Viernes 1 de
Febrero de 2013.
¡Bienaventurado(a) en
Verdad!
Por Riqui Ricón*
Y Pilato dijo a los
principales sacerdotes, y a la gente: Ningún delito hallo en este hombre.
Pero ellos porfiaban, diciendo: Alborota al pueblo, enseñando por toda
Judea, comenzando desde Galilea hasta aquí…
Entonces Pilato, convocando a los principales sacerdotes, a los
gobernantes, y al pueblo, les dijo: Me habéis presentado a éste
como un hombre que perturba al pueblo; pero habiéndole interrogado yo delante
de vosotros, no he hallado en este hombre delito alguno de aquellos de que le
acusáis. Y ni aun Herodes, porque os remití a él; y he aquí, nada
digno de muerte ha hecho este hombre. Le soltaré, pues, después de
castigarle… Él les dijo por tercera vez: ¿Pues qué mal ha hecho éste? Ningún
delito digno de muerte he hallado en él; le castigaré, pues, y le soltaré...
Entonces Pilato sentenció que se hiciese lo que ellos pedían; y
les soltó a aquel que había sido echado en la cárcel por sedición y homicidio,
a quien habían pedido; y entregó a Jesús a la voluntad de ellos. (Luc 23.4-5, 13-16, 22, 24-25).
¡Tres veces reconoció Pilatos que
Jesús era inocente de todo lo que le acusaban! Al final, cedió a la presión de
los religiosos judíos para cometer un acto de injusticia. Sin embargo, esa
falta de justicia humana fue la que satisfizo la justicia de Dios. Jesús, el
unigénito Hijo del Padre, pagó, con su propia vida, el justo castigo por todos
tus pecados.
Porque
también Cristo padeció una sola vez por los pecados, el justo por los injustos,
para llevarnos a Dios, siendo a la verdad muerto en la carne, pero vivificado
en espíritu (1 P 3.18).
Lo que finalmente consiguió Jesús
al morir en esa cruz por Amor a ti, sólo Dios te lo puede ofrecer, pues va
mucho más allá de la misericordia divina.
Pero Dios, que es rico en
misericordia, por su gran amor con que nos amó, aun estando
nosotros muertos en pecados, nos dio vida juntamente con Cristo (por gracia
sois salvos), y juntamente con él nos resucitó, y asimismo nos hizo
sentar en los lugares celestiales con Cristo Jesús, para mostrar en
los siglos venideros las abundantes riquezas de su gracia en su bondad para con
nosotros en Cristo Jesús (Efe 2.4-7).
¡Dios, al
resucitar a Jesucristo, te resucitó a ti también y te dio un lugar en el cielo,
junto a Cristo Jesús!
No solamente es que te salvó de
haberte perdido en el infierno por toda la eternidad a causa de lo que tú hiciste
con tu vida, sino que, el acto de justicia y amor fue tan pleno y abundante,
que ahora te permite recibir la Vida Nueva que Dios siempre deseo para ti como
un(a) Hijo(a) Suyo(a).
Bienaventurado
aquel cuya transgresión ha sido perdonada, y cubierto su pecado.
Bienaventurado el hombre a quien Jehová no culpa de iniquidad, Y en cuyo espíritu no hay
engaño (Sal 32.1-2).
Ese hombre, esa mujer, a quien
ahora Dios no culpa de iniquidad eres tú, ¡sí tú! Su Hijo(a) amado(a). Y, por
lo tanto, de acuerdo a las Escrituras, esto te hace una persona Bienaventurada,
lo cual significa, que estás habilitado(a) por la Palabra de Dios para vivir
una vida plena y abundante y ser mil veces feliz.
El ladrón no viene sino para
hurtar y matar y destruir; yo he venido para que tengan vida, y para que la
tengan en abundancia (Jn 10.10).
Dios te ama tanto que prefirió
entregar a Su propio Hijo para que pagara todos tus pecados antes que perderte
a ti.
Porque de tal manera amó Dios
al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree,
no se pierda, mas tenga vida eterna. Porque no envió Dios a su
Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por él (Jua 3.16-17).
Con Su muerte Jesucristo pagó
todos tus pecados haciéndote justo delante de Dios. Así como tú moriste con Él
en esa cruz para tu justificación, de la misma forma resucitaste con Él para
recibir la Vida Eterna de un(a) Hijo(a) de Dios.
