Miércoles 30 de Noviembre de 2011.
¡Vaya Papá que tienes, chiquita(o)!
Por Riqui Ricón*
Bienaventurado aquel cuyo ayudador es el Dios de Jacob, Cuya esperanza está en Jehová su Dios, El cual hizo los cielos y la tierra, El mar, y todo lo que en ellos hay; Que guarda verdad para siempre, Que hace justicia a los agraviados, Que da pan a los hambrientos. Jehová liberta a los cautivos; Jehová abre los ojos a los ciegos; Jehová levanta a los caídos; Jehová ama a los justos (Sal 146.5-8).
Ser un(a) Hija(o) de Dios NACIDA(O) DE NUEVO realmente es un privilegio. Significa saber que ahora Dios es tu Padre, tu ayudador y esperanza; quien te da la paz y libertad en las cuales, Él, siempre ha querido que tú vivas.
Dios es el creador del cielo y de la tierra, de todo lo visible y de lo invisible. Él es fiel, justo y verdadero. Él es bueno. Él es amor. Y Él, es tu papá.
Si Dios hace justicia a los agraviados, da pan a los hambrientos, liberta a los cautivos, abre los ojos de los ciegos y levanta a los caídos, ¿qué no hará el único y verdadero Dios omnipotente por ti, que eres su Hija(o) amada(o)?
De hecho, ya lo ha hizo:
Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna. Porque no envió Dios a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por él (Jn 3.16-17).
Dios te ama tanto que prefirió entregar a Su propio Hijo, para que pagara todos tus pecados, antes que perderte a ti. Así es, Jesús murió y resucitó para, pagando todos tus pecados, poder justificarte, darte la Vida Eterna y, así, ponerte en condición de ser hecha(o) Hija(o) de Dios.
Pero cuando vino el cumplimiento del tiempo, Dios envió a su Hijo, nacido de mujer y nacido bajo la ley, para que redimiese a los que estaban bajo la ley, a fin de que recibiésemos la adopción de hijos. Y por cuanto sois hijos, Dios envió a vuestros corazones el Espíritu de su Hijo, el cual clama: ¡Abba, Padre! Así que ya no eres esclavo, sino hijo; y si hijo, también heredero de Dios por medio de Cristo (Gal 4.4-7).
Esta posición, esta identidad como Hijos de Dios, no es algo que tú o yo hayamos comprado, adquirido o pagado de alguna forma. Ninguna de las obras de justicia que hayamos realizado en el pasado o estemos realizando en el presente, nos puede otorgar la identidad de Hijos del Rey.
Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe. Porque somos hechura suya, creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que anduviésemos en ellas (Efe 2.8-10).
Todo fue preparado de antemano por el Amor que Dios te tiene para que, mientras camines en esta tierra, vivas una vida plena, libre y abundante.
El ladrón no viene sino para hurtar y matar y destruir; yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia (Jn 10.10).
Dijo entonces Jesús a los judíos que habían creído en él: Si vosotros permaneciereis en mi palabra, seréis verdaderamente mis discípulos; y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres (Jn 8.31-32).
Así que, sea cual sea la situación, enfermedad, problema o aflicción que estés enfrentando el día de hoy, puedes dejar de preocuparte; no temas, cree solamente; ¡Dios no puede mentir! ¡Jamás serás avergonzada de haber confiado en la Palabra de Dios! Puedes acudir a Él con toda confianza. Ten la certeza que Dios no te ha dejado, ni te dejará. ¡Él es tu propio Padre!
Venga a mí tu misericordia, oh Jehová; Tu salvación, conforme a tu dicho. Y daré por respuesta a mi avergonzador, Que en tu palabra he confiado (Sal 119.41-42).
¡Oh, que Padre más hermoso, fiel, amoroso y poderoso tienes tú!
Oremos en voz audible:
Amado Padre celestial, ¡así es, Tú eres el mejor padre del universo! Te amo con todo mi corazón, con todo mi entendimiento y con todas mis fuerzas. Hoy puedo vivir tranquila(o) pues dichosa(o) es la mujer, o el hombre, que en Ti confía. ¡Yo confío en Ti! Abba, Padre, Tú eres mi Papá. Señor Jesús, cómo agradecerte lo que hiciste por mí al morir en esa cruz y resucitar de entre los muertos. Porque Tú vives, yo vivo. Estando yo muerta(o) en delitos y pecados me has dado Vida, la Vida Eterna, una Vida plena y abundante para ahora, por Tu gran Amor con que me has amado, ser como Tú: un(a) Hija(o) de Dios. Gracias, Espíritu Santo por ser el sello de esta maravillosa promesa. Me dispongo, con Tu ayuda, a levantarme, con Tu Poder, de toda enfermedad, pobreza, fracaso, derrota o desánimo que Satanás quiera hacer valer en mi vida. Ya no puede hacerlo más y no se lo permito. ¡Tengo identidad! ¡Por fin sé quién soy! ¡Todo lo puedo en Cristo que me fortalece! ¡Mayor es el que está en mí, que el que está en el mundo! ¡En todas las cosas soy más que vencedor(a) por medio de Aquel que me amó, Cristo Jesús, mi Señor y Salvador! ¡Soy sana(o)! ¡Soy libre! ¡Soy próspera(o)! ¡Soy feliz! En el nombre de Jesús. Amén.
*Ricardo C. Peredo Jaime © 2010
Lectura y Meditación de la Palabra de Dios
Haz estas lecturas diarias y al final de un año habrás leído toda la Biblia.
Noviembre 30 Gal 4.21-31 / Lam 3-4 / Sal 146
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