3 de Febrero
¡Resucitó el Señor!
Por Riqui Ricón*
Aconteció que estando ellas
perplejas por esto, he aquí se pararon junto a ellas dos varones con vestiduras
resplandecientes; y como tuvieron temor, y bajaron el rostro a
tierra, les dijeron: ¿Por qué buscáis
entre los muertos al que vive? No está aquí, sino que ha
resucitado. Acordaos de lo que os habló, cuando aún estaba en Galilea, diciendo:
Es necesario que el Hijo del Hombre sea entregado en manos de hombres
pecadores, y que sea crucificado, y resucite al tercer día (Luc
24.4-7).
Ante cualquier circunstancia que estés viviendo en
este día, es de vital importancia que comprendas, cabalmente, el significado de
la resurrección de Jesucristo, pues esta comprensión es el inicio de tu Victoria.
En primer lugar, debes tener bien claro que Jesús
destruyó, con su muerte y resurrección, al que tenía el imperio de la muerte, esto es, al diablo, y [así] librar
a todos los que por el temor de la muerte estaban durante toda la vida sujetos
a servidumbre (He 2.14-15).
El mismo Jesús te enseña en la
Biblia (que es la Palabra de Dios y no miente), que si permaneces en la
Palabra, creyéndole a Dios, creyéndole a Su Palabra, conocerás la Verdad y sólo
la Verdad te puede hacer libre.
Dijo entonces Jesús a los judíos que habían creído en él: Si vosotros
permaneciereis en mi palabra, seréis verdaderamente mis discípulos; y
conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres (Jn 8.31-32).
No necesitas
reflexionar mucho para darte cuenta que todos los que tienen miedo a la muerte
viven toda su vida atados a ese temor. Son por lo tanto, esclavos de la
muerte.
La
paga del pecado es muerte, más la dádiva de Dios es VIDA ETERNA en Cristo Jesús,
Señor nuestro (Ro
6.23).
La Verdad es que Jesucristo, con
su muerte y resurrección, venció al pecado, destruyó al diablo y a su aguijón
que es la muerte. Por lo tanto, ahora, en Cristo Jesús, TÚ ERES LIBRE de la
servidumbre o esclavitud que te producía el temor a la muerte.
¡La Biblia lo enseña así!
Al que no conoció pecado, por
nosotros lo hizo pecado, para que
nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en él (2 Co 5.21).
De acuerdo a la escritura, Jesús
no solamente murió por tus pecados sino que se hizo así mismo pecado por amor a
ti y de esta forma se te otorgó el regalo de ser hecho(a) justo(a) y con
derecho pleno a la VIDA ETERNA.
Este derecho a la Vida Eterna sólo
lo puede ejercer un(a) legítimo(a) Hijo(a) de Dios.
Porque de tal manera amó Dios
al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree,
no se pierda, mas tenga VIDA ETERNA (Jn 3.16).
¡Dios te ama tanto que prefirió
entregar a Su propio Hijo antes que perderte a ti!
A pesar de que en Juan 3.16 Dios te
garantiza que TODOS los que creen en Jesús no se pierden sino que TIENEN VIDA
ETERNA, es asombroso como algunos creyentes ignoran o pasan por alto lo que las
palabras VIDA ETERNA significan: Esto es, ¡vivir para siempre! O sea, ¡no
morir!
Porque
es necesario que esto corruptible se vista de incorrupción, y esto mortal se
vista de inmortalidad. Y cuando esto corruptible se haya vestido
de incorrupción, y esto mortal se haya vestido de inmortalidad, entonces se
cumplirá la palabra que está escrita: Sorbida es la muerte en victoria. ¿Dónde
está, oh muerte, tu aguijón? ¿Dónde, oh sepulcro, tu victoria? ya que el
aguijón de la muerte es el pecado, y el poder del pecado, la ley. Mas
gracias sean dadas a Dios, que nos da la victoria por medio de nuestro Señor
Jesucristo (1 Co 15.53-57).
Al resucitar Jesús, lo que en Él
había de corruptible (pues se hizo un ser humano idéntico en todo a ti), se
vistió de incorrupción, lo que en Él había de mortal se volvió inmortal, siendo
Jesucristo, de esta forma, EL PRIMER HIJO DE DIOS NACIDO DE NUEVO, lo que nos
lleva al segundo significado de la resurrección de Jesucristo.
