18 de Octubre
¡Te ira bien!
Por Riqui Ricón*
Decid al justo que le irá
bien, porque comerá de los frutos de sus manos (Isa 3. 10).
Leer y
meditar la Palabra de Dios es la tarea diaria más importante en la vida de
cualquier Hijo(a) de Dios Nacido(a) de Nuevo. Recuerda que sin fe es imposible
agradar a Dios, tu Padre, y la fe viene cuando se escucha con atención el mensaje que predicamos
acerca de Jesucristo
(Ro 10.17 CST).
¿Qué es la FE? ¿Por
qué la FE ES por escuchar la Palabra de Dios?
Es, pues, la fe la certeza de lo que se espera, la convicción de lo
que no se ve (He
11.1).
Pero, ¿cómo puedes
estar seguro(a) de cosas que estás esperando pero que no ves, como por ejemplo,
la restauración de tu salud cuando te sientes mal y además el diagnóstico
médico ha sido confirmado como negativo; o cuando tienes cuentas por pagar y no
tienes dinero? ¿Cómo puedes tener la certeza de lo que esperas y estar
convencido(a) de aquello que todavía no ves? ¿Cómo tener FE?
¡Creyéndole a Dios,
creyendo Su Palabra! Basta que encuentres en la Biblia una Promesa que Dios te
haya hecho tocante a tu necesidad para que puedas estar plenamente seguro(a) y
convencido(a) que si Dios lo dijo, entonces Él lo va a cumplir, si Dios lo
habló, entonces Él lo va a ejecutar.
Dios no es un hombre, por lo tanto no miente. Él no es humano, por lo
tanto no cambia de parecer. ¿Acaso alguna vez habló sin actuar? ¿Alguna vez
prometió sin cumplir? Escucha, yo recibí la orden de bendecir; ¡Dios ha
bendecido, y yo no puedo revertirlo! (Num 23.19-20 NTV).
La FE es la fuerza
espiritual que te permite recibir y hacer realidad todo aquello que Dios tiene
para ti. Pues lo que realmente agrada a tu Padre celestial es que tú vivas
experimentando Su Amor, Su Provisión y Su Bendición en todas las áreas de tu
Vida.
Amado, yo deseo que tú seas prosperado en todas las cosas, y que
tengas salud, así como prospera tu alma (3 Jn 2).
Así que, al
leer y meditar la Biblia, se produce en ti la fe que necesitas para vivir la vida
que agrada a Dios. Además, la misma Escritura declara que el justo vivirá por
fe.
Porque en el evangelio la justicia de Dios se revela por fe y para fe,
como está escrito: Mas el justo por la fe vivirá (Ro 1.17).
La Buena
Noticia del Evangelio es que la justicia de Dios se revela por creerle a Dios,
creyendo Su Palabra, pues como está escrito: Dios te hace justo(a) cuando crees
a Su Palabra.
Y creyó a Jehová, y le fue contado por justicia (Gen 15.6).
Sólo la FE,
que es creerle a Dios, creyendo Su Palabra, te hace justo(a) delante de Dios.
Pero ahora, tal como se prometió tiempo atrás en los escritos de
Moisés y de los profetas, Dios nos ha mostrado cómo podemos ser justos ante él
sin cumplir con las exigencias de la ley. Dios nos hace justos a sus ojos
cuando ponemos nuestra fe en Jesucristo. Y eso es verdad para todo el que cree,
sea quien fuere. Pues todos hemos pecado; nadie puede alcanzar la meta gloriosa
establecida por Dios. Sin embargo, con una bondad que no merecemos, Dios nos
declara justos por medio de Cristo Jesús, quien nos liberó del castigo de
nuestros pecados. Pues Dios ofreció a Jesús como el sacrificio por el pecado.
Las personas son declaradas justas a los ojos de Dios cuando creen que Jesús
sacrificó su vida al derramar su sangre. Ese sacrificio muestra que Dios actuó
con justicia cuando se contuvo y no castigó a los que pecaron en el pasado,
porque miraba hacia el futuro y de ese modo los incluiría en lo que llevaría a
cabo en el tiempo presente. Dios hizo todo eso para demostrar su justicia,
porque él mismo es justo e imparcial, y declara a los pecadores justos a sus
ojos cuando ellos creen en Jesús (Ro 3.21-26 NTV).
