3 de octubre
Por Riqui Ricón *
¡Nunca
te rindas! Jamás le des lugar en tu vida a la actitud diabólica de la
resignación. Recuerda siempre que, ¡Dios, el Todopoderoso, es tu Padre que te
ama! La Biblia, que es la Palabra de Dios, y no miente, lo dice claramente:
Hijitos,
vosotros sois de Dios, y los habéis vencido; porque mayor es el que está en
vosotros, que el que está en el mundo (1 Jn 4.4).
Amado
Padre celestial, en este día vengo a Ti con la total certeza y la plena
confianza a Tu Palabra. Estoy profundamente agradecido(a) por Tu Gran Amor. Hoy
sé que me amas tanto que preferiste entregar a Tu propio Hijo antes que
perderme a mí, y que, aunque yo estaba muerto(a) en mis delitos y pecados, por
este Tu Gran Amor con que me has amado, me diste Vida juntamente con Cristo
Jesús; por Tu Gracia soy salvo(a) por medio de la fe, y aún ésta última no es
mía sino que es un regalo Tuyo. ¡Cuán Grande y Hermoso Eres mi Señor! ¡Cuán
maravilloso es Tu Amor por mí! En esta hora me pongo de acuerdo con Tu Eterna e
Infalible Palabra para creer y declarar que, por el Nuevo Pacto en la Sangre de
Jesús, creo y recibo mi sanidad. Me declaro libre de toda dolencia y enfermedad.
Hablo salud y bienestar a cada célula, tejido, órgano y sistema de mi ser.
Rechazo todo miedo, pues yo no he recibido el espíritu de esclavitud para estar
otra vez en temor, sino que he recibido el espíritu de adopción y hoy puedo
decir, Abba, Padre. Pongo mis ojos, emociones y sentimientos en Ti, Señor
Jesús, quien eres el autor y consumador de mi fe. ¡Soy sano(a)! ¡Soy libre!
¡Soy próspero(a)! ¡Soy más que vencedor(a)! ¡Todo lo puedo en Cristo! Y, por la
Sangre de Jesús, soy dichoso(a) para vivir una vida plena y abundante. Muchas
gracias, Señor Jesús. Gracias por esta Nueva Vida en Plenitud que ahora tengo.
Gracias por mi sanidad. Gracias por mi salud. Gracias por mi prosperidad.
Gracias por el Amor, la paz y el gozo que ahora disfruto. Gracias porque por Tu
Palabra, la Biblia, sin lugar a dudas, soy y recibo todo esto que he declarado
delante de Tu Presencia. ¡Yo soy tuyo(a) y ya he vencido! En el nombre de
Jesús. Amén
¿Cómo
me hago Hijo de Dios? ¿Cómo establezco una relación con el Todopoderoso? Sólo
haz la siguiente oración en voz audible poniendo toda tu atención y corazón a
lo que le estás diciendo a Dios:
*Ricardo C.
Peredo Jaime © 2011
¡Sostente con la Palabra de Honor!
Cuando oyó Sanbalat que
nosotros edificábamos el muro, se enojó y se enfureció en gran manera, e hizo
escarnio de los judíos. Y habló delante de sus hermanos y del
ejército de Samaria, y dijo: ¿Qué hacen estos débiles judíos? ¿Se les permitirá
volver a ofrecer sus sacrificios? ¿Acabarán en un día? ¿Resucitarán de los
montones del polvo las piedras que fueron quemadas? Y estaba junto
a él Tobías amonita, el cual dijo: Lo que ellos edifican del muro de piedra, si
subiere una zorra lo derribara (Neh 4. 1-3).
En
este día, sin importar lo que digan tus enemigos, ¡No temas, CREE solamente!
Esta fue la respuesta que Jesús le dio a Jairo cuando le dieron la noticia que
su hija había muerto para que ya no molestara más al maestro.
