sábado, 30 de abril de 2011

¿Y si murieras hoy?



¡Dónde está Max!

(cómo dejar de temerle a la muerte)

Hace ya 8 días que me dieron la noticia de que mi amigo Max había “muerto”, y aunque hable con su esposa Ame para darle el pésame tengo que pedirles perdón a ella y a sus hijas, Andrea y Ale,  por no haberles dado esto que ahora les escribo. También te pido perdón a Ti, Espíritu Santo, por no haberte obedecido al instante.

Max es mi amigo y, de acuerdo a la Biblia, que es la palabra de Dios y no miente, él está, como decimos los mexicanos, “vivito y coleando” (alegre, feliz). Dentro de 5,000 años Max, Ame, Andrea, Ale, Chío, Yo y todos los demás que creen, aquí vamos a estar, sobre la tierra reinando y gobernando en un mundo totalmente nuevo que se llama El Reino de Dios. ¿Cómo sé todo esto? Dios lo dice así:

Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna (Jn 3.16).

Pienso que desde el inicio de la escritura hasta finales del siglo 20 las palabras significaban literalmente lo que quieren decir: arriba es arriba y abajo es abajo; lo bueno es bueno y lo malo es malo. Con el riesgo de que alguien me juzgue de ingenuo, me atrevo a decir que no entiendo en que momento de la historia de la humanidad, la Iglesia cambió el sentido de las palabras Vida Eterna. Alguien por ahí dejó de creer que la Biblia dice que TODO AQUEL que en él cree no se pierde, sino tiene VIDA ETERNA.

¡Por ningún lado en la Escritura he encontrado que Vida Eterna signifique una vida aquí y otra vida allá en el cielo! ¡O que la Vida Eterna es la vida en el más allá!

¡No! ¡El asunto es más sencillo! La Biblia, que es la Palabra de Dios y no miente, dice que Max tiene Vida Eterna porque él creyó en Jesucristo como su Señor y Salvador. Y vida eterna significa, simplemente eso, vida eterna: vivir para siempre, esto es, no morir.

Recuerda que Dios no miente, ni se arrepiente. Si Él lo dijo, entonces, Él lo va hacer. Si Él lo habló, entonces, Él lo va a ejecutar.

Ahora bien, la primer ocasión que en la Biblia se menciona a la tan temida muerte es en el Paraíso cuando Dios les mandó, diciendo: De todo árbol del huerto podrás comer; mas del árbol de la ciencia del bien y del mal no comerás; porque el día que de él comieres, ciertamente morirás (Gen 2. 16-17). Sin embargo, comieron del fruto de dicho árbol y ninguno de los dos cayó muerto a nuestro entender. ¿Qué sucedió? ¿Falló la Palabra de Dios? Como dice Pablo, ¡de ninguna manera!

Recordemos primero cómo es que, Adán y Eva, tú y yo, fuimos hechos por Dios:

Entonces dijo Dios: Hagamos al hombre a nuestra imagen,  conforme a nuestra semejanza; y señoree en los peces del mar, en las aves de los cielos, en las bestias, en toda la tierra, y en todo animal que se arrastra sobre la tierra. Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó (Gen 1. 26-27).

Mas la hora viene, y ahora es, cuando los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad; porque también el Padre tales adoradores busca que le adoren. Dios es Espíritu; y los que le adoran, en espíritu y en verdad es necesario que adoren (Jn 4. 23-24).

Fuimos creados a imagen y semejanza de Dios; Dios es espíritu y tú también. Pon mucha atención pues, contrario a todo lo que te han enseñado, no tienes un espíritu sino que eres espíritu y esto hace una gran diferencia.

¿Podrías decir conmigo? ¡Yo no tengo un espíritu! ¡Yo, Riqui Ricón (di tu nombre aquí), SOY espíritu! ¡Tengo un alma con pensamientos, emociones y sentimientos, y VIVO DENTRO de un cuerpo! Te aconsejo que lo repitas en voz alta varias veces hasta que tomes conciencia de esta verdad.

Así que, efectivamente, Adán y Eva murieron al instante mismo que probaron el fruto del árbol de la ciencia del bien y del mal, pues así fue establecido por la Palabra de Dios. El espíritu que ellos eran murió, se escondieron de Su Presencia llenos de duda y temor para, como espíritus que son, quedar muertos a todo lo que a Dios concierne.

