Viernes 1 de Junio
de 2012.
¡Eres Eterna(o)! ¡Vivirás para
siempre!
Por Riqui Ricón*
Yo habitaré en tu tabernáculo para siempre; Estaré
seguro bajo la cubierta de tus alas. Porque tú, oh Dios, has oído mis votos; Me
has dado la heredad de los que temen tu nombre (Sal 61.4-5).
Cuando, con
una sencilla oración, hiciste a Jesucristo el Señor y Salvador de tu vida,
Naciste de Nuevo y adquiriste derechos y privilegios que solamente los Hijos de
Dios pueden tener. Uno de estos es vivir para siempre, ¡la Vida Eterna!
Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito,
para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna. Porque no
envió Dios a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo
sea salvo por él (Jn 3.16-17).
Satanás, tu adversario, tratará
con todos sus recursos que tú olvides quién ahora eres. Utilizará personas,
circunstancias, enfermedades y aflicciones para que dejes en segundo o tercer
plano el hecho que Dios te ama tanto que prefirió entregar a Su propio Hijo
antes que perderte a ti.
¡Fíjense
qué gran amor nos ha dado el Padre, que
se nos llame hijos de Dios! ¡Y lo
somos! El mundo no nos conoce, precisamente porque no lo conoció a él
(1 Jn 3.1 NVI)
Sin importar tus circunstancias o
condición actual, la Verdad es que Dios te ama; que tú eres tan importante para
Él que, gracias al sacrificio de Su Hijo, Jesús, ahora Él te llama Hija(o) y
tienes toda la libertad, y garantía, para habitar con Él, en Su Presencia, ¡para
siempre! Estás segura(o) bajo la cubierta de Sus alas, porque Él ha escuchado
tu oración. Y Dios, tu Padre, te ha dado la heredad de los que temen, aman, Su
Nombre.
Pues no habéis recibido el espíritu de esclavitud para estar otra vez en
temor, sino que habéis recibido el espíritu de adopción, por el cual clamamos:
¡Abba, Padre! El Espíritu mismo da testimonio a nuestro espíritu, de que somos hijos
de Dios. Y si hijos, también herederos;
herederos de Dios y coherederos con Cristo, si es que padecemos
juntamente con él, para que juntamente con él seamos glorificados (Ro 8.15-17).
¡Eres heredera(o) de Dios y
coheredera(o) con Cristo! ¿Qué te puede hacer el mundo? ¡Habitas a la sombra
del Altísimo y moras bajo la sombra del Todopoderoso! ¿Quién te puede vencer?
Padecer juntamente con Cristo significa creer; significa tener la certeza que
ahora eres Hija(o) del Dios, pues sólo así se cumplieron los padecimientos del
Rey, quien por el gozo puesto delante de él sufrió la cruz, menospreciando el
oprobio, y se sentó a la diestra del trono de Dios (He 12.2).
Jesús sabía perfectamente quién
era Él y cuál era Su propósito en este mundo. Tú sabes perfectamente que,
ahora, al igual que Jesús, eres un(a) Hija(o) de Dios Nacida(o) de Nuevo y que
tu Padre te ha dejado en este mundo para que, reinando con toda autoridad,
establezcas Su reino, aquí y ahora.
Y Jehová respondió a Samuel: No mires a su parecer, ni a lo grande de su
estatura, porque yo lo desecho; porque Jehová no mira lo que mira el hombre;
pues el hombre mira lo que está delante de sus ojos, pero Jehová mira el
corazón (1 S 16.7).
No te mires a ti misma(o) como se
mira el hombre, pues el hombre mira lo que está delante de sus ojos. No te
fijes en tus circunstancias, ni en tus capacidades. Mírate como Dios te mira.
Os daré corazón nuevo, y pondré espíritu nuevo dentro de vosotros; y
quitaré de vuestra carne el corazón de piedra, y os daré un corazón de carne. Y pondré
dentro de vosotros mi Espíritu, y haré que andéis en mis estatutos, y guardéis
mis preceptos, y los pongáis por obra (Ez
36.26-27).
