domingo, 24 de abril de 2011

¡Dios! ¿Cuál es Tu problema?


Viernes 22 de Abril de 2011.

¡Dios no tiene ningún problema! ¡Y yo tampoco!

Por Riqui Ricón*

Mas yendo por el camino, aconteció que al llegar cerca de Damasco, repentinamente le rodeó un resplandor de luz del cielo; y cayendo en tierra, oyó una voz que le decía: Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues? El dijo: ¿Quién eres, Señor? Y le dijo: Yo soy Jesús, a quien tú persigues; dura cosa te es dar coces contra el aguijón. El, temblando y temeroso, dijo: Señor, ¿qué quieres que yo haga? Y el Señor le dijo: Levántate y entra en la ciudad, y se te dirá lo que debes hacer (Hch 9. 3-6).

En verdad que no entiendo a las personas que consideran a Dios como alguien tan amargado y enojón que si sus criaturas no le obedecen o le rinden la apropiada adoración, entonces, monta en cólera de tanta frustración. Como si algo, por culpa de alguien, no le salió bien. Ese no es el Dios y Padre que me revela la Biblia, que es Palabra de Dios y no miente. Más bien veo a un Dios Soberano, Todopoderoso que tiene control y dominio sobre todo, tan lleno de amor y misericordia por los seres humanos que diseñó un plan infalible para nuestra redención.

La oración de arrepentimiento y salvación más simple y genuina que he encontrado es la que Pablo hace camino a Damasco, ¿Quién eres, Señor? Y lo más fabuloso es la respuesta de Jesús, Yo soy Jesús, a quien tú persigues; dura cosa te es dar coces contra el aguijón. Sin reproches, sin enojo ni recriminación; ningún “qué te crees miserable e indigno asesino de mis Hijos”, tampoco “fájate bien los pantalones y veremos de que estás hecho pues ahora Yo voy a tratar contigo”, ni nada por el estilo. Solo Amor, el llano, simple y puro Amor de Dios para con este asesino y perseguidor de la Iglesia. ¡Asombroso, realmente asombroso!

Lo cierto es que así es Dios. Él no tiene ningún complejo, ni enojo, ni necesidad de condenar a nadie. No tiene el más mínimo temor, ni la más mínima duda, de que su Palabra y Autoridad vayan a ser burlados o menoscabados por nadie. ¡Él es Dios!

Mirad cuál amor nos ha dado el Padre, para que seamos llamados hijos de Dios;  por esto el mundo no nos conoce, porque no le conoció a él (1 Jn 3.1).

Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna. Porque no envió Dios a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por él (Jn 3. 16-17).

Estas dos porciones de la Escritura, inmersas totalmente en el Nuevo Pacto de Dios para con los hombres, son tremendas declaraciones no sólo del Amor que Dios te tiene a ti sino, también, de la absoluta certeza de quién es Él y de lo que es capaz de hacer por ti.

Es la misma actitud que, Jesús nos revela, tiene el padre hacia el hijo pródigo y hacia su hermano mayor. No tiene necesidad, ni deseo, de pelear o discutir con ninguno de los dos. Él simplemente los ama. ¡Son sus hijos! No desea nada más que tenerlos a su lado. El hijo menor, arrepentido, iba resuelto a decirle, hazme como a uno de tus siervos, el hermano mayor le recriminó, tantos años te he servido. Ninguno de los dos se sentía hijo y mucho menos lo creían.

Porque convenía a aquel por cuya causa son todas las cosas, y por quien todas las cosas subsisten, que habiendo de llevar muchos hijos a la gloria, perfeccionase por aflicciones al autor de la salvación de ellos (He 2. 10).

Pensar que el Padre sólo quiere Hijas e Hijos. Siervos tiene millones de millones.

Dios está en control. A Él no se le escapa nada. Cuando tú confiesas tus pecados, no es nada nuevo para Él, ¡ya lo sabía! Más bien eres tú quien se está librando del pecado y sus consecuencias, como la enfermedad, muerte y condenación que conlleva.

Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad (1 Jn 1. 9).

Dios te ama tanto que prefirió entregar a Su propio Hijo antes que perderte a ti. Para que en Cristo Jesús se cumpliera la justicia sobre todos tus pecados; Dios te perdonara, olvidando tus acciones y, fueses hecha/hecho nueva creatura: una/un Hija/Hijo de Dios Nacida/nacido de Nuevo no de una simiente que se pueda corromper sino de la incorruptible semilla que es la Palabra de Dios que vive y permanece para siempre. ¡Aleluya!

¡Gracias precioso Jesús! Ahora sé que he vuelto en amistad Contigo, oh Dios, y tengo paz; y por ello me vendrá bien. Padre, tomo Tu Palabra en mi boca y pongo la Biblia en mi corazón. Por Tu Hijo Jesús, me vuelvo hacia Ti, Omnipotente Dios, y soy edificada/edificado. Alejo de mi vida la aflicción. Nada me falta ni me faltará, pues Tú suples todas mis necesidades conforme a Tus riquezas en gloria. Ante cualquier problema o dificultad Tú eres mi defensa. Me deleito en Ti, Señor, y alzo a Ti mi rostro. Oro a Ti y Tú me oyes y respondes. Por lo tanto, determinaré asimismo una cosa, y ésta me será firme. Sobre todos mis caminos resplandecerá Tu luz, pues ahora sé quién yo soy: Tu Hija/Hijo Amada/Amado. En el nombre de Jesús. Amén (Job 22. 21-28).

¡Dios no tiene ningún problema! ¡Y yo tampoco!

*Ricardo C. Peredo Jaime   © 2011




Lectura y Meditación de la Palabra de Dios

Haz estas lecturas diarias y al final de un año habrás leído toda la Biblia.

                                                                                   

Abril 22                                             Hch 9. 1-25 /  Jos 3-4 /  Job 22

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