lunes, 14 de enero de 2013

¡Cómo orar de forma que obtengas resultados!

 
Sábado 12 de Enero de 2013.
¡El Padrenuestro!
Por Riqui Ricón*
Y les dijo: Cuando oréis, decid: Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre. Venga tu reino. Hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra. El pan nuestro de cada día, dánoslo hoy. Y perdónanos nuestros pecados, porque también nosotros perdonamos a todos los que nos deben. Y no nos metas en tentación, mas líbranos del mal (Luc 11.2-4).
Los discípulos, como millones de personas en la actualidad, deseaban tener una relación tan personal con Dios como la que ellos veían que el mismo Jesús tenía; así que, le piden que les enseñe a orar, es decir, a platicar con Dios.
El Señor Jesús nos da aquí la enseñanza fundamental de donde parte, necesariamente, cualquier posible relación con Dios a través de Jesucristo, y ésta es que, ¡Dios te mira, te considera y te llama Su Hijo(a)!
MIREN CUÁNTO NOS ama el Padre celestial que permite que seamos llamados hijos de Dios. ¡Y lo mas maravilloso es que de veras lo somos! Naturalmente, como la mayoría de la gente no conoce a Dios, no comprende por qué lo somos (1 Jua 3.1 BAD).
Es curioso notar como, en la época de Jesús, las palabras que uno decía tenían un peso y significado real y no figurativo. En aquel entonces decir que Dios era mi padre significaba literalmente eso, que el Dios todopoderoso era mi padre y, por lo tanto, yo tenía su misma naturaleza. La Biblia nos enseña que esa fue la razón principal por la cual crucificaron a Jesús.
Por esto los judíos aún más procuraban matarle, porque no sólo quebrantaba el día de reposo, sino que también decía que Dios era su propio Padre, haciéndose igual a Dios (Jn 5.18).
Entonces los judíos volvieron a tomar piedras para apedrearle. Jesús les respondió: Muchas buenas obras os he mostrado de mi Padre; ¿por cuál de ellas me apedreáis? Le respondieron los judíos, diciendo: Por buena obra no te apedreamos, sino por la blasfemia;  porque tú, siendo hombre, te haces Dios. Jesús les respondió: ¿No está escrito en vuestra ley: Yo dije, dioses sois? Si llamó dioses a aquellos a quienes vino la palabra de Dios(y la Escritura no puede ser quebrantada), ¿al que el Padre santificó y envió al mundo, vosotros decís: Tú blasfemas, porque dije: Hijo de Dios soy? (Jn 10.31-36).
Pienso que a los judíos no les molestaba tanto que sanara a los enfermos en sábado, pues, en honor a la Verdad, ellos no eran del todo respetuosos de esa norma. Lo que realmente les enfurecía era que Jesús se refiriera a Dios como su propio Padre y que, desde luego, realmente lo creyera.
Como decía, es curioso que ahora, en nuestros días, las palabras sean casi figurativas. Parece que hoy en día, decirse hijo de Dios sólo significa estar vivo o ser parte del género humano. Sin embargo,  la Biblia, que es la palabra de honor de Dios, nos enseña que los Hijos de Dios son aquellos que han creído y recibido a Jesucristo como Señor y Salvador de sus vidas; son aquellos que, a través de este acto de fe, han sido regenerados por el mismo poder que levanto a Jesús de entre los muertos; aquellos que, por la Sangre de Jesús, tienen pleno derecho a una nueva vida, pero ahora, no más como creaturas, sino como Hijas e Hijos de Dios Nacidos de Nuevo.
La Palabra vino a visitar a los suyos, y los suyos no quisieron recibirla. Pero a todos los que la recibieron, a los que creen en su nombre, les concedió el privilegio de poder ser hechos hijos de Dios. En ellos tuvo lugar un nuevo nacimiento, no como resultado de la voluntad humana de engendrar hijos según nuestra naturaleza de carne y sangre, sino de la voluntad de Dios. (Jua 1.11.13 CST).
