10 de Febrero
¡Habilitado por Dios!
Por Riqui Ricón*
Entonces dijo Moisés a Jehová: ¡Ay, Señor! nunca he sido hombre de fácil
palabra, ni antes, ni desde que tú hablas a tu siervo; porque soy tardo en el
habla y torpe de lengua. Y Jehová le respondió: ¿Quién dio la boca
al hombre? ¿o quién hizo al mudo y al sordo, al que ve y al ciego? ¿No soy yo
Jehová? Ahora pues, ve, y yo estaré con tu boca, y te enseñaré lo
que hayas de hablar (Ex 4.10-12).
Cuando
Moisés dudó de sus habilidades para cumplir la misión que Dios le encomendaba, el
Señor le ayudó enseñándole dos cosas: primero, que Él es Dios, el Todopoderoso;
y segundo, le prometió que estaría con él. Así, por medio de la fe, que es
creerle a Dios, creerle a Su Palabra, podemos ver en los primeros cinco libros
de la Biblia que Moisés llevó a cabo la tarea encomendada.
Aconteció después de la muerte de Moisés siervo de Jehová, que Jehová
habló a Josué hijo de Nun, servidor de Moisés, diciendo: Mi siervo
Moisés ha muerto; ahora, pues, levántate y pasa este Jordán, tú y todo este
pueblo, a la tierra que yo les doy a los hijos de Israel... Solamente
esfuérzate y sé muy valiente, para cuidar de hacer conforme a toda la ley que
mi siervo Moisés te mandó; no te apartes de ella ni a diestra ni a siniestra,
para que seas prosperado en todas las cosas que emprendas. Nunca
se apartará de tu boca este libro de la ley, sino que de día y de noche
meditarás en él, para que guardes y hagas conforme a todo lo que en él está
escrito; porque entonces harás prosperar tu camino, y todo te saldrá bien.
Mira que te mando que te esfuerces y seas valiente; no temas ni
desmayes, porque Jehová tu Dios estará contigo en dondequiera que vayas (Jos 1.1-2, 7-9).
Ahora, tenemos aquí a Josué con la enorme
responsabilidad de introducir al pueblo de Israel a la Tierra Prometida y, de nuevo,
Dios lo habilita con Su Palabra para realizar el propósito asignado. Una vez
más, podemos leer en el libro de Josué cómo éste le creyó a Dios, haciendo de
la Biblia la norma máxima de su vida y, así, hizo prosperar su camino y todo le
salió bien. Fíjate como a tal grado Dios honró la fe de Josué que,
Entonces Josué habló a Jehová el día en que Jehová entregó al amorreo
delante de los hijos de Israel, y dijo en presencia de los israelitas: Sol,
detente en Gabaón; Y tú, luna, en el
valle de Ajalón. Y el sol se detuvo y la luna se paró, Hasta que la gente se
hubo vengado de sus enemigos. ¿No está escrito esto en el libro de Jaser? Y
el sol se paró en medio del cielo, y no se apresuró a ponerse casi un día
entero. Y no hubo día como aquel, ni antes ni después de él,
habiendo atendido Jehová a la voz de un hombre; porque Jehová peleaba por
Israel (Jos 10. 12-14).
A Dios no se le escapa nada acerca de ti y Él ha
comprometido Su Palabra en que estará contigo en todo momento, ayudándote y
habilitándote para todo aquello que el Señor pida de ti.
Queda, pues, abrogado el mandamiento anterior a
causa de su debilidad e ineficacia (pues nada perfeccionó la ley),
y de la introducción de una mejor esperanza, por la cual nos acercamos a Dios.
Y esto no fue hecho sin juramento; porque los otros ciertamente
sin juramento fueron hechos sacerdotes; pero éste, con el juramento del que le
dijo: Juró el Señor, y no se arrepentirá: Tú eres sacerdote para siempre, Según
el orden de Melquisedec. Por tanto, Jesús es hecho fiador de un mejor pacto (He 7.18-22).
Realmente es asombrosa la
forma en que Dios, tu Padre, habilitó a Jesús para que realizara la labor que
le había encomendado. Al morir en la cruz, por Amor a ti, y pagar con Su Vida
el precio de todos tus pecados, Jesús fue hecho, por Dios, el fiador, la
garantía, del Nuevo Pacto; el cual es un mejor pacto, establecido sobre mejores
promesas.
por medio de las cuales nos ha dado preciosas y
grandísimas promesas, para que por ellas llegaseis a ser participantes de la
naturaleza divina (2 P 1.4a).
