jueves, 21 de marzo de 2019

¡Cómo no ser derrotado(a) en el Apocalipsis!



2 de Octubre

¡Eres más que vencedor(a)!
Por Riqui Ricón *

El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias. Al que venciere, le daré a comer del árbol de la vida,  el cual está en medio del paraíso de Dios… El que venciere, no sufrirá daño de la segunda muerte… Al que venciere, daré a comer del maná escondido, y le daré una piedrecita blanca, y en la piedrecita escrito un nombre nuevo, el cual ninguno conoce sino aquel que lo recibe… Al que venciere y guardare mis obras hasta el fin, yo le daré autoridad sobre las naciones, y las regirá con vara de hierro, y serán quebradas como vaso de alfarero; como yo también la he recibido de mi Padre; y le daré la estrella de la mañana. El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias (Apo 2.7, 11, 17, 26-29).

El día de hoy, la Biblia, que es la Palabra de Dios y no miente, te pide que pongas mucha atención a lo que el Espíritu Santo está diciendo a la Iglesia. Y ¿qué es lo que Él está diciendo? ¡Nosotros ganamos!

No importa el problema, enfermedad o circunstancia adversa que hoy estés enfrentando, la buena noticia es que en Cristo Jesús, tú ya ganaste.

Antes, en todas estas cosas somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó. Por lo cual estoy seguro de que ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni potestades, ni lo presente, ni lo por venir,  ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús Señor nuestro (Ro 8.37-39).

Tú has sido predestinado y capacitado por la Palabra Dios para vencer, pues porque Cristo Jesús venció a la muerte en tu lugar, entonces tú venciste a la muerte con Él. Y no solamente a la muerte, sino también a la tristeza, enfermedad, amargura, odio, resentimiento, pobreza y cualquier necesidad que pretenda robarte el gozo y la paz de saber y creer que ahora eres un(a) auténtico(a) y legítimo(a) Hijo(a) de Dios Nacido(a) de Nuevo.

Porque el amor de Cristo nos constriñe, pensando esto: que si uno murió por todos, luego todos murieron; y por todos murió, para que los que viven, ya no vivan para sí, sino para aquel que murió y resucitó por ellos (2 Co 5.14-15).

Sólo presta mucha atención pues no es con tu fuerza ni con tus habilidades que has vencido y vencerás, ¡es con tu FE! ¡Es creyéndole a Dios, creyendo Su Palabra!

Es, pues, la fe la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve (He 11.1).

Sólo cuando tengas la absoluta certeza de que Dios NO miente y que por lo tanto, tú ERES exactamente la persona que Dios dice en Su Palabra, la Biblia, que eres, entonces habrás vencido y podrás vivir, caminar y respirar como un(a) Vencedor(a).

A la verdad, no me avergüenzo del evangelio, pues es poder de Dios para la salvación de todos los que creen: de los judíos primeramente, pero también de los gentiles. De hecho, en el evangelio se revela la justicia que proviene de Dios, la cual es por fe de principio a fin, tal como está escrito: «El justo vivirá por la fe.» (Ro 1.16-17 NVI).

Es creerle a Dios, creyendo Su Palabra, lo que te da acceso al Poder de Dios, pues sea cual sea el problema, enfermedad o aflicción que estés enfrentando en este día, las Buenas Noticias del Evangelio se te revelan hoy, al darte cuenta de cómo Dios te hace justos ante sus ojos, lo cual se logra del principio al fin por medio de tu fe (por creerle a Dios, creyendo Su Palabra). Como dicen las Escrituras: «Es por medio de la fe que el justo tiene vida».

Por lo tanto, todos nosotros, que miramos a cara descubierta la gloria del Señor, la reflejamos como claros espejos, y conforme a su propia imagen somos transformados y crecemos más y más en gloria por la acción del Espíritu del Señor (2 Co 3.18 CST).

