11 de
Octubre
¡Él va a
cumplir!
Por Riqui Ricón*
Den gracias al Señor, invoquen su
*nombre; den a conocer sus obras entre las naciones.
Cántenle, entónenle salmos; hablen de todas sus
maravillas. Siéntanse orgullosos de su santo nombre; alégrese el corazón
de los que buscan al Señor. Recurran al Señor y a su fuerza; busquen
siempre su rostro. Recuerden las maravillas que ha realizado, sus
señales, y los decretos que ha emitido.
¡Ustedes, descendientes de Abraham su
siervo! ¡Ustedes, hijos de Jacob, elegidos
suyos! Él es el Señor, nuestro Dios; en toda la tierra
están sus decretos. Él siempre tiene presente su
pacto, la palabra que ordenó para mil generaciones. (Sal
105.1-8 NVI).
De las muchas
razones que podemos mencionar para cantar y alabar a Dios con el corazón lleno
de gratitud, la principal de todas es que, ¡Él es Dios!
Piénsalo por un
momento, cuando el Señor se manifestó a Moisés diciendo que Él era el que ES,
estableció para siempre la mejor de nuestras bendiciones, que es que en efecto,
¡Él es Dios!
Quizá te
preguntes, ¿Y eso qué significa? Permíteme
explicarte, cuando Él dijo Yo Soy el que Soy (Ex 3.14), estaba diciendo con muy
pocas pero concisas palabras: Yo soy el único Dios Verdadero. Esto te puede
parecer muy evidente (por ahora), pero sólo recuerda que Dios le estaba
hablando a Moisés y a su generación; una generación que creció en medio de la
idolatría de un Egipto repleto de dioses falsos.
Hoy en día
(3,500 años después), no existe ninguna diferencia, Él sigue siendo el único
Dios verdadero, el creador del cielo y de la tierra, de todo lo visible y lo
invisible. Pero, lo verdaderamente importante para ti y para mí, lo que nos
lleva a adorarle y exaltarle con gratitud es Su principal atributo como Dios:
¡Él NO PUEDE MENTIR!
Jehová no es un
dios humanizado, creado por el hombre a su imagen y semejanza. ¡No! ¡Nada de
eso! Él es el único Dios verdadero y, aunque parezca contradictorio, existe una
cosa que el Todopoderoso no puede hacer y eso es mentir.
Aunque quisiera
hacerlo, Él no puede hacerlo. ¿Por qué? Porque, precisamente, ¡Él es Dios! Y
esta es la mayor de nuestras bendiciones.
Continúo
explicándome con un ejemplo, imagínate que hoy es un día domingo y el Señor se
apareciera hoy en medio de nosotros diciendo: Miren que hermosa noche de miércoles estamos teniendo. Tú
no podrías corregirlo diciéndole te equivocaste Señor, pues, en el preciso
instante que las Palabras hermosa
noche de miércoles salieran de Su Boca, ¿qué crees tú que
sucedería? ¡Claro! En ese momento deja de ser domingo para convertirse en
miércoles por la noche. ¡Él es Dios!
Santifícalos en tu verdad; tu palabra es
verdad (Jn 17.17).
Precisamente,
porque Él es Dios, TODAS las palabras que salen de Su boca SIEMPRE se cumplen.
¡La Palabra de Dios es La Verdad!
Así que,
regresando a nuestro ejemplo ficticio, a cambiar agendas y calendarios pues ya
estaríamos en miércoles por la noche, y aunque Él haya pretendido jugarnos una
broma y no la haya dicho en serio, Él sigue siendo Dios y todo Palabra que sale
de la boca de Dios forzosamente se va a cumplir, todo lo que Él habló se va a
ejecutar.
El cielo y la tierra
pasarán, pero mis palabras no pasarán (Luc 21.33).
¡La Palabra de
Dios tiene el Poder de Dios para hacerse cumplir a si misma! Buenas noticias,
mi amado(a), puedes cantar, alabar y bendecir Su nombre pues Él no puede
mentir. ¡Todo lo que ha dicho es Verdad!
No quites de mi boca en ningún tiempo la
palabra de verdad, Porque en tus juicios espero (Sal
119.43).