Recuerda
que Jairo tenía fe, creía que Jesús salvaría a su hija moribunda por eso fue y
le pidió ese favor a Jesús. Jesús le dijo que sí iría con él para sanar a su
hija y se encaminaron hacia su casa. En ese momento, Jairo no sólo tenía una
esperanza sino que además TENÍA la Palabra de Jesús. Pero, a la mitad del
camino, como suele suceder con frecuencia, llegaron con la mala
noticia de la muerte de su hija; se hablaron palabras de muerte, destrucción y
desesperanza.
Pasando otra vez Jesús
en una barca a la otra orilla, se reunió alrededor de él una gran multitud; y
él estaba junto al mar. Y vino uno de los principales de la
sinagoga, llamado Jairo; y luego que le vio, se postró a sus pies, y
le rogaba mucho, diciendo: Mi hija está agonizando; ven y pon las manos sobre
ella para que sea salva, y vivirá. Fue, pues, con él; y le seguía una gran
multitud, y le apretaban... Mientras él aún hablaba, vinieron
de casa del principal de la sinagoga, diciendo: Tu hija ha
muerto; ¿para qué molestas más al Maestro? Pero
Jesús, luego que oyó lo que se decía, dijo al principal de la sinagoga: No temas, cree
solamente. Y no permitió que le siguiese nadie sino Pedro,
Jacobo, y Juan hermano de Jacobo. Y vino a casa del principal
de la sinagoga, y vio el alboroto y a los que lloraban y lamentaban mucho. Y
entrando, les dijo: ¿Por qué alborotáis y lloráis? La niña no está muerta, sino
duerme. Y se burlaban de él. Mas él, echando fuera a todos,
tomó al padre y a la madre de la niña, y a los que estaban con él, y entró
donde estaba la niña. Y tomando la mano de la niña, le dijo:
Talita cumi; que traducido es: Niña, a ti te digo, levántate. Y
luego la niña se levantó y andaba, pues tenía doce años. Y se espantaron
grandemente. Pero él les mandó mucho que nadie lo supiese, y
dijo que se le diese de comer (Mar 5. 21-24, 35-43).
Ahora
bien, en la escritura que encabeza esta reflexión, encontramos que Nehemías es
un prototipo de Jesucristo y, por lo tanto, un prototipo tuyo. Él tenía un
sueño o visión, reconstruir las murallas de Jerusalén; tenía fe, pues sabía que
Dios estaba con él; tenía propósito, pues había sido autorizado por el rey.
Pero, de pronto, sus enemigos, que al parecer eran más fuertes que él, se
levantan para hacer declaraciones de fracaso, temor, debilidad, impotencia,
duda, etc., sobre de él y sobre su propósito. ¿No te parece familiar esta
oposición?
¿Qué
hacer cuando has tenido fe para pedir y creer que Dios te va a ayudar en esa
difícil situación y de repente parece que nada va a suceder o que, al contrario
de lo que has pedido, todo se va a poner peor? Pues, actúa como Nehemías,
¡sigue creyendo! Fortalécete en el Señor y en el poder de su fuerza. Porque Él
nunca ha abandonado a nadie y tú jamás serás avergonzado(a) de haber confiado
en Su Palabra.
Por lo demás, hermanos
míos, fortaleceos en el Señor, y en el poder de su fuerza (Efe 6.10).
¿Cuál
es el poder de la fuerza de Dios? No son los ángeles, ni su fuerte brazo, ni
los relámpagos y truenos. ¿Cómo creó Dios todo el Universo, lo visible y lo
invisible? ¡Con Su Palabra! ¡El Poder de la fuerza de Dios ES Su Palabra!
Así
que, fortalécete con la Palabra de Dios y ésta te dará la fe que necesitas para
salir más que vencedor(a) de cualquier situación que estés enfrentando el día
de hoy.
Así que la fe viene como resultado de oír el
mensaje, y el mensaje que se oye es la palabra de Cristo (Rom
10.17 NVI).
Jesús
le dijo a Jairo: ¡No temas, CREE solamente! ¿Qué fue lo que fortaleció a Jairo
para seguir creyendo a pesar de la noticia de la muerte de su hija? ¡La Palabra
de Jesús! ¡Dios es digno de confianza! ¡Dios tiene Palabra de Honor!