-Al que venciere yo le daré… y Yo haré de él (ella)… -dice el Señor en Apocalipsis-. Pero, a menos que te mires a ti mismo(a) a través de la Biblia y utilices la Palabra de Dios como el espejo donde adquieres tu Verdadera Identidad, no podrás vencer para recibir lo que Cristo Jesús adquirió para ti.

Es la Biblia la que establece que, a pesar de tus circunstancias, tú has de vencer en este mundo.

Todo aquel que cree que Jesús es el Cristo, es nacido de Dios; y todo aquel que ama al que engendró, ama también al que ha sido engendrado por él… Porque todo lo que es nacido de Dios vence al mundo; y esta es la victoria que ha vencido al mundo, nuestra fe. ¿Quién es el que vence al mundo, sino el que cree que Jesús es el Hijo de Dios? (1 Jn 5. 1, 4-5).

1.    ¿Crees que Jesús es el Cristo? Yo sé que sí. Entonces tú eres Nacido(a) de Dios. ¡Tú eres un(a) Hijo(a) de Dios Nacido(a) de Nuevo!

2.    Todo(a) Hijo(a) de Dios VENCE al mundo. No los más santos, ni los ungidos, ni los que oran o ayunan; la escritura dice TODO Hijo(a) de Dios. Así que, efectivamente, tú y yo vencemos al mundo. ¿Cómo?

3.    Con nuestra FE pues esta es la victoria que vence al mundo, nuestra FE. Es cuando le CREES a Dios, creyendo Su Palabra que tú realmente comienzas a vencer.

4.    Así que:  ¿Quién es el que vence al mundo, sino el que cree que Jesús es el Hijo de Dios?
Esto dice la Biblia, que es la Palabra de Honor de Dios, quien no miente, por lo tanto, tú eres más que vencedor por medio de Aquel que te ha amado, Cristo Jesús.

¡No hay forma que puedas perder!

Ahora puedes comprender que cuando la Escritura dice Al que venciere se está refiriendo a ti. No dice que vencerás si le echas ganas o si pagas el precio o si te sientes digna o digno. ¡No! ¡Nada de eso! ¿A quién se refiere? Al que venciere. Y ¿quién es el que vence? El (la) que CREE que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios. Porque al que CREE TODO le es posible.

—¿Hace cuánto tiempo que le pasa esto? —preguntó Jesús al padre del muchacho. —Desde que era muy pequeño —contestó él —. A menudo el espíritu lo arroja al fuego o al agua para matarlo. Ten misericordia de nosotros y ayúdanos si puedes. —¿Cómo que “si puedo”? —preguntó Jesús —. Todo es posible si uno cree. Al instante el padre clamó: —¡Sí, creo, pero ayúdame a superar mi incredulidad! (Mar 9.21-24 NTV).

Haz esta declaración audiblemente: Yo <nombre> creo que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios, por lo tanto, de acuerdo a la Biblia que es la Palabra de Dios quien no miente, soy una/un hija/hijo de Dios NACIDO DE NUEVO y venzo al mundo. ¡Soy más que vencedor por medio de Aquel que me amó, Cristo Jesús!


Oremos en voz audible:

