Viernes 23 de
Noviembre de 2012.
¡Tú ya tienes esta clase de fe!
Por Riqui Ricón*
Simón Pedro,
siervo y apóstol de Jesucristo, a los que habéis alcanzado, por la justicia de
nuestro Dios y Salvador Jesucristo, una fe igualmente preciosa que la nuestra (2 P 1.1).
El primer capítulo de la segunda
carta del apóstol Pedro es tan maravillosamente rico en la revelación de quién ahora
tú eres en Cristo Jesús que necesitas varios días de meditación para poder
comprender y recibir la enseñanza que la Palabra de Dios te da el día de hoy.
Por sólo citar algunos de los
puntos más relevantes, encontrarás que:
1) En Cristo Jesús, ya tienes fe.
2) Todas las cosas buenas ya te han
sido dadas.
3) Dios te ha dado preciosas y
grandísimas promesas.
4) Ahora participas de la misma
naturaleza divina que tu Padre Celestial.
5) Por todo lo anterior, estás
facultado(a) para vencer al pecado y vivir en santidad.
6) No caerás jamás.
7) Tienes amplia y generosa
entrada al Reino de Dios.
8) Todo esto está establecido por
Dios en la Palabra profética más segura, que es Su propia Palabra, la Biblia.
Ahora bien, en lugar de
atemorizarte o sentirte indigno porque Él ha mostrado en tu tiempo las abundantes riquezas de su gracia en su bondad para con nosotros en
Cristo Jesús, mejor acepta que este es el
mensaje constante y coherente del Evangelio: que Dios estaba en Cristo reconciliando consigo
al mundo, no tomándoles en cuenta a los hombres sus pecados,… ya que, Al que no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado, para que nosotros
fuésemos hechos justicia de Dios en él (2 Co 5.19, 21).
Tienes que entender, de una vez
por todas, que el Plan de Redención de Dios para tu vida, es mucho más rico y
maravilloso como para sólo contener el perdón de tus pecados y tu entrada al
cielo, lo cual, ya es en sí mismo magnífico.
Limpiar nuestros pecados es
apenas el primer requisito para tener derecho a esas preciosas y grandísimas promesas por medio de las cuales puedes llegar a ser participante
de la naturaleza divina (2 P 1.4).
Son precisamente estas promesas,
puestas por escrito en la Biblia, las que te ubican de lleno dentro del Plan de
Redención.
Cristo nos redimió de la
maldición de la ley, hecho por nosotros maldición (porque está escrito: Maldito
todo el que es colgado en un madero ),
para que en Cristo Jesús la bendición de Abraham alcanzase a los
gentiles, a fin de que por la fe recibiésemos la promesa del Espíritu… Y si
vosotros sois de Cristo, ciertamente linaje de Abraham sois, y herederos según
la promesa (Gal 3.13, 14, 29).
Efectivamente, gracias al Amor
con que Dios te ha amado a ti y al sacrificio de Jesús, como HIJO(A) DE DIOS NACIDO(A) DE NUEVO, ya has
sido redimido(a) de toda maldición (enfermedad, pobreza, temor, angustia,
rencor, resentimiento, soledad, tribulación, depresión, amargura, dolor, etc.,
etc.) y ahora vives bajo la bendición de Abraham, que es la bendición de Dios, TU
PADRE: ser adoptado Hijo(a) Suyo(a) según el puro afecto de Su Voluntad,
obteniendo así la vida eterna, la vida abundante de prosperidad, salud, amor,
paz, gozo y plenitud que sólo los Hijos de Dios pueden disfrutar.
Pues no habéis recibido el
espíritu de esclavitud para estar otra vez en temor, sino que habéis recibido
el espíritu de adopción, por el cual clamamos: ¡Abba, Padre! El
Espíritu mismo da testimonio a nuestro espíritu, de que somos hijos de Dios.
Y si hijos, también herederos; herederos de Dios y coherederos con
Cristo (Ro 8.15-17a).
En Verdad, sin importar cuales
sean tus circunstancias en este momento o como te sientas o mires a ti misma(o)
el día de hoy; tú eres Hijo(a) de Dios; heredero(a); heredero(a) de Dios y
coheredero(a) con Cristo. ¡Heredero(a) de la Promesa del Espíritu! ¿De cuál
Espíritu? Del mismo Espíritu que te permite, por medio de la fe en Cristo Jesús,
RECIBIR TODO ESTO: el Espíritu Santo.