Estas promesas son las que
te habilitan, por medio de la fe, para ser la persona que Dios quiere que seas
y para hacer las cosas que Dios quiere que hagas. Por ejemplo:
Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha
dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas
tenga vida eterna. Porque no envió Dios a su Hijo al mundo para
condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por él (Jn 3.16-17).
Dios te ama tanto que
prefirió entregar a Su propio Hijo antes que perderte a ti. Jesús no viene a
condenarte, sino a que creas en el Amor que Él siente por ti. Jesús vino para
que creas que porque Él pagó el justo precio de todos tus pecados, ahora tú ya
no tienes que pagar NADA. Jesús vino para que recibas, por medio de la fe en Su
Nombre, la Plenitud de Vida que sólo pueden gozar los Hijos de Dios Nacidos de
Nuevo, lo cual tú YA ERES, en Cristo Jesús.
Todo aquel que cree que Jesús es el Cristo, es
nacido de Dios (1 Jn 5.1a).
Por creer que Jesús es el
Mesías, el Salvador del mundo, ahora tú has nacido de Dios.
Mas a todos los que le recibieron, a los que
creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios; los
cuales no son engendrados de sangre, ni de voluntad de carne, ni de voluntad de
varón, sino de Dios (Jn 1.12-13).
Por haber confesado a
Jesucristo como tu Señor y Salvador, ya no eres más un(a) Hijo(a) de tus padres
naturales, sino que ahora eres un(a) Hijo(a) de Dios.
siendo renacidos, no de simiente corruptible,
sino de incorruptible, por la palabra de Dios que vive y permanece para siempre (1 P 1.23).
¡Ahora eres un(a) Hijo(a) de
Dios Nacido(a) de Nuevo! Y no Naciste de Nuevo de una semilla corruptible sino
de la incorruptible simiente que es la Palabra de Dios que vive y permanece
para siempre.
Mas vosotros sois linaje escogido, real
sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido por Dios, para que anunciéis
las virtudes de aquel que os llamó de las tinieblas a su luz admirable; vosotros
que en otro tiempo no erais pueblo, pero que ahora sois pueblo de Dios; que en
otro tiempo no habíais alcanzado misericordia, pero ahora habéis alcanzado
misericordia (1 P 2.9-10).
Tu Padre te ha dejado aquí,
en el mundo, con el propósito de que anuncies a otros las virtudes de aquel que te llamó de las tinieblas a su luz
admirable. Para que compartas las buenas noticias del Amor de Dios a todos
los seres humanos y, así, establezcas el Reino de tu Padre en la tierra.
Ser un(a) Hijo(a)
del Rey te habilita para hacer esto, pues ahora eres linaje escogido y real
sacerdocio.
y cantaban un nuevo cántico, diciendo: Digno
eres de tomar el libro y de abrir sus sellos; porque tú fuiste inmolado, y con
tu sangre nos has redimido para Dios, de todo linaje y lengua y pueblo y
nación; y nos has hecho para nuestro Dios reyes y sacerdotes, y
reinaremos sobre la tierra (Apo 5.9-10).
Mediante la Sangre de Jesús,
ya has sido hecho(a) rey (reina) y sacerdote (sacerdotisa) para reinar sobre la
tierra y es necesario que comprendas que has sido habilitado(a) por Dios, no
mediante la ley del mandamiento acerca de la descendencia, sino según el poder de
una vida indestructible.
Y esto es aún más manifiesto, si a semejanza de
Melquisedec se levanta un sacerdote distinto, no constituido
conforme a la ley del mandamiento acerca de la descendencia, sino según el
poder de una vida indestructible (He 7.15-16).
Así es, amado(a), el
sacrificio de Jesús va muchísimo más allá del perdón de tus pecados. Por Amor,
Dios te ha llamado Su Hijo(a) y mediante el Nuevo Pacto en la Sangre de Jesús,
has sido creado(a) de Nuevo para una
Vida Plena y Abundante: ¡la Vida Eterna!
MIREN CUÁNTO NOS ama el Padre
celestial que permite que seamos llamados hijos de Dios. ¡Y lo mas maravilloso
es que de veras lo somos! Naturalmente, como la mayoría de la gente no conoce a
Dios, no comprende por qué lo somos (1 Jua 3.1 BAD).