El ladrón no viene sino para hurtar y matar y destruir; yo he venido
para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia (Jn 10.10).
Cuando Jesús muere en la
cruz, con Su Sangre paga el justo
castigo por tus pecados y al resucitar te da libre y total acceso a la Vida Eterna.
Pero no cualquier tipo de vida, no como creaturas, ni como ángeles, sino como
Hijo(a) LEGÍTIMO(A) del Dios vivo y verdadero.
Mirad cuál amor nos ha dado el
Padre, para que seamos llamados [llamados por Él mismo] hijos de Dios; por esto el mundo no nos
conoce, porque no le conoció a él (1 Jn 3.1).
¡Sólo por
Amor a ti!
en amor habiéndonos
predestinado para ser adoptados hijos suyos por medio de Jesucristo, según el
puro afecto de su voluntad (Efe 1.5).
Un(a) auténtico(a) y legítimo(a)
Hijo(a) de Dios no puede ser, y no lo es, de ninguna forma, la misma persona
pecadora que antes era, sujeta a sus antiguas pasiones, fracasos y derrotas.
Por eso, Jesús le aseguró a
Nicodemo, te es NECESARIO Nacer de Nuevo
si quieres ver y entrar al Reino de Dios.
Porque a los que antes conoció, también los predestinó para que fuesen
hechos conformes a la imagen de su Hijo, para que él sea el primogénito entre
muchos hermanos (Rom 8.29).
Ahora bien, te tengo excelentes
noticias, de acuerdo a la Palabra de Dios, porque aceptaste a Jesús como tu
Señor y Salvador ahora tú eres un(a) Hija(o) de Dios Nacida(o) de Nuevo. Eres igual
a Jesús, y con su muerte y resurrección, tienes la victoria sobre la muerte.
En esto se ha perfeccionado el amor en nosotros, para que tengamos
confianza en el día del juicio; pues como él es, así somos nosotros en este mundo (1 Jua 4.17).
Ahora, por ese Amor que el Padre
siente por ti, tú has sido hecho(a) un(a) Hijo(a) de Dios Nacido(a) de Nuevo y
sólo puedes ser (no digo que tienes que serlo, sino que ya lo eres) santo(a),
justo(a), inmortal e incorruptible.
Todo aquel que cree que Jesús
es el Cristo, es nacido de Dios (1 Jn 5.1a).
¡Por tu fe
en Jesús has Nacido de Nuevo! ¡Tú has Nacido de Dios!
y vestíos del nuevo hombre,
creado según Dios en la justicia y santidad de la verdad (Efe 4.24).
Ahora, en
Cristo Jesús, tú has sido creado(a) en la justicia y santidad de la Verdad.
siendo renacidos, no de
simiente corruptible, sino de incorruptible, por la palabra de Dios que vive y
permanece para siempre (1 P 1.23).
La simiente
(el esperma) que te ha dado origen como un(a) Hijo(a) de Dios Nacido(a) de
Nuevo NO ES una semilla que se pueda corromper sino que ES la incorruptible semilla de la Palabra de Dios
que vive y permanece para siempre.
Es pues, gracias a la
resurrección de Jesús que la muerte nada tiene en ti, pues no has recibido el
espíritu de esclavitud para estar otra vez en temor, sino que has recibido el
espíritu de adopción por el cual clamas: ¡Abba, Padre!
Si vives bajo el Nuevo Pacto en
la Sangre de Jesús, entonces, ¡Has recibido la Vida Eterna y la Nueva Naturaleza!
¡Eres, sin lugar a dudas, un(a) Hijo(a) de Dios Nacido(a) de Nuevo!
¡Aleluya,
el Señor resucitó!