Por lo tanto,
ante ese problema, enfermedad o aflicción que estás enfrentando el día de hoy,
puedes dejar de angustiarte y dejar de preguntarte ¿Qué voy hacer? Tú no eres
Dios. Pero, ¡Él sí lo ES! Por lo tanto, si Él dice en Su Palabra que:
Ciertamente él cargó con nuestras
enfermedades y soportó nuestros dolores, pero nosotros lo consideramos herido,
golpeado por Dios, y humillado. Él fue traspasado por nuestras rebeliones, y
molido por nuestras iniquidades; sobre él recayó el castigo, precio de nuestra
paz, y gracias a sus heridas fuimos sanados (Isa 53.4-5 NVI).
Entonces puedes
creer, y confiar, en que CIERTAMENTE Cristo Jesús llevó tus enfermedades,
sufrió tus dolores y por Sus heridas ya estás sano(a) y eres libre de toda
enfermedad. ¡Él es Dios! ¡No puede mentir! Solamente tienes que creerle a Dios,
creerle a Su Palabra y recibir confiadamente lo que por derecho divino se
compró para ti con la muerte y resurrección de Jesucristo: ¡Tu sanidad!
Si Él dice en la
Biblia que:
Todo lo puedo en Cristo
que me fortalece (Fil
4.13).
Entonces, sin
importar el tipo de problema, angustia o enfermedad, efectivamente, TODO LO
PUEDES. Puedes enfrentar cualquier situación porque Cristo Jesús ya te dio el
poder para hacerlo.
Si Dios dice
que:
Sabemos que nadie nacido de Dios practica el
pecado, porque Cristo, el Hijo de Dios, le protege y no permite que el maligno
le toque (1 Jn 5.18 CST).
Entonces, porque
tú eres nacido de Dios ya no practicas el pecado y eres la persona más guardada
y protegida de todo el universo. Jesucristo en persona te está guardando y
Satanás NO PUEDE tocarte. ¡Escrito está! ¡Es la Palabra de Dios!
-Pero, pero,
yo no soy ese tipo de persona -me podrías objetar- todavía
hago cosas que no le agradan a Dios.
Eso es lo que tú
CREES de ti mismo(a) en base a tus acciones y circunstancias, pero te olvidas
que lo único importante y relevante es lo que Jesús hizo por Amor a ti. Y la
Biblia, que es la Palabra de Dios y no puede mentir, dice de ti que:
Al volverse cristiano, uno se convierte en
una persona totalmente diferente. Deja de ser el de antes. ¡Surge una nueva
vida! (2 Cor 5.17 NTV).
También dice que
tú,
porque ahora tienen una nueva vida, vida que
no recibieron de sus padres y que jamás se desvanecerá. Esta nueva vida de
ustedes es eterna, porque se la dio Cristo, el vivo y eterno Mensaje de Dios (1
P 1.23 NTV).
Es Palabra de
Dios, y si Dios lo dice, entonces es La Verdad.
Jesús le dijo: Si puedes creer, al que cree
todo le es posible (Mar 9.23).
Así que, qué más
diremos a esto, si Dios dice en Su Palabra que Él te ama:
Porque de tal manera amó
Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él
cree, no se pierda, mas tenga vida eterna. Porque no envió
Dios a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea
salvo por él (Jn
3.16-17).
Miren lo grande que es el amor que el Padre
nos ha mostrado, ¡hasta llega a hacer posible que seamos llamados hijos de
Dios! Y eso es lo que de verdad somos. Por eso la gente del mundo no nos
conoce, pues el mundo no conoce a Dios (1 Jn 3.1 PDT).
Entonces, sin
lugar a dudas, ¡Dios te ama! Te ama tanto que prefirió entregar a Su propio
Hijo, para que pagara todos tus pecados, antes que perderte a ti. Te ama tanto
que ahora hasta te llama Su propio(a) Hijo(a).
¡Y esto es lo
que de Verdad eres: Un(a) Amado(a) Hijo(a) de Dios Nacido(a) de Nuevo!
Todo aquel que cree que Jesús es el Cristo,
es nacido de Dios (1 Jn 5.1a).
Por todo esto,
por su gran amor con que te ha amado, tienes la garantía de una Vida Plena, ya
que estando tú muerto(a) en delitos y pecados, Él te dio vida juntamente con
Cristo Jesús, por gracia eres salvo(a) –pleno(a)- (Efe 2.4-5).
