Lunes 13 de Mayo
de 2013.
¡En Su Presencia!
Por Riqui Ricón*
Como el
ciervo brama por las corrientes de las aguas, Así clama por ti, oh Dios, el
alma mía. Mi alma tiene sed de Dios, del Dios vivo; ¿Cuándo vendré, y me
presentaré delante de Dios? (Sal 42. 1-2).
En el corazón de cada creyente,
de cada Hijo(a) de Dios Nacido(a) de Nuevo, existe un clamor, un reclamo, que
fluye de la profunda necesidad que tenemos de la Presencia de nuestro Dios y
Padre. No sólo en momentos de apremiante necesidad, sino en cualquier momento,
desearías poder reducir la velocidad de los acontecimientos que te rodean para
acallar tu alma y disfrutar la delicia de la comunión con Aquel que te ama
tanto que dio Su propia vida por amor a ti: Cristo Jesús.
Lamentablemente, muchos creyentes
dejan de lado su identidad como Hijos de
Dios Nacidos de Nuevo y acuden delante de Su Padre mayormente para pedir ayuda
en los momentos de necesidad. Desconociendo mucho de Su Amor, Poder y Fidelidad
se olvidan que Aquel que da de comer a las aves y viste a los lirios del campo,
prometió cuidar de Sus Hijos.
Y si así
viste Dios la hierba que hoy está en el campo, y mañana es echada al horno,
¿cuánto más a vosotros, hombres de poca fe? Vosotros, pues, no os
preocupéis por lo que habéis de comer, ni por lo que habéis de beber, ni estéis
en ansiosa inquietud. Porque todas estas cosas buscan las gentes
del mundo; pero vuestro Padre sabe que tenéis necesidad de estas cosas. Mas
buscad el reino de Dios, y todas estas cosas os serán añadidas (Luc 12. 28-31).
En este día es muy importante que
comprendas que el reino de Dios no es un lugar físico, ni consiste en comida o
bebida, sino que el reino de Dios es un sistema de gobierno que se rige bajo
las leyes de la fe y del Amor que Dios mismo estableció en Su Palabra, la
Biblia.
Al salir él para seguir su camino, vino uno corriendo, e hincando la
rodilla delante de él, le preguntó: Maestro bueno, ¿qué haré para heredar la
vida eterna? Jesús le dijo: ¿Por qué me llamas bueno? Ninguno hay
bueno, sino sólo uno, Dios. Los mandamientos sabes: No adulteres.
No mates. No hurtes. No digas falso testimonio. No defraudes. Honra a tu
padre y a tu madre. El entonces, respondiendo, le dijo: Maestro, todo esto lo
he guardado desde mi juventud. Entonces Jesús, mirándole, le amó,
y le dijo: Una cosa te falta: anda, vende todo lo que tienes, y dalo a los
pobres, y tendrás tesoro en el cielo; y ven, sígueme, tomando tu cruz (Mar 10.17-21).
¡Dios es bueno! Lo único que pide
de ti es que permanezcas en Su Palabra, creyéndole a Él. Que te mantengas firme
en creer lo que Dios dice acerca de quién ahora tú eres. Tú ya no eres más una
creatura, ni hombre o mujer de poca fe; ahora, por Cristo Jesús, por Su Sangre preciosa
derramada hasta la última gota en esa cruz por amor a ti, eres un(a) Hijo(a) de
Dios Nacido(a) de Nuevo, amado(a) y adquirido(a) para Dios al precio más alto
que se pueda pagar.
Tú fuiste comprado(a) al único
precio que, una vez saldado, puede establecerte con TODA JUSTICIA como un(a) Hijo(a)
legítimo(a) de Dios. Ese precio fue la muerte y resurrección de Su propio Hijo,
Jesús.
El que no escatimó ni a su
propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos dará también
con él todas las cosas? (Ro 8. 32).
Tú comienzas a establecer el
reino de Dios cuando crees Su Palabra, primeramente en tu vida al hacer de la
Biblia la norma máxima de tu vida poniéndola en tu boca, mente y corazón; ésta,
la Palabra de Dios, que no miente, produce un cambio en tu forma de pensar renovando
tu mente y llenándote de fe.
Ahora, te das cuenta que, de
acuerdo a Su Palabra, eres un(a) ciudadano(a) del Reino. Te das cuenta que en
verdad, literalmente, eres un(a) Hijo(a) de Dios Nacido(a) de Nuevo y, por lo
tanto, no existe problema, enfermedad, situación, ni condición alguna que te
pueda separar del Amor de Dios, que es en Cristo Jesús, tu Señor y Salvador.
Esto te hace, necesariamente, más que vencedor(a) en todas las cosas.
¿Por qué te
abates, oh alma mía, Y te turbas dentro de mí? Espera en Dios; porque aún he de
alabarle, Salvación mía y Dios mío (Sal 42. 5).
