Viernes
15 de Febrero de 2013.
¡Fe es creer! ¡Fe es creerle a
Dios!
Por
Riqui Ricón*
Es, pues, la
fe la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve... Por
la fe entendemos haber sido constituido el universo por la palabra de Dios, de
modo que lo que se ve fue hecho de lo que no se veía... Pero sin fe
es imposible agradar a Dios; porque es necesario que el que se acerca a Dios
crea que le hay, y que es galardonador de los que le buscan (He 11.1,
3, 6).
Cuando, al conversar con
creyentes, acerca de la fe, les hago notar que TODO aquello que no se hace con
fe es pecado, casi siempre muestran gran consternación y sorpresa, rebatiéndome
con preguntas y argumentos como: “esto no
es posible Riqui Ricón, ya parece que vamos a estar pendientes de nuestra fe
cada segundo que vivamos”; “¿cómo
piensas que Dios quiera eso de nosotros, creer a cada instante?” “¿No estarás sobre espiritualizando las
cosas, mira que en la iglesia está bien, es lo que se supone que debemos hacer,
pero, creer a cada momento en nuestra vida diaria?”
¿Tienes tú fe? Tenla para
contigo delante de Dios. Bienaventurado el que no se condena a sí mismo en lo
que aprueba. Pero el que duda sobre lo que come, es condenado,
porque no lo hace con fe; y todo lo que no proviene de fe, es pecado (Ro 14.22-23).
Pensar que la fe es una actitud
espiritual para ser adoptada dentro de las actividades de la iglesia como
cultos, reuniones de oración, pláticas con el pastor y, ocasionalmente, alguna
reunión con otros cristianos, sólo te colocará en total desventaja para cumplir
el Plan y propósito de Dios para tu vida.
El Plan y Propósito de Dios para
tu vida es muy sencillo y maravilloso: que vivas una vida en Su Plenitud, una
vida abundante llena de gozo, paz y victoria. Que vivas la Vida Eterna de un(a)
Hijo(a) de Dios Nacido(a) de Nuevo.
El ladrón no viene sino para
hurtar y matar y destruir; yo he venido para que tengan vida, y para que la
tengan en abundancia (Jn 10.10).
Siendo honesto(a) con Dios y contigo
mismo(a), pregúntate, ¿hace cuánto tiempo que no experimento un gozo verdadero?
¿Hace cuánto que no disfruto de una victoria perdurable? ¿Hace cuánto que no
tengo paz en mi corazón? Si el ladrón sólo viene a hurtar y a matar y a
destruir y Jesús ha venido a mí para darme una vida abundante, ¿cuál es la
razón por la que esa vida abundante se me escapa continuamente?
Te puedo asegurar, si este es tu
caso, que la respuesta a todas estas preguntas es la misma: no estás viviendo por
fe. Y te es necesario vivir por fe, pues, el justo
por su fe vivirá (Ha 2.4;
Ro 1,17; Ga 3.11; He 10.38).
¿Qué es la fe? Es, pues, la fe la certeza de lo
que se espera, la convicción de lo que no se ve. Pero, ¿cómo puedes estar seguro
de algo que no ves? ¿Cómo puedes estar convencido de que recibirás lo que estás
esperando? Digo, tienes en tu mano el dictamen médico, o te acaban de entregar
la demanda, o se fue tu hijo(a) de la casa, o acabas de pelearte con tu esposa,
o estás atrapado por alguna adicción.
¿Cómo puedes llamar las cosas que
no son, si tienes toda la evidencia de lo que SÍ son?
Me gusta esta pregunta porque su
respuesta es hermosamente sencilla: a pesar de toda evidencia y su contundencia,
puedes estar seguro(a) de lo contrario (de aquello que no ves), solamente si
Dios lo ha dicho.
Así es, a pesar de toda la
evidencia en tu contra, tú eres la persona que Dios dice que eres. ¡Sin lugar a
dudas!