Él lo dice así
en Su Palabra y esa, mi amado(a), es la única Verdad que cuenta.
La Biblia, que
es la Palabra de Dios, y no miente, es un Pacto. El Pacto de Dios para tu vida.
Yasí, vale la pena estar contentos y felices, pues estas son excelentes
noticias. Ya no dudes más, ¡Él va a cumplir Su Palabra!
Oremos en voz
audible:
Amado Padre
celestial, Tú determinaste en Tu Palabra que será dichoso(a), bienaventurado(a),
mil veces feliz, el hombre o la mujer que pueda confiar en Ti. Yo creo que
estás hablando de mí. Así es, Señor, te doy muchas gracias pues cada día te
conozco más y sé que Tú no mientes, ni te arrepientes. Que lo que has hablado
acerca de mí lo vas a cumplir todo. Por esto, por Tu Palabra, por Tu Honor,
puedo vivir una vida dichosa. Sé que en el mundo tendré aflicciones pero puedo
confiar en Ti, pues Tú, Cristo Jesús, ya has vencido al mundo. Así que, en
todas las cosas soy más que vencedor por medio de Tu Amor, pues todo lo puedo
en Cristo que me fortalece. Me determino, con Tu ayuda, precioso Espíritu
Santo, a vivir este día con valentía y alegría pues me doy cuenta que Tú estás
en mí y conmigo; y si Dios es conmigo, ¿quién contra mí? ¡Mayor es el que está
en mí, que el que está en el mundo! ¡No hay forma que pueda perder! Hoy, me
alegro de corazón. Recurro a Ti, Señor, y al poder de Tu fuerza que es Tu
Palabra. Recuerdo las maravillas y señales que has realizado en mi vida y me
siento orgulloso de Tu Santo Nombre. Tú siempre tienes presente Tu Pacto, la
Palabra Santa que has ordenado para mi Bendición. Por eso, creo, tomo y declaro
cada una de Tus Promesas para mi Vida. ¡Soy sano(a)! ¡Soy libre! ¡Soy
próspero(a)! ¡Soy dichoso(a)! ¡Soy un(a) Hijo(a) de Dios Nacido(a) de Nuevo! En
el nombre de Jesús. Amén.
Nota Importante:
¿Cómo me hago
Hijo de Dios? ¿Cómo establezco una relación con el Todopoderoso? Sólo haz la
siguiente oración en voz audible poniendo toda tu atención y corazón a lo que
le estás diciendo a Dios:
Señor Jesús, yo
creo que eres el Hijo de Dios. Que viniste a este mundo de la virgen María para
pagar todos mis pecados, y yo he sido un(a) pecador(a). Por eso, te digo el día
de hoy que sí acepto. ¡Sí acepto tu sacrificio en la cruz! ¡Sí acepto Tu Sangre
preciosa derramada hasta la última gota por Amor a mí! Te abro mi corazón y te
invito a entrar porque quiero, Señor Jesús, que desde hoy y para siempre Tú
seas mi único y suficiente Salvador, mi Dios, mi Rey y mi Señor. Gracias, Dios
Poderoso, pues con esta simple oración y profesión de fe he pasado de muerte a
Vida, he sido trasladado(a) de las tinieblas a Tu Luz admirable. ¡Hoy he Nacido
de Nuevo! ¡Dios, ahora yo Soy Tu Hijo(a)! ¡Ahora Tú eres mi Padre! ¡Nunca más
estaré solo(a)! Nunca más viviré derrotado(a). En el nombre de Jesús. Amén.
*Ricardo C.
Peredo Jaime © 2011
Lectura
y Meditación de la Palabra de Dios
Haz estas lecturas diarias y al
final de un año habrás leído toda la Biblia.
Marzo
30 Mat
24.1-28 / Núm 25-27 / Can
6.4-8.4
San
Mateo 24. 1-28
Jesús predice la destrucción
del templo
(Mr. 13.1–2; Lc. 21.5–6)
24
1Cuando Jesús
salió del templo y se iba, se acercaron sus discípulos para mostrarle los
edificios del templo. 2Respondiendo él, les dijo: ¿Veis todo esto?