Oremos en voz audible:
Amado Padre celestial, que
hermoso es conocer y creer lo que hiciste por Amor a mí. Gracias por no haber
escatimado a Tu propio Hijo Jesús, sino que lo entregaste por mí. Señor Jesús,
muchas gracias porque Tú, siendo en forma de Dios, no
estimaste el ser igual a Dios como cosa a que aferrarte, sino que
Te despojaste a Ti mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los
hombres; y estando en la condición de hombre, Te humillaste a Ti
mismo, haciéndote obediente hasta la muerte, y muerte de cruz. Gracias porque
con Tu muerte y resurrección, destruiste por medio de la muerte al que tenía el
imperio de la muerte, esto es, al diablo, y así, me has hecho
libre, pues yo, por el temor de la muerte estaba durante toda mi vida sujeto(a)
a servidumbre. ¡Porque Tú moriste, mi vieja naturaleza, mi viejo(a) yo, murió
contigo! ¡Porque Tú vives, yo también vivo! ¡La Vida Eterna que Tú tienes, es
la misma que adquiriste para mí! ¡Puedo dejar de temerle a la muerte! ¡La
muerte ya no se enseñorea más de mí! ¡Gracias! ¡Muchas gracias, Señor Jesús! Ahora puedo, con toda certeza declarar que, ¡Soy sano(a)! ¡Soy
libre! ¡Soy próspero(a)! ¡Soy más que vencedor(a)! ¡Todo lo puedo en Cristo! Y,
por la Sangre de Jesús, soy dichoso(a) para vivir una vida plena y abundante.
Muchas gracias, Señor Jesús. Gracias por esta Nueva Vida en Plenitud que ahora
tengo. Gracias por mi sanidad. Gracias por mi salud. Gracias por mi
prosperidad. Gracias por el Amor, la paz y el gozo que ahora disfruto. ¡Gracias
por mi Victoria sobre la muerte! En el nombre de Jesús. Amén
Nota Importante:
¿Cómo me hago Hijo de Dios? ¿Cómo
establezco una relación con el Todopoderoso?
Sólo haz la siguiente oración en
voz audible poniendo toda tu atención y corazón a lo que le estás diciendo a
Dios:
Señor Jesús, yo creo que eres el
Hijo de Dios. Que viniste a este mundo de la virgen María para pagar todos mis
pecados, y yo he sido un(a) pecador(a). Por eso, te digo el día de hoy que sí
acepto. ¡Sí acepto tu sacrificio en la cruz! ¡Sí acepto Tu Sangre preciosa
derramada hasta la última gota por Amor a mí! Te abro mi corazón y te invito a
entrar porque quiero, Señor Jesús, que desde hoy y para siempre Tú seas mi
único y suficiente Salvador, mi Dios, mi Rey y mi Señor. Gracias, Dios
Poderoso, pues con esta simple oración y profesión de fe he pasado de muerte a
Vida, he sido trasladado(a) de las tinieblas a Tu Luz admirable. ¡Hoy he Nacido
de Nuevo! ¡Dios, ahora yo Soy Tu Hijo(a)! ¡Ahora Tú eres mi Padre! ¡Nunca más
estaré solo(a)! Nunca más viviré derrotado(a). En el nombre de Jesús. Amén.
*Ricardo C. Peredo
Jaime © 2012
Lectura
y Meditación de la Palabra de Dios
Haz estas lecturas diarias y al final
de un año habrás leído toda la Biblia.
Febrero
3 Luc 24.1-12
/
Gen 43 / Sal 34
San
Lucas 24.1-12
La resurrección
(Mt. 28.1–10; Mr. 16.1–8; Jn. 20.1–10)
24
1El primer día de
la semana, muy de mañana, vinieron al sepulcro, trayendo las especias
aromáticas que habían preparado, y algunas otras mujeres con ellas. 2Y
hallaron removida la piedra del sepulcro; 3y entrando, no hallaron
el cuerpo del Señor Jesús. 4Aconteció que estando ellas perplejas
por esto, he aquí se pararon junto a ellas dos varones con vestiduras
resplandecientes; 5y como tuvieron temor, y bajaron el rostro a
tierra, les dijeron: ¿Por qué buscáis entre los muertos al que vive? 6No
está aquí, sino que ha resucitado. Acordaos de lo que os habló, cuando aún
estaba en Galilea, 7diciendo: Es necesario que el Hijo del Hombre
sea entregado en manos de hombres pecadores, y que sea crucificado, y resucite
al tercer día. 8Entonces ellas se acordaron de
sus palabras, 9y volviendo del sepulcro, dieron nuevas de todas
estas cosas a los once, y a todos los demás. 10Eran María
Magdalena, y Juana, y María madre de Jacobo, y las demás con ellas, quienes
dijeron estas cosas a los apóstoles. 11Mas a ellos les parecían
locura las palabras de ellas, y no las creían. 12Pero levantándose
Pedro, corrió al sepulcro; y cuando miró dentro, vio los lienzos solos, y se
fue a casa maravillándose de lo que había sucedido.
