Lunes 7 de Enero
de 2013.
¡No temas, cree
solamente!
Por Riqui Ricón*
Jehová Dios mío, en ti he confiado; Sálvame de
todos los que me persiguen, y líbrame (Sal 7.1).
La Biblia, que es la Palabra de
Dios, y no miente, te enseña en el Salmo 84 que el hombre o la mujer que confía
en Dios es dichoso(a). Entonces, parece que realizar una vida dichosa, plena y
en paz, sobre la tierra, sí es posible y depende de tu confianza en Dios.
Jehová de los ejércitos, Dichoso
el hombre que en ti confía (Sal 84.12).
Confiar en Dios es sencillo, sólo
necesitas saber que Él no miente. ¡Él no puede mentir! ¡Él es Dios!
Confiar en Dios significa CREER
que Él cumplirá todas y cada una de Sus Palabras. Por otro lado, desconfiar de
Dios significa creer que Él es deshonesto y mentiroso, y, dado que Él es Dios,
desconfiar de Él significa pensar que algunas de las cosas que ha dicho las
dijo con mala intención.
El que habita al abrigo del
Altísimo Morará bajo la sombra del Omnipotente. Diré yo a Jehová: Esperanza
mía, y castillo mío; Mi Dios, en
quien confiaré (Sal 91.1-2).
Así que, confiar en Dios
significa tener la certeza, la plena convicción de que Él es honorable, esto
es, que Dios si tiene Palabra de Honor. Por esto, y no por otra cosa, hoy
puedes tú estar seguro(a) que Él te salvará de todos los que te persiguen y te
librará de todo mal, pues tú, en Dios has confiado.
Entonces vino un varón llamado
Jairo, que era principal de la sinagoga, y postrándose a los pies de Jesús, le
rogaba que entrase en su casa; porque tenía una hija única, como
de doce años, que se estaba muriendo. Y mientras iba, la multitud le oprimía.
Pero una mujer que padecía de flujo de sangre desde hacía doce años, y que
había gastado en médicos todo cuanto tenía, y por ninguno había podido ser
curada, se le acercó por detrás y tocó el borde de su manto; y al
instante se detuvo el flujo de su sangre (Luc
8.41-44).
Tanto Jairo, como la mujer que
padecía de flujo de sangre, pusieron su confianza en Jesús. Ellos sabían, que
sabían, que Jesús les iba a responder con un milagro. No dudaron por
incredulidad, ni trataron de manipularlo haciéndole sentir lástima por ellos.
¡La mujer ni siquiera le preguntó! Simple y sencillamente fue y tomó su
milagro, porque decía
dentro de sí: Si tocare solamente su manto, seré salva (Mat 9.21).
Por favor pon mucha atención a
las Palabras que Jesús le dijo a Jairo cuando, a éste último, vinieron a
decirle que no recibiría el milagro que estaba esperando, pues su hija ya
estaba muerta y nada más se podía hacer:
Oyéndolo Jesús, le respondió:
No temas; cree solamente, y será salva (Luc 8.50).
Lo que Dios
te pide aquí, es que dejes de poner tu atención, tu vista y corazón, en lo
difícil de tu situación o en lo grave y definitiva que pueda ser tu enfermedad,
pues eso sólo te producirá temor y anulará tu fe.
Pero al ver
el fuerte viento, tuvo miedo; y comenzando a hundirse, dio voces, diciendo: ¡Señor, sálvame! Al
momento Jesús, extendiendo la mano, asió de él, y le dijo: ¡Hombre de poca fe!
¿Por qué dudaste? (Mat 14.30-31).
Jesús te
dice, el día de hoy: ¡CREE SOLAMENTE! ¡Pon tu mente, vista y corazón en mi
Palabra! ¡Yo no miento, ni lo haré jamás! ¡Primero el cielo y la tierra dejan
de ser, antes que Yo deje de cumplirte mi Palabra! ¡Te amo tanto que preferí ir
a la cruz, para pagar todos tus pecados, antes que perderte a ti! ¡El ladrón no viene sino para
hurtar y matar y destruir; yo he venido para que tengas vida, y para que la
tengas en abundancia! Jn 10.10).
