Jueves 15 de Diciembre de 2011.
¡Hecho totalmente libre!
Por Riqui Ricón*
He aquí que Jehová el Señor me ayudará; ¿quién hay que me condene? He aquí que todos ellos se envejecerán como ropa de vestir, serán comidos por la polilla (Isa 50.9).
Dado que ahora tu ayudador es el Señor no tienes nada de qué preocuparte o razón alguna para estar temerosa(o) o angustiada(o). La Palabra de Dios, la Biblia, lo dice así y puedes estar segura(o) de que es la verdad:
Bienaventurado aquel cuyo ayudador es el Dios de Jacob, Cuya esperanza está en Jehová su Dios, El cual hizo los cielos y la tierra, El mar, y todo lo que en ellos hay; Que guarda verdad para siempre (Sal 146.5-6).
de manera que podemos decir confiadamente: El Señor es mi ayudador; no temeré Lo que me pueda hacer el hombre (He 13.6).
Por lo que Jesús hizo, por amor a ti, con Su muerte y Su resurrección, de acuerdo a la Biblia, que es la Palabra de Dios y no miente, tú eres una Hija(o) de Dios Nacida(o) de Nuevo, y esto te permite estar confiada(o) delante de Dios. Puedes estar confiada(o) delante de tu Padre, no solamente por las adversidades y vicisitudes de la vida, sino también, y sobre todo, ante toda culpabilidad o acusación en tu contra.
Has sido comprada(o) y redimida(o) a precio de Sangre y la paga de tus pecados ya se realizó en la cruz del calvario. ¡No tienes por qué seguir pagando por algo que Cristo Jesús YA PAGÓ en tu lugar!
Ahora, pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús, los que no andan conforme a la carne, sino conforme al Espíritu (Ro 8.1).
Por esto, la Escritura te enseña a no permitirle lugar a la condenación, pues cuando los Hijos de Dios Nacidos de Nuevo pecamos (Si decimos que no hemos pecado, le hacemos a él mentiroso, y su palabra no está en nosotros -1 Jn 1.10-), no estamos conformes ni de acuerdo con nuestra carne sino que, estamos de acuerdo con el Espíritu por lo que nos arrepentimos y confesamos nuestros pecados, puesto que ahora deseamos y anhelamos cada día ser más como Él es.
Así que, vive creyendo la Palabra de Dios que te enseña que la ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús te ha librado de la ley del pecado y de la muerte (Ro 8.2).
¡Eres libre de la ley del pecado y de la muerte! ¡Eres libre de toda condenación!
Y si caes y pecas, no huyas de Dios, corre hacia Él, ARREPIENTETE de todo tu corazón y confiésale tus pecados pues Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad (1 Jn 1.9).
Si estas luchando en algún área de tu personalidad contra algún pecado recurrente, no te angusties, ahora lucha con fe, no dándole el más mínimo lugar a la condenación que te dice que eres hipócrita, mentirosa(o), fracasada(o) o cualquier otro tipo de absurdas mentiras diabólicas. ¡No! ¡Nada de eso! Recuerda siempre que tú eres quien Dios dice que eres en Su Palabra. Por lo tanto, declara con FE lo que Dios dice en Su Palabra acerca de ti: que todo lo puedes (Fil 4.13); que eres más que vencedor(a) (Ro 8.37); que mayor es el que está en ti, que el que está en el mundo (1 Jn 4.4); que has Nacido de Nuevo de una simiente incorruptible que es la Palabra de Dios (1 P 1.23); que siete veces cae el justo, y tú lo eres, no lo dudes, y siete veces te vuelves a levantar (Pro 24.16).
Al que no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en él (2 Co 5.21).
No se trata de justificar tu pecado sino, todo lo contrario, se trata de que le creas a Dios, quien ya te hizo justo al entregar a Su propio Hijo, Jesús, para que pagara todos tus pecados por amor a ti. Entonces, sométete a Dios y a Su Palabra para que así puedas resistir al diablo y éste huirá de ti (Sgo 4.7).
Si estas comprendiendo el mensaje del Evangelio, las Buenas Nuevas de Jesucristo, entonces te puedes dar cuenta que el saber que tu Padre no te condena no quiere decir, en forma alguna, que puedes pecar, sino que, por eso, porque Él te ha hecho Nueva Creación y ahora tú lo sabes, lo recibes y lo crees, tienes la victoria sobre el pecado. ¡En Cristo Jesús has sido HECHA(O) LIBRE de la ley del pecado y de la muerte!
Oremos en voz audible:
Amado Padre celestial, quiero decirte que te amo con todo mi corazón y que estoy maravillada(o) de la obra perfecta, completa y acabada del sacrificio de Tu Hijo Jesús en la cruz. ¡Gracias, Señor Jesús, muchas gracias! ¿Qué puedo decir a todo esto? Si Tú, oh Dios, eres por mí, ¿quién contra mí? Si no escatimaste ni a Tu propio Hijo, sino que lo entregaste por Amor a mí, ¿cómo no me darás también con él todas las cosas? ¿Quién me acusará si soy escogida(o) de Dios? ¡Dios, Tú eres el que me justifica! ¿Quién es el que me condenará? ¡Cristo Jesús, Tú eres el que murió; más aún, el que también resucitó, el que además estás a la diestra de Dios, el que también intercede por mí! Así que, en este momento, yo le hablo a ese espíritu de condenación y mentira para decirle que yo no he recibido el espíritu de esclavitud para estar otra vez en temor, sino que he recibido el espíritu de adopción y, por eso, hoy puedo, con toda libertad y confianza, decirle a Dios, Abba, Padre, Papá, Papito. ¿Quién me separará del amor de Cristo? ¿Tribulación, o angustia, o persecución, o hambre, o desnudez, o peligro, o espada? Como está escrito: Por causa de ti somos muertos todo el tiempo; Somos contados como ovejas de matadero. Antes, en todas estas cosas, yo _____________ (dí tu nombre aquí), soy más que vencedor(a) por medio de Aquel que me amó. Por lo cual estoy segura(o) de que ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni potestades, ni lo presente, ni lo por venir, ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada me podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús mi Señor. Amén.
*Ricardo C. Peredo Jaime © 2010
Lectura y Meditación de la Palabra de Dios
Haz estas lecturas diarias y al final de un año habrás leído toda la Biblia.
Diciembre 15 Fil 2.12-30 / Ez 21-22 / Isa 50
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