En aquel tiempo estabais sin Cristo, alejados de la ciudadanía de Israel y ajenos a los pactos de la promesa, sin esperanza y sin Dios en el mundo (Efe 2. 12).

Tú tampoco caíste muerto, a nuestro entender, la primera vez que pecaste pero sí moriste. El espíritu que tú eres murió para con Dios.

Porque la paga del pecado es muerte (del espíritu), mas la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro (Ro 6. 23).

Para entender esto mejor, lo pongo de esta manera: a causa de mi vida de pecado yo, espíritu, estoy muerto, pero, el regalo que Dios me hace a través de Su Hijo Jesús, es volver a darme vida y vida eterna, esto es, ya no morir.

El problema aquí, al vivir sin Cristo Jesús, es que nos hemos acostumbrado hacer más caso de nuestros cinco sentidos que a la Palabra de Dios. Nos es más fácil creer lo que sentimos que creerle a Él, creerle a Su Palabra, la Biblia. Amamos tanto este estuche, al que llamamos cuerpo, que nos hemos olvidado de quiénes ahora somos en Verdad.

Porque este Dios es Dios nuestro eternamente y para siempre; Él nos guiará aún más allá de la muerte (Sal 48. 14).

Es lamentable que muchos cristianos aún le tengan miedo a la muerte. Tu cuerpo es un objeto inanimado al que tú le das vida. Eres tú, espíritu, quien le da vida a tu cuerpo y no al revés.

Así que vivimos confiados siempre, y sabiendo que entre tanto que estamos en el cuerpo, estamos ausentes del Señor (porque por fe andamos, no por vista); pero confiamos, y más quisiéramos estar ausentes del cuerpo, y presentes al Señor. Por tanto procuramos también, o ausentes o presentes, serle agradables (2 Co 5. 6-9).

En el evangelio, las buenas noticias, de acuerdo a Jn 3.16 y a 1 Jn 5.1, toda/todo aquella/aquel que cree en Jesucristo es hecha/hecho Hija/Hijo de Dios y tiene Vida Eterna. No hablamos en términos de muerte y vida sino exclusivamente Vida pues los que se ausentan del cuerpo están presentes con el Señor.

Otro problema es que los creyentes desconocen el alcance de la redención de Jesús y se conforman al pensar que ser salvos significa ir al cielo. Muchos ignoran que el sacrificio, la muerte, de Jesús en la cruz APENAS ERA el requisito para el cumplimiento de las promesas establecidas en el Nuevo Pacto.

Y mientras comían, tomó Jesús el pan, y bendijo, y lo partió, y dio a sus discípulos, y dijo: Tomad, comed; esto es mi cuerpo. Y tomando la copa, y habiendo dado gracias, les dio, diciendo: Bebed de ella todos; porque esto es mi sangre  del nuevo pacto que por muchos es derramada para remisión de los pecados (Mat 26. 26-28).

La justicia de Dios fue satisfecha en esa cruz pues se pagó con la vida del Hijo de Dios todos los pecados. Quizá te cueste entenderlo, pero Jesús, espíritu, ciertamente murió pagando tus pecados. No fue su cuerpo el que murió, sino Jesús mismo, espíritu, Dios hecho hombre, quien literalmente murió y pagó para que así la justicia fuera satisfecha. No puede ser de otra manera.

¿Qué tiene que ver esto con mi amigo Max? Permíteme seguir explicando. Primero, en la muerte de Jesús se cumplió la justicia y fuimos justificados. Luego, en Su Amor, gracia y misericordia Él prometió olvidar todos nuestros pecados por lo que ya fuimos perdonados. La mayoría de los creyentes llegan hasta aquí, resignándose a ser justificados y perdonados con la esperanza de algún día, si se portan bien, llegar al cielo, a la Presencia de Dios. Hablan y proclaman acerca de la victoria de Jesús en la cruz con su muerte y resurrección pero desconocen y, por lo tanto, no participan de esa verdad.

Para comprender cabalmente cómo la resurrección de Jesús nos da la victoria sobre la muerte necesitamos entender que ya estaba establecido por Dios, en Su Palabra, en el Nuevo Pacto, que seriamos justificados y perdonados PARA gozar de UNA TOTALMENTE NUEVA Y DIFERENTE naturaleza; una vez justificados y perdonados seriamos hechos espíritus nuevos por Dios.

