jueves, 10 de enero de 2013

¡Cómo hacer valer el Nuevo Pacto sobre tus circunstancias!

 
Jueves 10 de Enero de 2013.
¡Las cláusulas!
Por Riqui Ricón*
Entonces Abram se postró sobre su rostro, y Dios habló con él, diciendo: He aquí mi pacto es contigo, y serás padre de muchedumbre de gentes. Y no se llamará más tu nombre Abram, sino que será tu nombre Abraham, porque te he puesto por padre de muchedumbre de gentes. Y te multiplicaré en gran manera, y haré naciones de ti, y reyes saldrán de ti. Y estableceré mi pacto entre mí y ti, y tu descendencia después de ti en sus generaciones, por pacto perpetuo, para ser tu Dios, y el de tu descendencia después de ti. Y te daré a ti, y a tu descendencia después de ti, la tierra en que moras, toda la tierra de Canaán en heredad perpetua; y seré el Dios de ellos. Dijo de nuevo Dios a Abraham: En cuanto a ti, guardarás mi pacto, tú y tu descendencia después de ti por sus generaciones. Este es mi pacto, que guardaréis entre mí y vosotros y tu descendencia después de ti: Será circuncidado todo varón de entre vosotros. Circuncidaréis, pues, la carne de vuestro prepucio, y será por señal del pacto entre mí y vosotros (Gen 17.3-11).
Amado(a), Dios es un Dios de pactos. Esto no significa que haya otros dioses, ni que Él ande haciendo pactos continuamente. Lo que sí significa, es que Dios quiere dejarte bien claro que Él es honorable, tiene honor y va a cumplir Su Palabra. Primero el sol, la luna y las estrellas dejan de existir, antes que Él deje de cumplir Su Palabra.
El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán (Mat 24.35).
Todo esto era algo que tenía muy claro un joven de apenas unos 14 o 15 años de edad, llamado David. Cuando todo un ejército y el propio rey de Israel temblaban de miedo ante un gigante fanfarrón, David fue y le venció matándole. ¿Cómo pudo hacer eso? Tan sólo le habló al gigante haciéndole saber que él, Goliat, no era nadie y que en cambio él, David, tenía un pacto con Dios, un pacto al que Dios jamás faltaría.
Entonces habló David a los que estaban junto a él, diciendo: ¿Qué harán al hombre que venciere a este filisteo, y quitare el oprobio de Israel? Porque ¿quién es este filisteo incircunciso, para que provoque a los escuadrones del Dios viviente?... Dijo luego el filisteo a David: Ven a mí, y daré tu carne a las aves del cielo y a las bestias del campo. Entonces dijo David al filisteo: Tú vienes a mí con espada y lanza y jabalina; mas yo vengo a ti en el nombre de Jehová de los ejércitos, el Dios de los escuadrones de Israel, a quien tú has provocado. Jehová te entregará hoy en mi mano, y yo te venceré, y te cortaré la cabeza, y daré hoy los cuerpos de los filisteos a las aves del cielo y a las bestias de la tierra; y toda la tierra sabrá que hay Dios en Israel. Y sabrá toda esta congregación que Jehová no salva con espada y con lanza; porque de Jehová es la batalla, y él os entregará en nuestras manos (1 S 17.26, 44-47).
David no tenía más fe que la que tú tienes, pues así como él, tú sabes que Dios no miente, ni se arrepiente, que si Él lo dijo, entonces, lo va a hacer; que si Dios lo habló, entonces, Él lo va a ejecutar.
Cualesquiera que sean los goliats que hoy estés enfrentando, sólo debes recordar que hay un pacto, y que éste pacto es muchísimo mayor y mejor que el que David tenía. Es el Nuevo Pacto, establecido en la Sangre preciosa y Poderosa de nuestro Señor Jesucristo.  Es un mejor Pacto, establecido sobre mejores promesas. Es el Nuevo Pacto al cual  Dios no va a faltar jamás.
Así que, toma algunas de las cláusulas de este Nuevo Pacto y recuérdaselas, audiblemente, a tus goliats:
Todo lo puedo en Cristo que me fortalece (Fil 4.13). ¡Yo todo lo puedo! ¡No existe problema, circunstancia o situación que yo no pueda resolver!
Hijitos, vosotros sois de Dios, y los habéis vencido; porque mayor es el que está en vosotros, que el que está en el mundo (1 Jn 4.4). ¡Pertenezco a Dios! ¡Soy Su Hijo(a) amado(a)! ¡Nada más por esto, ya he vencido! ¡Mayor es Él, el Espíritu Santo, que está en mí, y conmigo, que el que está en el mundo!
Antes, en todas estas cosas somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó (Ro 8.37). ¡En todas, absolutamente todas, las cosas soy más que vencedor(a)!