Porque a los que antes
conoció, también los predestinó para que fuesen hechos conformes a la imagen de
su Hijo, para que él sea el primogénito entre muchos hermanos (Ro 8.29).
Es el mismo Espíritu Santo, que
resucito a Jesús de entre los muertos, el que a ti te ha regenerado, haciéndote
Nacer de Nuevo, conforme a la imagen de Su Hijo, para que Él, Jesucristo, sea
el primogénito entre muchos hermanos.
Ahora bien, para que todo esto se
pueda lograr; Él, el Espíritu Santo, te ha provisto de fe. La medida de fe, que es una fe igualmente preciosa a la del apóstol
Pedro; aquel que, con sólo pasar caminando, los enfermos sanaban con su sombra
(Hch 5.15).
Con Cristo estoy juntamente
crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la
carne, lo vivo en la fe del Hijo de
Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí. No
desecho la gracia de Dios; pues si por la ley fuese la justicia, entonces por
demás murió Cristo (Gal 2.20-21).
Así que, no
deseches la gracia de Dios pensando que esto es demasiado bueno como para CREER
que sea verdad. En lugar de eso, utiliza tu fe y comienza a vivir esa Vida Nueva
que tu Padre te ha obsequiado: la Vida Eterna, que es la Vida de un(a) Hijo(a)
de Dios.
Así es, amado(a), el Plan de
Redención de Dios para tu vida es muchísimo más que el mero perdón de tus
pecados.
De acuerdo a
la biblia, la Palabra de Dios, que no miente, Jesús mismo es el autor y
consumador de esa fe que tú ya tienes. Fe para creer quién ahora tú eres. Fe
para creer que eres ese(a) Hijo(a) amado(a) que Él dice que eres. Fe para creer
que puedes ser y hacer todas las cosas que Él dice que puedes. Tú tienes una ¡Fe con propósito!
Oremos en voz audible:
Amado Padre celestial, te amo con
todo mi corazón. Estoy muy agradecido por tanto y tan grande amor que estando
yo muerto(a) en delitos y pecados me diste Vida juntamente con Cristo, por Tu
Gracia soy salvo. Señor Jesús, Tú eres mi Dios, Rey y Salvador y quiero decirte
hoy que yo no desecho Tu Gracia sino que la recibo. Creo y recibo Tu misma fe,
Señor Jesús, para hacer las cosas que Tú hiciste y aún mayores. Pongo mi fe en
todas y cada una de Tus promesas que me has dado en la Biblia para creer y
declarar que Yo, _______________(tu nombre aquí), soy un(a) Hijo(a) de Dios
Nacido(a) de Nuevo, no de simiente corruptible sino de la incorruptible semilla
que es la Palabra de Dios, que vive y permanece para siempre. He sido escogido(a)
por Dios para ser adoptado(a) Hijo(a) Suyo(a) según el puro afecto de Su
Voluntad, para participar de la naturaleza divina. Rechazo al espíritu de
condenación y fracaso que quiere hacerme creer que sigo siendo el (la) mismo(a)
pecador(a) que antes era. ¡Apelo a la Sangre de Cristo como el precio de Amor
que se pagó por mi regeneración! Yo soy la persona que Tú, Padre Santo, dices
que soy en Tu Palabra, la Biblia. Resisto al espíritu de temor, a la
enfermedad, pobreza, rencor, tristeza y cualquier otra emoción o sentimiento
que me quiera apartar de la Verdad. ¡Jesús ya pagó por mí! ¡La Sangre fue
derramada! ¡Yo no tengo porque pagar!
¡Soy sano(a)! ¡Soy libre! ¡Soy próspero(a)! ¡Soy dichoso(a)! ¡Soy un(a)
Hijo(a) de Dios! En el nombre de Jesús. Amén.
*Ricardo C.
Peredo Jaime © 2011
Lectura
y Meditación de la Palabra de Dios
Haz estas lecturas diarias y al
final de un año habrás leído toda la Biblia.
Noviembre
23 2
P 1 / Jer 41-42
/ Sal 139
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