13 de Diciembre
¡Creyéndole a Dios, creyendo Su
Palabra!
Por Riqui Ricón*
Porque para mí el vivir es
Cristo, y el morir es ganancia. Mas si el vivir en la carne
resulta para mí en beneficio de la obra, no sé entonces qué escoger. Porque
de ambas cosas estoy puesto en estrecho, teniendo deseo de partir y estar con
Cristo, lo cual es muchísimo mejor; pero quedar en la carne es más
necesario por causa de vosotros (Fil 1.21-24).
Entre más leas
y medites la Biblia, que es la Palabra de Dios, que no miente, te darás cuenta
que, efectivamente, el Evangelio son puras buenas noticias. Lo que Jesucristo
hizo en la cruz por amor a ti es tan maravilloso que el apóstol Pablo deseaba estar ausente del cuerpo y
presente al Señor (2 Co
5.1-10).
Los primeros
creyentes descubrieron un secreto maravilloso en el Evangelio de Jesucristo,
descubrieron la Verdad acerca del sacrificio de Jesús en relación con sus
cuerpos y sus personas: ¡Tú no eres tu cuerpo! ¡Tú eres espíritu!
Dios es
Espíritu y tú fuiste creado a la imagen y semejanza de Dios. Así que, ¡Tú no
tienes un espíritu sino que eres espíritu, creado, regenerado, para ser
conforme a la imagen del Hijo de Dios, Jesucristo!
Porque de tal manera amó Dios
al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree,
no se pierda, mas tenga vida eterna (Jn 3.16).
¡Todo aquel que en él cree, tiene
Vida Eterna! Y qué es la Vida Eterna sino vivir por siempre. Esto significa que
el (la) que cree en Jesús como Señor y Salvador de su vida no morirá sino
vivirá por siempre.
Le dijo Jesús: Yo soy la
resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá. Y
todo aquel que vive y cree en mí, no morirá eternamente. ¿Crees esto? Le
dijo: Sí, Señor; yo he creído que tú eres el Cristo, el Hijo de Dios, que has
venido al mundo (Jn 11.25-27).
¡Escrito está! De alguna manera, con
Su sacrificio en la cruz y con Su resurrección, Jesús anuló el dominio que la
muerte ejercía sobre tu vida.
Porque la paga del pecado es
muerte, mas la dádiva de Dios es vida
eterna en Cristo Jesús Señor nuestro (Ro 6.23).
La victoria
sobre la muerte es un regalo que Dios te da como parte de la Vida Eterna, la
Vida Plena y Abundante, que Jesús pagó para que tú fueses hecho(a) un(a) Hijo(a)
de Dios Nacido(a) de Nuevo.
Así que, por cuanto los hijos
participaron de carne y sangre, él también participó de lo mismo, para destruir
por medio de la muerte al que tenía el imperio de la muerte, esto es, al
diablo, y librar a todos los que por el temor de la muerte estaban
durante toda la vida sujetos a servidumbre (He
2.14-15).
Con Su muerte en la cruz, Jesús pagó
todos tus pecados para que fueras justificado y perdonado; al resucitar entre
los muertos, te ofrece una Nueva Naturaleza que no tenías, ni podrías tener: la
Vida Eterna de un(a) Hijo(a) de Dios.
Y cuando esto corruptible se
haya vestido de incorrupción, y esto mortal se haya vestido de inmortalidad,
entonces se cumplirá la palabra que está escrita: Sorbida es la muerte en
victoria. ¿Dónde está, oh muerte, tu
aguijón? ¿Dónde, oh sepulcro, tu victoria? ya que el aguijón de la muerte es
el pecado, y el poder del pecado, la ley. Mas gracias sean dadas a
Dios, que nos da la victoria por medio de nuestro Señor Jesucristo (1 Co
15.54-57).
Como puedes ver, la victoria
sobre la muerte es un hecho real y no una expresión figurativa. Por la Palabra
de Honor que Dios tiene, puedes estar completamente seguro(a) que la muerte ya
nada tiene en ti.
siendo renacidos, no de
simiente corruptible, sino de incorruptible, por la palabra de Dios que vive y
permanece para siempre (1 P 1.23).
Si puedes comprender que tú
realmente eres espíritu Nacido de Nuevo, con la naturaleza incorruptible de
un(a) Hijo(a) del Rey, la cual sólo te la puede otorgar la Palabra Eterna de
Dios, entonces te darás cuenta que no existen dos vidas: una aquí, en la
tierra, y otra en el más allá.
Porque la ley del Espíritu de
vida en Cristo Jesús me ha librado de la ley del pecado y de la muerte (Ro 8.2).
Ahora, tu vida es un continuo en
la Eternidad con Dios, tu Padre, y con Jesucristo, tu Salvador. Puedes dejar de
temer, ¡la muerte ya no se enseñorea más de ti!
Date cuenta que tu cuerpo tan
sólo es un estuche, un traje con el cual tú, que eres espíritu, puedes
expresarte y comunicarte en este mundo natural. Tu cuerpo es sólo el traje
especial que un bombero necesita para moverse dentro de un incendio; es sólo el
traje especial que el astronauta necesita para dar una caminata espacial.
Tu cuerpo sólo es una cáscara muy
sofisticada a la cual tú, que eres espíritu, le das vida cuando te encuentras
dentro de él.
Aquellos que nos han precedido en
ir a la Presencia del Señor no están muertos, simple y sencillamente se
mudaron, se cambiaron de plano dejando aquí el estuche, pero siguen siendo los
mismos: Hijos de Dios Nacidos de Nuevo.