Génesis
43
Los hermanos de José regresan con Benjamín
43
1El hambre era
grande en la tierra; 2y aconteció que cuando acabaron de comer el
trigo que trajeron de Egipto, les dijo su padre: Volved, y comprad para
nosotros un poco de alimento. 3Respondió Judá, diciendo: Aquel
varón nos protestó con ánimo resuelto, diciendo: No veréis mi rostro si no
traéis a vuestro hermano con vosotros. 4Si enviares a nuestro
hermano con nosotros, descenderemos y te compraremos alimento. 5Pero
si no le enviares, no descenderemos; porque aquel varón nos dijo: No veréis mi
rostro si no traéis a vuestro hermano con vosotros. 6Dijo entonces
Israel: ¿Por qué me hicisteis tanto mal, declarando al varón que teníais otro
hermano? 7Y ellos respondieron: Aquel varón nos preguntó expresamente
por nosotros, y por nuestra familia, diciendo: ¿Vive aún vuestro padre? ¿Tenéis
otro hermano? Y le declaramos conforme a estas palabras. ¿Acaso podíamos saber
que él nos diría: Haced venir a vuestro hermano? 8Entonces Judá
dijo a Israel su padre: Envía al joven conmigo, y nos levantaremos e iremos, a
fin de que vivamos y no muramos nosotros, y tú, y nuestros niños. 9Yo
te respondo por él; a mí me pedirás cuenta. Si yo no te lo vuelvo a traer, y si
no lo pongo delante de ti, seré para ti el culpable para siempre; 10pues
si no nos hubiéramos detenido, ciertamente hubiéramos ya vuelto dos veces.
11Entonces Israel
su padre les respondió: Pues que así es, hacedlo; tomad de lo mejor de la
tierra en vuestros sacos, y llevad a aquel varón un presente, un poco de
bálsamo, un poco de miel, aromas y mirra, nueces y almendras. 12Y
tomad en vuestras manos doble cantidad de dinero, y llevad en vuestra mano el
dinero vuelto en las bocas de vuestros costales; quizá fue equivocación.
13Tomad también a vuestro hermano, y levantaos, y volved a aquel varón.
14Y el Dios Omnipotente os dé misericordia delante de aquel varón, y os
suelte al otro vuestro hermano, y a este Benjamín. Y si he de ser privado de
mis hijos, séalo. 15Entonces tomaron aquellos varones el presente,
y tomaron en su mano doble cantidad de dinero, y a Benjamín; y se levantaron y
descendieron a Egipto, y se presentaron delante de José.
16Y vio José a
Benjamín con ellos, y dijo al mayordomo de su casa: Lleva a casa a esos
hombres, y degüella una res y prepárala, pues estos hombres comerán conmigo al
mediodía. 17E hizo el hombre como José dijo, y llevó a los hombres
a casa de José. 18Entonces aquellos hombres tuvieron temor, cuando
fueron llevados a casa de José, y decían: Por el dinero que fue devuelto en
nuestros costales la primera vez nos han traído aquí, para tendernos lazo, y
atacarnos, y tomarnos por siervos a nosotros, y a nuestros asnos. 19Y
se acercaron al mayordomo de la casa de José, y le hablaron a la entrada de la casa.
20Y dijeron: Ay, señor nuestro, nosotros en realidad de verdad
descendimos al principio a comprar alimentos. 21Y aconteció que
cuando llegamos al mesón y abrimos nuestros costales, he aquí el dinero de cada
uno estaba en la boca de su costal, nuestro dinero en su justo peso; y lo hemos
vuelto a traer con nosotros. 22Hemos también traído en nuestras
manos otro dinero para comprar alimentos; nosotros no sabemos quién haya puesto
nuestro dinero en nuestros costales. 23El les respondió: Paz a
vosotros, no temáis; vuestro Dios y el Dios de vuestro padre os dio el tesoro
en vuestros costales; yo recibí vuestro dinero. Y sacó a Simeón a ellos.