De cierto os digo, que no quedará aquí piedra sobre piedra, que no sea
derribada.
Señales antes del fin
(Mr. 13.3–23; Lc. 21.7–24)
3Y estando él
sentado en el monte de los Olivos, los discípulos se le acercaron aparte,
diciendo: Dinos, ¿cuándo serán estas cosas, y qué señal habrá de tu venida, y
del fin del siglo? 4Respondiendo Jesús, les dijo: Mirad que nadie
os engañe. 5Porque vendrán muchos en mi nombre, diciendo: Yo soy
el Cristo; y a muchos engañarán. 6Y oiréis de guerras y rumores de
guerras; mirad que no os turbéis, porque es necesario que todo esto acontezca;
pero aún no es el fin. 7Porque se levantará nación contra nación,
y reino contra reino; y habrá pestes, y hambres, y terremotos en diferentes
lugares. 8Y todo esto será principio de dolores.
9Entonces os
entregarán a tribulación, y os matarán, y seréis aborrecidos de todas las
gentes por causa de mi nombre. 10Muchos
tropezarán entonces, y se entregarán unos a otros, y unos a otros se
aborrecerán. 11Y muchos falsos profetas se levantarán, y engañarán
a muchos; 12y por haberse multiplicado la maldad, el amor de
muchos se enfriará. 13Mas el que persevere hasta el fin, éste será
salvo. 14Y será predicado este evangelio del reino en todo el mundo, para
testimonio a todas las naciones; y entonces vendrá el fin.
15Por tanto, cuando
veáis en el lugar santo la abominación desoladora de que habló el profeta
Daniel
(el que lee, entienda), 16entonces los que estén en Judea, huyan a
los montes. 17El que esté en la azotea, no descienda para tomar
algo de su casa; 18y el que esté en el campo, no vuelva atrás para
tomar su capa. 19Mas ¡ay de las que estén
encintas, y de las que críen en aquellos días! 20Orad, pues, que
vuestra huida no sea en invierno ni en día de reposo; 21porque habrá
entonces gran tribulación, cual no la ha habido desde el
principio del mundo hasta ahora, ni la habrá. 22Y si aquellos días
no fuesen acortados, nadie sería salvo; mas por causa de los escogidos,
aquellos días serán acortados. 23Entonces, si alguno os dijere:
Mirad, aquí está el Cristo, o mirad, allí está, no lo creáis. 24Porque
se levantarán falsos Cristos, y falsos profetas, y harán grandes señales y
prodigios, de tal manera que engañarán, si fuere posible, aun a los escogidos.
25Ya os lo he dicho antes. 26Así que, si os dijeren: Mirad,
está en el desierto, no salgáis; o mirad, está en los aposentos, no lo creáis.
27Porque como el relámpago que sale del oriente y se muestra hasta el
occidente, así será también la venida del Hijo del Hombre.28Porque
dondequiera que estuviere el cuerpo muerto, allí se juntarán las águilas.
Números
25-27
Israel acude a Baal-peor
25
1Moraba Israel en
Sitim; y el pueblo empezó a fornicar con las hijas de Moab, 2las
cuales invitaban al pueblo a los sacrificios de sus dioses; y el pueblo comió,
y se inclinó a sus dioses. 3Así acudió el pueblo a Baal-peor; y el
furor de Jehová se encendió contra Israel. 4Y Jehová dijo a
Moisés: Toma a todos los príncipes del pueblo, y ahórcalos ante Jehová delante
del sol, y el ardor de la ira de Jehová se apartará de Israel. 5Entonces
Moisés dijo a los jueces de Israel: Matad cada uno a aquellos de los vuestros
que se han juntado con Baal-peor.
6Y he aquí un
varón de los hijos de Israel vino y trajo una madianita a sus hermanos, a ojos
de Moisés y de toda la congregación de los hijos de Israel, mientras lloraban
ellos a la puerta del tabernáculo de reunión. 7Y lo vio Finees
hijo de Eleazar, hijo del sacerdote Aarón, y se levantó de en medio de la
congregación, y tomó una lanza en su mano; 8y fue tras el varón de
Israel a la tienda, y los alanceó a ambos, al varón de Israel, y a la mujer por
su vientre. Y cesó la mortandad de los hijos de Israel. 9Y
murieron de aquella mortandad veinticuatro mil.
