de la tierra. 11Entonces pusieron sobre ellos comisarios de tributos que los molestasen con sus cargas; y edificaron para Faraón las ciudades de almacenaje, Pitón y Ramesés. 12Pero cuanto más los oprimían, tanto más se multiplicaban y crecían, de manera que los egipcios temían a los hijos de Israel. 13Y los egipcios hicieron servir a los hijos de Israel con dureza, 14y amargaron su vida con dura servidumbre, en hacer barro y ladrillo, y en toda labor del campo y en todo su servicio, al cual los obligaban con rigor.
15Y habló el rey de Egipto a las parteras de las hebreas, una de las cuales se llamaba Sifra, y otra Fúa, y les dijo: 16Cuando asistáis a las hebreas en sus partos, y veáis el sexo, si es hijo, matadlo; y si es hija, entonces viva. 17Pero las parteras temieron a Dios, y no hicieron como les mandó el rey de Egipto, sino que preservaron la vida a los niños. 18Y el rey de Egipto hizo llamar a las parteras y les dijo: ¿Por qué habéis hecho esto, que habéis preservado la vida a los niños? 19Y las parteras respondieron a Faraón: Porque las mujeres hebreas no son como las egipcias; pues son robustas, y dan a luz antes que la partera venga a ellas. 20Y Dios hizo bien a las parteras; y el pueblo se multiplicó y se fortaleció en gran manera. 21Y por haber las parteras temido a Dios, él prosperó sus familias. 22Entonces Faraón mandó a todo su pueblo, diciendo: Echad al río a todo hijo que nazca,y a toda hija preservad la vida.

Nacimiento de Moisés
2
1Un varón de la familia de Leví fue y tomó por mujer a una hija de Leví, 2la que concibió, y dio a luz un hijo; y viéndole que era hermoso, le tuvo escondido tres meses. 3Pero no pudiendo ocultarle más tiempo, tomó una arquilla de juncos y la calafateó con asfalto y brea, y colocó en ella al niño y lo puso en un carrizal a la orilla del río. 4Y una hermana suya se puso a lo lejos, para ver lo que le acontecería. 5Y la hija de Faraón descendió a lavarse al río, y paseándose sus doncellas por la ribera del río, vio ella la arquilla en el carrizal, y envió una criada suya a que la tomase. 6Y cuando la abrió, vio al niño; y he aquí que el niño lloraba. Y teniendo compasión de él, dijo: De los niños de los hebreos es éste. 7Entonces su hermana dijo a la hija de Faraón: ¿Iré a llamarte una nodriza de las hebreas, para que te críe este niño? 8Y la hija de Faraón respondió: Ve. Entonces fue la doncella, y llamó a la madre del niño, 9a la cual dijo la hija de Faraón: Lleva a este niño y críamelo, y yo te lo pagaré. Y la mujer tomó al niño y lo crió. 10Y cuando el niño creció, ella lo trajo a la hija de Faraón, la cual lo prohijó, y le puso por nombre Moisés, diciendo: Porque de las aguas lo saqué.