Dios no es como los mortales: no miente ni
cambia de opinión. Cuando él dice una cosa, la realiza. Cuando hace una
promesa, la cumple. Yo tengo órdenes de bendecir; si Dios
bendice, yo no puedo contradecirlo (Num 23.19-20 DHH).
¡Todo
lo que Dios ha dicho en Su Palabra, la Biblia, acerca de ti, Él lo va hacer;
todo lo que Dios ha hablado a tu favor, Él lo va ejecutar!
Por
lo tanto, resiste ese espíritu de temor y duda que las circunstancias o las
palabras de otros quieren implantar en tu espíritu para que dejes de creer y
caigas en desánimo y desesperación. ¡Sé como Nehemías! Echa mano de la oración,
toma la Palabra de Dios como una espada, tu fe como un escudo y pelea la buena
batalla pues estamos en guerra.
Pelea la buena batalla
de la fe, echa mano de la vida eterna, a la cual asimismo fuiste llamado,
habiendo hecho la buena profesión (confesión) delante de muchos
testigos (1 Ti 6.12).
¡Echa
mano de la Vida Eterna! Echa mano de tu Verdadera Identidad, pues ahora, por
Cristo Jesús, tú eres un(a) Hijo(a) de Dios Nacido(a) de Nuevo y eres amado(a)
por Dios.
El espíritu es el que da
vida; la carne para nada aprovecha; las palabras que yo os he hablado son
espíritu y son vida (Jn
6.63).
Sólo la Palabra de Dios puede producir
Vida en ti, a pesar de cualquier circunstancia por difícil que parezca.
Fíjense qué gran amor nos ha dado el
Padre, que se nos llame hijos de Dios! ¡Y lo
somos! El mundo no nos conoce, precisamente porque no lo
conoció a él (1 Jn 3.1 NVI).
¿Qué, pues, diremos a
esto? Si Dios es por nosotros, ¿quién contra nosotros? El que
no escatimó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo
no nos dará también con él todas las cosas? (Ro 8.31-32).
Así
que, recuerda: pase lo que pase, suceda lo que suceda, ten por cierto que tú ya
has vencido. Dilo en voz alta: ¡Yo le creo a Dios!
Al que venciere, le daré
que se siente conmigo en mi trono, así como yo he vencido, y me he sentado con
mi Padre en su trono (Apo 3.21).
Sin
importar cómo te sientas el día de hoy, ¡Tú ya has vencido! La Biblia lo dice
así. Si puedes creer, al que cree todo le es posible.
Oremos
en voz audible:
Nota Importante:
Señor
Jesús, yo creo que eres el Hijo de Dios. Que viniste a este mundo de la virgen
María para pagar todos mis pecados, y yo he sido un(a) pecador(a). Por eso, te
digo el día de hoy que sí acepto. ¡Sí acepto tu sacrificio en la cruz! ¡Sí
acepto Tu Sangre preciosa derramada hasta la última gota por Amor a mí! Te abro
mi corazón y te invito a entrar porque quiero, Señor Jesús, que desde hoy y
para siempre Tú seas mi único y suficiente Salvador, mi Dios, mi Rey y mi
Señor. Gracias, Dios Poderoso, pues con esta simple oración y profesión de fe
he pasado de muerte a Vida, he sido trasladado(a) de las tinieblas a Tu Luz
admirable. ¡Hoy he Nacido de Nuevo! ¡Dios, ahora yo Soy Tu Hijo(a)! ¡Ahora Tú
eres mi Padre! ¡Nunca más estaré solo(a)! Nunca más viviré derrotado(a). En el
nombre de Jesús. Amén.
Lectura
y Meditación de la Palabra de Dios
Haz estas lecturas diarias y al
final de un año habrás leído toda la Biblia.