10Entonces Jehová
habló a Moisés, diciendo: 11Finees hijo de Eleazar, hijo del
sacerdote Aarón, ha hecho apartar mi furor de los hijos de Israel, llevado de
celo entre ellos; por lo cual yo no he consumido en mi celo a los hijos de
Israel. 12Por tanto diles: He aquí yo establezco mi pacto de paz
con él; 13y tendrá él, y su descendencia después de él, el pacto
del sacerdocio perpetuo, por cuanto tuvo celo por su Dios e hizo expiación por
los hijos de Israel.
14Y el nombre del
varón que fue muerto con la madianita era Zimri hijo de Salu, jefe de una
familia de la tribu de Simeón. 15Y el nombre de la mujer madianita
muerta era Cozbi hija de Zur, príncipe de pueblos, padre de familia en Madián.
16Y Jehová habló
a Moisés, diciendo: 17Hostigad a los madianitas, y heridlos,
18por cuanto ellos os afligieron a vosotros con sus ardides con que os
han engañado en lo tocante a Baal-peor, y en lo tocante a Cozbi hija del
príncipe de Madián, su hermana, la cual fue muerta el día de la mortandad por
causa de Baal-peor.
Censo del pueblo en Moab
26
1Aconteció
después de la mortandad, que Jehová habló a Moisés y a Eleazar hijo del
sacerdote Aarón, diciendo: 2Tomad el censo de
toda la congregación de los hijos de Israel, de veinte años arriba, por las
casas de sus padres, todos los que pueden salir a la guerra en Israel. 3Y
Moisés y el sacerdote Eleazar hablaron con ellos en los campos de Moab, junto
al Jordán frente a Jericó, diciendo: 4Contaréis el pueblo de
veinte años arriba, como mandó Jehová a Moisés y a los hijos de Israel que
habían salido de tierra de Egipto.
5Rubén,
primogénito de Israel; los hijos de Rubén: de Enoc, la familia de los
enoquitas; de Falú, la familia de los faluitas; 6de Hezrón, la
familia de los hezronitas; de Carmi, la familia de los carmitas. 7Estas
son las familias de los rubenitas; y fueron contados de ellas cuarenta y tres
mil setecientos treinta. 8Los hijos de Falú: Eliab. 9Y
los hijos de Eliab: Nemuel, Datán y Abiram. Estos Datán y Abiram fueron los del
consejo de la congregación, que se rebelaron contra Moisés y Aarón con el grupo
de Coré, cuando se rebelaron contra Jehová; 10y la tierra abrió su
boca y los tragó a ellos y a Coré, cuando aquel grupo murió, cuando consumió el
fuego a doscientos cincuenta varones, para servir de escarmiento. 11Mas
los hijos de Coré no murieron.
12Los hijos de
Simeón por sus familias: de Nemuel, la familia de los nemuelitas; de Jamín, la
familia de los jaminitas; de Jaquín, la familia de los jaquinitas; 13de
Zera, la familia de los zeraítas; de Saúl, la familia de los saulitas. 14Estas
son las familias de los simeonitas, veintidós mil doscientos.
15Los hijos de
Gad por sus familias: de Zefón, la familia de los zefonitas; de Hagui, la
familia de los haguitas; de Suni, la familia de los sunitas; 16de
Ozni, la familia de los oznitas; de Eri, la familia de los eritas; 17de
Arod, la familia de los aroditas; de Areli, la familia de los arelitas.
18Estas son las familias de Gad; y fueron contados de ellas cuarenta mil
quinientos.
19Los hijos de
Judá: Er y Onán; y Er y Onán murieron en la tierra de Canaán. 20Y
fueron los hijos de Judá por sus familias: de Sela, la familia de los selaítas;
de Fares, la familia de los faresitas; de Zera, la familia de los zeraítas.
21Y fueron los hijos de Fares: de Hezrón, la familia de los hezronitas;
de Hamul, la familia de los hamulitas. 22Estas son las familias de
Judá, y fueron contados de ellas setenta y seis mil quinientos.
