13 de Febrero
¡Confía en Dios! ¡Él no puede mentir!
Por Riqui Ricón*
Fíate de Jehová de todo tu corazón, Y no te apoyes en tu propia
prudencia. Reconócelo en todos tus caminos, Y él enderezará tus veredas…
Porque será medicina a tu cuerpo, Y refrigerio para tus huesos (Pro 3.5-6, 8).
Dios, el Todopoderoso, lo
único que te pide es que confíes en Él, que creas a Su Palabra, que creas que
tiene Palabra de Honor, pues, al fin de cuentas, Él no puede mentir.
Efectivamente, hay una sola cosa que el Todopoderoso Dios no puede hacer, y eso
es mentir.
Por la fe entendemos haber sido constituido el universo por la palabra
de Dios, de modo que lo que se ve fue hecho de lo que no se veía (He 11.3).
Dado que el poder de la
fuerza de Dios es Su Palabra, con la cual creó todo el universo (lo visible y
lo invisible), podemos comprender que cualquier cosa que Dios dice se cumple
forzosamente. Por esto Dios no puede mentir. Aunque Él quisiera hacerlo no
podría, pues la mentira es todo lo contrario a la Verdad y, como ya vimos, toda
palabra que sale de la boca de Dios es Verdad, ya que se cumple por sí misma.
Y dijo Dios: Sea la luz; y fue la luz (Gen 1.3).
¡Cuando Dios dijo, sea la
luz, fue la luz y no otra cosa!
A manera de ilustración, si
el Señor quisiera jugarte una broma y se apareciera a ti, un día miércoles,
diciendo: “hola, ¿no te gusta la hermosa noche de viernes que les estoy
dando?”; no podrías replicarle por haberse equivocado, ya que, como Él es Dios,
¿qué crees que pasará cuando las palabras “hermosa noche de viernes” salgan de
Su boca? Pues a cambiar agendas y ajustar relojes mi amado(a) porque, sin
discusión alguna, se volverá un hermoso viernes por la noche.
Puesto que La Palabra de
Dios es la Verdad eterna e infalible, no se trata aquí de si Él es confiable o
no, sino que se trata de si decides tú confiar en Él o no. Se trata de si
decides tú creerle o no creerle a Su Palabra. Aunque, dado que Dios es cien por ciento confiable, sería un
tremendo error no creerle.
Jesús le dijo: Si puedes creer, al que cree todo le es posible (Mar 9.23).
Así que, si te fías del
Señor tu Dios de todo tu corazón, Él ha prometido enderezar tus pasos, ser
medicina para todo tu cuerpo y traer refrigerio a todos tus huesos. Y además, largura de días y años de vida y paz te aumentará. ¿Puedes
creer esto?
Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito,
para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna. Porque
no envió Dios a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo
sea salvo por él (Jn 3.16-17).
Cómo no confiar en Dios que
te ama tanto que prefirió entregar a Su propio Hijo, para pagar todos tus
pecados, antes que perderte a ti.
Y si te das cuenta, como
consecuencia de creerle a Él (confiar), creyendo Su Palabra, recibes el
regalo de la Vida Eterna, la cual sólo
pueden tener los Hijos de Dios Nacidos de Nuevo.
A qué me refiero con esto:
Ahora, pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús,
los que no andan conforme a la carne, sino conforme al Espíritu. Porque
la ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús me ha librado de la ley del pecado
y de la muerte (Ro 8.1-2).
El pago que Jesús hizo en la
cruz para tu justificación y santificación fue tan completo, perfecto y acabado
que, ahora, en lugar de condenación
tienes derecho a vivir una vida plena y abundante: ¡La Vida Eterna de
un(a) Hijo(a) del Rey!
El ladrón no viene más que a robar, matar y destruir; yo he venido
para que tengan vida, y la tengan en abundancia (Jn
10.10 NVI).
Solamente en esta Vida plena
y abundante, que Jesús adquirió para ti al morir en esa cruz y resucitar
venciendo a la muerte, es que tú eres verdaderamente libre de la ley del pecado
y de la muerte.
Ahora bien, pon mucha
atención a lo que sigue pues esta es la confianza que tenemos en Cristo Jesús.
