Sábado 12 de Enero
de 2013.
¡El Padrenuestro!
Por Riqui Ricón*
Y les dijo: Cuando oréis,
decid: Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre. Venga
tu reino. Hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra.
El pan nuestro de cada día, dánoslo hoy. Y perdónanos
nuestros pecados, porque también nosotros perdonamos a todos los que nos deben.
Y no nos metas en tentación, mas líbranos del mal (Luc
11.2-4).
Los discípulos, como millones de
personas en la actualidad, deseaban tener una relación tan personal con Dios
como la que ellos veían que el mismo Jesús tenía; así que, le piden que les
enseñe a orar, es decir, a platicar con Dios.
El Señor Jesús nos da aquí la
enseñanza fundamental de donde parte, necesariamente, cualquier posible
relación con Dios a través de Jesucristo, y ésta es que, ¡Dios te mira, te
considera y te llama Su Hijo(a)!
MIREN CUÁNTO NOS ama el Padre celestial que permite que
seamos llamados hijos de Dios. ¡Y lo mas maravilloso es que de veras lo somos!
Naturalmente, como la mayoría de la gente no conoce a Dios, no comprende por
qué lo somos (1 Jua
3.1 BAD).
Es curioso notar como, en la
época de Jesús, las palabras que uno decía tenían un peso y significado real y
no figurativo. En aquel entonces decir que Dios era mi padre significaba
literalmente eso, que el Dios todopoderoso era mi padre y, por lo tanto, yo
tenía su misma naturaleza. La Biblia nos enseña que esa fue la razón principal
por la cual crucificaron a Jesús.
Por esto los
judíos aún más procuraban matarle, porque no sólo quebrantaba el día de
reposo, sino que también decía que
Dios era su propio Padre, haciéndose igual a Dios (Jn 5.18).
Entonces los judíos volvieron
a tomar piedras para apedrearle. Jesús les respondió: Muchas
buenas obras os he mostrado de mi Padre; ¿por cuál de ellas me apedreáis?
Le respondieron los judíos, diciendo: Por buena obra no te apedreamos,
sino por la blasfemia; porque tú, siendo hombre, te haces Dios. Jesús
les respondió: ¿No está escrito en vuestra ley: Yo dije, dioses sois? Si
llamó dioses a aquellos a quienes vino la palabra de Dios(y la Escritura no
puede ser quebrantada), ¿al que el Padre santificó y envió al
mundo, vosotros decís: Tú blasfemas, porque
dije: Hijo de Dios soy? (Jn
10.31-36).
Pienso que a los judíos no les
molestaba tanto que sanara a los enfermos en sábado, pues, en honor a la
Verdad, ellos no eran del todo respetuosos de esa norma. Lo que realmente les
enfurecía era que Jesús se refiriera a Dios como su propio Padre y que, desde
luego, realmente lo creyera.
Como decía, es curioso que ahora,
en nuestros días, las palabras sean casi figurativas. Parece que hoy en día, decirse
hijo de Dios sólo significa estar vivo o ser parte del género humano. Sin
embargo, la Biblia, que es la palabra de
honor de Dios, nos enseña que los Hijos de Dios son aquellos que han creído y
recibido a Jesucristo como Señor y Salvador de sus vidas; son aquellos que, a
través de este acto de fe, han sido regenerados por el mismo poder que levanto
a Jesús de entre los muertos; aquellos que, por la Sangre de Jesús, tienen
pleno derecho a una nueva vida, pero ahora, no más como creaturas, sino como
Hijas e Hijos de Dios Nacidos de Nuevo.
La Palabra vino a visitar a los suyos, y los suyos no
quisieron recibirla. Pero a todos los que la recibieron, a los que creen en su
nombre, les concedió el privilegio de poder ser hechos hijos de Dios. En ellos
tuvo lugar un nuevo nacimiento, no como resultado de la voluntad humana de
engendrar hijos según nuestra naturaleza de carne y sangre, sino de la voluntad
de Dios.