Crea en mí, oh Dios, un corazón limpio, Y renueva un espíritu recto dentro de mí. No me eches de delante de ti, Y no quites de mí tu santo Espíritu. Vuélveme el gozo de tu salvación, Y espíritu noble me sustente (sal 51. 10-12).

¿Cómo es que los que creen en Jesús son hechos Hijas e Hijos de Dios? Mediante el Nuevo Nacimiento. ¿Qué es el Nuevo Nacimiento? El cumplimiento del Nuevo Pacto mediante el cual Jesús nos da la victoria definitiva sobre el pecado y la muerte por medio de Su Sangre.

He aquí que vienen días, dice Jehová, en los cuales haré nuevo pacto con la casa de Israel y con la casa de Judá. No como el pacto que hice con sus padres el día que tomé su mano para sacarlos de la tierra de Egipto; porque ellos invalidaron mi pacto, aunque fui yo un marido para ellos, dice Jehová. Pero este es el pacto que haré con la casa de Israel después de aquellos días, dice Jehová: Daré mi ley en su mente, y la escribiré en su corazón;  y yo seré a ellos por Dios, y ellos me serán por pueblo. Y no enseñará más ninguno a su prójimo, ni ninguno a su hermano, diciendo: Conoce a Jehová; porque todos me conocerán, desde el más pequeño de ellos hasta el más grande, dice Jehová; porque perdonaré la maldad de ellos, y no me acordaré más de su pecado (Jer 31. 31-34).

Os daré corazón nuevo, y pondré espíritu nuevo dentro de vosotros; y quitaré de vuestra carne el corazón de piedra, y os daré un corazón de carne. Y pondré dentro de vosotros mi Espíritu, y haré que andéis en mis estatutos, y guardéis mis preceptos, y los pongáis por obra (Eze 36. 26-27).

De acuerdo al Nuevo Pacto establecido por la Palabra de Dios, por la sangre de Jesús, tú, yo y todos los que hemos creído hemos sido justificados y perdonados. Pero no solamente eso, sino que también, por Su resurrección hemos paso de muerte a vida. Hemos Nacido de Nuevo. Somos una Nueva especie de ser que no existía antes: somos Hijas e Hijos de Dios Nacidos de Nuevo.

Y como sello de garantía, como las arras de nuestra herencia, tenemos la promesa del Padre la cual, Jesús dijo, escuchamos de Él: ¡Dios, el Espíritu Santo!

¿O no sabéis que todos los que hemos sido bautizados en Cristo Jesús, hemos sido bautizados en su muerte? Porque somos sepultados juntamente con él para muerte por el bautismo, a fin de que como Cristo resucitó de los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros andemos en vida nueva (Ro 6. 3-4).

Una vida totalmente Nueva, plena y abundante. ¡Vida Eterna!

siendo renacidos, no de simiente corruptible, sino de incorruptible, por la palabra de Dios que vive y permanece para siempre (1 P 1. 23).

¡Incorruptibles! ¡Igual que Jesús! ¡Igual que Max!

Pon mucha atención ahora:

Así que, por cuanto los hijos participaron de carne y sangre, él también participó de lo mismo, para destruir por medio de la muerte al que tenía el imperio de la muerte, esto es, al diablo, y librar a todos los que por el temor de la muerte estaban durante toda la vida sujetos a servidumbre (He 2. 14-15).

Por cuanto Jesús murió por ti, tú moriste con Él, pero porque Él resucitó, tú Naciste de Nuevo con Él, tienes Vida Eterna y ni la muerte, ni el pecado tienen nada en ti.

Porque la ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús me ha librado de la ley del pecado y de la muerte (Ro 3. 2).

Así que, mi amigo Max sólo se cambió de habitación. Él sigue siendo el mismo que conocí, el mismo que Dios dice, en Su Palabra, que él es.

¡Es Palabra de Dios!

Y dentro de 10 000 años aquí vamos a estar, tú y yo, reinando y disfrutando de la Presencia de nuestro Dios y Padre. ¡Ah! Me olvidaba, y Max con nosotros. En el nombre de Jesús. Amén.


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