No temerás el terror nocturno, Ni saeta que vuele de día, Ni pestilencia que ande en oscuridad, Ni mortandad que en medio del día destruya. Caerán a tu lado mil, Y diez mil a tu diestra; Mas a ti no llegará (Sal 91.5-7). ¡No voy a temer, pues aunque ande en valle de sombra y de muerte, Tú, Señor Jesús, estás conmigo! ¡Soy un(a) Hijo(a) bendito(a) del Señor y no miraré cuando el mal venga sobre mí, pues aunque todo a mi alrededor estén sucediendo malas cosas, a mí no llegarán!
Jehová es mi luz y mi salvación; ¿de quién temeré? Jehová es la fortaleza de mi vida; ¿de quién he de atemorizarme? Cuando se juntaron contra mí los malignos, mis angustiadores y mis enemigos, Para comer mis carnes, ellos tropezaron y cayeron. Aunque un ejército acampe contra mí, No temerá mi corazón; Aunque contra mí se levante guerra, Yo estaré confiado (Sal 27.1-3). ¡Dios es mi luz y mi salvación! ¡Dios mismo es la fortaleza de mi vida! ¡No le temo a nada! ¡Mis enemigos caen y tropiezan delante de mí! ¡Yo confío en Ti, mi Dios y Padre! ¡Tengo paz y gozo, pues dichoso(a) es el (la) hombre (mujer) que en Ti confía!
Ciertamente llevó él nuestras enfermedades, y sufrió nuestros dolores; y nosotros le tuvimos por azotado, por herido de Dios y abatido. Mas él herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados; el castigo de nuestra paz fue sobre él, y por su llaga fuimos nosotros curados (Isa 53.4-5). ¡De toda enfermedad y dolencia soy libre! ¡Por la Sangre y las heridas de Jesús, yo soy sano(a)!
En Su pacto con Abraham, Dios prometió multiplicar su descendencia y bendecirlo; en el Nuevo Pacto, en la Sangre de Jesús, Dios te pone muy por encima de lo prometido, al hacerte legalmente Su Hijo(a): heredero(a) de Dios y coheredero(a) con Cristo Jesús.
Pues no habéis recibido el espíritu de esclavitud para estar otra vez en temor, sino que habéis recibido el espíritu de adopción, por el cual clamamos: ¡Abba, Padre! El Espíritu mismo da testimonio a nuestro espíritu, de que somos hijos de Dios. Y si hijos, también herederos;  herederos de Dios y coherederos con Cristo (Ro 8.15-17a).
Esta es apenas una muy pequeña muestra de las grandes y hermosas promesas que Dios te ha dado con el fin de que puedas participar de Su Naturaleza Divina mediante el Nuevo Pacto en la Sangre de Jesús.
Así Dios nos ha entregado sus preciosas y magníficas promesas para que ustedes, luego de escapar de la corrupción que hay en el mundo debido a los malos deseos, lleguen a tener parte en la naturaleza divina (2 Ped 1.4 NVI).
 Valdría mucho la pena que este año hicieras todo lo necesario por conocer, recordar, meditar y, sobre todo, utilizar a tu favor las cláusulas del Nuevo Pacto.
Nunca se apartará de tu boca este libro de la ley, sino que de día y de noche meditarás en él, para que guardes y hagas conforme a todo lo que en él está escrito; porque entonces harás prosperar tu camino, y todo te saldrá bien (Jos 1.8).
Oremos en voz audible:
Amado Padre celestial, muchas gracias por amarme tanto que, aunque estaba yo muerto(a)  en delitos y pecados, me diste vida juntamente con Cristo. Gracias por el Nuevo Pacto en la Sangre de Tu Hijo Jesús con el cual me has trasladado de las tinieblas a Tu luz admirable, haciéndome, legítimamente, un(a) Hijo(a) Tuyo(a). ¡Señor Jesús, te amo con todo mi ser! Hoy quiero honrar este Nuevo Pacto en la Sangre de Jesús y les hablo y declaro a todos mis problemas, enfermedades y aflicciones que,  ¡Pertenezco a Dios! ¡Soy Su Hijo(a)! ¡Nada más por esto, ya he vencido! ¡Mayor es Él, el Espíritu Santo, que está en mí, y conmigo, que el que está en el mundo! ¡En todas, absolutamente todas, las cosas soy más que vencedor(a)! ¡No voy a temer, pues aunque ande en valle de sombra y de muerte, Tú, Señor Jesús, estás conmigo! ¡Soy un(a) Hijo(a) bendito(a) del Señor y no miraré cuando el mal venga sobre mí, pues aunque todo a mi alrededor estén sucediendo malas cosas, a mí no llegarán! ¡Dios es mi luz y mi salvación! ¡Dios mismo es la fortaleza de mi vida! ¡No le temo a nada! ¡Mis enemigos caen y tropiezan delante de mí! ¡Yo confío en Ti, mi Dios y Padre! ¡Tengo paz y gozo, pues dichoso(a) es el (la) hombre (mujer) que en Ti confía! ¡De toda enfermedad y dolencia soy libre! ¡Por la Sangre y las heridas de Jesús, yo soy sano(a)! En el nombre de Jesús. Amén.
*Ricardo C. Peredo Jaime   © 2011
 

Lectura y Meditación de la Palabra de Dios
Haz estas lecturas diarias y al final de un año habrás leído toda la Biblia.
Enero 10                                Luc 10.1-20  /  Gen 17  /  Sal 10
 


No hay comentarios:

Publicar un comentario

¿Qué piensas al respecto?