23Los hijos de
Isacar por sus familias; de Tola, la familia de los tolaítas; de Fúa, la
familia de los funitas; 24de Jasub, la familia de los jasubitas;
de Simrón, la familia de los simronitas. 25Estas son las familias
de Isacar, y fueron contados de ellas sesenta y cuatro mil trescientos.
26Los hijos de
Zabulón por sus familias: de Sered, la familia de los sereditas; de Elón, la
familia de los elonitas; de Jahleel, la familia de los jahleelitas. 27Estas
son las familias de los zabulonitas, y fueron contados de ellas sesenta mil
quinientos.
28Los hijos de
José por sus familias: Manasés y Efraín. 29Los hijos de Manasés:
de Maquir, la familia de los maquiritas; y Maquir engendró a Galaad; de Galaad,
la familia de los galaaditas. 30Estos son los hijos de Galaad: de
Jezer, la familia de los jezeritas; de Helec, la familia de los helequitas;
31de Asriel, la familia de los asrielitas; de Siquem, la familia de los
siquemitas; 32de Semida, la familia de los semidaítas; de Hefer,
la familia de los heferitas. 33Y Zelofehad hijo de Hefer no tuvo
hijos sino hijas; y los nombres de las hijas de Zelofehad fueron Maala, Noa,
Hogla, Milca y Tirsa. 34Estas son las familias de Manasés; y
fueron contados de ellas cincuenta y dos mil setecientos.
35Estos son los
hijos de Efraín por sus familias: de Sutela, la familia de los sutelaítas; de
Bequer, la familia de los bequeritas; de Tahán, la familia de los tahanitas.
36Y estos son los hijos de Sutela: de Erán, la familia de los eranitas.
37Estas son las familias de los hijos de Efraín; y fueron contados de
ellas treinta y dos mil quinientos. Estos son los hijos de José por sus
familias.
38Los hijos de
Benjamín por sus familias: de Bela, la familia de los belaítas; de Asbel, la
familia de los asbelitas; de Ahiram, la familia de los ahiramitas; 39de
Sufam, la familia de los sufamitas; de Hufam, la familia de los hufamitas.
40Y los hijos de Bela fueron Ard y Naamán: de Ard, la familia de los
arditas; de Naamán, la familia de los naamitas. 41Estos son los
hijos de Benjamín por sus familias; y fueron contados de ellos cuarenta y cinco
mil seiscientos.
42Estos son los
hijos de Dan por sus familias: de Súham, la familia de los suhamitas. Estas son
las familias de Dan por sus familias. 43De las familias de los
suhamitas fueron contados sesenta y cuatro mil cuatrocientos.
44Los hijos de
Aser por sus familias: de Imna, la familia de los imnitas; de Isúi, la familia
de los isuitas; de Bería, la familia de los beriaítas. 45Los hijos
de Bería: de Heber, la familia de los heberitas; de Malquiel, la familia de los
malquielitas. 46Y el nombre de la hija de Aser fue Sera. 47Estas
son las familias de los hijos de Aser; y fueron contados de ellas cincuenta y
tres mil cuatrocientos.
48Los hijos de
Neftalí, por sus familias: de Jahzeel, la familia de los jahzeelitas; de Guni,
la familia de los gunitas; 49de Jezer, la familia de los
jezeritas; de Silem, la familia de los silemitas. 50Estas son las
familias de Neftalí por sus familias; y fueron contados de ellas cuarenta y
cinco mil cuatrocientos.
51Estos son los
contados de los hijos de Israel, seiscientos un mil setecientos treinta.
Orden para la repartición de la tierra
52Y habló Jehová
a Moisés, diciendo: 53A éstos se repartirá la tierra en heredad,
por la cuenta de los nombres. 54A los más darás mayor heredad, y a
los menos menor; y a cada uno se le dará su heredad conforme a sus contados.
55Pero la tierra será repartida por suerte; y por los nombres de las
tribus de sus padres heredarán. 56Conforme a la suerte será
repartida su heredad entre el grande y el pequeño.
Censo de la tribu de Leví
57Los contados de
los levitas por sus familias son estos: de Gersón, la familia de los
gersonitas; de Coat, la familia de los coatitas; de Merari, la familia de los
meraritas. 58Estas son las familias de los levitas: la familia de
los libnitas, la familia de los hebronitas, la familia de los mahlitas, la
familia de los musitas, la familia de los coreítas. Y Coat engendró a Amram.