Marzo
22 Mat
20.1-16 / Núm 13-14 / Ecl 9.1-12
San
Mateo 20.1-16
Los obreros de la viña
20
1Porque el reino
de los cielos es semejante a un hombre, padre de familia, que salió por la mañana
a contratar obreros para su viña. 2Y habiendo convenido con los
obreros en un denario al día, los envió a su viña. 3Saliendo cerca
de la hora tercera del día, vio a otros que estaban en la plaza desocupados;
4y les dijo: Id también vosotros a mi viña, y os daré lo que sea justo.
Y ellos fueron. 5Salió otra vez cerca de las horas sexta y novena,
e hizo lo mismo. 6Y saliendo cerca de la hora undécima, halló a
otros que estaban desocupados; y les dijo: ¿Por qué estáis aquí todo el día
desocupados? 7Le dijeron: Porque nadie nos ha contratado. El les
dijo: Id también vosotros a la viña, y recibiréis lo que sea justo. 8Cuando
llegó la noche, el señor de la viña dijo a su mayordomo: Llama a los obreros y
págales el jornal, comenzando desde los postreros hasta los
primeros. 9Y al venir los que habían ido cerca de la hora undécima,
recibieron cada uno un denario. 10Al venir también los primeros,
pensaron que habían de recibir más; pero también ellos recibieron cada uno un
denario. 11Y al recibirlo, murmuraban contra el padre de familia,
12diciendo: Estos postreros han trabajado una sola hora, y los has hecho
iguales a nosotros, que hemos soportado la carga y el calor del día. 13Él,
respondiendo, dijo a uno de ellos: Amigo, no te hago agravio; ¿no conviniste
conmigo en un denario? 14Toma lo que es tuyo, y vete; pero quiero
dar a este postrero, como a ti. 15¿No me es lícito hacer lo que
quiero con lo mío? ¿O tienes tú envidia, porque yo soy bueno? 16Así,
los primeros serán postreros, y los postreros, primeros; porque muchos son
llamados, mas pocos escogidos.
Números
13-14
Misión de los doce espías
(Dt. 1.19–33)
13
1Y Jehová habló a
Moisés, diciendo: 2Envía tú hombres que reconozcan la tierra de
Canaán, la cual yo doy a los hijos de Israel; de cada tribu de sus padres
enviaréis un varón, cada uno príncipe entre ellos. 3Y Moisés los
envió desde el desierto de Parán, conforme a la palabra de Jehová; y todos
aquellos varones eran príncipes de los hijos de Israel. 4Estos son
sus nombres: De la tribu de Rubén, Samúa hijo de Zacur. 5De la
tribu de Simeón, Safat hijo de Horí. 6De la tribu de Judá, Caleb
hijo de Jefone. 7De la tribu de Isacar, Igal hijo de José. 8De
la tribu de Efraín, Oseas hijo de Nun. 9De la tribu de Benjamín,
Palti hijo de Rafú. 10De la tribu de Zabulón, Gadiel hijo de Sodi.
11De la tribu de José: de la tribu de Manasés, Gadi hijo de Susi.
12De la tribu de Dan, Amiel hijo de Gemali. 13De la tribu
de Aser, Setur hijo de Micael. 14De la tribu de Neftalí, Nahbi
hijo de Vapsi. 15De la tribu de Gad, Geuel hijo de Maqui. 16Estos
son los nombres de los varones que Moisés envió a reconocer la tierra; y a
Oseas hijo de Nun le puso Moisés el nombre de Josué.
17Los envió,
pues, Moisés a reconocer la tierra de Canaán, diciéndoles: Subid de aquí al
Neguev, y subid al monte, 18y observad la tierra cómo es, y el
pueblo que la habita, si es fuerte o débil, si poco o numeroso; 19cómo
es la tierra habitada, si es buena o mala; y cómo son las ciudades habitadas,
si son campamentos o plazas fortificadas; 20y cómo es el terreno,
si es fértil o estéril, si en él hay árboles o no; y esforzaos, y tomad del
fruto del país. Y era el tiempo de las primeras uvas.