Amado Padre celestial, muchas gracias porque en Tu Palabra, las Palabras que han salido de Tu boca, me has declarado Hijo(a) Tuyo(a) por medio de la fe en Cristo Jesús. Yo, ________ (tu nombre aquí), creo que Jesús es el Señor, el Cristo, mi Salvador. Por eso, te estoy eternamente agradecido, Señor Jesús; porque Tu sacrificio fue completo, perfecto y acabado. No quedó nada pendiente. He sido justificado(a) en Tu Sangre y por Tu Vida yo he recibido la Vida Eterna, la Vida plena y abundante que sólo pueden disfrutar los Hijos de Dios. Gracias porque Tu Palabra, la Biblia, me da la facultad para que, en cuanto a la pasada manera de vivir, despojarme del viejo(a) hombre(mujer),  que está viciado conforme a los deseos engañosos, y renovarme en el espíritu de mi mente, y vestirme del nuevo hombre(mujer),  creado según Dios  en la justicia y santidad de la verdad. Yo soy ese(a) que ya ha vencido, pues yo soy lo que Tú, Dios, dices en Tu Palabra que soy: Tu Hijo(a) amado(a). Por lo tanto, sé que sé, y así lo declaro, que en todo problema, enfermedad o aflicción, he de salir más que vencedor(a) por medio de Tu Amor, Cristo Jesús. ¡Todo lo puedo! ¡Rechazo todo pensamiento o sentimiento de condenación en mi vida! ¡Soy Nacido(a) de Nuevo! ¡Yo ando, vivo, pienso y respiro conforme al Espíritu! ¡No estoy conforme con mi carne! ¡La ley del Espíritu de Vida en Cristo Jesús me ha hecho libre de la ley del pecado y de la muerte! ¡Estoy decidido(a), con Tu ayuda, Espíritu Santo, a vivir firme con la libertad con que Cristo me hizo libre y ya no estaré, nunca más, sujeto(a) al yugo de esclavitud! Así que, con esta autoridad que Tú me has dado, Padre,  resisto  al espíritu de temor y duda, echo fuera de mi vida la enfermedad, pobreza, tristeza y depresión. Recibo mi salud, prosperidad, libertad y gozo. ¡Soy sano(a)! ¡Soy libre! ¡Soy próspero(a)! ¡Soy dichoso(a)! Y ya he vencido. En el nombre de Jesús. Amén.

 Nota Importante:

¿Cómo me hago Hijo de Dios? ¿Cómo establezco una relación con el Todopoderoso?

Sólo haz la siguiente oración en voz audible poniendo toda tu atención y corazón a lo que le estás diciendo a Dios:

Señor Jesús, yo creo que eres el Hijo de Dios. Que viniste a este mundo de la virgen María para pagar todos mis pecados, y yo he sido un(a) pecador(a). Por eso, te digo el día de hoy que sí acepto. ¡Sí acepto tu sacrificio en la cruz! ¡Sí acepto Tu Sangre preciosa derramada hasta la última gota por Amor a mí! Te abro mi corazón y te invito a entrar porque quiero, Señor Jesús, que desde hoy y para siempre Tú seas mi único y suficiente Salvador, mi Dios, mi Rey y mi Señor. Gracias, Dios Poderoso, pues con esta simple oración y profesión de fe he pasado de muerte a Vida, he sido trasladado(a) de las tinieblas a Tu Luz admirable. ¡Hoy he Nacido de Nuevo! ¡Dios, ahora yo Soy Tu Hijo(a)! ¡Ahora Tú eres mi Padre! ¡Nunca más estaré solo(a)! Nunca más viviré derrotado(a). En el nombre de Jesús. Amén.


*Ricardo C. Peredo Jaime   © 2012



Lectura y Meditación de la Palabra de Dios

Haz estas lecturas diarias y al final de un año habrás leído toda la Biblia.

