Miércoles 15 de
Mayo de 2011.
¡Con la Palabra de Dios!
Por Riqui Ricón*
Tú, oh Dios, eres mi rey; Manda salvación a Jacob.
Por medio de ti sacudiremos a nuestros enemigos; En tu nombre hollaremos a
nuestros adversarios. Porque no confiaré en mi arco, Ni mi espada me salvará; Pues
tú nos has guardado de nuestros enemigos, Y has avergonzado a los que nos
aborrecían. En Dios nos gloriaremos todo el tiempo, Y para siempre alabaremos
tu nombre (Sal 44.4-8).
Si el día de
hoy estás enfrentando grandes retos o tremendos problemas, aflicciones o
enfermedades, te tengo muy buenas noticias, puedes estar tranquilo(a) y
seguro(a), pues el SEÑOR es tu luz y tu salvación,
entonces ¿por qué habrías de temer? El SEÑOR es tu fortaleza y te protege del
peligro, entonces ¿por qué habrías de temblar? Cuando los malvados vengan a
devorarte, cuando tus enemigos y adversarios te ataquen, ellos tropezarán y
caerán. Aunque un ejército poderoso te rodee, tu corazón no temerá. Aunque te
ataquen, permanecerás confiado(a). Porque aunque
andes en valle de sombra y de muerte no temerás mal alguno porque Dios mismo
está contigo (Sal 27 y Sal 23).
Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha
dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas
tenga vida eterna. Porque no envió Dios a su Hijo al mundo para
condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por él (Jn 3.16-17).
¡Así es! Dios te ama tanto que
prefirió entregar a Su propio Hijo, Jesucristo, antes que perderte a ti. Dios te
ama tanto que envió a Su Hijo Jesús para salvarte y no para condenarte.
Miren
con cuánto amor nos ama nuestro Padre que nos llama sus hijos, ¡y eso es lo que
somos! Pero la gente de este mundo no reconoce que somos hijos de Dios, porque
no lo conocen a él (1 Jn 3.1 NTV).
De hecho, Dios te ama tanto que
decidió hacer de ti Su propio(a) Hijo(a).
El
que no escatimó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros,
¿cómo no habrá de darnos generosamente, junto con él, todas las cosas? (Ro 8.32
NVI).
Para que este día salgas más que
vencedor(a) tienes que comprender y creer, de una vez por todas, que Dios en
verdad te ama y que está más que dispuesto para darte, juntamente con Cristo
Jesús, ¡todas las cosas!
¡Dios jamás te dejará a merced de
tus problemas, ni a merced de tus enfermedades o aflicciones!
De hecho, con Dios, tu Padre, tú
sacudirás a tus enemigos; en el nombre de Jesús hollarás a tus adversarios.
Porque no confiarás en tus fuerzas, ni en tus habilidades. Pues es Él quien te
ha guardado de tus enemigos y ha avergonzado a los que te aborrecían.
¡Escrito está! ¡Es Palabra de
Dios! ¡Es Palabra de Honor!
A la noche siguiente se le presentó el Señor y
le dijo: Ten ánimo, Pablo, pues como has testificado de mí en Jerusalén, así es
necesario que testifiques también en Roma (Hch 23.11).
Así que, ¡ten ánimo! ¡No temas!
¡Cree solamente!
Cualquiera
que ha nacido de Dios vence al mundo; pero esta victoria únicamente puede
obtenerse por la fe, pues nadie puede salir victorioso en la lucha contra el
mal, sino sólo el que cree que Jesús es el Hijo de Dios (1 Jn
5.4-5).
Recuerda que por ese gran Amor
con que Dios te ama ahora eres un(a) Hijo(a) de Dios Nacido(a) de Nuevo. Lo que
literalmente significa que el Todopoderoso Dios es tu Papá.
Pues no habéis recibido el espíritu de esclavitud para estar otra vez en
temor, sino que habéis recibido el espíritu de adopción, por el cual clamamos:
¡Abba, Padre! (Ro 8.15).