Por tanto, ya que ellos son de carne y hueso, él también compartió esa
naturaleza humana para anular, mediante la muerte, al que tiene el dominio de
la muerte —es decir, al diablo—, y librar a todos los que por temor a la muerte
estaban sometidos a esclavitud durante toda la vida (He 2.14-15 NVI).
Tú ya no eres más un esclavo del
temor a la muerte. ¡Cristo Jesús venció a la muerte en tu lugar! ¡La ley del Espíritu
de Vida en Cristo Jesús te ha hecho libre de la ley del pecado y de la muerte!
Dijo entonces Jesús a los judíos que habían creído en él: Si vosotros
permaneciereis en mi palabra, seréis verdaderamente mis discípulos; y
conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres (Jn 8.31-32).
Conoce la Verdad: ¡Tienes Vida
Eterna y nunca morirás! Ahora, sé libre para vivir la Vida Plena y Abundante
que Jesucristo compró para ti.
Una vez asegurada tu victoria
sobre la muerte puedes dejar de tener miedo y enfocarte en el propósito por el
cual aún permaneces en el mundo, pues quedar
en la carne es más necesario por causa de los demás.
Mas vosotros sois linaje
escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido por Dios, para que
anunciéis las virtudes de aquel que os llamó de las tinieblas a su luz
admirable; vosotros que en otro tiempo no erais pueblo, pero que
ahora sois pueblo de Dios; que en otro tiempo no habíais alcanzado
misericordia, pero ahora habéis alcanzado misericordia (1 P
2.9-10).
Así que, somos embajadores en
nombre de Cristo, como si Dios rogase por medio de nosotros; os rogamos en
nombre de Cristo: Reconciliaos con Dios (2 Co
5.20).
Ahora tú eres linaje
escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido por Dios, eres un(a) embajador(a) en el
nombre de Cristo para que anuncies las virtudes de aquel que te llamó de las tinieblas a
Su luz admirable. Dios, el Espíritu Santo, está en ti y contigo para que les
ruegues a los demás que se reconcilien con Dios por medio de Jesucristo.
Porque en otro tiempo erais
tinieblas, mas ahora sois luz en el Señor; andad como hijos de luz (porque
el fruto del Espíritu es en toda bondad, justicia y verdad), comprobando
lo que es agradable al Señor (Efe 5.8-10).
El mundo
entero se está cayendo a pedazos y la gente vive llena de angustia y temor
mientras que tú eres un Hijo(a) de la Luz y has sido ungido(a) por tu Padre
celestial para establecer Su reino de Amor en aquellos y aquellas que aún no lo
conocen.
Oremos en
voz audible:
Amado padre celestial, es
asombroso el Amor con que me has amado, que siendo yo como había sido hayas
entregado a Tu Hijo Jesús para darme el regalo de la Vida Eterna. haciéndome Tu
Hijo(a). Gracias, Señor Jesús, por tanto y tan gran Amor. Soy Tu Hijo(a). Soy
Nacido(a) de Nuevo, y no de simiente corruptible sino de incorruptible por Tu
Palabra que vive y permanece para siempre. Tengo esta Vida Eterna para amarte a
Ti y para amar a mis semejantes como a mí mismo(a). Resisto y echo fuera de mi
vida al espíritu de temor, pues no me has dado, oh Dios, espíritu de esclavitud
para estar otra vez en temor, sino que he recibido el espíritu de adopción y,
hoy, te digo Abba, Padre. ¡Soy sano(a)! ¡Soy libre! ¡Soy próspero(a)! ¡Soy
dichoso(a), pues voy a vivir por toda la Eternidad en la Plenitud del Amor, y
del gozo, y de la paz que ahora tengo! Sin importar cuál es mi situación en
este momento, yo, _______ (tu nombre aquí), ¡soy luz en medio de las tinieblas!
Y de todo problema, enfermedad o aflicción saldré más que vencedor(a), por
medio de Aquel que me amó, Cristo Jesús. En el nombre de Jesús. Amén.
Nota Importante:
¿Cómo me hago Hijo de Dios? ¿Cómo establezco una relación con el
Todopoderoso?
Sólo haz la siguiente oración en voz audible poniendo toda tu
atención y corazón a lo que le estás diciendo a Dios:
Señor Jesús, yo
creo que eres el Hijo de Dios. Que viniste a este mundo de la virgen María para
pagar todos mis pecados, y yo he sido un(a) pecador(a). Por eso, te digo el día
de hoy que sí acepto. ¡Sí acepto tu sacrificio en la cruz! ¡Sí acepto Tu Sangre
preciosa derramada hasta la última gota por Amor a mí! Te abro mi corazón y te
invito a entrar porque quiero, Señor Jesús, que desde hoy y para siempre Tú
seas mi único y suficiente Salvador, mi Dios, mi Rey y mi Señor. Gracias, Dios
Poderoso, pues con esta simple oración y profesión de fe he pasado de muerte a
Vida, he sido trasladado(a) de las tinieblas a Tu Luz admirable. ¡Hoy he Nacido
de Nuevo! ¡Dios, ahora yo Soy Tu Hijo(a)! ¡Ahora Tú eres mi Padre! ¡Nunca más
estaré solo(a)! Nunca más viviré derrotado(a). En el nombre de Jesús. Amén.
*Ricardo C. Peredo
Jaime © 2012
Lectura
y Meditación de la Palabra de Dios
Haz
estas lecturas diarias y al final de un año habrás leído toda la Biblia.
Diciembre
13 Fil
1.12-30 / Ez 19
/ Isa 48
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