Así que, si Dios
dice en Su Palabra que al justo le irá bien, que la bendición y la
bienaventuranza en esta vida serán para aquel que es justo, entonces estas son
promesas divinas que te pertenecen a ti.
A este respecto, la Biblia,
que es la Palabra de Dios, que no miente, declara enfáticamente que:
Al
que no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado, para que nosotros fuésemos
hechos justicia de Dios en él (2 Co 5. 21).
Lo que significa que en Cristo
Jesús, tú ya fuiste hecho(a) justicia de Dios. Tú has sido hecho(a) justo(a)
por medio de la Sangre de Jesús, quién pagó todos tus pecados al morir en esa
cruz.
Así que, sin lugar a dudas,
puedes declarar: ¡Soy justo y me irá bien en esta vida, pues, si Dios lo dice,
entonces Él lo va a cumplir, si Dios lo habló, entonces Él lo va a ejecutar!
El problema con esto es que a
veces la gente dice, por costumbre religiosa: “pues yo no me siento justo, tan
sólo soy un pecador salvo por gracia”. Hacer esta afirmación es un absurdo
disparate y un total desconocimiento de la Palabra de Dios, ya que, por Su
Gracia has sido hecho(a) salvo(a) y por lo tanto, no puedes seguir siendo un(a)
pecador(a).
Pero Dios nos ha mostrado ahora su justicia por un camino distinto de la
ley, pero un camino acerca del cual la propia ley y los escritos de los
profetas ya han dado testimonio: se trata de la justicia de Dios, que actúa
para salvación por medio de la fe en Jesucristo, sin importar quiénes seamos
nosotros ni cuál haya sido nuestra conducta en otro tiempo. Porque todos hemos
pecado, "y nadie puede tener parte por sí mismo en la gloria de Dios; pero
Dios, por pura gracia, nos declara justos merced a la obra redentora de
Jesucristo. Porque Dios envió a Jesucristo para que sufriera el castigo que
nosotros merecemos, y para que, por medio de la fe en su sangre derramada,
obtuviéramos el perdón de nuestros pecados. De este modo, Dios ha puesto de
manifiesto su justicia, absolviéndonos generosamente y pasando por alto en su
paciencia los pecados anteriormente cometidos. Ahora, en el momento actual,
revela también su justicia salvadora, por la cual, siendo Dios justo, absuelve
sin embargo al transgresor, siempre que éste deposite su confianza en Jesús. ¿De
qué podemos entonces jactarnos en lo que respecta a la salvación?
¡Absolutamente de nada! ¿Y por qué no? Pues porque el fundamento de nuestra
salvación no consiste en cumplir cabalmente la ley de las buenas obras, sino en
obedecer a la ley de la fe en Cristo. Con lo cual concluimos que Dios nos
declara justos y nos salva mediante la fe en Cristo, sin que hayamos de alegar
las obras realizadas de acuerdo con la ley (Ro 3. 21-28
CST).
Medita en esto, no es por lo que
hagas o hayas hecho y por lo tanto, tampoco es por cómo te sientas o te veas a
ti mismo(a) el día de hoy. Es por Su Amor y Gracia, los cuales ya recibiste al
haber aceptado a Jesús como el Señor de tu vida.
Así que, de
acuerdo a la Palabra de Dios, que no miente, cuando Cristo Jesús pagó con Su
Sangre y Vida todos tus pecados, tú fuiste justificado(a). Ahora eres
legalmente justo(a). El castigo de tu paz fue sobre Él. Tú ya no debes nada,
Jesús lo pagó todo por Amor, y a ti te corresponde creerlo y recibirlo viviendo
esa Vida Plena y Abundante que Él adquirió para ti.
El ladrón no viene sino para
hurtar y matar y destruir; yo he venido para que tengan vida, y para que la
tengan en abundancia (Jn 10.10).
Si te
preguntas por qué, la respuesta es sencilla, ¡porque te ama!
Porque de tal manera amó Dios
al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree,
no se pierda, mas tenga vida eterna.
Porque no envió Dios a su Hijo al mundo para condenar al mundo,
sino para que el mundo sea salvo por él (Jn
3.16-17).
¡Dios te ama
tanto que prefirió entregar a Su propio Hijo antes que perderte a ti!