Amado(a), Dios está contigo, y si
Dios está contigo, me pregunto, ¿quién podrá vencerte?
Oremos en voz audible:
Amado Padre celestial, gracias por
el gran Amor con que me has amado que estando yo muerto(a) en delitos y pecados
me diste Vida juntamente con Cristo Jesús, y no cualquier clase de vida sino la
Vida Eterna que sólo un(a) Hijo(a) de Dios puede tener. Señor Jesús, muchas
gracias por lo que hiciste por Amor a mí al morir en esa cruz y al resucitar
venciendo a la muerte. Yo, que antes no era nada ni nadie, ahora, gracias a Ti,
soy linaje escogido, real sacerdocio, nación santa,
pueblo adquirido por Dios y puedo proclamar las virtudes de aquel que me llamó
de las tinieblas a su luz admirable, ¡Cristo Jesús! Yo que en otro tiempo no
era más que una creatura, pero que ahora soy Hijo(a) de Dios; que en otro
tiempo no había alcanzado misericordia, pero ahora he alcanzado misericordia.
Gracias, muchas gracias Señor Jesús. Por lo tanto, me
determino, con Tu ayuda, Espíritu Santo, a no dejarme engañar por palabras y
pensamientos de desaliento, fracaso o derrota. Yo creo lo que Tú dices acerca
de mí: que por Tu Sangre, Señor Jesús, me has redimido de todo pueblo, lengua o
nación; y me has hecho un(a) Hijo(a) de Dios Nacido(a) de Nuevo. Tú, Señor
Jesús, me has hecho rey (reina) y sacerdote (sacerdotisa) para nuestro Dios, y
reinaré sobre esta tierra. Me levanto, en tu nombre Jesús, a cumplir el
propósito y destino Eterno que compraste para mí en esa cruz. Por lo tanto, hoy
declaro que soy sano(a), soy libre, soy próspero(a) y soy dichoso(a) en todas
las cosas. Resisto, con la Palabra de Dios, al espíritu de temor, al desaliento
y a la depresión; no recibo a la enfermedad, ni a la pobreza; perdono a todos
los que me han lastimado y defraudado y recibo la salud, el gozo, la paz y el
amor que son mi herencia y mi derecho, Voy hacer de mi vida una vida que valga
la pena vivirse. ¡Voy a vivir una vida plena y abundante! ¡Nada ni nadie me
pueden detener! En el nombre de Jesús.
Amén.
Nota Importante:
¿Cómo me hago Hijo de Dios? ¿Cómo
establezco una relación con el Todopoderoso?
Sólo haz la siguiente oración en
voz audible poniendo toda tu atención y corazón a lo que le estás diciendo a
Dios:
Señor Jesús, yo creo que eres el
Hijo de Dios. Que viniste a este mundo de la virgen María para pagar todos mis
pecados, y yo he sido un(a) pecador(a). Por eso, te digo el día de hoy que sí
acepto. ¡Sí acepto tu sacrificio en la cruz! ¡Sí acepto Tu Sangre preciosa
derramada hasta la última gota por Amor a mí! Te abro mi corazón y te invito a
entrar porque quiero, Señor Jesús, que desde hoy y para siempre Tú seas mi
único y suficiente Salvador, mi Dios, mi Rey y mi Señor. Gracias, Dios
Poderoso, pues con esta simple oración y profesión de fe he pasado de muerte a
Vida, he sido trasladado(a) de las tinieblas a Tu Luz admirable. ¡Hoy he Nacido
de Nuevo! ¡Dios, ahora yo Soy Tu Hijo(a)! ¡Ahora Tú eres mi Padre! ¡Nunca más
estaré solo(a)! Nunca más viviré derrotado(a). En el nombre de Jesús. Amén.
*Ricardo C. Peredo
Jaime © 2011
Lectura
y Meditación de la Palabra de Dios
Haz
estas lecturas diarias y al final de un año habrás leído toda la Biblia.
Mayo
15 Hch
22. 30 – 23. 22 / Jue 19 / Sal 44
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