Martes 20 de
Noviembre de 2012.
¡La Biblia es Palabra de Honor!
Por Riqui Ricón*
Toma un rollo de libro, y
escribe en él todas las palabras que te he hablado contra Israel y contra Judá,
y contra todas las naciones, desde el día que comencé a hablarte, desde los
días de Josías hasta hoy. Quizá
oiga la casa de Judá todo el mal que yo pienso hacerles, y se arrepienta cada
uno de su mal camino, y yo perdonaré su maldad y su pecado (Jer 36.2-3).
Una de las cosas que más me han asombrado
en estos días es el descubrir cómo los seres humanos han desarrollado una
resistencia natural, una antipatía disimulada, hacia la Palabra de Dios; exactamente
igual a como el rey Joacim y sus príncipes lo hicieron en los días del profeta
Jeremías.
Me asombra saber que el 100 por
ciento de los cristianos confiesan creer que la Biblia es la Palabra de Dios y,
sin embargo, muchos viven vidas carentes del poder y de la Presencia de Dios en
sus vidas, viven luchando todos los días una batalla, que parecieran ir
perdiendo, contra las enfermedades, las carencias económicas, el rencor, el
resentimiento, el miedo y el dolor (por no mencionar al pecado).
¿Cómo puedes reconciliar la vida
que vives con las Palabras de Jesús cuando dijo:
El ladrón no viene sino para
hurtar y matar y destruir; yo he venido para que tengan vida, y para que la
tengan en abundancia (Jn 10.10).
O cuando
declaró enfáticamente:
De cierto, de cierto os digo:
El que en mí cree, las obras que yo hago, él las hará también; y aun mayores
hará, porque yo voy al Padre (Jn 14.12)?
Parece
contradictorio pero la respuesta es muy sencilla. Simplemente creyéndole a Él,
creyendo que, efectivamente, la Biblia es lo que dices que es: la Palabra de
Dios, las Palabras que salieron de la boca de Dios, y que te fue dada para tu
beneficio.
En el
epígrafe de esta reflexión se nota que Dios le dijo a Jeremías, quizá oigan y
se arrepientan y yo les perdone. Esto te muestra claramente que el deseo de
Dios es ser escuchado. Es más, Dios mismo pregunta por medio del profeta Isaías
¿Quién ha creído a nuestro mensaje?
Quién ha creído a nuestro
anuncio? ¿y sobre quién se ha manifestado el brazo de Jehová? (Isa 53.1).
Para una
correcta relación con Dios y que se te revele Su Poder, es cuestión de una
sencilla pero muy trascendente decisión, ¿a quién le vas a creer, a tu forma de
ver las cosas, como siempre lo has hecho, o a la Palabra de Honor del Dios Vivo
y Verdadero que te ha amado tanto que prefirió entregar a Su propio Hijo antes
que perderte a ti?
La serpiente era más astuta que todos los animales del
campo que Dios el SEÑOR había hecho, así que le preguntó a la mujer: —¿Es
verdad que Dios les dijo que no comieran de ningún árbol del jardín? —Podemos
comer del fruto de todos los árboles —respondió la mujer—. Pero, en cuanto al
fruto del árbol que está en medio del jardín, Dios nos ha dicho: “No coman de
ese árbol, ni lo toquen; de lo contrario, morirán.” Pero la serpiente le dijo a
la mujer: —¡No es cierto, no van a morir! (Gen 3.1-4 NVI).
Es curioso
que en miles de años la situación sigue siendo, prácticamente, la misma. El
mismo dilema que tuvieron que resolver Adán y Eva en el jardín del Edén es el
mismo al que tú te enfrentas cada día: Dios dice una cosa y la serpiente dice
otra, ¿quién de los dos dirá la verdad, la serpiente o Dios? ¿A quién, de los
dos, le vas a creer?
Tenemos también la palabra
profética más segura, a la cual hacéis bien en estar atentos como a una
antorcha que alumbra en lugar oscuro, hasta que el día esclarezca y el lucero
de la mañana salga en vuestros corazones (2 P 1.19).
No lo dudes
mi amado(a), Dios te ha dado Su Palabra para tu provecho y no para quitarte o
restarte algo de tu vida. De hecho, Su propósito es llevarte a un nivel tan extraordinario
de vida que, por medio de la fe, realices muy altos y excelentes logros.
¿Y qué es la
fe? Tener fe es tener muy en claro y resuelto cada uno de los siguientes tres principios:
1) Si Dios
lo dice en Su Palabra, entonces, es la verdad y Él lo va a cumplir.
Pero yo te declararé lo que está escrito en el libro de la verdad (Dan 10.21a).
Ahora pues, Jehová Dios, tú eres Dios, y tus palabras son verdad, y tú
has prometido este bien a tu siervo (2 S 7.28).
Santifícalos en tu verdad; tu palabra es verdad (Jn 17.17).
2) Primero
el cielo y la tierra dejan de existir antes que se deje de cumplir una sola de
las Palabras que han salido de la Boca de Dios.
El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán (Luc 21.33).