Oremos en voz audible:
Amado Padre celestial, al
estudiar y comprender todo esto me asombro más y más de Tu Grande y Eterno Amor
por mí. Señor Jesús, es Tu Vida, Tu Sangre, Tu muerte y resurrección lo que me
habilita para la Vida Eterna. ¡Gracias! ¡Muchas gracias, Señor Jesús! ¡Cómo no
voy amarte! ¡Cómo no he de adorarte! Siendo Tú quién eres, hiciste de mí un(a)
Hijo(a) Tuyo(a) Nacido(a) de Nuevo. ¡Lo creo y lo recibo! Por tanto, estoy seguro(a) de que ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni
principados, ni potestades, ni lo presente, ni lo por venir, ni lo
alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada me podrá separar de Tu amor,
mi Dios y Padre, que es en Cristo Jesús mi Señor. Así que, declaro que estoy habilitado(a) por
Dios con la Vida Eterna para reinar sobre la tierra. Voy a establecer Tu Reino
poniendo la Palabra de Dios en mi mente, boca y corazón. Yo soy la persona que
Dios dice que soy en Su Palabra, la Biblia. ¡Soy sano(a)! ¡Soy libre!
¡Soy próspero(a)! ¡Soy más que vencedor(a)! ¡Todo lo puedo en Cristo! Y, por la
Sangre de Jesús, soy dichoso(a) para vivir una vida plena y abundante. Muchas
gracias, Señor Jesús. Gracias por esta Nueva Vida en Plenitud que ahora tengo.
Gracias por mi sanidad. Gracias por mi salud. Gracias por mi prosperidad.
Gracias por el Amor, la paz y el gozo que ahora disfruto. ¡Gracias por mi
Victoria sobre la muerte! En el nombre de Jesús. Amén.
Nota Importante:
¿Cómo me hago Hijo de Dios? ¿Cómo
establezco una relación con el Todopoderoso?
Sólo haz la siguiente oración en
voz audible poniendo toda tu atención y corazón a lo que le estás diciendo a
Dios:
Señor Jesús, yo creo que eres el
Hijo de Dios. Que viniste a este mundo de la virgen María para pagar todos mis
pecados, y yo he sido un(a) pecador(a). Por eso, te digo el día de hoy que sí
acepto. ¡Sí acepto tu sacrificio en la cruz! ¡Sí acepto Tu Sangre preciosa
derramada hasta la última gota por Amor a mí! Te abro mi corazón y te invito a
entrar porque quiero, Señor Jesús, que desde hoy y para siempre Tú seas mi
único y suficiente Salvador, mi Dios, mi Rey y mi Señor. Gracias, Dios
Poderoso, pues con esta simple oración y profesión de fe he pasado de muerte a
Vida, he sido trasladado(a) de las tinieblas a Tu Luz admirable. ¡Hoy he Nacido
de Nuevo! ¡Dios, ahora yo Soy Tu Hijo(a)! ¡Ahora Tú eres mi Padre! ¡Nunca más
estaré solo(a)! Nunca más viviré derrotado(a). En el nombre de Jesús. Amén.
*Ricardo C. Peredo
Jaime © 2012
Lectura
y Meditación de la Palabra de Dios
Haz
estas lecturas diarias y al final de un año habrás leído toda la Biblia.
Febrero
10 Heb 7
/ Ex 3-4 /
Sal 41
Hebreos
7
El sacerdocio de Melquisedec
7
1Porque este
Melquisedec, rey de Salem, sacerdote del Dios Altísimo, que salió a recibir a
Abraham que volvía de la derrota de los reyes, y le bendijo, 2a
quien asimismo dio Abraham los diezmos de todo; cuyo nombre
significa primeramente Rey de justicia, y también Rey de Salem, esto es, Rey de
paz; 3sin padre, sin madre, sin genealogía; que ni tiene principio
de días, ni fin de vida, sino hecho semejante al Hijo de Dios, permanece
sacerdote para siempre.
4Considerad,
pues, cuán grande era éste, a quien aun Abraham el patriarca dio diezmos del
botín. 5Ciertamente los que de entre los hijos de Leví reciben el
sacerdocio, tienen mandamiento de tomar del pueblo los diezmos según la ley,
es decir, de sus hermanos, aunque éstos también hayan salido de los lomos de
Abraham. 6Pero aquel cuya genealogía no es contada de entre ellos,
tomó de Abraham los diezmos, y bendijo al que tenía las promesas. 7Y
sin discusión alguna, el menor es bendecido por el mayor. 8Y aquí
ciertamente reciben los diezmos hombres mortales; pero allí, uno de quien se da
testimonio de que vive. 9Y por decirlo así, en Abraham pagó el
diezmo también Leví, que recibe los diezmos; 10porque aún estaba
en los lomos de su padre cuando Melquisedec le salió al encuentro.