Marzo 21                               Mat 19.16-30 /  Núm 11-12 /  Ecl 8


San Mateo 19.16-30
El joven rico
(Mr. 10.17–31; Lc. 18.18–30)
16Entonces vino uno y le dijo: Maestro bueno, ¿qué bien haré para tener la vida eterna? 17El le dijo: ¿Por qué me llamas bueno? Ninguno hay bueno sino uno: Dios. Mas si quieres entrar en la vida, guarda los mandamientos. 18Le dijo: ¿Cuáles? Y Jesús dijo: No matarás. No adulterarás. No hurtarás. No dirás falso testimonio. 19Honra a tu padre y a tu madre; y, Amarás a tu prójimo como a ti mismo. 20El joven le dijo: Todo esto lo he guardado desde mi juventud. ¿Qué más me falta? 21Jesús le dijo: Si quieres ser perfecto, anda, vende lo que tienes, y dalo a los pobres, y tendrás tesoro en el cielo; y ven y sígueme. 22Oyendo el joven esta palabra, se fue triste, porque tenía muchas posesiones.
23Entonces Jesús dijo a sus discípulos: De cierto os digo, que difícilmente entrará un rico en el reino de los cielos. 24Otra vez os digo, que es más fácil pasar un camello por el ojo de una aguja, que entrar un rico en el reino de Dios. 25Sus discípulos, oyendo esto, se asombraron en gran manera, diciendo: ¿Quién, pues, podrá ser salvo? 26Y mirándolos Jesús, les dijo: Para los hombres esto es imposible; mas para Dios todo es posible. 27Entonces respondiendo Pedro, le dijo: He aquí, nosotros lo hemos dejado todo, y te hemos seguido; ¿qué, pues, tendremos? 28Y Jesús les dijo: De cierto os digo que en la regeneración, cuando el Hijo del Hombre se siente en el trono de su gloria, vosotros que me habéis seguido también os sentaréis sobre doce tronos, para juzgar a las doce tribus de Israel. 29Y cualquiera que haya dejado casas, o hermanos, o hermanas, o padre, o madre, o mujer, o hijos, o tierras, por mi nombre, recibirá cien veces más, y heredará la vida eterna. 30Pero muchos primeros serán postreros, y postreros, primeros.