Dios no es hombre, para que mienta, Ni hijo de
hombre para que se arrepienta. El dijo, ¿y no hará? Habló, ¿y no lo ejecutará?
He aquí, he recibido orden de bendecir; El dio bendición, y no podré revocarla (Núm
23.19-20).
Dios es el Todopoderoso y no hay
nada imposible para Él, excepto mentir. Toda palabra que sale de la boca de
Dios tiene el poder en sí misma para hacerse cumplir, pues es Palabra de Dios.
Entrando Jesús en Capernaum, vino a él un
centurión, rogándole, y diciendo: Señor, mi criado está postrado
en casa, paralítico, gravemente atormentado. Y Jesús le dijo: Yo
iré y le sanaré. Respondió el centurión y dijo: Señor, no soy digno
de que entres bajo mi techo; solamente di la palabra, y mi criado sanará.
Porque también yo soy hombre bajo autoridad, y tengo bajo mis órdenes
soldados; y digo a éste: Ve, y va; y al otro: Ven, y viene; y a mi siervo: Haz
esto, y lo hace. Al oírlo Jesús, se maravilló, y dijo a los que le
seguían: De cierto os digo, que ni aun en Israel he hallado tanta fe (Mat
8.5-10).
¡Jesús se maravilló de la fe de
este soldado romano!
Parafraseando un poco la
conversación entre el centurión y Jesús tenemos algo más o menos como sigue: “Señor,
yo sé que Tú eres Dios y que por lo tanto no hay nada imposible para Ti y
además tienes toda Autoridad sobre cualquier cosa, por lo tanto, no necesito
que vengas a mi casa, tan sólo di la Palabra y mi criado sanará. Tu Palabra
tiene toda Autoridad. Vamos, ¡Tú eres Dios! ¡Tu Palabra es Palabra de Honor!”.
Así que, efectivamente, tú puedes
tener hoy la certeza de lo que estás esperando y la convicción de aquello que
aún no ves. Sin importar la gravedad del asunto, enfermedad o problema, basta que
tengas una Palabra del Señor y un milagro sucederá.
Recuerda siempre que, por Cristo
Jesús, tú eres un(a) Hijo(a) de Dios y si tu Padre lo dijo, entonces, Él lo va
a cumplir; si Dios lo habló, entonces, Él lo va a ejecutar.
Por la fe entendemos haber sido constituido el
universo por la palabra de Dios, de modo que lo que se ve fue hecho de lo que
no se veía (He 11.3).
Fe es creerle a Dios, creerle a
Su Palabra, la Biblia.
Fe es creerle a Dios de tal modo
que ahora puedes llamar las cosas que no son como
si ya fueran (Ro 4.17).
Fe es entender que la Palabra de
Dios es completa, eterna e infalible; que JAMAS serás avergonzado(a) por haber
confiado en la Biblia (Sal 119.42), pues TODO lo que existe, sea visible o
invisible, tiene su origen en la Palabra de Dios, de modo que esa Vida Plena y
Abundante que se te ha prometido, vendrá a ser substancia material de aquello
que aún no ves.
Cuando entiendes que al Nacer de
Nuevo has recibido Vida Eterna y esto significa vivir por siempre o, mejor
dicho, NUNCA MORIR, entonces, el cómo y el cuándo del cumplimiento de las
promesas pasa a segundo término, pues, sabes que sabes, que el cielo y la
tierra pasarán más Sus Palabras no pasarán.
Entonces, si, de acuerdo a la
Biblia, que es la Palabra de Dios y no puede mentir, tú eres justo(a), hecho(a)
justicia de Dios, ¡claro que puedes vivir por fe cada instante de tu vida! ¡Claro
que puedes agradar a Dios, tu Padre, esperando paciente, constante y
persistentemente, TODO AQUELLO que Él ya te ha prometido en Su Palabra!
Mantengamos firme, sin
fluctuar, la profesión de nuestra esperanza, porque fiel es el que prometió (He 10.23).