11Si, pues, la
perfección fuera por el sacerdocio levítico(porque bajo él recibió el pueblo la
ley), ¿qué necesidad habría aún de que se levantase otro sacerdote, según el
orden de Melquisedec, y que no fuese llamado según el orden de Aarón? 12Porque
cambiado el sacerdocio, necesario es que haya también cambio de ley; 13y
aquel de quien se dice esto, es de otra tribu, de la cual nadie sirvió al
altar. 14Porque manifiesto es que nuestro Señor vino de la tribu
de Judá, de la cual nada habló Moisés tocante al sacerdocio.
15Y esto es aun
más manifiesto, si a semejanza de Melquisedec se levanta un sacerdote
distinto, 16no constituido conforme a la ley del mandamiento
acerca de la descendencia, sino según el poder de una vida indestructible.
17Pues se da testimonio de él:
Tú eres sacerdote para siempre,
Según el orden de Melquisedec.
18Queda, pues, abrogado el
mandamiento anterior a causa de su debilidad e ineficacia 19(pues
nada perfeccionó la ley), y de la introducción de una mejor esperanza, por la
cual nos acercamos a Dios.
20Y esto no fue
hecho sin juramento; 21porque los otros ciertamente sin juramento
fueron hechos sacerdotes; pero éste, con el juramento del que le dijo:
Juró el Señor, y no se arrepentirá:
Tú eres sacerdote para siempre,
Según el orden de Melquisedec.
22Por tanto, Jesús es hecho fiador
de un mejor pacto.
23Y los otros
sacerdotes llegaron a ser muchos, debido a que por la muerte no podían
continuar; 24mas éste, por cuanto permanece para siempre, tiene un
sacerdocio inmutable; 25por lo cual puede también salvar
perpetuamente a los que por él se acercan a Dios, viviendo siempre para
interceder por ellos.
26Porque tal sumo
sacerdote nos convenía: santo, inocente, sin mancha, apartado de los pecadores,
y hecho más sublime que los cielos; 27que no tiene necesidad cada
día, como aquellos sumos sacerdotes, de ofrecer primero sacrificios por sus
propios pecados, y luego por los del pueblo; porque esto lo
hizo una vez para siempre, ofreciéndose a sí mismo. 28Porque la
ley constituye sumos sacerdotes a débiles hombres; pero la palabra del
juramento, posterior a la ley, al Hijo, hecho perfecto para siempre.
Exodo
3-4
Llamamiento de Moisés
3
1Apacentando
Moisés las ovejas de Jetro su suegro, sacerdote de Madián, llevó las ovejas a
través del desierto, y llegó hasta Horeb, monte de Dios. 2Y se le
apareció el Angel de Jehová en una llama de fuego en medio de una zarza;
y él miró, y vio que la zarza ardía en fuego, y la zarza no se consumía.
3Entonces Moisés dijo: Iré yo ahora y veré esta grande visión, por qué
causa la zarza no se quema. 4Viendo Jehová que él iba a ver, lo
llamó Dios de en medio de la zarza, y dijo: ¡Moisés, Moisés! Y él respondió:
Heme aquí. 5Y dijo: No te acerques; quita tu calzado de tus pies,
porque el lugar en que tú estás, tierra santa es. 6Y dijo: Yo soy
el Dios de tu padre, Dios de Abraham, Dios de Isaac, y Dios de Jacob. Entonces
Moisés cubrió su rostro, porque tuvo miedo de mirar a Dios.
7Dijo luego
Jehová: Bien he visto la aflicción de mi pueblo que está en Egipto, y he oído
su clamor a causa de sus exactores; pues he conocido sus angustias, 8y
he descendido para librarlos de mano de los egipcios, y sacarlos de aquella
tierra a una tierra buena y ancha, a tierra que fluye leche y miel, a los
lugares del cananeo, del heteo, del amorreo, del ferezeo, del heveo y del
jebuseo. 9El clamor, pues, de los hijos de Israel ha venido delante
de mí, y también he visto la opresión con que los egipcios los oprimen.