Esto es lo que realmente significa el padrenuestro. Esta es la más asombrosa y valiosa de las enseñanzas de Jesús, que eres un(a) Hijo(a) de Dios; que eres amado(a) del Padre y, por lo tanto, te puedes acercar a Él con plena certeza y confianza, pues la relación que tú y Él tienen, es una relación de Padre e Hijo(a).
Y yo os digo: Pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad, y se os abrirá. Porque todo aquel que pide, recibe; y el que busca, halla; y al que llama, se le abrirá. ¿Qué padre de vosotros, si su hijo le pide pan, le dará una piedra? ¿o si pescado, en lugar de pescado, le dará una serpiente? ¿O si le pide un huevo, le dará un escorpión? Pues si vosotros, siendo malos, sabéis dar buenas dádivas a vuestros hijos, ¿cuánto más vuestro Padre celestial dará el Espíritu Santo a los que se lo pidan? (Luc 11.9-13).
¡Cuánto te ama Dios! ¡Eres un(a) Hija(o) legitima(o) del Rey de reyes y Señor de señores!
Y estamos seguros de que El nos escuchará cuando le pidamos algo que esté de acuerdo con su voluntad. Y si sabemos que El nos oye cuando le hablamos y cuando le presentamos nuestras peticiones podemos estar seguros de que nos contestará (1 Jua 5.14-15).
Así que, todas las veces que te acerques a Dios en oración puedes comenzar con el Padrenuestro, orándolo y meditándolo, sabiendo que es la confirmación de quién tú eres ahora y de lo que Cristo Jesús hizo por amor a ti. Esta es la confianza que tienes para pedirle algo no solamente a Dios, sino sobre todo a tu Papá, Abba, Padre.
Así que acerquémonos confiadamente al trono de la gracia para recibir misericordia y hallar la gracia que nos ayude en el momento que más la necesitemos (Heb 4.16 NVI).
El Todopoderoso Dios es tu Padre y está sentado en Su trono. Este trono nunca más será para ti el trono del juicio pues ahora, por la Sangre de Jesús, tú eres Su Hijo(a) amado(a) y te puedes acercar a tu Padre con toda confianza y familiaridad ya que Él está sentado en el trono de la gracia. ¡Gracia Abundante!
Oremos en voz audible:
¡Abba, Padre! Amado Dios, hoy puedo, con plena certeza y absoluta confianza, llamarte Padre mío. Gracias, Señor, por tanto y tan grande amor, que yo, estando muerto(a) en delitos y pecados, me diste vida juntamente con Cristo Jesús. ¡Por Gracia soy salvo(a)! Señor Jesús, Tu Sangre preciosa fue derramada en esa cruz para que yo fuese justificado(a); Tu resurrección me abrió el camino a la Vida Eterna para que yo fuese adoptado(a) Hijo(a) de Dios, según el puro afecto de Su Voluntad. ¡Mil gracias, Señor Jesús! ¡Soy heredero(a) de Dios y coheredero(a) con Cristo! He sido predestinado(a) para ser hecho(a) conforme a Tu imagen, mi Señor Jesucristo, para que ahora Tú seas mi hermano mayor. Gracias, muchas gracias Señor. Por esto, por tu Amor por mí, creo y declaro en este día que yo, ¡Soy sano(a)! ¡Soy libre! ¡Soy próspero(a)! ¡Soy Hijo(a) de Dios! ¡Soy feliz! ¡Gracias Padre! Bendigo Tu Nombre y declaro que lo mejor de mi vida ya comenzó. ¡En TODAS las cosas soy más que vencedor(a)! ¡Todo lo puedo en Cristo! ¡Mayor es el que está en mí, que el que está en el mundo! En el nombre de Jesús. Amén.
*Ricardo C. Peredo Jaime   © 2011
 

Lectura y Meditación de la Palabra de Dios
Haz estas lecturas diarias y al final de un año habrás leído toda la Biblia.
Enero 12                                Luc 11.1-28  /  Gen 19  /  Sal 12
 


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