Números 11-12
Jehová envía codornices
11
1Aconteció que el pueblo se quejó a oídos de Jehová; y lo oyó Jehová, y ardió su ira, y se encendió en ellos fuego de Jehová, y consumió uno de los extremos del campamento. 2Entonces el pueblo clamó a Moisés, y Moisés oró a Jehová, y el fuego se extinguió. 3Y llamó a aquel lugar Tabera, porque el fuego de Jehová se encendió en ellos.
4Y la gente extranjera que se mezcló con ellos tuvo un vivo deseo, y los hijos de Israel también volvieron a llorar y dijeron: ¡Quién nos diera a comer carne! 5Nos acordamos del pescado que comíamos en Egipto de balde, de los pepinos, los melones, los puerros, las cebollas y los ajos; 6y ahora nuestra alma se seca; pues nada sino este maná ven nuestros ojos.
7Y era el maná como semilla de culantro, y su color como color de bedelio. 8El pueblo se esparcía y lo recogía, y lo molía en molinos o lo majaba en morteros, y lo cocía en caldera o hacía de él tortas; su sabor era como sabor de aceite nuevo. 9Y cuando descendía el rocío sobre el campamento de noche, el maná descendía sobre él.
10Y oyó Moisés al pueblo, que lloraba por sus familias, cada uno a la puerta de su tienda; y la ira de Jehová se encendió en gran manera; también le pareció mal a Moisés. 11Y dijo Moisés a Jehová: ¿Por qué has hecho mal a tu siervo? ¿y por qué no he hallado gracia en tus ojos, que has puesto la carga de todo este pueblo sobre mí? 12¿Concebí yo a todo este pueblo? ¿Lo engendré yo, para que me digas: Llévalo en tu seno, como lleva la que cría al que mama, a la tierra de la cual juraste a sus padres? 13¿De dónde conseguiré yo carne para dar a todo este pueblo? Porque lloran a mí, diciendo: Danos carne que comamos. 14No puedo yo solo soportar a todo este pueblo, que me es pesado en demasía. 15Y si así lo haces tú conmigo, yo te ruego que me des muerte, si he hallado gracia en tus ojos; y que yo no vea mi mal.
16Entonces Jehová dijo a Moisés: Reúneme setenta varones de los ancianos de Israel, que tú sabes que son ancianos del pueblo y sus principales; y tráelos a la puerta del tabernáculo de reunión, y esperen allí contigo. 17Y yo descenderé y hablaré allí contigo, y tomaré del espíritu que está en ti, y pondré en ellos; y llevarán contigo la carga del pueblo, y no la llevarás tú solo. 18Pero al pueblo dirás: Santificaos para mañana, y comeréis carne; porque habéis llorado en oídos de Jehová, diciendo: ¡Quién nos diera a comer carne! ¡Ciertamente mejor nos iba en Egipto! Jehová, pues, os dará carne, y comeréis. 19No comeréis un día, ni dos días, ni cinco días, ni diez días, ni veinte días, 20sino hasta un mes entero, hasta que os salga por las narices, y la aborrezcáis, por cuanto menospreciasteis a Jehová que está en medio de vosotros, y llorasteis delante de él, diciendo: ¿Para qué salimos acá de Egipto? 21Entonces dijo Moisés: Seiscientos mil de a pie es el pueblo en medio del cual yo estoy; ¡y tú dices: Les daré carne, y comerán un mes entero! 22¿Se degollarán para ellos ovejas y bueyes que les basten? ¿o se juntarán para ellos todos los peces del mar para que tengan abasto? 23Entonces Jehová respondió a Moisés: ¿Acaso se ha acortado la mano de Jehová? Ahora verás si se cumple mi palabra, o no.
24Y salió Moisés y dijo al pueblo las palabras de Jehová; y reunió a los setenta varones de los ancianos del pueblo, y los hizo estar alrededor del tabernáculo. 25Entonces Jehová descendió en la nube, y le habló; y tomó del espíritu que estaba en él, y lo puso en los setenta varones ancianos; y cuando posó sobre ellos el espíritu, profetizaron, y no cesaron.
26Y habían quedado en el campamento dos varones, llamados el uno Eldad y el otro Medad, sobre los cuales también reposó el espíritu; estaban éstos entre los inscritos, pero no habían venido al tabernáculo; y profetizaron en el campamento. 27Y corrió un joven y dio aviso a Moisés, y dijo: Eldad y Medad profetizan en el campamento. 28Entonces respondió Josué hijo de Nun, ayudante de Moisés, uno de sus jóvenes, y dijo: Señor mío Moisés, impídelos. 29Y Moisés le respondió: ¿Tienes tú celos por mí? Ojalá todo el pueblo de Jehová fuese profeta, y que Jehová pusiera su espíritu sobre ellos. 30Y Moisés volvió al campamento, él y los ancianos de Israel.
31Y vino un viento de Jehová, y trajo codornices del mar, y las dejó sobre el campamento, un día de camino a un lado, y un día de camino al otro, alrededor del campamento, y casi dos codos sobre la faz de la tierra. 32Entonces el pueblo estuvo levantado todo aquel día y toda la noche, y todo el día siguiente, y recogieron codornices; el que menos, recogió diez montones; y las tendieron para sí a lo largo alrededor del campamento. 33Aún estaba la carne entre los dientes de ellos, antes que fuese masticada, cuando la ira de Jehová se encendió en el pueblo, e hirió Jehová al pueblo con una plaga muy grande. 34Y llamó el nombre de aquel lugar Kibrot-hataava, por cuanto allí sepultaron al pueblo codicioso. 35De Kibrot-hataava partió el pueblo a Hazerot, y se quedó en Hazerot.