59La mujer de Amram se llamó Jocabed, hija de Leví, que le nació a Leví
en Egipto; ésta dio a luz de Amram a Aarón y a Moisés, y a María su hermana.
60Y a Aarón le nacieron Nadab, Abiú, Eleazar e Itamar. 61Pero Nadab y Abiú murieron cuando ofrecieron fuego extraño delante de
Jehová. 62De los levitas fueron contados
veintitrés mil, todos varones de un mes arriba; porque no fueron contados entre
los hijos de Israel, por cuanto no les había de ser dada heredad entre los
hijos de Israel.
Caleb y Josué sobreviven
63Estos son los
contados por Moisés y el sacerdote Eleazar, los cuales contaron los hijos de
Israel en los campos de Moab, junto al Jordán frente a Jericó. 64Y
entre éstos ninguno hubo de los contados por Moisés y el sacerdote Aarón,
quienes contaron a los hijos de Israel en el desierto de Sinaí. 65Porque
Jehová había dicho de ellos: Morirán en el desierto; y no
quedó varón de ellos, sino Caleb hijo de Jefone y Josué hijo de Nun.
Petición de las hijas de Zelofehad
27
1Vinieron las
hijas de Zelofehad hijo de Hefer, hijo de Galaad, hijo de Maquir, hijo de
Manasés, de las familias de Manasés hijo de José, los nombres de las cuales
eran Maala, Noa, Hogla, Milca y Tirsa; 2y se presentaron delante
de Moisés y delante del sacerdote Eleazar, y delante de los príncipes y de toda
la congregación, a la puerta del tabernáculo de reunión, y dijeron: 3Nuestro
padre murió en el desierto; y él no estuvo en la compañía de los que se
juntaron contra Jehová en el grupo de Coré, sino que en su propio pecado murió,
y no tuvo hijos. 4¿Por qué será quitado el nombre de nuestro padre
de entre su familia, por no haber tenido hijo? Danos heredad entre los hermanos
de nuestro padre.
5Y Moisés llevó
su causa delante de Jehová. 6Y Jehová respondió a Moisés,
diciendo: 7Bien dicen las hijas de Zelofehad; les darás la
posesión de una heredad entre los hermanos de su padre, y traspasarás la
heredad de su padre a ellas. 8Y a los hijos
de Israel hablarás, diciendo: Cuando alguno muriere sin hijos, traspasaréis su
herencia a su hija. 9Si no tuviere hija, daréis su herencia a sus
hermanos; 10y si no tuviere hermanos, daréis su herencia a los
hermanos de su padre. 11Y si su padre no tuviere hermanos, daréis
su herencia a su pariente más cercano de su linaje, y de éste será; y para los
hijos de Israel esto será por estatuto de derecho, como Jehová mandó a Moisés.
Josué es designado como sucesor de Moisés
12Jehová dijo a
Moisés: Sube a este monte Abarim, y verás la tierra que he dado a los hijos de
Israel. 13Y después que la hayas visto, tú también serás reunido a
tu pueblo, como fue reunido tu hermano Aarón. 14Pues fuisteis
rebeldes a mi mandato en el desierto de Zin, en la rencilla de la congregación,
no santificándome en las aguas a ojos de ellos. Estas son las
aguas de la rencilla de Cades en el desierto de Zin. 15Entonces
respondió Moisés a Jehová, diciendo: 16Ponga Jehová, Dios de los
espíritus de toda carne, un varón sobre la congregación, 17que
salga delante de ellos y que entre delante de ellos, que los saque y los
introduzca, para que la congregación de Jehová no sea como ovejas sin pastor.
18Y Jehová dijo a Moisés: Toma a Josué hijo de Nun,
varón en el cual hay espíritu, y pondrás tu mano sobre él; 19y lo
pondrás delante del sacerdote Eleazar, y delante de toda la congregación; y le
darás el cargo en presencia de ellos. 20Y pondrás de tu dignidad
sobre él, para que toda la congregación de los hijos de Israel le obedezca.