En esa voluntad somos
santificados mediante la ofrenda del cuerpo de Jesucristo hecha una vez para
siempre. Y ciertamente todo sacerdote está día tras día ministrando y
ofreciendo muchas veces los mismos sacrificios, que nunca pueden quitar los
pecados; pero Cristo, habiendo ofrecido una vez para siempre un
solo sacrificio por los pecados, se ha sentado a la diestra de Dios, de
ahí en adelante esperando hasta que sus enemigos sean puestos por estrado de
sus pies; porque con una sola ofrenda hizo perfectos para
siempre a los santificados. Y nos atestigua lo mismo el Espíritu
Santo; porque después de haber dicho: Este es el pacto que haré con ellos Después
de aquellos días, dice el Señor: Pondré mis leyes en sus corazones, Y en sus
mentes las escribiré, añade: Y nunca más me acordaré de sus
pecados y transgresiones (He 10.10-17).
Entonces, de
acuerdo a la Biblia, que es La Palabra de Dios y no miente, Jesús, con un solo
sacrificio, hecho una vez y para
siempre, te ha apartado para ser hecho(a) perfecto(a) como solo puede
serlo un(a) Hijo(a) de Dios Nacido(a) de Nuevo. Y esto, mi amado(a), se llama,
¡enderezar tus veredas!
¡Confía en Dios! ¡Él no puede mentir!
Oremos en voz audible:
Amado padre celestial, hoy
vengo delante de Ti para asegurarte que he puesto mi confianza en Tu Palabra.
Señor Jesús, yo en Ti confío. Gracias, porque con Tu muerte y resurrección yo
he pasado de muerte a vida, me trasladaste de las tinieblas en las que estaba a
Tu luz admirable. Por Tu Amor, por Tu Sangre y por Tu Palabra he Nacido de
Nuevo para recibir la Vida Eterna como un(a) Hijo(a) de Dios. ¡Gracias, Señor
Jesús! ¡Muchas gracias! En Ti confía mi corazón. En Ti se goza mi alma. En Ti
descansa mi ser. Puedo ser feliz, pues aunque ande en valle de sombra y de
muerte, no temeré mal alguno, porque Tú, Señor, estás conmigo. Creo y declaro
que yo, ___________________ (tu nombre aquí), habito al abrigo del Altísimo y moro bajo la sombra del Omnipotente. Te
digo a Ti, Jesús: Esperanza mía, y castillo mío; Mi Dios, en Ti confiaré. Tú me
librarás del lazo del cazador, de la peste destructora. Con Tus plumas me
cubrirás, y debajo de Tus alas estaré seguro(a); Escudo y adarga es Tu verdad. No
temeré el terror nocturno, ni saeta que vuele de día, ni pestilencia que ande
en oscuridad, ni mortandad que en medio del día destruya. Caerán a mi lado
mil, y diez mil a mi diestra; mas a mí no llegará. Ciertamente con mis ojos
miraré y veré la recompensa de los impíos. Porque te he puesto a Ti, Jehová,
que eres mi esperanza, al Altísimo por mi habitación, No me sobrevendrá mal, ni
plaga tocará mi morada. Pues a Tus ángeles mandará acerca de mí, que me
guarden en todos mis caminos. En las manos me llevarán, para que mi pie no tropiece
en piedra. Sobre el león y el áspid pisaré; hollaré al cachorro del león y al
dragón. Por cuanto en Ti, Jesús, yo he puesto mi amor, Tú también me librarás;
me pondrás en alto, por cuanto he conocido Tu nombre. Te invocaré, y Tú me
responderás; conmigo estarás Tú en la angustia; me librarás y me glorificarás.
Me saciarás de larga vida, y me mostrarás Tu salvación. En el nombre de Jesús.
Amén.
Nota Importante:
¿Cómo me hago Hijo de Dios? ¿Cómo
establezco una relación con el Todopoderoso?
Sólo haz la siguiente oración en
voz audible poniendo toda tu atención y corazón a lo que le estás diciendo a
Dios:
Señor Jesús, yo creo que eres el
Hijo de Dios. Que viniste a este mundo de la virgen María para pagar todos mis
pecados, y yo he sido un(a) pecador(a). Por eso, te digo el día de hoy que sí
acepto. ¡Sí acepto tu sacrificio en la cruz! ¡Sí acepto Tu Sangre preciosa
derramada hasta la última gota por Amor a mí! Te abro mi corazón y te invito a
entrar porque quiero, Señor Jesús, que desde hoy y para siempre Tú seas mi
único y suficiente Salvador, mi Dios, mi Rey y mi Señor. Gracias, Dios
Poderoso, pues con esta simple oración y profesión de fe he pasado de muerte a
Vida, he sido trasladado(a) de las tinieblas a Tu Luz admirable. ¡Hoy he Nacido
de Nuevo! ¡Dios, ahora yo Soy Tu Hijo(a)! ¡Ahora Tú eres mi Padre! ¡Nunca más
estaré solo(a)! Nunca más viviré derrotado(a). En el nombre de Jesús. Amén.
