sábado, 17 de diciembre de 2011

¡Tienes en ti todo el poder para vencer el miedo a la muerte!

Martes 13 de Diciembre de 2011.
¡Puedo vivir sin miedo!
Por Riqui Ricón*
Porque para mí el vivir es Cristo, y el morir es ganancia. Mas si el vivir en la carne resulta para mí en beneficio de la obra, no sé entonces qué escoger. Porque de ambas cosas estoy puesto en estrecho, teniendo deseo de partir y estar con Cristo, lo cual es muchísimo mejor; pero quedar en la carne es más necesario por causa de vosotros (Fil 1.21-24).
Entre más lees y meditas la Biblia, que es la Palabra de Dios y no miente, te das cuenta que, efectivamente, el Evangelio son puras buenas noticias. Lo que Jesucristo hizo en la cruz por amor a ti es tan maravilloso que el apóstol Pablo deseaba estar ausente del cuerpo y presente al Señor (2 Co 5.1-10).
Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna (Jn 3.16).
¡Todo aquel que en él cree, tiene Vida Eterna! Y qué es la Vida Eterna sino vivir por siempre. Esto significa que el (la) que cree en Jesús como Señor y Salvador de su vida no morirá sino vivirá por siempre. ¡Escrito está! De alguna manera, Jesús anuló el dominio que la muerte ejercía sobre tu vida.
Porque la paga del pecado es muerte, mas la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro (Ro 6.23).
La victoria sobre la muerte es un regalo que Dios te da como parte de la Vida Eterna, la Vida Plena y Abundante, que Jesús pagó para que tú fueses hecha(o) un(a) Hija(o) de Dios Nacida(o) de Nuevo.
Así que, por cuanto los hijos participaron de carne y sangre, él también participó de lo mismo, para destruir por medio de la muerte al que tenía el imperio de la muerte, esto es, al diablo, y librar a todos los que por el temor de la muerte estaban durante toda la vida sujetos a servidumbre (He 2.14-15).
Con Su muerte en la cruz, Jesús pagó todos tus pecados para que fueras justificado y perdonado; al resucitar entre los muertos, te ofrece una Nueva Naturaleza que no tenías, ni podrías tener: la Vida Eterna de un(a) Hija(o) de Dios.
Y cuando esto corruptible se haya vestido de incorrupción, y esto mortal se haya vestido de inmortalidad, entonces se cumplirá la palabra que está escrita: Sorbida es la muerte en victoria.  ¿Dónde está, oh muerte, tu aguijón? ¿Dónde, oh sepulcro, tu victoria? ya que el aguijón de la muerte es el pecado, y el poder del pecado, la ley. Mas gracias sean dadas a Dios, que nos da la victoria por medio de nuestro Señor Jesucristo (1 Co 15.54-57).
Como puedes ver, la victoria sobre la muerte es un hecho real y no una expresión figurativa.
siendo renacidos, no de simiente corruptible, sino de incorruptible, por la palabra de Dios que vive y permanece para siempre (1 P 1.23).
Si puedes comprender que tú realmente eres espíritu Nacido de Nuevo, con la naturaleza incorruptible de un(a) Hija(o) del Rey, que sólo te la puede otorgar la Palabra Eterna de Dios, entonces te darás cuenta que no existen dos vidas: una aquí, en la tierra, y otra en el más allá. Ahora, tu vida es un continuo en la eternidad con Dios, tu Padre, y con Jesucristo, tu Salvador. Puedes dejar de temer, ¡la muerte ya no se enseñorea más de ti!
Date cuenta que tu cuerpo tan sólo es un estuche, un traje con el cual tú, que eres espíritu, puedes expresarte y comunicarte en un mundo natural. Aquellos que nos han precedido en ir a la Presencia del Señor no están muertos, simple y sencillamente se mudaron, se cambiaron de plano y siguen siendo los mismos: Hijos de Dios Nacidos de Nuevo.
Una vez asegurada tu victoria sobre la muerte puedes dejar de tener miedo y enfocarte en el propósito por el cual aún permaneces en el mundo, pues quedar en la carne es más necesario por causa de los demás.
Mas vosotros sois linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido por Dios, para que anunciéis las virtudes de aquel que os llamó de las tinieblas a su luz admirable; vosotros que en otro tiempo no erais pueblo, pero que ahora sois pueblo de Dios; que en otro tiempo no habíais alcanzado misericordia, pero ahora habéis alcanzado misericordia (1 P 2.9-10).
Así que, somos embajadores en nombre de Cristo, como si Dios rogase por medio de nosotros; os rogamos en nombre de Cristo: Reconciliaos con Dios (2 Co 5.20).
Ahora tú eres linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido por Dios, eres un(a) embajador en el nombre de Cristo para que anuncies las virtudes de aquel que te llamó de las tinieblas a Su luz admirable. Dios, el Espíritu Santo, está en ti y contigo para que les ruegues a los demás que se reconcilien con Dios por medio de Jesucristo.
Oremos en voz audible:
Amado padre celestial, es asombroso el Amor con que me has amado, que siendo yo como había sido hayas entregado a Tu Hijo Jesús para darme el regalo de la Vida Eterna haciéndome Tu Hija(o). Gracias, Señor Jesús, por tanto y tan gran Amor. Soy Tu Hija(o). Soy Nacida(o) de Nuevo, no de simiente corruptible sino de incorruptible por Tu Palabra que vive y permanece para siempre. Tengo esta Vida Eterna para amarte a Ti y para amar a mis semejantes como a mí misma(o). Resisto y echo fuera de mi vida al espíritu de temor, pues no me has dado, oh Dios, espíritu de esclavitud para estar otra vez en temor, sino que he recibido el espíritu de adopción y, hoy, te digo Abba, Padre. ¡Soy sana(o)! ¡Soy libre! ¡Soy prospera(o)! ¡Voy a vivir por toda la eternidad en la Plenitud del Amor, y del gozo, y de la paz que ahora tengo! Sin importar cuál es mi situación en este momento, ¡yo soy luz en medio de las tinieblas! En el nombre de Jesús. Amén.
*Ricardo C. Peredo Jaime   © 2011


Lectura y Meditación de la Palabra de Dios
Haz estas lecturas diarias y al final de un año habrás leído toda la Biblia.
                                                                                   
Diciembre 13                                     Fil 1.12-30   /  Ez 19  /  Isa 48

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