jueves, 17 de enero de 2013

¡Cómo entrar al Reino de Dios!

 
Jueves 17 de Enero de 2013.
¡Como un(a) Hijo(a) del reino de Dios!
Por Riqui Ricón*
Esforzaos a entrar por la puerta angosta; porque os digo que muchos procurarán entrar, y no podrán. Después que el padre de familia se haya levantado y cerrado la puerta, y estando fuera empecéis a llamar a la puerta, diciendo: Señor, Señor, ábrenos, él respondiendo os dirá: No sé de dónde sois. Entonces comenzaréis a decir: Delante de ti hemos comido y bebido, y en nuestras plazas enseñaste. Pero os dirá: Os digo que no sé de dónde sois; apartaos de mí todos vosotros, hacedores de maldad. Allí será el llanto y el crujir de dientes, cuando veáis a Abraham, a Isaac, a Jacob y a todos los profetas en el reino de Dios, y vosotros estéis excluidos. Porque vendrán del oriente y del occidente, del norte y del sur, y se sentarán a la mesa en el reino de Dios (Luc 13.24-29).
En contraste con el reino carnal de este mundo, El reino de Dios es el reino del Espíritu Santo. Es la dimensión donde nosotros, los Hijos de Dios nacidos de Nuevo a imagen y semejanza de nuestro Salvador Jesucristo, podemos y debemos realizar la Vida Eterna, la Vida Plena y Abundante que por Jesús nos ha sido concedida.
Muchos creyentes fallan al confundir el reino de Dios con el cielo y al creer que serán merecedores de entrar al reino si realizan suficientes obras de justicia. Fallan porque olvidan que la Biblia, la Palabra de Dios, que no miente, nos enseña claramente que,
por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe. Porque somos hechura suya, creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que anduviésemos en ellas (Efe 2.8-10).
Sobre todo, el reino de Dios es el tiempo presente, es este momento que estás viviendo, aquí y ahora. Como escribiera ese erudito cristiano C. S. Lewis, autor de Las Crónicas de Narnia, "Los humanos viven en el tiempo, pero Dios les destina a la Eternidad. Él quiere, por tanto, creo yo, que atiendan principalmente a dos cosas: a la eternidad misma y a ese punto del tiempo que llaman el presente. Porque el presente es el punto en el que el tiempo coincide con la eternidad. Del momento presente, y sólo de él, los humanos tienen una experiencia análoga a la que Dios tiene de la realidad como un todo; sólo en el presente la libertad y la realidad les son ofrecidas (C. S. Lewis, Cartas a un diablo novato, 1941).
Preguntado por los fariseos, cuándo había de venir el reino de Dios, les respondió y dijo: El reino de Dios no vendrá con advertencia, ni dirán: Helo aquí, o helo allí;  porque he aquí el reino de Dios está entre vosotros (Luc 17.20-21).
Jesús les advertía a los judíos que podrían quedar excluidos del reino mientras que muchos otros que no son judíos serán aceptados y tendrán un lugar dentro del reino de Dios. La buena noticia, y la única noticia, porque de esto se trata el Evangelio, es que tú, un(a) Hijo(a) de Dios Nacido(a) de Nuevo, eres ya un(a) Hijo(a) y Ciudadano(a) de dicho Reino.
Así que, si como dice la Escritura tú eres hechura suya, creado(a) en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que anduvieses en ellas (Efe 2.10), entonces lo único que tienes que hacer, el único trabajo que debes desarrollar es creer. Creerle a Dios, creerle a la Biblia y entonces comenzar a caminar en esas buenas obras manifestando tu Nueva Naturaleza como un(a) Hijo(a) semejante al Padre.
Por más inverosímil o asombroso que parezca, esta es la puerta estrecha que te permite la entrada al Reino de Dios: la fe. Así es, parece ser que PONER TODA TU CONFIANZA, SEGURIDAD Y ESPERANZA en las palabras de ese libro llamado La Biblia, del cual aseguras ser la Palabra de Dios, es más difícil de lo que parece. Es más fácil y espacioso creer y atender las voces de este mundo con sus médicos, analistas, abogados, periodistas, consejeros y excelentes profesionistas.
En cuanto a mí, veré tu rostro en justicia; Estaré satisfecho cuando despierte a tu semejanza (Sal 17.15).
Así es mi amado(a), tú estarás satisfecho(a) cuando te des cuenta que, de acuerdo a la voluntad de Dios, por Su Amor y el sacrificio de Jesús en la cruz, en Verdad tú eres un(a) Hijo(a) de Dios Nacido(a) de Nuevo y puedes, y debes, vivir una vida plena y abundante, pues ahora tú eres conforme a Su semejanza.
De cierto, de cierto os digo: El que en mí cree, las obras que yo hago, él las hará también; y aun mayores hará, porque yo voy al Padre (Jn 14.12).
Por eso puedes hacer las mismas obras que Jesús hizo y aún mayores pues tu eres como Jesús y Él está con el Padre, que es tu Padre. Por eso la Biblia declara que por Amor ahora tú eres en este mundo como Él es.
En esto se ha perfeccionado el amor en nosotros, para que tengamos confianza en el día del juicio; pues como él es, así somos nosotros en este mundo (1 Jn 4.17).
Este día necesitas darte cuenta que no es lo difícil, ni lo concluyente de tu situación, enfermedad o problema lo que determina cómo vas a concluir y salir de todo eso, sino lo que Dios dice en Su Palabra acerca de ti y de las capacidades que ahora tienes como Hijo(a) del Reino.
¡No hay forma que puedas perder en esta vida!
Oremos en voz audible:
Amado padre celestial, quiero agradecerte por Tu gran Amor con que me has amado, pues no solo me justificaste y perdonaste al pagar todos mis pecados con la Vida y la Sangre de Tu Hijo Jesús, sino que, además, me has adoptado como Hijo(a) Tuyo(a), según el puro afecto de Tu Voluntad, para darme Vida Eterna haciéndome un(a) Hijo(a) del Reino. Muchas gracias, Señor Jesús, pues ahora sé que, en todas las cosas, en cualquier problema, angustia o enfermedad, yo, _________ (tu nombre aquí), soy más que vencedor(a) por medio de Tu Amor. ¡Soy heredero(a) de Dios y coheredero(a) juntamente con Cristo Jesús! He decidido, con Tu ayuda, Espíritu Santo, tomar mi identidad como Hijo(a) del Rey para poder asumir mi posición dentro del Reino. Por lo tanto, resisto al espíritu de temor y de duda. Me declaro sano(a) de cualquier enfermedad o dolencia y confío plenamente que Tú, mi Dios, suplirás todo lo que me falta conforme a Tus riquezas en gloria. Así que, ¡Soy sano(a)! ¡Soy libre! ¡Soy próspero(a)! ¡Soy dichoso(a)! Ahora sé que, en verdad, las cosas que mi Rey y Salvador hizo, las mismas yo puedo hacer y aún mayores, porque Tú, Jesús estás con Tu Padre, quién es también mi Padre. En el nombre de Jesús. Amén.
*Ricardo C. Peredo Jaime   © 2011
 

Lectura y Meditación de la Palabra de Dios
Haz estas lecturas diarias y al final de un año habrás leído toda la Biblia.
Enero 17                                Luc 13.18-35  /  Gen 24  /  Sal 17
 


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