21El se pondrá delante del sacerdote Eleazar, y le consultará por el
juicio del Urim delante de Jehová; por el dicho de él
saldrán, y por el dicho de él entrarán, él y todos los hijos de Israel con él,
y toda la congregación. 22Y Moisés hizo como Jehová le había
mandado, pues tomó a Josué y lo puso delante del sacerdote Eleazar, y de toda
la congregación; 23y puso sobre él sus manos, y le dio el cargo, como Jehová había mandado por mano de Moisés.
Cantares 6.4-8.4
4 Hermosa eres
tú, oh amiga mía, como Tirsa;
De desear,
como Jerusalén;
Imponente
como ejércitos en orden.
5 Aparta tus ojos de delante de mí,
Porque ellos
me vencieron.
Tu cabello
es como manada de cabras
Que se
recuestan en las laderas de Galaad.
6 Tus dientes, como manadas de ovejas que suben del lavadero,
Todas con
crías gemelas,
Y estéril no
hay entre ellas.
7 Como cachos de granada son tus mejillas
Detrás de tu
velo.
8 Sesenta son las reinas, y ochenta las concubinas,
Y las
doncellas sin número;
9 Mas una es la paloma mía, la perfecta mía;
Es la única
de su madre,
La escogida
de la que la dio a luz.
La vieron
las doncellas, y la llamaron bienaventurada;
Las reinas y
las concubinas, y la alabaron.
10 ¿Quién es ésta que se muestra como el alba,
Hermosa como
la luna,
Esclarecida
como el sol,
Imponente como ejércitos en
orden?
11 Al huerto de los nogales descendí
A ver los
frutos del valle,
Y para ver
si brotaban las vides,
Si florecían
los granados.
12 Antes que lo supiera, mi alma me puso
Entre los carros de Aminadab.
13 Vuélvete, vuélvete, oh sulamita;
Vuélvete, vuélvete, y te
miraremos.
¿Qué veréis
en la sulamita?
Algo como la reunión de dos
campamentos.
7
1 ¡Cuán hermosos son tus pies en las sandalias,
Oh hija de
príncipe!
Los
contornos de tus muslos son como joyas,
Obra de mano
de excelente maestro.
2 Tu ombligo como una taza redonda
Que no le
falta bebida.
Tu vientre
como montón de trigo
Cercado de
lirios.
3 Tus dos pechos, como gemelos de gacela.
4 Tu cuello, como torre de marfil;
Tus ojos,
como los estanques de Hesbón junto a la puerta de Bat-rabim;
Tu nariz,
como la torre del Líbano,
Que mira
hacia Damasco.
5 Tu cabeza encima de ti, como el Carmelo;
Y el cabello
de tu cabeza, como la púrpura del rey
Suspendida en los corredores.
6 ¡Qué hermosa eres, y cuán suave,
Oh amor
deleitoso!
7 Tu estatura es semejante a la palmera,
Y tus pechos
a los racimos.
8 Yo dije: Subiré a la palmera,
Asiré sus
ramas.
Deja que tus
pechos sean como racimos de vid,
Y el olor de
tu boca como de manzanas,
9 Y tu paladar como el buen vino,
Que se entra
a mi amado suavemente,
Y hace hablar los labios de
los viejos.
10 Yo soy de mi amado,
Y conmigo
tiene su contentamiento.
11 Ven, oh amado mío, salgamos al campo,
Moremos en
las aldeas.
12 Levantémonos de mañana a las viñas;
Veamos si
brotan las vides, si están en cierne,
Si han
florecido los granados;
Allí te daré
mis amores.
13 Las mandrágoras han dado olor,
Y a nuestras
puertas hay toda suerte de dulces frutas,
Nuevas y
añejas, que para ti, oh amado mío, he guardado.
8
1 ¡Oh, si tú fueras como un hermano mío
Que mamó los
pechos de mi madre!
Entonces,
hallándote fuera, te besaría,
Y no me
menospreciarían.
2 Yo te llevaría, te metería en casa de mi madre;
Tú me
enseñarías,
Y yo te
haría beber vino
Adobado del
mosto de mis granadas.
3 Su izquierda esté debajo de mi cabeza,
Y su derecha
me abrace.
4 Os conjuro, oh doncellas de Jerusalén,
Que no
despertéis ni hagáis velar al amor,
Hasta que
quiera.
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