21Y ellos
subieron, y reconocieron la tierra desde el desierto de Zin hasta Rehob,
entrando en Hamat. 22Y subieron al Neguev y vinieron hasta Hebrón;
y allí estaban Ahimán, Sesai y Talmai, hijos de Anac. Hebrón fue edificada
siete años antes de Zoán en Egipto. 23Y llegaron hasta el arroyo
de Escol, y de allí cortaron un sarmiento con un racimo de uvas, el cual
trajeron dos en un palo, y de las granadas y de los higos. 24Y se
llamó aquel lugar el Valle de Escol, por el racimo
que cortaron de allí los hijos de Israel.
25Y volvieron de
reconocer la tierra al fin de cuarenta días. 26Y anduvieron y
vinieron a Moisés y a Aarón, y a toda la congregación de los hijos de Israel,
en el desierto de Parán, en Cades, y dieron la información a ellos y a toda la
congregación, y les mostraron el fruto de la tierra. 27Y les
contaron, diciendo: Nosotros llegamos a la tierra a la cual nos enviaste, la
que ciertamente fluye leche y miel; y este es el fruto de ella. 28Mas
el pueblo que habita aquella tierra es fuerte, y las ciudades muy grandes y
fortificadas; y también vimos allí a los hijos de Anac. 29Amalec
habita el Neguev, y el heteo, el jebuseo y el amorreo habitan en el monte, y el
cananeo habita junto al mar, y a la ribera del Jordán.
30Entonces Caleb
hizo callar al pueblo delante de Moisés, y dijo: Subamos luego, y tomemos
posesión de ella; porque más podremos nosotros que ellos. 31Mas
los varones que subieron con él, dijeron: No podremos subir contra aquel
pueblo, porque es más fuerte que nosotros. 32Y hablaron mal entre
los hijos de Israel, de la tierra que habían reconocido, diciendo: La tierra
por donde pasamos para reconocerla, es tierra que traga a sus moradores; y todo
el pueblo que vimos en medio de ella son hombres de grande estatura. 33También
vimos allí gigantes, hijos de Anac, raza de los
gigantes, y éramos nosotros, a nuestro parecer, como langostas; y así les parecíamos
a ellos.
Los israelitas se rebelan contra Jehová
14
1Entonces toda la
congregación gritó, y dio voces; y el pueblo lloró aquella noche. 2Y
se quejaron contra Moisés y contra Aarón todos los hijos de Israel; y les dijo
toda la multitud: ¡Ojalá muriéramos en la tierra de Egipto; o en este desierto
ojalá muriéramos! 3¿Y por qué nos trae Jehová a esta tierra para
caer a espada, y que nuestras mujeres y nuestros niños sean por presa? ¿No nos
sería mejor volvernos a Egipto?
4Y decían el uno
al otro: Designemos un capitán, y volvámonos a Egipto. 5Entonces
Moisés y Aarón se postraron sobre sus rostros delante de toda la multitud de la
congregación de los hijos de Israel. 6Y Josué hijo de Nun y Caleb
hijo de Jefone, que eran de los que habían reconocido la tierra, rompieron sus
vestidos, 7y hablaron a toda la congregación de los hijos de
Israel, diciendo: La tierra por donde pasamos para reconocerla, es tierra en
gran manera buena. 8Si Jehová se agradare de nosotros, él nos
llevará a esta tierra, y nos la entregará; tierra que fluye leche y miel.
9Por tanto, no seáis rebeldes contra Jehová, ni temáis
al pueblo de esta tierra; porque nosotros los comeremos como pan; su amparo se
ha apartado de ellos, y con nosotros está Jehová; no los temáis. 10Entonces
toda la multitud habló de apedrearlos.
Pero la gloria de Jehová se
mostró en el tabernáculo de reunión a todos los hijos de Israel, 11y
Jehová dijo a Moisés: ¿Hasta cuándo me ha de irritar este pueblo? ¿Hasta cuándo
no me creerán, con todas las señales que he hecho en medio de ellos? 12Yo
los heriré de mortandad y los destruiré, y a ti te pondré sobre gente más
grande y más fuerte que ellos.