*Ricardo C. Peredo
Jaime © 2011
Lectura
y Meditación de la Palabra de Dios
Haz
estas lecturas diarias y al final de un año habrás leído toda la Biblia.
Febrero
13 Heb 9.23-10.18
/ Ex 9-10 /
Pro 3
Hebreos
9.23-10.18
El sacrificio de Cristo quita el pecado
23Fue, pues,
necesario que las figuras de las cosas celestiales fuesen purificadas así; pero
las cosas celestiales mismas, con mejores sacrificios que estos. 24Porque
no entró Cristo en el santuario hecho de mano, figura del verdadero, sino en el
cielo mismo para presentarse ahora por nosotros ante Dios; 25y no
para ofrecerse muchas veces, como entra el sumo sacerdote en el Lugar Santísimo
cada año con sangre ajena. 26De otra manera le hubiera sido
necesario padecer muchas veces desde el principio del mundo; pero ahora, en la
consumación de los siglos, se presentó una vez para siempre por el sacrificio
de sí mismo para quitar de en medio el pecado. 27Y de la manera
que está establecido para los hombres que mueran una sola vez, y después de
esto el juicio, 28así también Cristo fue ofrecido una sola vez
para llevar los pecados de muchos; y aparecerá por segunda vez, sin relación
con el pecado, para salvar a los que le esperan.
10
1Porque la ley,
teniendo la sombra de los bienes venideros, no la imagen misma de las cosas,
nunca puede, por los mismos sacrificios que se ofrecen continuamente cada año,
hacer perfectos a los que se acercan. 2De otra manera cesarían de
ofrecerse, pues los que tributan este culto, limpios una vez, no tendrían ya
más conciencia de pecado. 3Pero en estos sacrificios cada año se
hace memoria de los pecados; 4porque la sangre de los toros y de
los machos cabríos no puede quitar los pecados. 5Por lo cual,
entrando en el mundo dice:
Sacrificio y ofrenda no
quisiste;
Mas me preparaste cuerpo.
6 Holocaustos y expiaciones por el pecado no te agradaron.
7 Entonces dije: He aquí que vengo, oh Dios, para
hacer tu voluntad,
Como en el rollo del libro
está escrito de mí.
8Diciendo primero: Sacrificio y
ofrenda y holocaustos y expiaciones por el pecado no quisiste, ni te agradaron
(las cuales cosas se ofrecen según la ley), 9y diciendo luego: He
aquí que vengo, oh Dios, para hacer tu voluntad; quita lo primero, para
establecer esto último. 10En esa voluntad somos santificados
mediante la ofrenda del cuerpo de Jesucristo hecha una vez para siempre.
11Y ciertamente
todo sacerdote está día tras día ministrando y ofreciendo muchas veces los
mismos sacrificios, que nunca pueden quitar los pecados; 12pero
Cristo, habiendo ofrecido una vez para siempre un solo sacrificio por los
pecados, se ha sentado a la diestra de Dios, 13de ahí en adelante
esperando hasta que sus enemigos sean puestos por estrado de sus pies; 14porque con una sola ofrenda hizo perfectos para siempre a los
santificados. 15Y nos atestigua lo mismo el Espíritu Santo; porque
después de haber dicho:
16 Este es el pacto que haré con ellos
Después de aquellos días, dice
el Señor:
Pondré mis leyes en sus
corazones,
Y en sus mentes las
escribiré,
17añade:
Y nunca más me acordaré de sus
pecados y transgresiones.
18Pues donde hay
remisión de éstos, no hay más ofrenda por el pecado.
Exodo
9-10
La plaga en el ganado
9
1Entonces Jehová
dijo a Moisés: Entra a la presencia de Faraón, y dile: Jehová, el Dios de los
hebreos, dice así: Deja ir a mi pueblo, para que me sirva. 2Porque
si no lo quieres dejar ir, y lo detienes aún, 3he aquí la mano de
Jehová estará sobre tus ganados que están en el campo, caballos, asnos,
camellos, vacas y ovejas, con plaga gravísima. 4Y Jehová hará
separación entre los ganados de Israel y los de Egipto, de modo que nada muera
de todo lo de los hijos de Israel. 5Y Jehová fijó plazo, diciendo:
Mañana hará Jehová esta cosa en la tierra. 6Al día siguiente
Jehová hizo aquello, y murió todo el ganado de Egipto; mas del ganado de los
hijos de Israel no murió uno. 7Entonces Faraón envió, y he aquí
que del ganado de los hijos de Israel no había muerto uno. Mas el corazón de
Faraón se endureció, y no dejó ir al pueblo.