(Jua
1.11.13 CST).
Esto es lo que realmente
significa el padrenuestro. Esta es la más asombrosa y valiosa de las enseñanzas
de Jesús, que eres un(a) Hijo(a) de Dios; que eres amado(a) del Padre y, por lo
tanto, te puedes acercar a Él con plena certeza y confianza, pues la relación
que tú y Él tienen, es una relación de Padre e Hijo(a).
Y yo os digo: Pedid, y se os
dará; buscad, y hallaréis; llamad, y se os abrirá. Porque todo
aquel que pide, recibe; y el que busca, halla; y al que llama, se le abrirá.
¿Qué padre de vosotros, si su hijo le pide pan, le dará una piedra? ¿o
si pescado, en lugar de pescado, le dará una serpiente? ¿O si le
pide un huevo, le dará un escorpión? Pues si vosotros, siendo
malos, sabéis dar buenas dádivas a vuestros hijos, ¿cuánto más vuestro Padre celestial dará el Espíritu Santo a
los que se lo pidan? (Luc 11.9-13).
¡Cuánto te
ama Dios! ¡Eres un(a) Hija(o) legitima(o) del Rey de reyes y Señor de señores!
Y estamos seguros de que El nos escuchará cuando le
pidamos algo que esté de acuerdo con su voluntad. Y si sabemos que El nos oye
cuando le hablamos y cuando le presentamos nuestras peticiones podemos estar
seguros de que nos contestará (1 Jua 5.14-15).
Así que,
todas las veces que te acerques a Dios en oración puedes comenzar con el
Padrenuestro, orándolo y meditándolo, sabiendo que es la confirmación de quién
tú eres ahora y de lo que Cristo Jesús hizo por amor a ti. Esta es la confianza
que tienes para pedirle algo no solamente a Dios, sino sobre todo a tu Papá,
Abba, Padre.
Así que acerquémonos confiadamente al trono de la gracia
para recibir misericordia y hallar la gracia que nos ayude en el momento que
más la necesitemos (Heb 4.16
NVI).
El Todopoderoso Dios es tu Padre
y está sentado en Su trono. Este trono nunca más será para ti el trono del
juicio pues ahora, por la Sangre de Jesús, tú eres Su Hijo(a) amado(a) y te
puedes acercar a tu Padre con toda confianza y familiaridad ya que Él está
sentado en el trono de la gracia. ¡Gracia Abundante!
Oremos en
voz audible:
¡Abba,
Padre! Amado Dios, hoy puedo, con plena certeza y absoluta confianza, llamarte
Padre mío. Gracias, Señor, por tanto y tan grande amor, que yo, estando muerto(a)
en delitos y pecados, me diste vida juntamente con Cristo Jesús. ¡Por Gracia
soy salvo(a)! Señor Jesús, Tu Sangre preciosa fue derramada en esa cruz para
que yo fuese justificado(a); Tu resurrección me abrió el camino a la Vida Eterna
para que yo fuese adoptado(a) Hijo(a) de Dios, según el puro afecto de Su
Voluntad. ¡Mil gracias, Señor Jesús! ¡Soy heredero(a) de Dios y coheredero(a) con
Cristo! He sido predestinado(a) para ser hecho(a) conforme a Tu imagen, mi
Señor Jesucristo, para que ahora Tú seas mi hermano mayor. Gracias, muchas
gracias Señor. Por esto, por tu Amor por mí, creo y declaro en este día que yo,
¡Soy sano(a)! ¡Soy libre! ¡Soy próspero(a)! ¡Soy Hijo(a) de Dios! ¡Soy feliz!
¡Gracias Padre! Bendigo Tu Nombre y declaro que lo mejor de mi vida ya comenzó.
¡En TODAS las cosas soy más que vencedor(a)! ¡Todo lo puedo en Cristo! ¡Mayor
es el que está en mí, que el que está en el mundo! En el nombre de Jesús. Amén.
*Ricardo C. Peredo
Jaime © 2011
Lectura
y Meditación de la Palabra de Dios
Haz
estas lecturas diarias y al final de un año habrás leído toda la Biblia.
Enero
12 Luc
11.1-28 / Gen 19 / Sal 12
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