13Pero Moisés
respondió a Jehová: Lo oirán luego los egipcios, porque de en medio de ellos
sacaste a este pueblo con tu poder; 14y lo dirán a los habitantes
de esta tierra, los cuales han oído que tú, oh Jehová, estabas en medio de este
pueblo, que cara a cara aparecías tú, oh Jehová, y que tu nube estaba sobre
ellos, y que de día ibas delante de ellos en columna de nube, y de noche en
columna de fuego; 15y que has hecho morir a este pueblo como a un
solo hombre; y las gentes que hubieren oído tu fama hablarán, diciendo:
16Por cuanto no pudo Jehová meter este pueblo en la tierra de la cual
les había jurado, los mató en el desierto. 17Ahora, pues, yo te
ruego que sea magnificado el poder del Señor, como lo hablaste, diciendo:
18Jehová, tardo para la ira y grande en misericordia, que perdona la
iniquidad y la rebelión, aunque de ningún modo tendrá por inocente al culpable;
que visita la maldad de los padres sobre los hijos hasta los terceros y hasta
los cuartos.19Perdona ahora la iniquidad de
este pueblo según la grandeza de tu misericordia, y como has perdonado a este
pueblo desde Egipto hasta aquí.
Jehová castiga a Israel
(Dt. 1.34–40)
20Entonces Jehová
dijo: Yo lo he perdonado conforme a tu dicho. 21Mas tan
ciertamente como vivo yo, y mi gloria llena toda la tierra, 22todos
los que vieron mi gloria y mis señales que he hecho en Egipto y en el desierto,
y me han tentado ya diez veces, y no han oído mi voz, 23no verán
la tierra de la cual juré a sus padres; no, ninguno de los que me han irritado
la verá.
24Pero a mi siervo Caleb, por cuanto hubo en él otro espíritu, y decidió
ir en pos de mí, yo le meteré en la tierra donde entró, y su descendencia la
tendrá en posesión. 25Ahora bien,
el amalecita y el cananeo habitan en el valle; volveos mañana y salid al
desierto, camino del Mar Rojo.
26Y Jehová habló
a Moisés y a Aarón, diciendo: 27¿Hasta cuándo oiré esta depravada
multitud que murmura contra mí, las querellas de los hijos de Israel, que de mí
se quejan? 28Diles: Vivo yo, dice Jehová, que según habéis hablado
a mis oídos, así haré yo con vosotros. 29En este desierto caerán
vuestros cuerpos; todo el número de los que
fueron contados de entre vosotros, de veinte años arriba, los cuales han
murmurado contra mí. 30Vosotros a la verdad no entraréis en la
tierra, por la cual alcé mi mano y juré que os haría habitar en ella;
exceptuando a Caleb hijo de Jefone, y a Josué hijo de Nun. 31Pero
a vuestros niños, de los cuales dijisteis que serían por presa, yo los
introduciré, y ellos conocerán la tierra que vosotros despreciasteis. 32En
cuanto a vosotros, vuestros cuerpos caerán en este desierto. 33Y
vuestros hijos andarán pastoreando en el desierto cuarenta años,
y ellos llevarán vuestras rebeldías, hasta que vuestros cuerpos sean consumidos
en el desierto. 34Conforme al número de los días, de los cuarenta
días en que reconocisteis la tierra, llevaréis vuestras iniquidades cuarenta
años, un año por cada día; y conoceréis mi castigo. 35Yo Jehová he
hablado; así haré a toda esta multitud perversa que se ha juntado contra mí; en
este desierto serán consumidos, y ahí morirán.
Muerte de los diez espías malvados
36Y los varones
que Moisés envió a reconocer la tierra, y que al volver habían hecho murmurar
contra él a toda la congregación, desacreditando aquel país, 37aquellos
varones que habían hablado mal de la tierra, murieron de plaga delante de Jehová.
38Pero Josué hijo de Nun y Caleb hijo de Jefone quedaron con vida, de
entre aquellos hombres que habían ido a reconocer la tierra.
