Sábado 5 de Noviembre de 2011.
¡Si puedes creer, al que cree todo le es posible!
Por Riqui Ricón*
Porque no nos ha dado Dios espíritu de cobardía, sino de poder, de amor y de dominio propio (2 Ti 1.7).
Amada(o), de acuerdo a la Biblia, la Palabra de Dios que no miente, cuando aceptaste a Jesús como Señor y Salvador de tu vida todos tus pecados fueron pagados; fuiste justificada(o), perdonada(o), santificada(o) y, como si fuera poco, recibiste el regalo de la Vida Eterna al Nacer de Nuevo como un(a) Hija(o) del Rey.
De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas (2 Co 5.17).
Esta nueva especie de ser que ahora eres tú no ha recibido espíritu de cobardía sino que, Dios, te ha dotado, en tu nueva naturaleza, de un espíritu de poder, de amor y de dominio propio.
Hay creyentes que cuando escuchan esta enseñanza reaccionan pensando, “pues, si soy sincera(o), yo amo a Dios pero ni me siento santa(o), ni justa(o), ni noto ninguna clase de poder o amor en mi vida, aún sigo luchando contra mi vieja naturaleza”.
¡Aquí está la clave del éxito para vivir esa clase de vida en poder, en amor y en dominio propio! Lo realmente relevante no es lo que sientas, experimentes o manifiestes con tus actos pues esa no es la Verdad. La verdad es la que Dios ha declarado acerca de ti en Su Palabra pues Su Palabra es la Verdad.
Así que vivimos confiados siempre, y sabiendo que entre tanto que estamos en el cuerpo, estamos ausentes del Señor (porque por fe andamos, no por vista) (2 Co 5.6-7).
La clave del éxito es saber que lo que Dios dice es la Verdad y se cumple totalmente pues primero el cielo y la tierra dejan de existir antes que la Palabra de Dios, la Biblia, deje de cumplirse. Es por esto que sin fe es imposible agradar a Dios, Porque en el evangelio la justicia de Dios se revela por fe y para fe, como está escrito: Mas el justo por la fe vivirá (Ro 1.17).
Así que, Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí (Gal 2.20).
Tu vieja naturaleza pecaminosa está muerta, quedó clavada en la cruz, y si luchas contra ella no la vencerás pues ya está vencida. ¡Está muerta! ¿Entiendes? El asunto es que el diablo trata de convencerte, a toda costa, que sigues siendo la misma persona que antes eras y si lo consigue, entonces tú le estarás creyendo a Satanás en lugar de a tu Padre celestial. La única forma de vencer a alguien que es mucho más fuerte y poderoso que tú es convenciéndolo a que crea con todo su ser que es mucho más débil e insignificante que tú.
Pues aunque andamos en la carne, no militamos según la carne; porque las armas de nuestra milicia no son carnales, sino poderosas en Dios para la destrucción de fortalezas, derribando argumentos y toda altivez que se levanta contra el conocimiento de Dios, y llevando cautivo todo pensamiento a la obediencia a Cristo, y estando prontos para castigar toda desobediencia, cuando vuestra obediencia sea perfecta (2 Co 10.3-6).
Tu fe en la Palabra de Dios (creer que lo que Él dice es Verdad), es el arma poderosa con la cual puedes someter (castigar toda desobediencia) al espíritu de temor e incredulidad que pretende engañarte. Es con tu fe que llamas las cosas que no son como si fueran y comienzas a recibir y establecer, hacer que suceda, lo que Dios ya estableció desde la eternidad acerca de ti:
Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna. Porque no envió Dios a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por él (Jn 3.16-17).
Mirad cuál amor nos ha dado el Padre, para que seamos llamados hijos de Dios; por esto el mundo no nos conoce, porque no le conoció a él (1 Jn 3.1).
Pues no habéis recibido el espíritu de esclavitud para estar otra vez en temor, sino que habéis recibido el espíritu de adopción, por el cual clamamos: ¡Abba, Padre! (Ro 8.15).
Hijitos, vosotros sois de Dios, y los habéis vencido; porque mayor es el que está en vosotros, que el que está en el mundo (1 Jn 4.4).
Así que, sea cual sea la situación que el día de hoy estés enfrentando, ¡Tú decides! ¿A quién le vas a creer?
Oremos:
Amado Padre celestial, yo sé en quién he creído y estoy seguro de que Eres poderoso para guardar mi depósito para aquel día. Jamás seré avergonzado de haber confiado en Tu Palabra sino que, por lo contrario, dichoso, mil veces feliz, el hombre y la mujer que en Ti confían. Así que yo le llamo a todo el bien, la gracia y la misericordia que Tú has decretado acerca de mí. Me declaro sana(o) y saludable en cada una de las células, tejidos, órganos y sistemas que forman mi cuerpo; soy libre de deudas, las voy a pagar todas, y le llamo a la prosperidad y abundancia que Tú, oh Dios, deseas para mí en Tu Palabra. Puedo vivir feliz y plena(o) pues nada ni nadie me pueden separar de Tu Grande Amor que es para mí, en Cristo Jesús mi Señor. Muchas, muchísimas gracias, Señor Jesús. Amén.
*Ricardo C. Peredo Jaime © 2010
Lectura y Meditación de la Palabra de Dios
Haz estas lecturas diarias y al final de un año habrás leído toda la Biblia.
Noviembre 5 2 Tim 1 / Jer 5-6 / Sal 121
amensisimo!!!!!
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