La plaga de úlceras
8Y Jehová dijo a
Moisés y a Aarón: Tomad puñados de ceniza de un horno, y la esparcirá Moisés
hacia el cielo delante de Faraón; 9y vendrá a ser polvo sobre toda
la tierra de Egipto, y producirá sarpullido con úlceras en los hombres y en las
bestias, por todo el país de Egipto. 10Y tomaron ceniza del horno,
y se pusieron delante de Faraón, y la esparció Moisés hacia el cielo; y hubo
sarpullido que produjo úlceras tanto en los hombres como en
las bestias. 11Y los hechiceros no podían estar delante de Moisés
a causa del sarpullido, porque hubo sarpullido en los hechiceros y en todos los
egipcios. 12Pero Jehová endureció el corazón de Faraón, y no los
oyó, como Jehová lo había dicho a Moisés.
La plaga de granizo
13Entonces Jehová
dijo a Moisés: Levántate de mañana, y ponte delante de Faraón, y dile: Jehová,
el Dios de los hebreos, dice así: Deja ir a mi pueblo, para que me sirva.
14Porque yo enviaré esta vez todas mis plagas a tu corazón, sobre tus
siervos y sobre tu pueblo, para que entiendas que no hay otro como yo en toda
la tierra. 15Porque ahora yo extenderé mi mano para herirte a ti y
a tu pueblo de plaga, y serás quitado de la tierra. 16Y a la
verdad yo te he puesto para mostrar en ti mi poder, y para que mi nombre sea
anunciado en toda la tierra. 17¿Todavía te
ensoberbeces contra mi pueblo, para no dejarlos ir? 18He aquí que
mañana a estas horas yo haré llover granizo muy pesado, cual nunca hubo en
Egipto, desde el día que se fundó hasta ahora. 19Envía, pues, a recoger
tu ganado, y todo lo que tienes en el campo; porque todo hombre o animal que se
halle en el campo, y no sea recogido a casa, el granizo caerá sobre él, y
morirá. 20De los siervos de Faraón, el que tuvo temor de la
palabra de Jehová hizo huir sus criados y su ganado a casa; 21mas
el que no puso en su corazón la palabra de Jehová, dejó sus criados y sus
ganados en el campo.
22Y Jehová dijo a
Moisés: Extiende tu mano hacia el cielo, para que venga granizo en toda la
tierra de Egipto sobre los hombres, y sobre las bestias, y sobre toda la hierba
del campo en el país de Egipto. 23Y Moisés extendió su vara hacia
el cielo, y Jehová hizo tronar y granizar, y el fuego se descargó sobre la
tierra; y Jehová hizo llover granizo sobre la tierra de Egipto. 24Hubo,
pues, granizo, y fuegoc mezclado con el granizo, tan
grande, cual nunca hubo en toda la tierra de Egipto desde que fue habitada.
25Y aquel granizo hirió en toda la tierra de Egipto todo lo que estaba
en el campo, así hombres como bestias; asimismo destrozó el granizo toda la
hierba del campo, y desgajó todos los árboles del país. 26Solamente
en la tierra de Gosén, donde estaban los hijos de Israel, no hubo granizo.
27Entonces Faraón
envió a llamar a Moisés y a Aarón, y les dijo: He pecado esta vez; Jehová es
justo, y yo y mi pueblo impíos. 28Orad a Jehová para que cesen los
truenos de Dios y el granizo, y yo os dejaré ir, y no os detendréis más.
29Y le respondió Moisés: Tan pronto salga yo de la ciudad, extenderé mis
manos a Jehová, y los truenos cesarán, y no habrá más granizo; para que sepas
que de Jehová es la tierra. 30Pero yo sé que ni tú ni tus siervos
temeréis todavía la presencia de Jehová Dios. 31El lino, pues, y
la cebada fueron destrozados, porque la cebada estaba ya espigada, y el lino en
caña. 32Mas el trigo y el centeno no fueron destrozados, porque
eran tardíos. 33Y salido Moisés de la presencia de Faraón, fuera
de la ciudad, extendió sus manos a Jehová, y cesaron los truenos y el granizo,
y la lluvia no cayó más sobre la tierra. 34Y viendo Faraón que la
lluvia había cesado, y el granizo y los truenos, se obstinó en pecar, y
endurecieron su corazón él y sus siervos. 35Y el corazón de Faraón
se endureció, y no dejó ir a los hijos de Israel, como Jehová lo había dicho
por medio de Moisés.