La derrota en Horma
(Dt. 1.41–46)
39Y Moisés dijo
estas cosas a todos los hijos de Israel, y el pueblo se enlutó mucho. 40Y
se levantaron por la mañana y subieron a la cumbre del monte, diciendo: Henos
aquí para subir al lugar del cual ha hablado Jehová; porque hemos pecado.
41Y dijo Moisés: ¿Por qué quebrantáis el mandamiento de Jehová? Esto
tampoco os saldrá bien. 42No subáis, porque Jehová no está en
medio de vosotros, no seáis heridos delante de vuestros enemigos. 43Porque
el amalecita y el cananeo están allí delante de vosotros, y caeréis a espada;
pues por cuanto os habéis negado a seguir a Jehová, por eso no estará Jehová
con vosotros. 44Sin embargo, se obstinaron en subir a la cima del
monte; pero el arca del pacto de Jehová, y Moisés, no se apartaron de en medio
del campamento. 45Y descendieron el amalecita y el cananeo que
habitaban en aquel monte, y los hirieron y los derrotaron, persiguiéndolos
hasta Horma.
Eclesiastés 9
9
1Ciertamente he
dado mi corazón a todas estas cosas, para declarar todo esto: que los justos y
los sabios, y sus obras, están en la mano de Dios; que sea amor o que sea odio,
no lo saben los hombres; todo está delante de ellos. 2Todo
acontece de la misma manera a todos; un mismo suceso ocurre al justo y al impío;
al bueno, al limpio y al no limpio; al que sacrifica, y al que no sacrifica;
como al bueno, así al que peca; al que jura, como al que teme el juramento.
3Este mal hay entre todo lo que se hace debajo del sol, que un mismo
suceso acontece a todos, y también que el corazón de los hijos de los hombres
está lleno de mal y de insensatez en su corazón durante su vida; y después de
esto se van a los muertos. 4Aún hay esperanza para todo aquel que
está entre los vivos; porque mejor es perro vivo que león muerto. 5Porque
los que viven saben que han de morir; pero los muertos nada saben, ni tienen más
paga; porque su memoria es puesta en olvido. 6También su amor y su
odio y su envidia fenecieron ya; y nunca más tendrán parte en todo lo que se
hace debajo del sol.
7Anda, y come tu
pan con gozo, y bebe tu vino con alegre corazón; porque tus obras ya son
agradables a Dios.
8En todo tiempo
sean blancos tus vestidos, y nunca falte ungüento sobre tu cabeza.
9Goza de la vida
con la mujer que amas, todos los días de la vida de tu vanidad que te son dados
debajo del sol, todos los días de tu vanidad; porque esta es tu parte en la
vida, y en tu trabajo con que te afanas debajo del sol. 10Todo lo
que te viniere a la mano para hacer, hazlo según tus fuerzas; porque en el
Seol, adonde vas, no hay obra, ni trabajo, ni ciencia, ni sabiduría.
11Me volví y vi
debajo del sol, que ni es de los ligeros la carrera, ni la guerra de los
fuertes, ni aun de los sabios el pan, ni de los prudentes las riquezas, ni de
los elocuentes el favor; sino que tiempo y ocasión acontecen a todos. 12Porque
el hombre tampoco conoce su tiempo; como los peces que son presos en la mala
red, y como las aves que se enredan en lazo, así son enlazados los hijos de los
hombres en el tiempo malo, cuando cae de repente sobre ellos.
13También vi esta
sabiduría debajo del sol, la cual me parece grande: 14una pequeña
ciudad, y pocos hombres en ella; y viene contra ella un gran rey, y la asedia y
levanta contra ella grandes baluartes; 15y se halla en ella un
hombre pobre, sabio, el cual libra a la ciudad con su sabiduría; y nadie se
acordaba de aquel hombre pobre. 16Entonces dije yo: Mejor es la
sabiduría que la fuerza, aunque la ciencia del pobre sea menospreciada, y no
sean escuchadas sus palabras.
17Las palabras
del sabio escuchadas en quietud, son mejores que el clamor del señor entre los
necios. 18Mejor es la sabiduría que las armas de guerra; pero un
pecador destruye mucho bien.
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