Por tanto, mediante el bautismo fuimos sepultados con él
en su muerte, a fin de que, así como Cristo resucitó por el poder del Padre,
también nosotros llevemos una vida nueva (Rom 6.4 NVI).
Ahora, por esa falta de justicia
humana que satisfizo la justicia de Dios en la cruz, con toda justicia, Dios
mismo te llama su propio(a) Hijo(a). Y en honor a la Verdad que eso,
exactamente, es lo que tú eres: ¡Un(a) Hijo(a)
de Dios Nacido(a) de Nuevo!
MIREN CUÁNTO NOS ama el Padre celestial que permite que
seamos llamados hijos de Dios. ¡Y lo mas maravilloso es que de veras lo somos!
Naturalmente, como la mayoría de la gente no conoce a Dios, no comprende por
qué lo somos (1 Jua 3.1 BAD).
Oremos en voz audible:
¡Gracias Señor, por tu gran amor
con que me amaste. Cada día, al leer y meditar más en Tu Palabra, me doy cuenta
de cuánto me has amado y lo bienaventurado(a) que en Verdad soy! Ahora sé que,
por lo que Tú hiciste por mí en la cruz, Señor Jesús, no sólo fui perdonado(a)
de todos mis pecados, sino que, y sobre todo, Dios, el Todopoderoso, me ha
adoptado como Hijo(a) Suyo(a), según el puro
afecto de Su Voluntad. Yo estoy en Cristo y las cosas viejas ya pasaron
he aquí que TODA mi vida es hecha Nueva. Gracias amado Padre celestial, muchas
gracias. Hoy puedo levantarme y hacer frente a cualquier circunstancia adversa
en mi vida, porque sé que sé, que Tú, mi Dios estás conmigo. Y qué pues diremos
a esto, si Dios es conmigo, ¿quién contra mí? El que no escatimo ni a Su propio
Hijo sino que lo entregó por amor a mí, ¿cómo no me dará, juntamente con Él,
todas las cosas? ¡Gracias Abba, Padre! Hoy oro a Ti para declarar en plena
certeza de fe, que en todas las cosas soy más que vencedor(a) por medio de
Aquel que me ha amado, Cristo Jesús. Así que, TODO lo puedo en Cristo que me
fortalece. Yo soy Tu Hijo(a) y ya he vencido, porque mayor eres Tú, que estás
en mí, que el que está en el mundo. ¡Soy sano(a)! ¡Soy libre! ¡Soy próspero(a)!
¡Soy dichoso(a)! ¡Soy Hijo(a) del Rey! En el nombre de Jesús. Amén.
Nota Importante:
¿Cómo me hago Hijo de Dios? ¿Cómo
establezco una relación con el Todopoderoso?
Sólo haz la siguiente oración en
voz audible poniendo toda tu atención y corazón a lo que le estás diciendo a
Dios:
Señor Jesús, yo creo que eres el
Hijo de Dios. Que viniste a este mundo de la virgen María para pagar todos mis
pecados, y yo he sido un(a) pecador(a). Por eso, te digo el día de hoy que sí
acepto. ¡Sí acepto tu sacrificio en la cruz! ¡Sí acepto Tu Sangre preciosa
derramada hasta la última gota por Amor a mí! Te abro mi corazón y te invito a
entrar porque quiero, Señor Jesús, que desde hoy y para siempre Tú seas mi
único y suficiente Salvador, mi Dios, mi Rey y mi Señor. Gracias, Dios
Poderoso, pues con esta simple oración y profesión de fe he pasado de muerte a
Vida, he sido trasladado(a) de las tinieblas a Tu Luz admirable. ¡Hoy he Nacido
de Nuevo! ¡Dios, ahora yo Soy Tu Hijo(a)! ¡Ahora Tú eres mi Padre! ¡Nunca más
estaré solo(a)! Nunca más viviré derrotado(a). En el nombre de Jesús. Amén.
*Ricardo C.
Peredo Jaime © 2011
Lectura
y Meditación de la Palabra de Dios
Haz
estas lecturas diarias y al final de un año habrás leído toda la Biblia.
Febrero
1 Luc
23.1-25 / Gen 41 / Sal 32
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