10Ven, por tanto, ahora, y te enviaré a Faraón, para que saques de
Egipto a mi pueblo, los hijos de Israel. 11Entonces Moisés
respondió a Dios: ¿Quién soy yo para que vaya a Faraón, y saque de Egipto a los
hijos de Israel? 12Y él respondió: Ve, porque yo estaré contigo; y
esto te será por señal de que yo te he enviado: cuando hayas sacado de Egipto
al pueblo, serviréis a Dios sobre este monte.
13Dijo Moisés a
Dios: He aquí que llego yo a los hijos de Israel, y les digo: El Dios de
vuestros padres me ha enviado a vosotros. Si ellos me
preguntaren: ¿Cuál es su nombre?, ¿qué les responderé? 14Y
respondió Dios a Moisés: YO SOY EL QUE SOY. Y dijo: Así
dirás a los hijos de Israel: YO SOY me envió a vosotros. 15Además
dijo Dios a Moisés: Así dirás a los hijos de Israel: Jehová,
el Dios de vuestros padres, el Dios de Abraham, Dios de Isaac y Dios de Jacob,
me ha enviado a vosotros. Este es mi nombre para siempre; con él se me
recordará por todos los siglos. 16Ve, y reúne a los ancianos de
Israel, y diles: Jehová, el Dios de vuestros padres, el Dios de Abraham, de
Isaac y de Jacob, me apareció diciendo: En verdad os he visitado, y he visto lo
que se os hace en Egipto; 17y he dicho: Yo os sacaré de la
aflicción de Egipto a la tierra del cananeo, del heteo, del amorreo, del
ferezeo, del heveo y del jebuseo, a una tierra que fluye leche y miel. 18Y
oirán tu voz; e irás tú, y los ancianos de Israel, al rey de Egipto, y le
diréis: Jehová el Dios de los hebreos nos ha encontrado; por tanto, nosotros
iremos ahora camino de tres días por el desierto, para que ofrezcamos
sacrificios a Jehová nuestro Dios. 19Mas yo sé que el rey de
Egipto no os dejará ir sino por mano fuerte. 20Pero yo extenderé
mi mano, y heriré a Egipto con todas mis maravillas que haré en él, y entonces
os dejará ir. 21Y yo daré a este pueblo gracia en los ojos de los
egipcios, para que cuando salgáis, no vayáis con las manos vacías; 22sino
que pedirá cada mujer a su vecina y a su huéspeda alhajas de plata, alhajas de
oro, y vestidos, los cuales pondréis sobre vuestros hijos y vuestras hijas; y
despojaréis a Egipto.
4
1Entonces Moisés
respondió diciendo: He aquí que ellos no me creerán, ni oirán mi voz; porque
dirán: No te ha aparecido Jehová. 2Y Jehová dijo: ¿Qué es eso que
tienes en tu mano? Y él respondió: Una vara. 3El le dijo: Echala
en tierra. Y él la echó en tierra, y se hizo una culebra; y Moisés huía de ella.
4Entonces dijo Jehová a Moisés: Extiende tu mano, y tómala por la cola.
Y él extendió su mano, y la tomó, y se volvió vara en su mano. 5Por
esto creerán que se te ha aparecido Jehová, el Dios de tus padres, el Dios de
Abraham, Dios de Isaac y Dios de Jacob.
6Le dijo además
Jehová: Mete ahora tu mano en tu seno. Y él metió la mano en su seno; y cuando
la sacó, he aquí que su mano estaba leprosa como la nieve. 7Y
dijo: Vuelve a meter tu mano en tu seno. Y él volvió a meter su mano en su
seno; y al sacarla de nuevo del seno, he aquí que se había vuelto como la otra
carne. 8Si aconteciere que no te creyeren ni obedecieren a la voz
de la primera señal, creerán a la voz de la postrera. 9Y si aún no
creyeren a estas dos señales, ni oyeren tu voz, tomarás de las aguas del río y
las derramarás en tierra; y se cambiarán aquellas aguas que tomarás del río y
se harán sangre en la tierra.
10Entonces dijo
Moisés a Jehová: ¡Ay, Señor! nunca he sido hombre de fácil palabra, ni antes,
ni desde que tú hablas a tu siervo; porque soy tardo en el habla y torpe de
lengua. 11Y Jehová le respondió: ¿Quién dio la boca al hombre? ¿o
quién hizo al mudo y al sordo, al que ve y al ciego? ¿No soy yo Jehová?