Esperar en Dios no significa
resignarse con la esperanza de que Él, si quiere, haga algo a tu favor. ¡No!
Esperar en Dios significa ser constante y persistente para recibir lo que Él te
ha prometido. Significa tener tal conocimiento de Su Persona que puedes
permanecer en Su Presencia en tranquila adoración, teniendo la certeza de lo
que estás esperando y la convicción de que aquello que aún no ves se
materializara, pues Él te lo ha prometido y tu Padre jamás faltará a Su
Palabra.
¿Qué tuviste, oh mar, que huiste? ¿Y tú, oh Jordán, que te volviste
atrás? Oh montes, ¿por qué saltasteis como carneros, Y vosotros, collados, como
corderitos? A la presencia de Jehová tiembla la tierra, A la presencia del Dios
de Jacob, El cual cambió la peña en estanque de aguas, Y en fuente de aguas la
roca (Sal 114.5-8).
De hecho, la Biblia declara que,
por la Sangre del Nuevo Pacto, tú has sido totalmente renovado(a) y el Espíritu
Santo, Dios mismo, ahora está en ti y contigo. Así es, Su Amorosa y Formidable
Presencia está en ti y contigo, por lo tanto, puedes tener la certeza (y la
paz, que sobrepasa todo entendimiento), que esos problemas, enfermedades o
aflicciones que enfrentas el día de hoy, están temblando y huyendo a la Presencia del Dios de Jacob, el cual
cambia tu lamento en baile y te ciñe toda(o) de
alegría (Sal 30.11).
Así que, no pongas tu atención a
lo difícil de tu situación, ni en tus emociones o sentimientos al respecto.
Atiende a la Palabra de Dios, disfruta Su Presencia y comienza alabar y
adorarle. Resiste al diablo y sus mentiras y no te permitas estar en ansiosa
inquietud. Eres un(a) Hijo(a) del Rey y puedes esperar constante y
persistentemente en Su Palabra, pues primero el cielo y la tierra dejarán de
existir, antes que Dios, tu Padre, deje de cumplirte Su Palabra.
Oremos en voz audible:
Amado Padre celestial, en este
día quiero alabarte y adorarte más que nunca. Eres mi Padre, mi amigo, mi Dios,
mi Rey, Señor y Salvador. Sin Ti no vivo. Gracias por lo que has hecho por mí y
en mí. ¡Soy Nueva creación! Gracias Jesús por Tu Sangre preciosa que me ha
lavado y limpiado de toda mi maldad y hoy soy justo(a) santo(a) y perfecto(a)
por lo que Tú hiciste por mí en esa cruz. ¡Te amo, Jesús! En Tu nombre resisto
al espíritu de temor y duda. Sé, que sé, que en todas las cosas soy más que
vencedor por medio de Tu Amor, que estás en mí y conmigo. Hoy le digo a mis
circunstancias que Tú estás conmigo y si Dios es conmigo ¿quién contra mí? ¡Soy sano(a)! ¡Soy libre! ¡Soy próspero(a)! ¡Soy dichoso(a)! ¡Todo lo
puedo en Cristo que me fortalece! En Tu Presencia Señor yo tengo plenitud de
gozo. En el nombre de Jesús. Amén.
Nota Importante:
¿Cómo me hago Hijo de Dios? ¿Cómo
establezco una relación con el Todopoderoso?
Sólo haz la siguiente oración en
voz audible poniendo toda tu atención y corazón a lo que le estás diciendo a
Dios:
Señor Jesús, yo creo que eres el
Hijo de Dios. Que viniste a este mundo de la virgen María para pagar todos mis
pecados, y yo he sido un(a) pecador(a). Por eso, te digo el día de hoy que sí
acepto. ¡Sí acepto tu sacrificio en la cruz! ¡Sí acepto Tu Sangre preciosa
derramada hasta la última gota por Amor a mí! Te abro mi corazón y te invito a
entrar porque quiero, Señor Jesús, que desde hoy y para siempre Tú seas mi
único y suficiente Salvador, mi Dios, mi Rey y mi Señor. Gracias, Dios
Poderoso, pues con esta simple oración y profesión de fe he pasado de muerte a
Vida, he sido trasladado(a) de las tinieblas a Tu Luz admirable. ¡Hoy he Nacido
de Nuevo! ¡Dios, ahora yo Soy Tu Hijo(a)! ¡Ahora Tú eres mi Padre! ¡Nunca más
estaré solo(a)! Nunca más viviré derrotado(a). En el nombre de Jesús. Amén.
*Ricardo C. Peredo
Jaime © 2011
Lectura
y Meditación de la Palabra de Dios
Haz
estas lecturas diarias y al final de un año habrás leído toda la Biblia.
Mayo
13 Hch
21. 1-36 / Jue 16 / Sal 42
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