24Y llevó aquel varón a los hombres a casa de José; y les dio agua, y
lavaron sus pies, y dio de comer a sus asnos. 25Y ellos prepararon
el presente entretanto que venía José a mediodía, porque habían oído que allí
habrían de comer pan.
26Y vino José a
casa, y ellos le trajeron el presente que tenían en su mano dentro de la casa,
y se inclinaron ante él hasta la tierra. 27Entonces les preguntó
José cómo estaban, y dijo: ¿Vuestro padre, el anciano que dijisteis, lo pasa
bien? ¿Vive todavía? 28Y ellos respondieron: Bien va a tu siervo
nuestro padre; aún vive. Y se inclinaron, e hicieron reverencia. 29Y
alzando José sus ojos vio a Benjamín su hermano, hijo de su madre, y dijo: ¿Es
éste vuestro hermano menor, de quien me hablasteis? Y dijo: Dios tenga
misericordia de ti, hijo mío. 30Entonces José se apresuró, porque
se conmovieron sus entrañas a causa de su hermano, y buscó dónde llorar; y
entró en su cámara, y lloró allí. 31Y lavó su rostro y salió, y se
contuvo, y dijo: Poned pan. 32Y pusieron para él aparte, y
separadamente para ellos, y aparte para los egipcios que con él comían; porque
los egipcios no pueden comer pan con los hebreos, lo cual es abominación a los
egipcios. 33Y se sentaron delante de él, el mayor conforme a su
primogenitura, y el menor conforme a su menor edad; y estaban aquellos hombres
atónitos mirándose el uno al otro. 34Y José tomó viandas de
delante de sí para ellos; mas la porción de Benjamín era cinco veces mayor que
cualquiera de las de ellos. Y bebieron, y se alegraron con él.
Salmo 34
La protección divina
Salmo de David, cuando mudó su semblante delante de Abimelec,
y él lo echó, y se fue.
1 Bendeciré a Jehová en todo tiempo;
Su alabanza
estará de continuo en mi boca.
2 En Jehová se gloriará mi alma;
Lo oirán los
mansos, y se alegrarán.
3 Engrandeced a Jehová conmigo,
Y exaltemos a una su nombre.
4 Busqué a Jehová, y él me oyó,
Y me libró
de todos mis temores.
5 Los que miraron a él fueron alumbrados,
Y sus
rostros no fueron avergonzados.
6 Este pobre clamó, y le oyó Jehová,
Y lo libró
de todas sus angustias.
7 El ángel de Jehová acampa alrededor de los que le temen,
Y los
defiende.
8 Gustad, y ved que es bueno Jehová;
Dichoso el
hombre que confía en él.
9 Temed a Jehová, vosotros sus santos,
Pues nada
falta a los que le temen.
10 Los leoncillos necesitan, y tienen hambre;
Pero los que buscan a Jehová
no tendrán falta de ningún bien.
11 Venid, hijos, oídme;
El temor de
Jehová os enseñaré.
12 ¿Quién es el hombre que desea vida,
Que desea
muchos días para ver el bien?
13 Guarda tu lengua del mal,
Y tus labios
de hablar engaño.
14 Apártate del mal, y haz el bien;
Busca la paz, y síguela.
15 Los ojos de Jehová están sobre los justos,
Y atentos
sus oídos al clamor de ellos.
16 La ira de Jehová contra los que hacen mal,
Para cortar
de la tierra la memoria de ellos.
17 Claman los justos, y Jehová oye,
Y los libra
de todas sus angustias.
18 Cercano está Jehová a los quebrantados de corazón;
Y salva a los contritos de
espíritu.
19 Muchas son las aflicciones del justo,
Pero de
todas ellas le librará Jehová.
20 El guarda todos sus huesos;
Ni uno de
ellos será quebrantado.
21 Matará al malo la maldad,
Y los que
aborrecen al justo serán condenados.
22 Jehová redime el alma de sus siervos,
Y no serán
condenados cuantos en él confían.
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