12Ahora pues, ve, y yo estaré con tu boca, y te enseñaré lo que hayas de
hablar. 13Y él dijo: ¡Ay, Señor! envía, te ruego, por medio del
que debes enviar. 14Entonces Jehová se enojó contra Moisés, y
dijo: ¿No conozco yo a tu hermano Aarón, levita, y que él habla bien? Y he aquí
que él saldrá a recibirte, y al verte se alegrará en su corazón. 15Tú
hablarás a él, y pondrás en su boca las palabras, y yo estaré con tu boca y con
la suya, y os enseñaré lo que hayáis de hacer. 16Y él hablará por
ti al pueblo; él te será a ti en lugar de boca, y tú serás para él en lugar de
Dios. 17Y tomarás en tu mano esta vara, con la cual harás las
señales.
Moisés vuelve a Egipto
18Así se fue
Moisés, y volviendo a su suegro Jetro, le dijo: Iré ahora, y volveré a mis
hermanos que están en Egipto, para ver si aún viven. Y Jetro dijo a Moisés: Ve
en paz. 19Dijo también Jehová a Moisés en Madián: Ve y vuélvete a
Egipto, porque han muerto todos los que procuraban tu muerte. 20Entonces
Moisés tomó su mujer y sus hijos, y los puso sobre un asno, y volvió a tierra
de Egipto. Tomó también Moisés la vara de Dios en su mano. 21Y
dijo Jehová a Moisés: Cuando hayas vuelto a Egipto, mira que hagas delante de
Faraón todas las maravillas que he puesto en tu mano; pero yo endureceré su
corazón, de modo que no dejará ir al pueblo. 22Y dirás a Faraón:
Jehová ha dicho así: Israel es mi hijo, mi primogénito. 23Ya te he
dicho que dejes ir a mi hijo, para que me sirva, mas no has querido dejarlo ir;
he aquí yo voy a matar a tu hijo, tu primogénito.
24Y aconteció en
el camino, que en una posada Jehová le salió al encuentro, y quiso matarlo.
25Entonces Séfora tomó un pedernal afilado y cortó el prepucio de su
hijo, y lo echó a sus pies, diciendo: A la verdad tú me eres un esposo de
sangre. 26Así le dejó luego ir. Y ella dijo: Esposo de sangre, a
causa de la circuncisión.
27Y Jehová dijo a
Aarón: Ve a recibir a Moisés al desierto. Y él fue, y lo encontró en el monte
de Dios, y le besó. 28Entonces contó Moisés a Aarón todas las
palabras de Jehová que le enviaba, y todas las señales que le había dado.
29Y fueron Moisés y Aarón, y reunieron a todos los ancianos de los hijos
de Israel. 30Y habló Aarón acerca de todas las cosas que Jehová
había dicho a Moisés, e hizo las señales delante de los ojos del pueblo.
31Y el pueblo creyó; y oyendo que Jehová había visitado a los hijos de
Israel, y que había visto su aflicción, se inclinaron y adoraron.
Salmo 41
Oración pidiendo salud
Al músico principal. Salmo de David.
1 Bienaventurado el que piensa en el pobre;
En el día
malo lo librará Jehová.
2 Jehová lo guardará, y le dará vida;
Será
bienaventurado en la tierra,
Y no lo
entregarás a la voluntad de sus enemigos.
3 Jehová lo sustentará sobre el lecho del dolor;
Mullirás toda su cama en su
enfermedad.
4 Yo dije: Jehová, ten misericordia de mí;
Sana mi
alma, porque contra ti he pecado.
5 Mis enemigos dicen mal de mí, preguntando:
¿Cuándo
morirá, y perecerá su nombre?
6 Y si vienen a verme, hablan mentira;
Su corazón
recoge para sí iniquidad,
Y al salir fuera la divulgan.
7 Reunidos murmuran contra mí todos los que me aborrecen;
Contra mí
piensan mal, diciendo de mí:
8 Cosa pestilencial se ha apoderado de él;
Y el que
cayó en cama no volverá a levantarse.
9 Aun el hombre de mi paz, en quien yo confiaba, el que de mi pan comía,
Alzó contra
mí el calcañar.
10 Mas tú, Jehová, ten misericordia de mí, y hazme levantar,
Y les daré el pago.
11 En esto conoceré que te he agradado,
Que mi
enemigo no se huelgue de mí.
12 En cuanto a mí, en mi integridad me has sustentado,
Y me has hecho estar delante
de ti para siempre.
13 Bendito sea Jehová, el Dios de Israel,
Por los
siglos de los siglos.
Amén y Amén.
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