Si me
preguntas cómo lo sé, la respuesta es igual de sencilla, ¡está escrito!
Amado(a),
sin importar cuáles sean los problemas, enfermedades o aflicciones que estés
enfrentando el día de hoy, prepárate, pues te va ir bien en esta vida. ¡Así lo
dice el Señor!
Os he dicho todas estas cosas para que en mí encontréis vuestra paz.
Siempre tendréis en el mundo pruebas que os afligirán, pero confiad en mí,
porque yo he vencido al mundo (Jn 16.33 CST).
¡Animo! ¡Dios está
contigo! Y si Dios está contigo, ¿quién contra ti?
Oremos en
voz audible:
Amado Padre
celestial, muchas gracias. Te doy un millón de gracias por Tu gran Amor con que
me has amado pues estando yo muerto(a) en delitos y pecados me diste Vida
juntamente con Cristo, por Tu Gracia fui hecho justo(a), por Tu Gracia soy
salvo(a) y juntamente con Cristo me hiciste Nacer de Nuevo pero ahora como
un(a) Hijo(a) Tuyo(a). ¡Soy Nacido(a) de Nuevo de la semilla incorruptible que
es Tu Palabra que vive y permanece para siempre! Amado Jesús, por lo que
hiciste por mí, no recibo ninguna condenación pues yo no vivo conforme con mi
carne sino conforme a Tu Espíritu. ¡Soy justo(a)! ¡Soy justicia de Dios! Así
que reclamo el derecho divino que tengo para vivir una vida dichosa y plena.
Resisto a la angustia, al temor, a la enfermedad, a la pobreza, a la amargura,
a la soledad y a toda depresión. En el nombre Poderoso de Cristo Jesús, yo _________
(tu nombre aquí) le llamo al gozo, a la paz, a la salud, a la prosperidad, a la
libertad para vivir una vida plena y abundante. Gracias, Señor Jesús, Tú lo
hiciste todo por mí. ¡Lo creo y lo recibo! ¡Es mío! ¡Es mi derecho en toda
justicia! No voy a dejar que nada ni nadie me robe lo que Tú compraste para mí
a tan gran precio. Por lo
tanto, acepto y recibo mi victoria sobre el pecado y sus consecuencias como la
enfermedad, pobreza, depresión, temor y angustia. ¡Soy libre de todos ellos!
¡Soy sano(a)! ¡Soy libre! ¡Soy próspero(a)! ¡Soy dichoso(a)! ¡Soy Hijo(a) de
Dios Nacido(a) de Nuevo! Voy a terminar este año en victoria. Estaré arriba y
no más abajo. Me va ir bien este año. En el nombre de Jesús. Amén.
Nota Importante:
¿Cómo me hago Hijo de Dios? ¿Cómo establezco una relación con el
Todopoderoso?
Sólo haz la siguiente oración en voz audible poniendo toda tu
atención y corazón a lo que le estás diciendo a Dios:
Señor Jesús, yo
creo que eres el Hijo de Dios. Que viniste a este mundo de la virgen María para
pagar todos mis pecados, y yo he sido un(a) pecador(a). Por eso, te digo el día
de hoy que sí acepto. ¡Sí acepto tu sacrificio en la cruz! ¡Sí acepto Tu Sangre
preciosa derramada hasta la última gota por Amor a mí! Te abro mi corazón y te
invito a entrar porque quiero, Señor Jesús, que desde hoy y para siempre Tú
seas mi único y suficiente Salvador, mi Dios, mi Rey y mi Señor. Gracias, Dios
Poderoso, pues con esta simple oración y profesión de fe he pasado de muerte a
Vida, he sido trasladado(a) de las tinieblas a Tu Luz admirable. ¡Hoy he Nacido
de Nuevo! ¡Dios, ahora yo Soy Tu Hijo(a)! ¡Ahora Tú eres mi Padre! ¡Nunca más
estaré solo(a)! Nunca más viviré derrotado(a). En el nombre de Jesús. Amén.
*Ricardo C. Peredo
Jaime © 2011
Lectura
y Meditación de la Palabra de Dios
Haz estas
lecturas diarias y al final de un año habrás leído toda la Biblia.
Octubre
18 Apo 18
/ Isa 3-4 / Sal 109. 1-19
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