La plaga de langostas
10
1Jehová dijo a
Moisés: Entra a la presencia de Faraón; porque yo he endurecido su corazón, y
el corazón de sus siervos, para mostrar entre ellos estas mis señales, 2y
para que cuentes a tus hijos y a tus nietos las cosas que yo hice en Egipto, y
mis señales que hice entre ellos; para que sepáis que yo soy Jehová. 3Entonces
vinieron Moisés y Aarón a Faraón, y le dijeron: Jehová el Dios de los hebreos
ha dicho así: ¿Hasta cuándo no querrás humillarte delante de mí? Deja ir a mi
pueblo, para que me sirva. 4Y si aún rehúsas dejarlo ir, he aquí
que mañana yo traeré sobre tu territorio la langosta, 5la cual
cubrirá la faz de la tierra, de modo que no pueda verse la tierra; y ella
comerá lo que escapó, lo que os quedó del granizo; comerá asimismo todo árbol
que os fructifica en el campo. 6Y llenará tus casas, y las casas
de todos tus siervos, y las casas de todos los egipcios, cual nunca vieron tus
padres ni tus abuelos, desde que ellos fueron sobre la tierra hasta hoy. Y se
volvió y salió de delante de Faraón. 7Entonces los siervos de
Faraón le dijeron: ¿Hasta cuándo será este hombre un lazo para nosotros? Deja
ir a estos hombres, para que sirvan a Jehová su Dios. ¿Acaso no sabes todavía
que Egipto está ya destruido? 8Y Moisés y Aarón volvieron a ser
llamados ante Faraón, el cual les dijo: Andad, servid a Jehová vuestro Dios.
¿Quiénes son los que han de ir? 9Moisés respondió: Hemos de ir con
nuestros niños y con nuestros viejos, con nuestros hijos y con nuestras hijas;
con nuestras ovejas y con nuestras vacas hemos de ir; porque es nuestra fiesta
solemne para Jehová. 10Y él les dijo: ¡Así sea Jehová con
vosotros! ¿Cómo os voy a dejar ir a vosotros y a vuestros niños? ¡Mirad cómo el
mal está delante de vuestro rostro! 11No será así; id ahora
vosotros los varones, y servid a Jehová, pues esto es lo que vosotros
pedisteis. Y los echaron de la presencia de Faraón.
12Entonces Jehová
dijo a Moisés: Extiende tu mano sobre la tierra de Egipto para traer la
langosta, a fin de que suba sobre el país de Egipto, y consuma todo lo que el
granizo dejó. 13Y extendió Moisés su vara sobre la tierra de
Egipto, y Jehová trajo un viento oriental sobre el país todo aquel día y toda
aquella noche; y al venir la mañana el viento oriental trajo la langosta.
14Y subió la langosta sobre toda la tierra de Egipto, y se asentó en
todo el país de Egipto en tan gran cantidad como no la hubo antes ni la habrá
después; 15y cubrió la faz de todo el país, y oscureció la tierra; y consumió toda la hierba de la tierra, y todo el fruto de los árboles que
había dejado el granizo; no quedó cosa verde en árboles ni en hierba del campo,
en toda la tierra de Egipto.
16Entonces Faraón
se apresuró a llamar a Moisés y a Aarón, y dijo: He pecado contra Jehová
vuestro Dios, y contra vosotros. 17Mas os ruego ahora que
perdonéis mi pecado solamente esta vez, y que oréis a Jehová vuestro Dios que
quite de mí al menos esta plaga mortal. 18Y salió Moisés de
delante de Faraón, y oró a Jehová. 19Entonces Jehová trajo un
fortísimo viento occidental, y quitó la langosta y la arrojó en el Mar Rojo; ni
una langosta quedó en todo el país de Egipto. 20Pero Jehová
endureció el corazón de Faraón, y éste no dejó ir a los hijos de Israel.