Mírate a ti misma(o) a través de
Su Palabra donde te dio un corazón nuevo, eres hecha(o) espíritu nuevo y tienes
en ti, y contigo, al glorioso y poderoso Espíritu de Dios
Y Samuel tomó el cuerno del aceite, y lo ungió en medio de sus hermanos;
y desde aquel día en adelante el Espíritu de Jehová vino sobre David. Se
levantó luego Samuel, y se volvió a Ramá (1 S 16.13).
David fue ungido con aceite y,
desde ese día en adelante, el Espíritu Santo vino sobre él. ¡Tú has sido
ungida(o) con la Sangre Preciosa del Cordero de Dios, que quita el pecado del
mundo! ¡Ahora, el Precioso Espíritu de Dios vive en ti y contigo! ¡Eres Nueva
creatura! Las cosas viejas pasaron y lo mejor de tu vida se extiende delante de
tus pies.
Pues si por la transgresión de uno solo reinó la muerte, mucho más
reinarán en vida por uno solo, Jesucristo, los que reciben la abundancia de la
gracia y del don de la justicia (Ro 5.17).
Pienso yo que en un momento de
debilidad, el apóstol Pablo dejó de mirar la Perfecta Ley, la de la libertad, y
exclamó, ¡Miserable
de mí! ¿quién me librará de este cuerpo de muerte? Sin
embargo, por el Espíritu Santo, enseguida se contestó a sí mismo, Gracias doy a Dios, por Jesucristo Señor nuestro (Ro
7.24-25).
Es Jesucristo quién te ha dado la
victoria sobre el pecado y sobre la muerte. Es el Espíritu Santo quién te ha
hecho Nacer de Nuevo, y no de una simiente corruptible, sino de la semilla
incorruptible que es la Palabra de Dios. ¡Eres Eterna(o)! ¡Vivirás para
siempre!
¡Esta es la heredad de los que
temen (aman) Su Nombre!
Oremos en voz audible:
Amado Padre celestial, que
hermoso y confortante es saber que soy Tu Hija(o). Que me amas tanto que
preferiste entregar a Tu propio Hijo, para pagar todos mis pecados, antes que
perderme a mí. ¡Gracias, Señor! ¡Te amo con todo mi corazón! Ahora sé, y creo,
que el pagar todos mis pecados apenas fue el inicio de algo muchísimo mejor:
¡ser adoptada(o) Hija(o) Tuya(o) según el puro afecto de Tu Voluntad! Señor
Jesús, recibo la Vida Eterna que, a tan alto precio, compraste para mí. ¡Gracias,
Señor! Precioso Espíritu Santo, Tú eres la arras de mi herencia, mi garantía,
para hacer de mi vida esa vida plena y abundante que Tú, mi Señor, deseas para
mí. ¡No hay forma que pueda perder! Tú estás conmigo, y si Dios es conmigo,
¿quién contra mí? ¡No voy a temer! Yo, _____________ (tu nombre aquí), no he
recibido espíritu de esclavitud para estar otra vez en temor, sino que he
recibido el espíritu de adopción y te digo a Ti, mi Dios, Abba, Padre, Papá,
Papito. ¡Gracias Espíritu Santo! Hoy oro a Ti para declarar en plena certeza de
fe, que en todas las cosas soy más que vencedor(a) por medio de Aquel que me ha
amado, Cristo Jesús. Así que, TODO lo puedo en Cristo que me fortalece. Yo soy
Tu Hija(o) y ya he vencido, porque mayor eres Tú, que estás en mí, que el que
está en el mundo. ¡Soy sana(o)! ¡Soy libre! ¡Soy próspera(o)! En el nombre de
Jesús. Amén.
*Ricardo
C. Peredo Jaime © 2011
Lectura
y Meditación de la Palabra de Dios
Haz estas lecturas diarias y al
final de un año habrás leído toda la Biblia.
Mayo
31 Ro
7 /
1 Sam 16 / Sal 61
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