Oremos en voz audible:
Amado Padre celestial, hoy quiero
agradarte con mi fe, pues en verdad creo que eres el creador del universo, de
todo lo visible y de lo invisible. Creo que me amas tanto que preferiste entregar
a Tu propio Hijo, Jesús, antes que perderme a mí. Creo y recibo este Tu gran
Amor con que me amas. Gracias, Señor Jesús; por lo que hiciste al morir en esa
cruz y resucitar, yo tengo la Vida Eterna. Me has hecho un(a) Hijo(a) de Dios.
Sé que, que, aunque yo estaba muerto(a) en mis delitos y pecados, por este Tu
Gran Amor con que me has amado, me diste Vida juntamente con Cristo Jesús; por
Tu Gracia soy salvo(a) por medio de la fe, y aún ésta última no es mía sino que
es un regalo Tuyo. ¡Cuán Grande y Hermoso Eres mi Señor! ¡Cuán maravilloso es
Tu Amor por mí! En esta hora me pongo de acuerdo con Tu Eterna e Infalible
Palabra para creer y declarar que, por el Nuevo Pacto en la Sangre de Jesús,
creo y recibo mi sanidad. Me declaro libre de toda dolencia y enfermedad. Hablo
salud y bienestar a cada célula, tejido, órgano y sistema de mi ser. Me declaro
libre de cualquier tipo de adicción que me haya querido esclavizar. Rechazo
todo miedo, pues yo no he recibido el espíritu de esclavitud para estar otra
vez en temor, sino que he recibido el espíritu de adopción y hoy puedo decir,
Abba, Padre. Pongo mis ojos, emociones y sentimientos en Ti, Señor Jesús, quien
eres el autor y consumador de mi fe. ¡Soy sano(a)! ¡Soy libre! ¡Soy próspero(a)!
¡Soy más que vencedor(a)! ¡Todo lo puedo en Cristo! Y, por la Sangre de Jesús,
soy dichoso(a) para vivir una Vida Plena y Abundante. Muchas gracias, Señor
Jesús. Gracias por esta Nueva Vida en Plenitud que ahora tengo. Gracias por mi
sanidad. Gracias por mi salud. Gracias por mi prosperidad. Gracias por el Amor,
la paz y el gozo que ahora disfruto. Gracias porque por Tu Palabra, la Biblia,
sin lugar a dudas, soy y recibo todo esto que he declarado delante de Tu
Presencia. En el nombre de Jesús. Amén.
Nota Importante:
¿Cómo me hago Hijo de Dios? ¿Cómo
establezco una relación con el Todopoderoso?
Sólo haz la siguiente oración en
voz audible poniendo toda tu atención y corazón a lo que le estás diciendo a
Dios:
Señor Jesús, yo creo que eres el
Hijo de Dios. Que viniste a este mundo de la virgen María para pagar todos mis
pecados, y yo he sido un(a) pecador(a). Por eso, te digo el día de hoy que sí
acepto. ¡Sí acepto tu sacrificio en la cruz! ¡Sí acepto Tu Sangre preciosa
derramada hasta la última gota por Amor a mí! Te abro mi corazón y te invito a
entrar porque quiero, Señor Jesús, que desde hoy y para siempre Tú seas mi
único y suficiente Salvador, mi Dios, mi Rey y mi Señor. Gracias, Dios
Poderoso, pues con esta simple oración y profesión de fe he pasado de muerte a
Vida, he sido trasladado(a) de las tinieblas a Tu Luz admirable. ¡Hoy he Nacido
de Nuevo! ¡Dios, ahora yo Soy Tu Hijo(a)! ¡Ahora Tú eres mi Padre! ¡Nunca más
estaré solo(a)! Nunca más viviré derrotado(a). En el nombre de Jesús. Amén.
*Ricardo C.
Peredo Jaime © 2011
Lectura
y Meditación de la Palabra de Dios
Haz
estas lecturas diarias y al final de un año habrás leído toda la Biblia.
Febrero
15 Heb
11.1-22 / Ex 13-14 / Pro 5
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