La plaga de tinieblas
21Jehová dijo a
Moisés: Extiende tu mano hacia el cielo, para que haya tinieblas sobre la tierra de Egipto, tanto que cualquiera las palpe. 22Y
extendió Moisés su mano hacia el cielo, y hubo densas tinieblas sobre toda la
tierra de Egipto, por tres días. 23Ninguno vio a su prójimo, ni
nadie se levantó de su lugar en tres días; mas todos los hijos de Israel tenían
luz en sus habitaciones. 24Entonces Faraón hizo llamar a Moisés, y
dijo: Id, servid a Jehová; solamente queden vuestras ovejas y vuestras vacas;
vayan también vuestros niños con vosotros. 25Y Moisés respondió:
Tú también nos darás sacrificios y holocaustos que sacrifiquemos para Jehová
nuestro Dios. 26Nuestros ganados irán también con nosotros; no
quedará ni una pezuña; porque de ellos hemos de tomar para servir a Jehová
nuestro Dios, y no sabemos con qué hemos de servir a Jehová hasta que lleguemos
allá. 27Pero Jehová endureció el corazón de Faraón, y no quiso
dejarlos ir. 28Y le dijo Faraón: Retírate de mí; guárdate que no
veas más mi rostro, porque en cualquier día que vieres mi rostro, morirás.
29Y Moisés respondió: Bien has dicho; no veré más tu rostro.
Proverbios 3
Exhortación a la obediencia
3
1 Hijo mío, no te olvides de mi ley,
Y tu corazón
guarde mis mandamientos;
2 Porque largura de días y años de vida
Y paz te
aumentarán.
3 Nunca se aparten de ti la misericordia y la verdad;
Atalas a tu
cuello,
Escríbelas
en la tabla de tu corazón;
4 Y hallarás gracia y buena opinión
Ante los ojos de Dios y de los
hombres.
5 Fíate de Jehová de todo tu corazón,
Y no te
apoyes en tu propia prudencia.
6 Reconócelo en todos tus caminos,
Y él
enderezará tus veredas.
7 No seas sabio en tu propia opinión;
Teme a
Jehová, y apártate del mal;
8 Porque será medicina a tu cuerpo,
Y refrigerio para tus huesos.
9 Honra a Jehová con tus bienes,
Y con las
primicias de todos tus frutos;
10 Y serán llenos tus graneros con abundancia,
Y tus lagares rebosarán de
mosto.
11 No menosprecies, hijo mío, el castigo de Jehová,
Ni te
fatigues de su corrección;
12 Porque Jehová al que ama castiga,
Como el padre al hijo a quien
quiere.
13 Bienaventurado el hombre que halla la sabiduría,
Y que
obtiene la inteligencia;
14 Porque su ganancia es mejor que la ganancia de la plata,
Y sus frutos
más que el oro fino.
15 Más preciosa es que las piedras preciosas;
Y todo lo
que puedes desear, no se puede comparar a ella.
16 Largura de días está en su mano derecha;
En su
izquierda, riquezas y honra.
17 Sus caminos son caminos deleitosos,
Y todas sus
veredas paz.
18 Ella es árbol de vida a los que de ella echan mano,
Y bienaventurados son los que
la retienen.
19 Jehová con sabiduría fundó la tierra;
Afirmó los
cielos con inteligencia.
20 Con su ciencia los abismos fueron divididos,
Y destilan rocío los cielos.
21 Hijo mío, no se aparten estas cosas de tus ojos;
Guarda la
ley y el consejo,
22 Y serán vida a tu alma,
Y gracia a
tu cuello.
23 Entonces andarás por tu camino confiadamente,
Y tu pie no
tropezará.
24 Cuando te acuestes, no tendrás temor,
Sino que te
acostarás, y tu sueño será grato.
25 No tendrás temor de pavor repentino,
Ni de la
ruina de los impíos cuando viniere,
26 Porque Jehová será tu confianza,
Y él preservará tu pie de
quedar preso.
27 No te niegues a hacer el bien a quien es debido,
Cuando
tuvieres poder para hacerlo.
28 No digas a tu prójimo: Anda, y vuelve,
Y mañana te
daré,
Cuando
tienes contigo qué darle.
29 No intentes mal contra tu prójimo
Que habita
confiado junto a ti.
30 No tengas pleito con nadie sin razón,
Si no te han
hecho agravio.
31 No envidies al hombre injusto,
Ni escojas
ninguno de sus caminos.
32 Porque Jehová abomina al perverso;
Mas su
comunión íntima es con los justos.
33 La maldición de Jehová está en la casa del impío,
Pero
bendecirá la morada de los justos.
34 Ciertamente él escarnecerá a los escarnecedores,
Y a los
humildes dará gracia.
35 Los sabios heredarán honra,
Mas los
necios llevarán ignominia.
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