Moisés huye de Egipto
11En aquellos días sucedió que crecido ya Moisés, salió a sus hermanos, y los vio en sus duras tareas, y observó a un egipcio que golpeaba a uno de los hebreos, sus hermanos. 12Entonces miró a todas partes, y viendo que no parecía nadie, mató al egipcio y lo escondió en la arena. 13Al día siguiente salió y vio a dos hebreos que reñían; entonces dijo al que maltrataba al otro: ¿Por qué golpeas a tu prójimo? 14Y él respondió: ¿Quién te ha puesto a ti por príncipe y juez sobre nosotros? ¿Piensas matarme como mataste al egipcio? Entonces Moisés tuvo miedo, y dijo: Ciertamente esto ha sido descubierto. 15Oyendo Faraón acerca de este hecho, procuró matar a Moisés; pero Moisés huyó de delante de Faraón, y habitó en la tierra de Madián. 16Y estando sentado junto al pozo, siete hijas que tenía el sacerdote de Madián vinieron a sacar agua para llenar las pilas y dar de beber a las ovejas de su padre. 17Mas los pastores vinieron y las echaron de allí; entonces Moisés se levantó y las defendió, y dio de beber a sus ovejas. 18Y volviendo ellas a Reuel su padre, él les dijo: ¿Por qué habéis venido hoy tan pronto? 19Ellas respondieron: Un varón egipcio nos defendió de mano de los pastores, y también nos sacó el agua, y dio de beber a las ovejas. 20Y dijo a sus hijas: ¿Dónde está? ¿Por qué habéis dejado a ese hombre? Llamadle para que coma. 21Y Moisés convino en morar con aquel varón; y él dio su hija Séfora por mujer a Moisés. 22Y ella le dio a luz un hijo; y él le puso por nombre Gersón, porque dijo: Forastero soy en tierra ajena.
23Aconteció que después de muchos días murió el rey de Egipto, y los hijos de Israel gemían a causa de la servidumbre, y clamaron; y subió a Dios el clamor de ellos con motivo de su servidumbre. 24Y oyó Dios el gemido de ellos, y se acordó de su pacto con Abraham, Isaac y Jacob. 25Y miró Dios a los hijos de Israel, y los reconoció Dios.
       
Salmo 40

Alabanza por la liberación divina
(Sal. 70.1–5)
Al músico principal. Salmo de David.
     1     Pacientemente esperé a Jehová,
Y se inclinó a mí, y oyó mi clamor.
     2     Y me hizo sacar del pozo de la desesperación, del lodo cenagoso;
Puso mis pies sobre peña, y enderezó mis pasos.
     3     Puso luego en mi boca cántico nuevo, alabanza a nuestro Dios.
Verán esto muchos, y temerán,
Y confiarán en Jehová.
     4     Bienaventurado el hombre que puso en Jehová su confianza,
Y no mira a los soberbios, ni a los que se desvían tras la mentira.
     5     Has aumentado, oh Jehová Dios mío, tus maravillas;
Y tus pensamientos para con nosotros,
No es posible contarlos ante ti.
Si yo anunciare y hablare de ellos,
No pueden ser enumerados.
     6     Sacrificio y ofrenda no te agrada;
Has abierto mis oídos;
Holocausto y expiación no has demandado.
     7     Entonces dije: He aquí, vengo;
En el rollo del libro está escrito de mí;
     8     El hacer tu voluntad, Dios mío, me ha agradado,
Y tu ley está en medio de mi corazón.
     9     He anunciado justicia en grande congregación;
He aquí, no refrené mis labios,
Jehová, tú lo sabes.
     10     No encubrí tu justicia dentro de mi corazón;
He publicado tu fidelidad y tu salvación;
No oculté tu misericordia y tu verdad en grande asamblea.
     11     Jehová, no retengas de mí tus misericordias;
Tu misericordia y tu verdad me guarden siempre.
     12     Porque me han rodeado males sin número;
Me han alcanzado mis maldades, y no puedo levantar la vista.
Se han aumentado más que los cabellos de mi cabeza, y mi corazón me falla.
     13     Quieras, oh Jehová, librarme;
Jehová, apresúrate a socorrerme.
     14     Sean avergonzados y confundidos a una
Los que buscan mi vida para destruirla.
Vuelvan atrás y avergüéncense
Los que mi mal desean;
     15     Sean asolados en pago de su afrenta
Los que me dicen: ¡Ea, ea!
     16     Gócense y alégrense en ti todos los que te buscan,
Y digan siempre los que aman tu salvación:
Jehová sea enaltecido.
     17     Aunque afligido yo y necesitado,
Jehová pensará en mí.
Mi ayuda y mi libertador eres tú;
Dios mío, no te tardes.

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