María y Aarón murmuran contra Moisés
12
1María y Aarón hablaron contra Moisés a causa de la mujer cusita que había tomado; porque él había tomado mujer cusita. 2Y dijeron: ¿Solamente por Moisés ha hablado Jehová? ¿No ha hablado también por nosotros? Y lo oyó Jehová. 3Y aquel varón Moisés era muy manso, más que todos los hombres que había sobre la tierra. 4Luego dijo Jehová a Moisés, a Aarón y a María: Salid vosotros tres al tabernáculo de reunión. Y salieron ellos tres. 5Entonces Jehová descendió en la columna de la nube, y se puso a la puerta del tabernáculo, y llamó a Aarón y a María; y salieron ambos. 6Y él les dijo: Oíd ahora mis palabras. Cuando haya entre vosotros profeta de Jehová, le apareceré en visión, en sueños hablaré con él. 7No así a mi siervo Moisés, que es fiel en toda mi casa. 8Cara a cara hablaré con él, y claramente, y no por figuras; y verá la apariencia de Jehová. ¿Por qué, pues, no tuvisteis temor de hablar contra mi siervo Moisés?
9Entonces la ira de Jehová se encendió contra ellos; y se fue. 10Y la nube se apartó del tabernáculo, y he aquí que María estaba leprosa como la nieve; y miró Aarón a María, y he aquí que estaba leprosa. 11Y dijo Aarón a Moisés: ¡Ah! señor mío, no pongas ahora sobre nosotros este pecado; porque locamente hemos actuado, y hemos pecado. 12No quede ella ahora como el que nace muerto, que al salir del vientre de su madre, tiene ya medio consumida su carne. 13Entonces Moisés clamó a Jehová, diciendo: Te ruego, oh Dios, que la sanes ahora. 14Respondió Jehová a Moisés: Pues si su padre hubiera escupido en su rostro, ¿no se avergonzaría por siete días? Sea echada fuera del campamento por siete días, y después volverá a la congregación. 15Así María fue echada del campamento siete días; y el pueblo no pasó adelante hasta que se reunió María con ellos. 16Después el pueblo partió de Hazerot, y acamparon en el desierto de Parán.
       
Eclesiastés 8

8
1¿Quién como el sabio? ¿y quién como el que sabe la declaración de las cosas? La sabiduría del hombre ilumina su rostro, y la tosquedad de su semblante se mudará.
2Te aconsejo que guardes el mandamiento del rey y la palabra del juramento de Dios. 3No te apresures a irte de su presencia, ni en cosa mala persistas; porque él hará todo lo que quiere. 4Pues la palabra del rey es con potestad, ¿y quién le dirá: ¿Qué haces? 5El que guarda el mandamiento no experimentará mal; y el corazón del sabio discierne el tiempo y el juicio. 6Porque para todo lo que quisieres hay tiempo y juicio; porque el mal del hombre es grande sobre él; 7pues no sabe lo que ha de ser; y el cuándo haya de ser, ¿quién se lo enseñará? 8No hay hombre que tenga potestad sobre el espíritu para retener el espíritu, ni potestad sobre el día de la muerte; y no valen armas en tal guerra, ni la impiedad librará al que la posee. 9Todo esto he visto, y he puesto mi corazón en todo lo que debajo del sol se hace; hay tiempo en que el hombre se enseñorea del hombre para mal suyo.

Desigualdades de la vida
10Asimismo he visto a los inicuos sepultados con honra; mas los que frecuentaban el lugar santo fueron luego puestos en olvido en la ciudad donde habían actuado con rectitud. Esto también es vanidad. 11Por cuanto no se ejecuta luego sentencia sobre la mala obra, el corazón de los hijos de los hombres está en ellos dispuesto para hacer el mal. 12Aunque el pecador haga mal cien veces, y prolongue sus días, con todo yo también sé que les irá bien a los que a Dios temen, los que temen ante su presencia; 13y que no le irá bien al impío, ni le serán prolongados los días, que son como sombra; por cuanto no teme delante de la presencia de Dios.
14Hay vanidad que se hace sobre la tierra: que hay justos a quienes sucede como si hicieran obras de impíos, y hay impíos a quienes acontece como si hicieran obras de justos. Digo que esto también es vanidad. 15Por tanto, alabé yo la alegría; que no tiene el hombre bien debajo del sol, sino que coma y beba y se alegre; y que esto le quede de su trabajo los días de su vida que Dios le concede debajo del sol.
16Yo, pues, dediqué mi corazón a conocer sabiduría, y a ver la faena que se hace sobre la tierra (porque hay quien ni de noche ni de día ve sueño en sus ojos); 17y he visto todas las obras de Dios, que el hombre no puede alcanzar la obra que debajo del sol se hace; por mucho que trabaje el hombre buscándola, no la hallará; aunque diga el sabio que la conoce, no por eso podrá alcanzarla.


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