El problema
con la enfermedad, como con la mayoría de las aflicciones, es que le damos
mayor credibilidad a los síntomas, estudios y palabras del médico que a la
Palabra de Dios. No estoy diciendo que la medicina y los doctores sean malos,
ya que Toda buena
dádiva y todo don perfecto desciende de lo alto, del Padre de las luces, en el
cual no hay mudanza, ni sombra de variación (Stgo
1.17).
Lo que sí te
estoy diciendo es cómo puedes tú ser sanado(a) hoy. Deja de poner tu atención,
emociones y corazón en esas cosas que te están llenando de miedo para hacerte
dudar. No temas, cree solamente, pues al que cree TODO le es posible. Decídete
y haz que en tu mente, boca y corazón, Dios, tu Padre, sea una persona con
Honor.
Dios no es hombre, para que mienta, Ni hijo de hombre para que se
arrepienta. El dijo, ¿y no hará? Habló, ¿y no lo ejecutará? He aquí, he
recibido orden de bendecir; El dio bendición, y no podré revocarla (Num 23.19-20).
Tú eres un(a)
Hijo(a) de Dios Nacido(a) de Nuevo. El precio que se pagó por tu Nueva Naturaleza
fue tan alto y lleno de Amor, que es absurdo pensar que ahora tu Padre
celestial esté sentado y con los brazos cruzados mientras que tú padeces
aflicciones.
¡Él YA HABLÓ
la Palabra! ¡La orden de bendición ya está sobre tu vida! ¡El precio de tu
sanidad y redención ya se pagó! ¡Su Sangre fue derramada! ¡El Nuevo Pacto fue
establecido y nada, ni nadie, pueden robarte lo que legítimamente es tuyo!
Ciertamente llevó él nuestras
enfermedades, y sufrió nuestros dolores; y nosotros le tuvimos por azotado,
por herido de Dios y abatido. Mas él herido fue por nuestras
rebeliones, molido por nuestros pecados; el castigo de nuestra paz fue sobre
él, y por su llaga fuimos nosotros curados (Isa
53.4-5).
Recuerda que, ningún dolor,
circunstancia o enfermedad, podrán jamás estar por encima de la Palabra de
Dios.
Oremos en voz audible:
Amado Padre celestial, hoy estoy
decidido(a) a recibir lo que con tanto Amor pagaste para mí. Por el Nuevo Pacto
en la Sangre de Jesús, creo y recibo mi sanidad. Me declaro libre de toda
dolencia y enfermedad. Hablo salud y bienestar a cada célula, tejido, órgano y
sistema de mi ser. Rechazo todo miedo, pues yo no he recibido el espíritu de
esclavitud para estar otra vez en temor, sino que he recibido el espíritu de
adopción y hoy puedo decir, Abba, Padre. Pongo mis ojos, emociones y
sentimientos en Ti, Señor Jesús, quien eres el autor y consumador de mi fe. Creo
y declaro que, ¡Soy sano(a)! ¡Soy libre! ¡Soy próspero(a)! ¡Soy más que
vencedor(a)! ¡Todo lo puedo en Cristo! ¡Soy dichoso(a), pues yo en Ti confío! Y,
por la Sangre de Jesús, tengo todo el derecho para vivir una vida plena y
abundante. Muchas gracias, Señor Jesús. Gracias por esta Nueva Vida en Plenitud
que ahora tengo. Gracias por mi sanidad. Gracias por mi salud. Gracias por mi
prosperidad. Gracias por el Amor, la paz y el gozo que ahora disfruto. En el
nombre de Jesús. Amén.
*Ricardo C.
Peredo Jaime © 2011.
Lectura
y Meditación de la Palabra de Dios
Haz
estas lecturas diarias y al final de un año habrás leído toda la Biblia.
Enero
7 Luc
8.26-56 / Gen 13-14
/ Sal 7
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