3) Él es
Dios y, por lo tanto, no puede mentir ya que cada Palabra que sale de Su Boca
tiene todo el Poder de Dios en Si misma para hacerse cumplir.
Dios no es un simple
mortal para mentir y cambiar de parecer. ¿Acaso no cumple lo que promete ni
lleva a cabo lo que dice? Se me ha ordenado bendecir, y si eso es lo que Dios
quiere, yo no puedo hacer otra cosa (Núm 23.19-20 NVI).
La Biblia define
la fe como la certeza de lo que se espera, la
convicción de lo que no se ve (He 11.1). Así, Fe es la plena certeza de que lo que esperas ha de
llegar. Es el convencimiento absoluto de que has de alcanzar lo que ni siquiera
vislumbras
(He 11.1 BAD).
Pero, ¿cómo
puedes estar seguro de algo que estás esperando cuando tu realidad es muy
diferente? ¿Cómo puedes estar seguro(a) de tu sanidad si lo que tienes en la
mano son los análisis clínicos y el dictamen negativo del médico? ¿Cómo puedes
tener la certeza que tu matrimonio se restaurará o que tu hijo adolescente
regresará a casa si lo que tienes enfrente es la demanda de divorcio o el
cuarto vacío? ¿Cómo puedes estar seguro(a) que saldrás adelante con los gastos
de tu familia si acabas de ser despedido(a)?
Sólo hay una
respuesta posible a estas preguntas. Sólo hay un camino para obtener esa
certeza y convicción: Si tienes la Palabra de Dios al respecto. Si Dios, el
Todopoderoso, dice en Su Palabra algo al respecto de tu problema o situación. ¡Si
tienes la Palabra de Honor de Dios puedes estar cien por ciento seguro,
convencido, que saldrás adelante!
Dijo entonces Jesús a los
judíos que habían creído en él: Si vosotros permaneciereis en mi palabra,
seréis verdaderamente mis discípulos; y conoceréis la verdad, y la
verdad os hará libres (Jn 8.31-32).
Acuérdate de la palabra dada a
tu siervo, En la cual me has hecho esperar. Ella es mi consuelo en mi
aflicción, Porque tu dicho me ha vivificado… Lámpara es a mis pies tu
palabra, Y lumbrera a mi camino (Sal 119.49, 50, 105).
Así que, sacúdete toda pasividad para
con la Biblia y haz de la Palabra de Dios la norma máxima de tu existencia.
Ponla en tu mente, boca y corazón, leyéndola y meditándola de día y de noche.
Nunca se apartará de tu boca
este libro de la ley, sino que de día y de noche meditarás en él, para que
guardes y hagas conforme a todo lo que en él está escrito; porque entonces
harás prosperar tu camino, y todo te saldrá bien (Jos 1.8).
La Biblia jamás te restará algo
sino todo lo contrario, siempre te sumará la Bendición de Dios para tu vida
pues son las Palabras que Dios declaró para tu bien, puesto que te ama con todo
Su Corazón.
no devolviendo mal por mal, ni
maldición por maldición, sino por el contrario, bendiciendo, sabiendo que
fuisteis llamados para que heredaseis bendición (1 P 3.9).
¡Has sido llamado(a) por Dios
para ser heredero(a) de bendición!
Oremos en voz audible:
Amado Padre celestial, Tú
Palabra, la Biblia, es la Verdad y es la Luz que guía mi vida. Porque Tú lo
hablaste Dios, Jesús, el Verbo, la Palabra, se hizo carne para que, por tu gran
Amor con que me has amado, al pagar Él todos mis pecados con Su Vida en la
cruz, yo recibiese la Vida Eterna y la adopción de Hijo(a) Tuyo(a). ¡Gracias,
Señor Jesús! ¡Escrito está! Porque Tú moriste, yo morí contigo en esa cruz.
¡Escrito está! Porque Tú resucitaste, yo resucité contigo a una vida totalmente
nueva, libre del pecado y de la muerte pues con Tu Sangre me has redimido para
Dios de todo linaje y lengua y pueblo y nación; y me has
hecho para nuestro Dios rey(reina) y sacerdote(sacerdotisa), y reinaré
sobre la tierra. Padre, yo soy Tu Hijo(a) y he de reinar sobre toda aflicción,
enfermedad o problema, pues para esto me dejaste aquí en la tierra; para
establecer Tu Reino, anunciando Tu Gran Amor con el cual me llamaste de las
tinieblas a Tu Luz admirable. Gracias mi Dios, pues no sólo lo has hablado sino
que lo pusiste por escrito: ¡He sido llamado(a) por Ti para ser heredero(a)!
¡Soy heredero(a) de Tu Bendición! ¡Soy heredero(a) de Tu Palabra! ¡Soy
dichoso(a) pues puedo confiar en Ti, mi Dios! Así que, de acuerdo con Tu
Palabra, me declaro sano(a), próspero(a), libre y feliz. En el nombre de Jesús.
Amén.
*Ricardo C. Peredo Jaime © 2011
Lectura
y Meditación de la Palabra de Dios
Haz estas lecturas diarias y al
final de un año habrás leído toda la Biblia.
Noviembre
20 1
P 3 / Jer 35-36
/ Sal 136
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